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Podía tenerlo todo sin tener que renunciar a nada

7 Ene

World Trade Center 9-11 Tribute of Light 2012. Foto en flickr por Glyn Lowe Photoworks. Algunos derechos reservados.

Dejamos a nuestros protagonistas rumbo al norte, a Vermont, para dejar a Lucy con Pamela. Todos están contentos de salir de viaje, sobre todo Tom, que no para de hablar de literatura, una intensa conversación salpicada de anécdotas sobre escritores. Este viaje será decisivo, una vuelta de tuerca en la novela y en sus vidas, debido al ingenio de la niña que de ninguna manera quiere ir a Vermont: se dedicó a pensar y trazar un plan, utilizando su considerable inteligencia para urdir una estratagema que cambiaría las tornas y la convertiría en dueña de nuestro destino. Era una idea brillante, si se me permite decirlo, algo que sólo se le habría ocurrido a una bribonzuela […] A Lucy y a mí aquella decisión también nos vino estupendamente, pero para Tom, el sufrido protagonista de estas Brooklyn Follies, fue probablemente la más importante de su vida […] la Fortuna tendió inesperadamente los brazos a nuestro muchacho y lo transportó a un mundo diferente. La brillante idea de Lucy de echar veinte latas de Coca-Cola en el depósito de gasolina a escondidas de sus tíos hará que se suspenda el viaje y se tengan que quedar unos días, mientras les arreglan el coche, en el hostal de Stanley Chowder. Nuestros amigos han encontrado, sin buscarlo, de nuevo fruto del azar, el verdadero Hotel Existencia: quiero hablar de felicidad y bienestar, de esos raros e inesperados momentos en que enmudece la voz interior y uno se siente en paz con el mundo. Cuatro maravillosos días en el Chowder Inn durante los cuales Tom conocerá a Honey, la hija de Stanley: empiezo a preguntarme si esa joven mandona e inteligente no es la respuesta a mis oraciones. No una etérea B.P.M., sino una mujer soltera desesperada por cazar a un hombre. Un tornado. Una moza ansiosa, con mucha labia. Una apisonadora capaz de aplanar a nuestro muchacho. Por supuesto acabará convirtiéndose, un tiempo después, en su flamante esposa. Asimismo, Nathan suspenderá el viaje a casa de Pamela para dejar a la niña y decidirá convertirse él en tutor provisional de Lucy. Gracias a su hazaña, la niña ha conseguido lo que quería y está feliz.

La mayoría incidís en la soledad de los personajes. Inicialmente sí lo están, pero una vez que los hechos comienzan a desarrollarse y a encontrarse unos a otros, yo no siento que estén tan solos. Son capaces de crear un pequeño pero sólido núcleo de afecto que irá creciendo tanto en cantidad como en calidad. Todos tienen mucho que dar y, aunque no han tenido suerte en la vida, ésta va a cambiar debido a la magia del azar austeriano. Como ya hemos dicho, un verdadero cuento de hadas. Prosigamos con la historia: me siento increíblemente feliz por estar donde estoy, dentro de mi propio cuerpo, mirando las cosas que hay sobre la mesa, notando cómo el aire entra y sale de mis pulmones, saboreando el simple hecho de estar vivo. Es una lástima que se acabe la vida, digo para mí, qué pena que no podamos vivir para siempre. Nathan es feliz y fantasea con la idea de comprar la casa a Stanley y convertirla en el Hotel Existencia, a Tom le parece bien la idea y piensan en hablarlo con Harry. Hasta se lo comentan a Stanley. Pero todo es un juego, un sueño, y ellos lo saben: hay que estar muerto para no disfrutar hablando de ideas descabelladas, ¿y qué mejor sitio para ello que en lo alto de una colina en medio de una región perdida de Nueva Inglaterra? Nathan está muy a gusto con la nueva vida que ha comenzado en Brooklyn como para querer dejarla. Brooklyn, ese otro e importante personaje de la historia, como muchos habéis comentado. Brooklyn está vivo: mi barrio, con su cambiante mezcla de blanco, marrón y negro, su intrincado coro de acentos extranjeros, sus niños y sus árboles, sus laboriosas familias de clase media, sus parejas de lesbianas, sus tiendas de comestibles coreanas, el santón hindú de bata blanca que me saluda con una inclinación siempre que nos cruzamos por la calle, sus enanos y lisiados, sus ancianos pensionistas que avanzan paso a paso por la acera, las campanas de sus iglesias y sus diez mil perros, la furtiva población de vagabundos sin hogar, carroñeros solitarios que deambulan por las calles empujando sus carritos de la compra, hurgando en la basura en busca de botellas. Hermosísimo retrato y homenaje lleno de amor. De Nathan pero también, obvio, de Auster.

