Esta segunda parte se compone de tres capítulos en los que el autor fundamentalmente se recrea en la comida que dan los ingenieros belgas a los altos cargos de la sociedad donde Nalo se estrena como camarero y en las historias de Eneka y la musa Clío y la del abuelo Cosme que por fin se sienta a hablar con Nalo para contarle su vida. De fondo, la situación histórica con el final de la Dictadura de Primo de Rivera en enero de 1930 (que se anuncia al final de la mencionada comida) y la proclamación de la Segunda República en abril del 31.
Nalo crece, por dentro y por fuera, con lo que eso conlleva (nuevas dosis de un tiempo de vértigo que todo lo sahumaba y cuyo transcurso arrebatado me provocaba espeluzno, lograban distraerme de mi discordia interior), convertido en el ayudante de jardinero de Eneka en el palacio azul de los ingenieros belgas. Eneka es su dios, el hombre más sabio que conoce y del que no para de aprender. Su primo Alipio personifica al hombre concienciado políticamente que desea y lucha por una revolución que lo cambie todo pero mi primo Alipio me había puesto al día de los avatares políticos, los cuales observaba yo con una indiferencia que a él le exasperaba, porque decía que no era propia de un individuo de la clase trabajadora, y yo lo intentaba, hacía esfuerzos por entender sus mensajes y asistía con él a reuniones y manifestaciones, pero lo que a mí de verdad me hacía sentirme bien era trabajar en el jardín con mi amigo Eneka.
El autor narra con todo detalle los preparativos (y el aprendizaje de Nalo en su nuevo oficio) y la comida en el palacio azul que abarca casi en su totalidad el capítulo cuatro. En el centro de todo esto está el descubrimiento deslumbrante del sexo en sendas ocasiones: con la señorita Julia, la niñera, con la que consuma por primera vez el acto sexual (sentía yo que aquel momento era muchos momentos a la vez) y con Elena, la hija del ingeniero: joven, guapa, seductora, caprichosa, inalcanzable… que juega con Nalo mientras éste cae rendido a sus pies. Ellas manejan la situación y son las que buscan al buen mozo en que se ha convertido Nalo. Ya durante la comida la descripción de personajes, de la mesa, de los platos, del decorado… ocupa casi toda la narración. A Nalo le llama la atención la actitud sorpresivamente frívola de todos los comensales: nobles, políticos, banqueros, periodistas… en un momento político muy difícil en que, como se anuncia al final de la comida, está a punto de caer la dictadura de Primo de Rivera. Nalo reflexiona: como niños pequeños se me antojaban a mí aquellos seres polimórficos que llevaban sobre sus hombros la responsabilidad de decisiones de las cuales dependían muchas vidas, incluidas las nuestras. El joven siente, entre esas personas, la insalvable diferencia de clases en su propia piel a pesar de convivir con ellos: yo era un siervo, un criado ayudante de todo y titular de nada, sin derecho a disfrutar de ninguna razón en medio de tanto poder y tan manifiesta riqueza y me sentía vulnerable, como debe sentirse un perro acariciado por el amo al que acaba de morder y, a continuación, una reflexión sobre el perdón: también el perdón era privilegio de los dioses, quizá el gesto donde de forma más contundente manifestaban su poder, más incluso que en el acto del castigo.
Al anunciar la caída del dictador, Geertghe, un personaje que cobrará importancia a partir de ahora alza su copa, ya ebria, y proclama: a la mierda los dictadores, sean prelados, gobernantes o maridos, sean marqueses o miserables, a la mierda todos ellos, brindo por su destrucción. ¿Qué os parece Geertghe? Es un personaje contradictorio, fruto de una clase social a la que pertenece que no le permite ser como ella es. Con los años se vuelve loca (pero una loca cuerda) y sabremos más de ella cuando el abuelo Cosme le cuente su vida a Nalo. Su relación con él la podremos comentar en la tercera parte pues en ella aparecen nuevos datos que contradicen la versión de Cosme: ¿una acosadora algo ninfómana? ¿Una mujer enamorada del hombre equivocado que sufre porque ese hombre, que pertenece a otra clase social, además la rechaza? ¿O, por el contrario, es correspondida en su amor?
