Comenzamos el capítulo siete instalados ya en plena República. La vida sigue su curso en el universo que rodea a Nalo. La política hierve en un sinfín de cambios y los días eran tan efímeros como los ministros que nos gobernaban, y las leyes también eran efímeras porque se hacían deprisa, tan deprisa como transcurrían los días y las semanas, prisa venturosa, vagar desastrado, y estaban cargadas algunas de estas leyes de buenas intenciones, y también algunas de ellas de segundas intenciones. Se avecina algo gordo, los tiempos están revueltos, las diferencias entre los pobres y los ricos son muy grandes y muchos de los que no tienen nada se alimentan de las ideas socialistas y anarquistas de la época y sueñan con una revolución que lo cambie todo. La II República está decepcionando a muchos de estos, es más de lo mismo como ya vaticinó en sus inicios el abuelo Cosme. Nalo ya es un hombre y profundiza en la sabiduría que tiene como objetivo de su vida: habláis como si hubiera unos mundos por llegar y tuviéramos que esperar o buscar esos mundos […] puede que no haya nada más que esto y, en una conversación con Alipio yo le hablaba de lo poco que hacía falta para sentirse bien […] la sabiduría de que todo lo real no era nada cuando se era capaz de pensar en lo posible, la posibilidad de ser cada día otro diferente sin dejar de ser el anterior. Nalo discute a menudo con Alipio sobre el sentido de la lucha, la violencia: por qué siempre hablas de lucha y de rebelión, eso implica sufrimiento y muerte. Alipio le contesta: es preciso destruir para crear, morir para nacer, acabar con una sociedad controlada en todos sus planos por la tecnocracia capitalista, y para esto no hay otra alternativa que la violencia, la voluntad de asegurar una sociedad libre exige riesgos extremos […] ellos ya utilizan la violencia como instrumento de dominación y nosotros debemos emplearla como instrumento de liberación. Nalo no está de acuerdo con él: me gustaría entenderte, pero sigo pensando que existen otras muchas formas de rebelión, algunas tan implacables y silenciosas como el crecimiento de aquellos castaños. ¿Qué opináis de las palabras de Nalo?
Donde sí estalla la revolución es en el amor: Alipio y Aída, Eneka y Lucía, Basilio y la niña Angélica, Nalo y la señorita Elena. Mientras tanto, el abuelo Cosme despierta de su letargo de anís y se lanza a construir, con ayuda de voluntarios y donaciones, una presa en Zalampernio porque, para él, hacerlo es como levantarse en armas contra el mundo, contra ese mundo que lo mire por donde lo mire no termina de gustarme y conseguir así hacer llegar la luz eléctrica a los que no la tienen.
En marzo de 1934 los ingenieros belgas abandonan el palacio azul donde sólo quedan Geertghe y Elena y dejan a Nalo encargado de la casa y el jardín, pasa a vivir en el palacio y se convierte en el hombre de la casa. Todo se desarrolla como un sueño: Nalo vive su amor plenamente con Elena, ahora posee un cargo de responsabilidad haciendo lo que más le gusta. Todo es demasiado perfecto para que pueda durar. Pero antes de que se acabe lo disfruta al máximo. Es un hombre feliz. Entonces descubre que su abuelo y Geertghe mantuvieron una relación intensa y secreta durante años como la que mantienen ahora Elena y él. Todo este libro es una celebración de la vida, como la escena del viaje en coche de Elena y Nalo: «corre más, vuela, Nalo«. Y, por fin, aparece la mariposa de Nalo: llevaba dibujados en las alas unos signos indescifrables, la sentí como una especie de fuerza, pero no la fuerza con la que los vientos azotaban, el grisú estallaba o los hombres peleaban, sino una fuerza que me hacía regresar y me ataba al primero de todos los momentos.
Se avecina una revolución, la gente sale a la calle, no puede más. Es el sentimiento insurreccional de muchos contra una República, para ellos, inaceptable y burguesa, sin capacidad de reforma social y con clara tendencia a los comportamientos represivos. Muchos defienden la violencia, como Alipio y Caparina, el anarquista que toca el violín: creía ciegamente en la posibilidad del amor de todos con todos […] su sabiduría era más desconcertante e incomprensible que la sabiduría del maestro Eneka. Pero Eneka cree en otro cambio que tenga de base una sabiduría que haga a los hombres buenos y libres de verdad. No cree en que esta revolución que se avecina vaya a cambiar nada porque aunque posean la razón de los acontecimientos, caerán en los mismos errores que sus predecesores porque tampoco ellos han alcanzado la sabiduría verdadera. Para él, tiene que haber un cambio de raíz, profundo, verdadero, que cambie por dentro a los hombres. El autor marca numerosas veces este contraste entre los que creen en la revolución armada y los que creen que el cambio tiene que ser en el interior de las personas.
La revolución de octubre del 34 estalla por fin. El último capítulo de la novela describe ampliamente este acontecimiento y cómo repercute en la vida de todos los personajes. Será en este momento cuando Nalo comience a cobrar conciencia: sentía que yo había sido arrancado de aquel mundo que pasaba cada día ante mis ojos, sabía que permanecía colgado en un espacio sin determinar, en una isla inocente donde la vida era fácil y los días cálidos, llenos de circunstancias singulares que yo veía como un montón de ojos nuevos que estaba aprendiendo a utilizar. Nalo participa en el Comité Revolucionario, formado por anarquistas, comunistas y socialistas, y el palacio azul se convierte en hospital de los heridos cuando el ejército comienza la represión. El sueño revolucionario había durado apenas dos semanas. Cerca de un millar y medio de muertos contabilizados, la mayoría civiles, casi tres mil heridos y varios desaparecidos conformaron el balance de aquellos días de lucha desesperada. El abuelo muere en un bombardeo a Zalampernio: yo sabía que allí estaba de nuevo la muerte y que ella era inmutable y constante. Elena se marcha a París. Su amor con Nalo ha estado marcado por la diferencia insalvable de clase. Y Alipio, Basilio, Caparina, Nalo, entre otros muchos, son arrestados, torturados (magistrales y terribles descripciones de las torturas) y después soltados. Nalo vuelve a su mundo de antes, al palacio azul de los ingenieros belgas con Geertghe y la señora Elvira. Vive con las ancianas y ya los momentos no se desdoblan en otros momentos. Está indeciso, no sabe qué hacer: el mundo daba vueltas a mi alrededor […] y una veces deseaba dejarme llevar por la vorágine de aquel mundo que giraba velozmente ante mí, pero otras veces me agarraba a las columnas de aquel palacio azul de los ingenieros belgas y deseaba convertir mi vida en algo estático, en algo también contemplativo y estético […] y entre el cataclismo de las decisiones drásticas y el eclipse total andaba mi vida, y buscaba a tientas en los libros de la biblioteca una respuesta a la pregunta que ni siquiera me había atrevido a formular […] cuanto más leía, más separación existía entre lo que rebullía en mi interior y lo que ocurría en el exterior y no sabía dónde estaba la verdad.
La novela termina de una manera abierta con la vuelta de la señorita Julia al palacio.
¿Qué le deparará el futuro a Nalo en su camino hacia la sabiduría?
Plazos
Es hora de vuestros comentarios de esta tercera parte y de toda la novela a manera de conclusiones finales. Nos volveremos a encontrar aquí con un nuevo libro que leer que anunciaré después de Reyes así que entre copa de champán y trocito de turrón tendremos tiempo para comentar este extraordinario libro.
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