En el Hotel Existencia Lucy comienza a hablar pero no logran aclarar nada: sólo que vive en Carolina, Carolina, que su madre le dijo que se fuera con su tío Tom, que ella sabe lo que está bien, que su padre es el hombre más justo del mundo, que no tienen teléfono y que no le puede dar su dirección porque mamá me dijo que no la dijera, y cuando mamá dice algo, yo lo hago. Y, si ha estado en silencio todos esos días, ha sido para que su madre sepa que piensa en ella porque su papá dice que el silencio purifica el espíritu, que nos prepara para recibir la palabra de Dios. Nathan está preocupado por Aurora, intuye que algo malo pasa pero no pueden hacer nada.

La idílica estancia en el Chowder Inn se termina abruptamente con una terrible noticia: Harry ha muerto. Todo el asunto del manuscrito original de La letra escarlata ha resultado ser, como Nathan vio claramente, una venganza de Gordon Dryer que le estalla en la cara al pobre Harry tanto como para morir de un ataque al corazón al comprobar el engaño y sobre todo que Gordon no lo quiere sino que le desprecia: y así fue como Harry Brightman, anteriormente llamado Harry Dunkel, padre de Flora y ex marido de Bette, murió en una acera de Brooklyn una bochornosa tarde del año 2000, acunado entre los brazos de la Bella y Perfecta Madre. Nathan lo ve como un asesinato y se siente culpable al no haber hecho más por convencer a Harry del engaño que él veía claramente: no había conocido bien a Harry, pero le tenía un cariño bastante peculiar (una mezcla de fascinación, respeto e incredulidad) […] más que conmoción, más que tristeza, lo que sentía era una oleada de cólera ante la encerrona tan grotesca que le habían preparado, por lo que Nathan les da el castigo que se merecen a Gordon y a su amante. Harry ha dejado un testamento en el que lega todo el edificio, y el negocio de libros, del Brightman’s Attic a Rufus y a Tom: la herencia ascendía a una pequeña fortuna: más dinero del que ninguno de los dos hubiera soñado jamás. En el último momento posible, Harry había realizado su espléndido gesto, su derroche de los derroches. Se había ocupado de sus chicos. El fin de la historia de Harry termina con un broche de oro: Tina Hott (en realidad Rufus travestido en artista de cabaret), una de las mujeres más bellas que había visto en la vida, haciendo un play-back de la canción “No puedo dejar de amar a ese hombre” mientras esparcen las cenizas del bueno de Harry Brightman en Prospect Park.

Pasan los meses. Tom y Honey se han casado (me alegraba mucho ver cómo el indolente y bovino Tom se iba transformando bajo la vigorosa influencia de su flamante esposa) y viven con Lucy que sigue sin decir nada sobre su madre. Nathan se ha reconciliado con su hija Rachel que, después de una pequeña crisis matrimonial, está embarazada. La Bella y Perfecta Madre se ha separado de su (im)perfecto marido y Nathan se ha hecho muy amigo de la madre de ésta. Cumple sesenta años y le hacen una fiesta sorpresa. Es decir, todo va bien excepto el tema Aurora: ¿qué es de ella? ¿Dónde vive? ¿Estará mal? Está claro que Auster tiene que solucionar esta última cuestión de manera satisfactoria, así que Rory acaba llamando y dejando un mensaje en el contestador en el que dice que todo va mal pero no le da tiempo de dar su dirección completa, sólo: calle Hawthorn (¿o Hawthorne?) número ochenta y siete de… Nathan, que ya se ha convertido en el salvador o vengador, según se tercie, de todos sus seres queridos, se pone en acción y mediante la ayuda de un antiguo compañero de trabajo consigue localizar a Rory que, efectivamente, está en peligro. Y, claro, también la salva del fanático religioso de su marido, David Minor. Muy largo de contar. Me lo salto, 😉 (Sólo una pregunta que os lanzo: ¿por qué Rory no se fue con su hija cuando ya veía lo que se le avecinaba?). Aurora acaba viviendo en Brooklyn con su amada niña Lucy en casa de Nancy y su madre Joyce que para entonces ya se ha convertido en la amante de Nathan (se quieren, disfrutan, pero no se casan). Y lo más sorprendente: Nancy y Rory también se han hecho amantes y parecen ser muy felices. Todo, todo está saliendo muy bien, después de algunos problemas y disgustos, como debe de ser en un cuento de hadas con dragones incluidos.