Nalo, una vez más, rechaza ese mundo que le es ajeno: ofuscado por aquella dolorosa visión volví la mirada hacia el ventanal y vi al jardinero Eneka podando los sauces, jóvenes y desnudos, y en aquel instante hubiera querido estar con él, ajeno al mundo de aquella sala llena de circunstancias que yo no necesitaba conocer. La abdicación de lo esencial ante lo circunstancial, como dice Torga en la cita inicial del libro. Nalo vive todas las circunstancias que le rodean con perplejidad y un cierto rechazo porque él busca la esencia de la vida que está en la sabiduría y en el amor. Su hermana Lucía también lo ve así: lo que vas a ver allí dentro (en la comida) no son cosas sino circunstancias, accidentes de modo y de espacio y de tiempo que alteran el orden natural de lo conocido hasta el momento. Lucía, Eneka y Nalo personifican esta búsqueda de la esencia de diferentes maneras pero con el mismo objetivo. Y no abdican de la esencia a pesar de la fuerza demoledora de las circunstancias. El resto de los personajes, excepto Geertghe y Cosme, estarían en el otro lado. Y con la esencia aparece el segundo leitmotiv de la novela: la mariposa: y con respecto al incidente de la señora Geertghe, Eneka se puso serio y me dijo, esa mujer esconde un sufrimiento grande. Fue en aquel momento cuando me habló por primera vez de la mariposa que todos llevamos dentro, la de cada uno es única, tiene colores distintos y revolotea de forma diferente, algunos se mueren sin haberla sentido jamás, el quid está en descubrirla a tiempo, y le pregunté, qué pasará cuando la encuentre, y me respondió, lo sabrás cuando llegue ese momento. Algo más tarde Nalo habla con Lucía sobre la poesía: y pensé que el tiempo de la poesía era un tiempo distinto, porque era tiempo del interior, tiempo que quizá nacía en el mismo lugar donde revoloteaba aquella mariposa que Eneka decía que todos llevábamos dentro. Estaba seguro de que mi hermana hacía tiempo que había encontrado su mariposa, por eso le pregunté, cómo es tu mariposa, y ella dijo […] me ocupa entera, es tan grande como yo […] y allí estaba esa fuerza, el coraje, una llama que permanece para siempre, eso que Eneka llama la mariposa, y a mí me gusta esa forma de llamar al alma cuando se hace grande. Este es un tema clave en la novela, me atrevo a decir que es su esencia, y me parece importante que habléis de ello en los comentarios.
Y llega la Segunda República y, con ella, los anhelos de un mundo más justo aunque algunos no se engañan, como el abuelo Cosme: el poder sigue ahí, con otros trajes y con otros nombres, pero con todos los vicios que siempre tuvo el poder. Vi a mi abuelo muy triste y le pregunté, qué tiene que pasar entonces, y me respondió, no lo sé, quizá una rebelión de todos, una revolución que acabe con cualquier signo de poder, o un incendio que lo arrase todo, tal vez un milagro, pero ya sabes que no creo en los milagros. La historia de Cosme os la dejo a vosotros para comentar, así como el inicio de la relación entre Nalo y Elena, en la que la historia del abuelo y de Geertghe se repite. Me he extendido demasiado y, de nuevo, he transcrito numerosos párrafos de la novela, pero ¡es que el autor lo dice tan bien! Así que no me resisto a terminar con otro párrafo que habla a la perfección de la esencia de Nalo: mi vida se iba llenando de asombros y una permanente sorpresa por cuanto me rodeaba brillaba ante mí como una estrella que me guiaba. Aprendí que era bueno hacerse pequeño para calibrar lo grande de las cosas grandes y que había que abrir los ojos y los oídos hasta debilitarlos para ver y escuchar cuanto acontecía y para conocerlo todo y llegar a ser sabio, como lo era mi amigo Eneka, como lo era mi hermana Lucía o como lo era mi abuelo Cosme, y me consideraba a mí mismo un ser afortunado porque todo pasaba ante mí para que yo lo observara.
