La historia está escrita por los vencedores. El pueblo teje leyendas. Los escritores desarrollan su imaginación. Sólo la muerte es incuestionable. Con esta afirmación del escritor yugoslavo Danilo Kis se cierra La hija del Este. Creo que resumen perfectamente el espíritu de esta novela y la intención con la que fue escrita por su autora, Clara Usón. Un poco antes, el narrador Danilo Papo nos dice: quien esto escribe un día se tropezó con la noticia de la trágica muerte de Ana Mladic. Sintió curiosidad, indagó, investigó, buscó respuestas, aquilató rumores, compulsó datos y con todo ello fabuló una explicación, de la que yo formo parte. De nuevo palabras aclaradoras que descubren el verdadero motivo que llevó a Clara Usón a escribir La hija del Este y a crear, para ello, al personaje de Danilo Papo: narrador de toda la novela, no sólo de la “Galería de héroes”, y protagonista a la vez de gran parte de ella. Me parece un gran logro por parte de la autora la creación de este personaje-narrador que mantiene oculto hasta la mitad de la novela y a partir de la cual cobra gran protagonismo. Un punto de vista de alguien joven, mezcla, como la mayoría, de todos los pueblos que habitan los Balcanes y que vive esa guerra con escepticismo e ironía hasta que finalmente se ve involucrado en ella y eso le hace cambiar. Además la autora lo convierte en amigo de Ana durante sus últimos años.
Esta última parte de la novela comprende dos capítulos dedicados a la “Galería de héroes”, uno explica por qué Danilo se incluye en ellos (se convierte en un Hamlet que quiere vengar la muerte de su padre y, al igual que Hamlet, actué sin pensar, me dejé llevar por el arrebato. El destino le pone en las manos ejecutar su venganza y es por ese motivo que se convierte en héroe) y el otro nos narra con gran maestría el horror de la matanza de Srbrenica. Es tristísimo y terrible lo que allí ocurrió y lo he leído sobrecogida y a punto del llanto pero también con gran impotencia ante la manera en que se exterminó a 8.000 bosniacos y comprobar cómo Occidente y sus cascos azules allí desplegados no hicieron nada para impedirlo. Fue una matanza muy anunciada (fue un guerra filmada hasta la extenuación) y se podría haber evitado. ¿Qué opináis? La autora no duda en denunciar la pasividad de Europa y EEUU con frases como esta gente lleva quinientos años peleándose entre ellos, recordó el presidente Clinton (o puede que fuera Bush) / una intervención exterior no hará sino empeorar las cosas, convinieron franceses, alemanes, ingleses, rusos y norteamericanos; que se zurren lo que tengan que zurrarse y cuando todo haya terminado, ya pondremos orden / habría que darles de comer, dijo la opinión pública, y los gobernantes aplaudieron la propuesta con entusiasmo. ¡Sí, eso es, vamos a alimentarlos! Es una acción humanitaria que nos compromete poco. Y enviaron a las fuerzas neutrales: la única misión de los cascos azules era asegurar que la ayuda humanitaria llegara a su destino, como si una guerra fuera una catástrofe natural, un nuevo tipo de inundación o de huracán. Y celebraron numerosas conferencias de paz que no sirvieron para nada mientras Milosevic y Karadzic disfrutaban de sus estancias en esas rutilantes ciudades extranjeras: se compraban ropa de marca, adquirían souvenirs para la familia, comparaban hoteles. Y el conflicto continuaba sin resolverse. No conseguían ponerse de acuerdo en nada, salvo en la necesidad de celebrar, en breve, otra conferencia. “¿Podría ser en Montecarlo? – sugería Karadzic-. Tiene mar y unos casinos fabulosos. A mi mujer le encanta la playa. Es tan terrible que sobran los comentarios.