Vuelve a pasar el tiempo, estamos en marzo de 2001 y Tom y Honey van a ser padres. El Brightman’s Attic ha sido vendido lo que le permite a Tom no volver a tener que pasar estrecheces: por duocentésima vez desde su muerte, volví a pensar en Harry, y en su prodigioso salto del ángel hacia la grandeza eterna. Tom le pide a su tío que sea el padrino del niño: tú eres nuestro único candidato. Por servicios prestados, Nathan, mucho más allá de las exigencias del deber. Por tu valor inigualable en lo más reñido de la batalla. Por arriesgar la vida y la integridad física para rescatar al camarada herido bajo un intenso fuego enemigo. Por animar a ese mismo camarada a ponerse de nuevo en pie y establecer esta unión conyugal. En reconocimiento por esos actos heroicos, y por el bien de nuestra futura descendencia, mereces ser portador de un título más ajustado a tu papel que el de tío abuelo. Asimismo, Nathan se convierte en confidente de Aurora que ha salido bastante maltrecha de su fallido matrimonio y prefiere aliviarse con él que con un psicólogo: conmigo. Con aquel hombre amargo y solitario que un año antes había llegado arrastrándose a Brooklyn, al sitio donde nació, el individuo acabado que se había convencido a sí mismo de que ya no había nada por lo que vivir…; Nathan el Estúpido, el cabeza de chorlito que no tenía nada mejor que hacer que esperar tranquilamente el momento de caerse muerto, convertido ahora en confidente y consejero, amante de viudas cachondas, caballero andante que rescataba damiselas en peligro. Justicia poética para Nathan desde todos los frentes. Bien. Se lo merece.

Nos acercamos al final de esta historia en la que Auster nos vuelve a dar un nuevo susto, con Nathan esta vez, que queda en nada. Lo que parece un infarto resulta ser al final una inflamación de esófago sin importancia. Pero durante su estancia en el hospital, nuestro protagonista tiene tiempo para idear un nuevo “plan literario”: escribir las biografías de los miles de hombres comunes, no importantes por nada, que mueren en el anonimato y se terminan olvidando. Una biografía para que la familia recuerde siempre a su ser querido. “Biografías a todo riesgo”: una cuestión de amor. El incombustible Nathan: en cuanto vi adónde me conducía, comprendí que se me acababa de ocurrir la idea más importante que había tenido jamás, una idea lo bastante grande como para tenerme ocupado todas las horas de todos los días que me quedaran de vida. Pero una sombra se cierne sobre este hombre feliz, el hombre más feliz que jamás haya existido sobre la tierra, y sobre todo el mundo cuando sale del hospital a las ocho de la mañana del 11 de septiembre de 2001, justo cuarenta y seis minutos antes de que el primer avión se estrellara contra la torre norte del World Trade Center. Sólo dos horas después, la humareda de tres mil cuerpos carbonizados se desplazaría hacia Brooklyn, precipitándose sobre nosotros en una nube blanca de cenizas y muerte. Un homenaje a las víctimas del terrible atentado y el fin de una manera de vivir que hemos compartido con nuestros amigos ya, queridos, sí, por las calles de la gran protagonista de nuestra historia: Brooklyn. ¿Qué será de la vida de todos ellos después del 11-S? No lo sabremos nunca. O sí, si Auster se anima a escribir una continuación de estas deliciosas “locuras”.

Plazos
Es hora de vuestros comentarios sobre esta segunda y última parte del libro así como de la novela en general. Disponéis de una semana para ello. Espero que, ahora que hemos terminado y que también se han terminado las fiestas con todos sus comprensibles trajines, comentéis ampliamente todo lo que queráis y se os ocurra sobre esta deliciosa novela.

Mientras siguiera en este mundo, tenía que encontrar la manera de empezar a vivir otra vez

29 Dic

Brooklyn. Foto en flickr por Roman Königshofer / Filmmaker & Photographer. Algunos derechos reservados.

