Este breve libro, 126 páginas divididas en veintidós cortos capítulos, contiene una hermosa historia plena de emoción tal como habéis coincidido todos en vuestros comentarios. Es, a la vez, una historia bella y triste narrada por el autor con un estilo que sugiere más que cuenta y que posee la dureza justa sin necesidad de profundizar en el horror. El libro, como ya hemos dicho, no especifica ni el tiempo ni el espacio con la intención, como apunta el autor, de universalizar la experiencia narrada. Es una fábula sobre la amistad, la bondad, la esperanza, la soledad, la vejez, el exilio y la lucha por preservar la identidad.
Como supongo que ya habéis leído el libro, más que comentar su argumento, por otro lado muy simple, voy a analizar los diferentes temas que aborda.
La nieta del señor Linh comienza con una hermosa dedicatoria a todos los señores Linh de la tierra y a sus nietas como símbolo de aquellos que emigran por necesidad. Un homenaje a los desheredados de la tierra. A los que les toca la peor parte: las guerras, el hambre, el desarraigo…
La novela se centra en el señor Linh, tanto en sus nuevas sensaciones al llegar a su destino, tan ajeno al lugar donde ha vivido siempre, como en los numerosos recuerdos que le asaltan de la tierra donde nació y en la que fue feliz hasta que la guerra llegó y destruyó esa felicidad acabando con todos sus seres queridos excepto su pequeña nieta con la que, una vez perdido todo, decide marcharse muy lejos para darle a la niña una nueva oportunidad de vida. Las partes en las que desgrana sus recuerdos son las más poéticas describiéndonos un auténtico paraíso no exento, quizá, de idealización. La ciudad a la que llega y el país que ha dejado atrás no pueden ser más opuestos. Linh vivía en una aldea de una sola calle, eran doce familias que se conocían y hablaban de todo conviviendo en paz. En el rostro de su nieta (el único vínculo que posee con su pasado) ve paisajes, mañanas luminosas, el lento y apacible paso de los búfalos por los arrozales, las alargadas sombras de los enormes banianos a la entrada de su aldea, la bruma azulada que desciende por las colinas al atardecer como un chal deslizándose por unos hombros... Por el contrario, en la ciudad a la que acaba de llegar no conoce a nadie, ni tampoco su lengua, hace mucho frío, no huele a nada y decenas de personas caminan deprisa y sin mirarse.
Linh llega con una ligera maleta que sólo contiene ropa usada, una fotografía casi borrada por el sol y un saquito de tela en el que el anciano ha metido un puñado de tierra. Eso es todo lo que le queda de su vida anterior, eso y, por encima de todo, su preciosa nieta Sang Diu, su mañana dulce. Para calmarla, le canta una canción muy antigua, una melodía que han cantado durante generaciones todas las mujeres de su familia y que habla, al igual que el nombre de la pequeña, de la mañana que siempre vuelve con su luz. La canción simboliza la esperanza en el futuro en el que siempre habrá un nuevo día en el que la niña también será madre y su sangre se perpetuará. Pareciera que el viejo Linh la canta no sólo para calmar a Sang Diu sino también para él mismo, para, que cada vez que la oiga, pueda volver a su pasado donde un día fue feliz. La existencia de la niña salva a Linh en esa ciudad desconocida. Ella simboliza a la vez el mañana y la identidad del anciano.
Bark y Linh, dos ancianos solitarios, establecen, por encima de todas las diferencias y barreras, una amistad poco común, llamativa, increíble pero también necesaria y esperanzadora. Bark hace lo que no hace nadie en nuestro mundo, es la sonrisa de ese desconocido que todos agradecemos cuando nos encontramos en una situación difícil. Ambos se escuchan (aunque no conozcan sus respectivas lenguas), se apoyan, comparten, se emocionan. Bark le lleva a conocer la ciudad, le guarece del frío en un cálido café, le lleva a comer un día cosas deliciosas regalándole un vestido precioso para su nieta. Bark le da todo y, a la vez, le cuenta muchas cosas de su vida que Linh escucha atentamente entendiéndolas sólo por el tono de su voz. Un tono triste, melancólico herido. Bark simboliza lo importante que es tener a alguien a tu lado cuando te encuentras en un ambiente hostil, desconocido, frío. La fuerza de su amistad hace que ese lugar frío se convierta en algo cálido, cercano, amable. Ambos han perdido cosas muy valiosas, son ya viejos, están solos, pero mantienen la fuerza y la esperanza.
Bark comprende lo duro que debe de ser perder todas tus referencias, tu familia, tus raíces. El choque, el rechazo que se suele producir en la mayoría de los habitantes de occidente ante la llegada del “otro”. El miedo que produce el “otro”, el desconocido, no se produce en Bark. Este hombre es todo bondad y Linh lo percibe perfectamente. Y así se produce el milagro, un milagro a través del cual el autor nos da una lección necesaria de lo que tendríamos que hacer todos los que vivimos en este lado del mundo.