Los otros dos capítulos, alternos como en toda la novela, están dedicados a los últimos días de Ana. Ésta vuelve a Belgrado y se siente mal: dolores de cabeza, angustia, tristeza, insomnio… recuerda, de nuevo, vivencias con su padre y, sobre todo, una lectura que la marcará por la similitud con su vida: un cuento de Tolstoi, Después del baile. Aquel relato la desazonó en su momento y ahora piensa que fue como una señal, una premonición. Ana siente lástima, desesperación y una gran autocompasión, todo para tapar la realidad que acaba de descubrir y que se siente incapaz de asumir. Aun así recuerda el día en que ayudó a su padre a cargar los morteros y piensa por primera vez en las víctimas, las imagina, las pone cara. De esa manera comienza su toma de conciencia en una lucha consigo misma. Sabe y no quiere saber. Ella era feliz en su ignorancia y todavía necesita a su padre para que la guíe, para que la calme con su verdad. Yo nunca te he mentido ni te mentiré, le dice siempre su padre. Pero ella empieza a dudar y, a pesar de su alegría ante la vuelta de su padre del frente de Bosnia y el amor que siente por ella tan inmenso, el declive de Ana ha comenzado y ya no parará. Buscando una salida, pero en realidad buscando la verdad, se cita con Danilo, que acude a regañadientes pues ya no es el que era después de volver de Pale, para explicarle que ella no tuvo nada que ver con la muerte de Dragan, pero Danilo le cuenta la verdad sin tapujos: su padre fue el culpable de su muerte, pero tal vez no me creas, puede que no te convenga. Ella no quiere creerle. Pero, al regresar a casa, lee las libretas de su padre donde éste escribe todo lo que pasa en el frente. Busca algo que la aclare pero lo que encuentra no le gusta: leyó entradas que la perturbaron. Recuerda sus fantasías de un futuro feliz con una familia feliz en un entorno feliz. Ahora ya no le valen. Da un último paseo con sus perros y se despide de ese futuro feliz. Ana decide, finalmente, matar a su padre y suicidarse después. Se acabarían los dos y se acabaría la guerra. Pero se da cuenta de que nunca podría enfrentarse a un hombre que la quería tanto. Ana se suicida con la Zastava y no deja ni una carta. El padre enloquece y se entrega a un espiral de muerte y destrucción aún mayor que desemboca en la salvaje matanza de Srbrenica. La muerte de Ana no ha servido para nada.
La novela termina con un epílogo en el que Danilo, el narrador, nos cuenta lo que ha sido de todos los protagonistas que han desfilado por esta historia y la paz tensa y rencorosa que se instauró en los territorios de la antigua Yugoslavia. Y nos explica por qué la ha escrito: por un instante, aquella tarde en Pale me creí Hamlet, pero yo siempre he sido Horacio, aquel cuya misión es contar al mundo todo cuanto sucedió. Respecto al suicidio de Ana, sigue, como todos, lleno de dudas: Y Ana Mladic ¿se ahogó en defensa propia, como Ofelia? ¿Se quitó la vida porque no soportaba el peso de los crímenes de su padre? ¿Era ella la conciencia de la que carece Mladic? “Morir, dormir, nada más”. Dejar de ser quien era, ya que no podía ser otra… ¿O fue su muerte un sacrificio? Esta novela ha intentado, ayudándose de la ficción, buscar una respuesta al suicidio de la hija de Ratko Mladic, el carnicero de Srbrenica. Y, a la vez, ha intentado buscar respuestas a esa guerra genocida y terrible que asoló a la antigua Yugoslavia a finales del siglo XX. La documentación aportada es ingente, es toda una lección de historia, pero como dice la cita de Hegel al inicio de la novela: la historia nos enseña que los pueblos y sus gobernantes nunca han aprendido nada de ella.
Para terminar os dejo con unas sabias palabras de la Premio Nobel de Medicina, Rita Levi Montalcini, una gran pensadora además de una gran investigadora. Palabras que nos pueden ayudar a entender el horror: el cerebro tiene dos hemisferios, uno arcaico que gobierna nuestros instintos y emociones y otro más joven en el que reside nuestra capacidad de razonar. Hoy el arcaico domina y es la zona a la que apelan los dictadores para que las masas les sigan. Es la causa de todas las tragedias que ocurren, como el Holocausto.
Plazos
Es hora de vuestros comentarios sobre esta última parte y sobre la novela en general. Os animo a que dejéis, a lo largo de una semana, vuestras opiniones, críticas, frases que os hayan impactado y todo aquello que os parezca interesante comentar.
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