Esta primera parte que vamos a comentar va presentándonos a los personajes empezando por Nathan, el protagonista. Predominan, en una trama casi inexistente (aunque al final de esta parte comenzarán a pasar cosas), estos personajes, sus historias pasadas y su situación en el presente, todo ello salpicado de anécdotas que va escribiendo Nathan en su libro del desvarío humano. En el primer capítulo, “Obertura”, Nathan, el narrador de esta historia, se nos presenta y nos sitúa en el lugar y en su vida. Primavera del año 2000. Recién llegado a Brooklyn, Nathan se nos muestra como un hombre acabado, sin ilusiones, de vuelta de todo, que no ha conseguido nada en la vida y que ha decidido ir a morir en el lugar que le vio nacer: estaba seguro de que iba a morirme, y una vez que me extirparon el tumor y pasé el extenuante suplicio de la radio y la quimioterapia, después de sufrir los largos periodos de náusea y mareos, la pérdida del pelo, la pérdida de la voluntad, la pérdida del trabajo, la pérdida de mi mujer, me resultaba difícil imaginar cómo iba a salir adelante. De ahí Brooklyn. De ahí el inconsciente regreso al lugar donde había empezado mi historia. En la narración predomina la ironía e incluso el humor sarcástico en algunas ocasiones. Pero Nathan, que no cree del todo a los médicos respecto a su recuperación, sabe que algo tiene que hacer con su vida si es que ésta continúa: mientras siguiera en este mundo, tenía que encontrar la manera de empezar a vivir otra vez, pero incluso si me moría pronto, debía hacer algo más que quedarme de brazos cruzados esperando el fin. Así que no todo es tan feo como lo pinta él, hay resquicios por los que puede entrar la vida de nuevo, otra vida más plena de sentido, en el corazón de nuestro protagonista.

Ya desde el principio empiezan a pasar pequeñas cosas: se pone desagradable con su hija Rachel en una visita que le hace ésta, pasea por el barrio, va al Brightman’s Attic, la librería de lance de Harry, come todos los días en el Cosmic Diner donde se queda prendado de la camarera Marina, comienza a escribir su libro, ocasión que aprovecha para contarnos algunas de las anécdotas que contiene… pero sobre todo se encuentra casualmente con su amado sobrino Tom Wood trabajando en el Brightman’s Attic, un hombre de treinta años al que no ve desde hace siete. Ocasión que aprovecha para contarnos la historia de su vida y su familia: su amada madre June, ya fallecida; su problemática y rebelde hermana Aurora ante la que siempre se ha sentido protector… Aurora y su hija Lucy serán muy importantes en esta historia. Nathan recuerda la última que vez que habló largo y tendido con su sobrino, cosa que hacían mucho en el pasado, sobre literatura. Es una pasión que les une. Tom, en aquel momento, es un brillante estudiante de literatura norteamericana y Nathan, que quiso ser periodista pero la vida se metió por medio, nunca perdió el interés por los libros: leer era mi válvula de escape, mi desahogo y mi consuelo, mi estimulante preferido: leer por puro placer, por la hermosa quietud que te envuelve cuando resuenan en la cabeza las palabras de un autor. En aquella conversación hablan del trabajo de fin de carrera que Tom ha escrito sobre los escritores Poe y Thoreau: es un estudio sobre el refugio interior, un mapa del territorio adonde se va cuando ya no es posible vivir en el mundo real: la imaginación. Volveremos sobre este tema.