El señor Linh simboliza, entre otras cosas, la necesidad de no sucumbir ante las circunstancias adversas. Cuando es encerrado en un asilo y le separan de su amigo, Linh, gracias a su fuerza, su coraje, su tesón, se escapará y recorrerá, cargado con la niña, una ciudad que no conoce a la búsqueda de su único amigo y, contra todo pronóstico, lo acabará encontrando. Es el poder de la amistad el que ha logrado de nuevo otro milagro. Incluso el sueño que tiene Linh en el asilo, cuando lo drogan para que no escape, un sueño, que simboliza la preparación ante la muerte, en el que ambos están juntos en la tierra de Linh y después de visitar su aldea y su casa le conduce a un bosque maravilloso en el que se encuentra una fuente que no es una fuente normal. A ella acuden aquellos que van a morir. Tienen que ir solos y beber de esa agua y en cuanto lo hace, su memoria se aligera: no conserva más que los momentos hermosos y las horas felices, todo lo agradable y dichoso. Los demás recuerdos, los que duelen, los que hieren, los que rajan el alma y la devoran, todos esos desaparecen, se diluyen en el agua como una gota de tinta en el océano […] Bueno, ahora ya sabe adónde tenemos que venir cuando sintamos acercarse la muerte. Incluso ese sueño, al final de la novela, descubriremos que también lo ha tenido Bark, así de unidos están, así de fuerte es su amistad.
Y la existencia de Sang Diu es el lazo de unión entre ambos. La niña revitaliza sus almas. La cuidan, la miman. Es el futuro, el que ellos ya no van a vivir. La niña, su existencia, cierra el ciclo. La canción cobra su pleno significado a pesar de lo que vamos a descubrir.
Y así llegamos al final, final esplendoroso, de La nieta del señor Linh. A la sorpresa final que nos tiene preparada el autor. Sang Diu es una muñeca. La novela está plagada de señales, de pistas empezando por lo que narra en el primer capítulo, la muerte de su hijo y su nuera en los arrozales: también vio el cuerpo de su hijo y el de su nuera, y un poco más lejos a la niña, envuelta en sus pañales, con los ojos muy abiertos e ilesa, y a su lado una muñeca, su muñeca, tan grande como ella, pero decapitada por un trozo de metralla. La niña tenía diez días. Es tal el dolor del abuelo, tal su desgarramiento que, en ese preciso momento, para poder sobrevivir y aferrarse a algo que dé sentido a su vida, coge a la muñeca y la convierte en la nieta: El señor Linh recogió a la niña. Y se fue. Decidió irse para siempre. Por la niña. El señor Linh es como Don Quijote, sólo ve lo que le gustaría que fuera, lo que su mente le deja ver. Necesita a esa niña para poder vivir. Esta verdad revelada al final de la novela le otorga una mayor complejidad y profundidad al personaje del señor Linh.
Cuando llegamos a esta revelación entendemos bastantes cosas que no acababan de cuadrar en la novela. Esa niña tan silenciosa, que nunca llora, a la que se le cae el arroz de la comisura de los labios cuando su abuelo la da de comer, esas miradas de burla de sus compatriotas y de la gente que le mira por la calle, la indiferencia del médico que no se ofrece a examinar a la niña, el hecho de que pueda ir con su abuelo al asilo… Pero sólo Bark le sigue el juego desde el principio e incluso le regala un vestido. Ha entendido que su amigo Linh tiene que tener una razón muy poderosa para hacer lo que está haciendo y lo respeta.
No sé si alguno de vosotros se ha dado cuenta mientras leía el libro, si os parece que está logrado este final, si os ha sorprendido… En realidad el autor no oculta nada. Si volvemos a leer la novela, cosa que yo he hecho, vemos que todo encaja desde el principio y le da una nueva dimensión a la lectura. Son dos lecturas distintas e interesantes de hacer. Y yo me he emocionado tanto al descubrirlo, así como ante ese reencuentro con susto-accidente incluido pero que termina bien: es el comienzo de una primavera muy hermosa. A veces las historias, la vida, tienen que terminar bien. Y estos dos ancianos se lo merecen con creces.
El anciano mira a su amigo y le sonríe. Estrecha la hermosa muñeca entre sus delgados brazos, la estrecha como si su vida dependiera de ello, la estrecha como estrecharía a su nieta, silenciosa, tranquila y eterna, una hija del alba y de oriente.
Su única nieta.
La nieta del señor Linh.
Plazos
Es hora de vuestros comentarios sobre esta maravillosa historia. Hay muchos aspectos que comentar, tanto sobre lo que yo he dejado escrito aquí como sobre lo que no he tenido tiempo de comentar, como el papel de los compatriotas de Linh o el relato de la guerra en la que Bark participó en el país de Linh o sobre la vejez y su papel en la novela… Para comentar sobre todo lo que queráis disponéis de, más o menos, una semana.