Plazos
Leeremos a partir del capítulo siete (Pág. 197) hasta el final de la novela a lo largo de una semana más o menos. Nos cogen los días de Navidad entre medias pero estaré aquí de nuevo el próximo fin de semana, antes de fin de año, para dejaros mi post sobre esta tercera y última parte.
Aprovecho para desearos una Feliz Navidad en compañía de vuestros seres queridos y ¡busquemos un hueco para leer en medio de tanta celebración!
Este año pasaremos las fiestas de Navidad en el Palacio azul de los ingenieros belgas, gracias a Fulgencio Argüelles. Me parece un estupendo lugar … ¡Feliz Navidad Chus, compañer@s de lecturas, de la Biblioteca de A Coruña, otras bibliotecas y a tod@s!

Y en muchos lugares podemos encontrar todo tipo de palacios azules. 🙂
Me gusta, Francisco, eso de pasar las Navidades en el palacio azul de los ingenieros belgas con Nalo, Lucia, Eneka, el abuelo Cosme y todos los demas. Imbuidos de su poesia, los momentos que se multiplican y la mariposa que todos llevamos dentro. ¡FELIZ NAVIDAD a todos!
¡Chicos! Ya sé que son fechas llenas de compromisos, familia, comidas, alegría, regalos… pero se acerca el momento de publicar el nuevo post correspondiente a la tercera y última parte del libro y todavía no habéis dejado comentarios de esta segunda parte. Os animo a hacerlo si tenéis un huequito. Mañana o el lunes publicaré el post. Un abrazo a todos.
Efectivamente estamos en el palacio azul de los ingenieros belgas, que es el lugar-encrucijada definido en esa novela donde confluye todo, constituyéndose como un espacio real e imaginado en el que se encuentra el poder, represetado por los invitados a la comida, que gestionan los ingenieros y ciertas personas que representan determinados aspectos del individuo, y que se encuentran interrelacionando entre el poder y la sociedad, cada uno a su manera, cada uno en algún aspecto, y en el centro de todo esto se encuentra Nalo con su forma tan peculiar de sentir las cosas, con tanta agudeza como poco conocimiento de las situaciones.
En esta segunda parte de la novela, se prepara una comida especial a la que asistiran personalidades que represetan el poder un varios aspectos: financiero, político, de la prensa … Y se nos presentan a estas ilustres personas más preocupados de aspectos sociales, de figuración, que se relacionan con lo banal no con las grandes cosas que representan. Y en esto, además de una realidad, hay una critica ya que desde el oder y quizás el deber, de preocuparse por las grandes cosas, se elige atender las menos importantes para lo general y la sociedad, aunque quizás sí lo más importantes en el aspecto estrictamente personal y egoista de cada uno. A Nalo se le alecciona para servir (se le dice que el criado no sólo debe estar atento a los gustos de su amo sino también hacerle ver que le gusta hacerlo), sin embargo se frustra centrándolo en su oficio de jardinero, más relacionado con la creatividad, más individual y solitario.
En cuanto a las relaciones con las mujeres, con Julia a quién representa de forma bastante interesante siempre acompañada de su aspecto más carnal, es una fuerza básica y directa, sin adornos. Mientras que la mantenida con Elena es todo elaboración, cuidado en los papeles de cada uno y relacionado con el entorno, más social; aunque en sus aspectos más básicos se nos muestra como la otra: carnal.
Considero que esta es una novela de arquetipos, todos los personajes representan algo y van interactuando principalmente con el protagonista, Nalo, por lo que puede entenderse como una forma de expresar a través de él las opinones y sentimientos del autor hacia los temas representados.