Nathan se asombra de ver a Tom en una librería de lance y no en alguna universidad prestigiosa como Berkeley o Columbia: un joven y destacado intelectual que ya estaría trabajando en su segundo o tercer libro. Además, está mucho más gordo, con papada: se había extinguido la chispa en los ojos de mi sobrino y todo en él sugería derrota. Nathan se alegra de poder recuperar a su “doctor Pulgarcito” al que ha echado tanto de menos. Comen juntos y se ponen al día. No puedo ir contando aquí todas las innumerables historias sobre su pasado que van narrando los personajes pues ¡me saldría un post interminablemente largo, aún más largo de los que hago :)! Sólo expondré lo estrictamente necesario para poder seguir el devenir de estos personajes. Luego ya vosotros, podréis incidir en lo que más os ha gustado o llamado la atención… Tom le cuenta que ha dejado su futuro prometedor en la universidad: no tenía capacidad para llevarla (la tesis) a buen término. O que, si la tenía, ya no estaba seguro de que valiera la pena. Con veintiocho años se instala en Nueva York y se hace taxista. Siente que ese que, en un principio, es un trabajo provisional le enseñaría ciertas cosas que no podría aprender en ningún otro sitio. Tom se quiere convencer de que en ese trabajo monótono y duro hay una cierta esperanza para él. Cree que va a encontrar su propio camino a través de la paciencia y la humildad. A la vez, se va haciendo más retraído y vive en un casi total aislamiento. Pero el azar lo va salvando ya que acude con asiduidad a la librería de Harry y comienzan a establecer una relación personal. Harry le ofrece ser encargado de la sección de libros raros y manuscritos pero Tom, increíblemente, se resiste a la oferta. Sigue pensando que el taxi es un camino de redención y conocimiento del mundo real: ningún libro puede reproducir esas cosas. Estoy hablando de la verdadera transcendencia, Harry. De salir del cuerpo y entrar en la plenitud y el espesor del mundo […] El cansancio, el aburrimiento, la embrutecedora monotonía. Entonces, de pronto, sientes un súbito ramalazo de libertad, unos instantes de auténtica y absoluta dicha. Pero eso hay que pagarlo. Sin tedio, no hay gozo. Sabia reflexión, en mi opinión. Pero también hay un cierto masoquismo en su actitud. Como si se mereciera sufrir. Es decir, parece que Tom busca una redención.

Pero finalmente, después de un susto gordo con el taxi, Tom acepta la oferta. Es el momento de saber quién es Harry Brightman. Nada de lo que le ha contado es verdad incluido su apellido (Dunkel, que significa oscuridad, es el verdadero). Se ha inventado una vida interesante, sofisticada, sibarita. Pero Harry es todo lo contrario: una infancia pobre, un futuro que se supone mediocre… pero un encuentro casual en Chicago con una hija de millonario fea va a cambiar su vida. Harry, que es bisexual y amante de la belleza, se acaba casando con ella, no por su dinero, que sería lo lógico en él sino porque esa mujer está enamorada realmente de él, algo que nunca le ha pasado, y es buena y está siempre pendiente de sus deseos. Tienen una hija que con el tiempo se descubre que es esquizofrénica, monta una galería de arte, encuentra a un pintor brillante, comienza a ganar mucho dinero pero el pintor se suicida en Méjico y Harry ve peligrar su status. En ese momento aparece en su vida Gordon Dryer del que se enamora. Éste es un pintor mediocre que le propone falsificar los cuadros del suicida, como si este siguiera vivo, y eso es lo que hacen. El engaño dura algo más de un año en el que todo sale bien y continúa ganando mucho dinero. Describe aquellos meses como la época más estimulante y terrorífica de su vida. Pero un día se descubre el pastel y ambos acaban en la cárcel. Harry delata a Gordon para reducir su sentencia por lo que a éste le cae una condena más larga. Cuando sale de la cárcel en 1991, su suegro le compra el edificio del Brightman’s Attic con el compromiso de que no vuelva más a Chicago ni a ponerse en contacto con su mujer y su hija. Harry, ya Brightman, no Dunkel, acepta, a pesar del dolor que le produce, y comienza una nueva vida a los cincuenta y siete años.

A Nathan le cae bien Harry: siempre he tenido debilidad por los granujas […] imagínate lo sosa que sería la vida sin ellos […] El gran espectáculo de la falta de honradez. Lo tienes por todas partes donde mires y, te guste o no, es de lo más divertido que se pueda ver […] Yo estoy hablando del instinto de supervivencia, Tom, de la voluntad de vivir. Prefiero mil veces a un granuja astuto que a un beato inocentón. Nathan se hace amigo de Harry, es divertido, le saca punta a todo, hablador, contradictorio y lleno de sorpresas. No le juzga, Nathan nunca juzga, sino que sabe ver lo bueno que hay en cada persona y situación. A la vez, va animándose ante el giro que está dando su vida.

Continúa la galería de personajes. Después de Harry le toca el turno a Aurora, a la indómita, cabezota, inocente y, sobre todo, buena Aurora: tuvo una hija de soltera, se escapó de casa, trabajó un tiempo en el mundo de la pornografía en el que acabó muy mal, se refugió con su hermano cuando todavía estudiaba en Michigan, se hizo cantante, desapareció de nuevo, supo que se había enganchado a las drogas, reapareció reconvertida gracias a un trabajador y también ex-drogadicto que la ayudó en la clínica de desintoxicación del que se había enamorado: David Minor. Pero el tipo en cuestión era un cristiano integrista que le había lavado un poco el cerebro: ahora me encuentro más segura, más serena. Después de todas las gilipolleces que he hecho, tengo suerte de seguir viva. Volvió a desaparecer. Tom no sabe nada de ella desde hace tres años.

Todas estas vidas que va desgranando el autor y que yo resumo como puedo (¡son exhaustivas!) son para saborearlas con deleite mientras se leen. Son un derroche de imaginación puesta al servicio de la vida real. Parecen increíbles pero ya sabemos que la realidad supera a la ficción. E insisto lo bien que se lo debe pasar Auster creando estas historias, da envidia. Prosigamos: Tom y Nathan se han hecho inseparables, se acompañan en su soledad y se hacen confidencias. Ha sido un milagro (el azar, de nuevo) que se encontraran. Tom le habla de su amor platónico: B.P.M. (Bella y Perfecta Madre). Un nuevo personaje que entra en acción. A Nathan le da pena que su sobrino de treinta años idealice el amor y no lo viva cuando está en la edad de ello, así que da el paso de conocer a esta mujer y, de paso, presentársela a su sobrino, para hacerla real. Nancy Mazzucchelli, que es su verdadero nombre, resulta ser una mujer, además de bellísima, encantadora y sociable, un buen ejemplo de los que habitan ese delicioso barrio llamado Brooklyn. Y una nueva amiga para Nathan y su, aún, pequeño círculo.

El Hotel Existencia irrumpe con fuerza en un capítulo dialogado, licencia del autor, durante una cena que comparten Harry, Nathan y Tom. ¿Y qué es el Hotel Existencia? Un refugio interior. El lugar adonde acude la gente cuando ya no puede vivir en el mundo real. Tom busca una salvación para sí mismo y las personas que quiere ya que no puede salvar el mundo. Éste le produce tristeza y repugnancia y quiere irse: el capitalismo triunfante, sin nada que se le oponga ya. Y todos tan contentos, tan satisfechos de nosotros mismos, mientras medio mundo se muere de hambre y no movemos un dedo para ayudarlo. No lo aguanto más, caballeros. Quiero irme. Quiere vivir de otra manera en una especie de comunidad campestre fuera del mundo y sus leyes. Sus amigos le siguen la corriente hablando incluso de cómo conseguir el dinero, no sabemos si en serio o sólo para subirle la moral. Harry habla de ese Hotel Existencia, que creó siendo niño en su imaginación, donde enviaba a los niños huérfanos de la Segunda Guerra Mundial salvándolos de una vida dura. Más tarde, ya en la adolescencia, el Hotel Existencia se convierte en un lugar más sofisticado, donde hombres y mujeres muy elegantes beben, juegan, bailan y, sobre todo, ligan. La única función de un hotel era ofrecer comodidades y bienestar a la gente, que nada más firmar el registro y subir a la habitación podía tener todo lo que quisiera con sólo pedirlo. Un hotel representaba la promesa de un mundo mejor; más que un edificio, era una oportunidad, la ocasión de vivir dentro de los propios sueños. ¡Magnífica creación la de este Hotel Existencia verdadero leitmotiv de esta historia!

Harry vuelve a las andadas ya que anda metido en otro asunto ilegal: hay un diablillo en mi interior, y si no lo dejo salir para que haga alguna travesura de vez en cuando, el mundo se vuelve aburrido y rezongón. Soy un entusiasta, y cuantos más peligros hay en mi vida, más feliz me siento […] A mí me gusta embaucar a la gente. Me encanta llevar el engaño lo más lejos posible y quedarme tan fresco […] Yo soy así, Nathan. Generoso, bueno, leal, pero también un embaucador nato. El incorregible Harry le cuenta a Nathan en qué anda metido: un asunto de falsificación del manuscrito original (perdido) de La letra escarlata de Hawthorne (un giño de Auster a uno de sus escritores predilectos). Gordon Dryer ha vuelto a aparecer y le ha propuesto el plan. Además, aunque tiene un amante rico, le dice que le ama y Harry, que sigue enamorado de él, se lanza a sus brazos y acepta gozoso el plan. ¡Ay! La excitación del peligro. Si Harry logra vender el manuscrito (del que parece que ya tienen un comprador), ganará un millón de dólares. Nathan ve claro que le están engañando: me parece que vas a caer en una trampa, amigo. Te están haciendo la cama […] Venganza. Faena con faena se paga. Donde las dan las toman. Todas esas cualidades maravillosas tan distintivas de los seres humanos. Me temo que tu Gordon no es lo que tú crees […] Te tienen cogido por las pelotas, Harry, y tú ni siquiera te has enterado. Pero Harry no quiere verlo: si tienes razón sobre Gordon, mi vida está acabada de todos modos. Y en ese caso qué más da. Pero si te equivocas, y de eso estoy seguro, entonces te invitaré a cenar otra vez y podrás brindar por mi éxito. Veremos, ya en la segunda parte, en qué acaba todo esto.

Esta primera parte termina con la inesperada aparición de Lucy, la hija de nueve años y medio de Aurora, en casa de Tom. Un nuevo y sorprendente giro que hará que cambie todo. Nathan nos lo adelanta: sólo ahora, al cabo de tan laboriosa preparación, después de tanto escardar y rastrillar el terreno, es cuando mi crónica de las aventuras de Tom empieza a remontar el vuelo. Sola, sin maleta y muda. La niña no habla, no quiere hablar, por lo que Tom no sabe a qué atenerse. No sabe nada de su hermana y no sabe qué hacer con la niña. Pide ayuda a su tío que decide quedarse con ella hasta saber cómo solucionar el problema. Lucy está contenta con ellos, sonríe a menudo, no se la ve preocupada… Ambos deciden mandarla a Vermont, a casa de Pamela, la hermanastra de Tom, con la que no se lleva muy bien. Esta, sorprendentemente acepta y ellos preparan el viaje para el día siguiente, pero a la niña no le gusta nada la idea y llora. Algo se esconde en la mudez de Lucy y en su aparente alegría. El no hablar, sospecha Nathan, es un autocastigo que se aflige y que seguramente proviene de la vida vivida con el ya marido de Aurora, el siniestro David Minor.

Plazos
Dejamos a nuestros amigos prestos a comenzar un viaje al norte para llevar a Lucy a casa de Pamela. ¿Qué pasará? Las cosas se están liando más de la cuenta, tanto por el negocio ilegal de Harry como por la aparición de la niña. Habrá que esperar a leer la segunda parte y comentarla a su debido momento. Por lo pronto, es hora de vuestros comentarios sobre esta primera parte. Espero que sean numerosos. A la vez, seguiremos leyendo desde el capítulo “Rumbo al norte” (pág. 152) hasta el final de la novela. Para ello, disponéis de una semana.

Brooklyn Follies: el placer de contar historias

20 Dic

New York author Paul Auster. Foto en flickr por BBC World Service. Algunos derechos reservados

Brooklyn Follies es una historia singular, amable, compuesta de personajes extraordinarios que entran y salen de la historia enzarzados en un devenir de sucesos en los que te sumerges con deleite. Es un cuento de hadas fascinante impregnado de una locura sabia, optimista. En resumen: esta novela es una exaltación de la vida. Asimismo, es un libro que te hace reflexionar sobre la existencia desde una óptica vital y positiva con la intención de que el lector se dé cuenta de que la felicidad se encuentra en lo más cotidiano.

Brooklyn Follies (2006), la decimosegunda novela de Paul Auster y la más vitalista, es un emotivo homenaje a Brooklyn (el barrio donde vive Auster) y a sus habitantes. El título apela a las locuras, sabias, deliciosas, que impregnan la esencia de estos personajes. El autor nos transmite que la vida en este lugar es amable, humana, tolerante, variopinta, excéntrica. Nos gustaría irnos a vivir allí con todos ellos, ¿no? Pero, si fuéramos ahora ya no encontraríamos lo mismo. Nos lo dice el autor: mi novela es una elegía, en un himno a una forma de vivir que desapareció de un plumazo de la faz de la tierra el 11 de septiembre de 2001.

Estamos en el año 2000. Nathan Glass es un agente de seguros de casi sesenta años, divorciado después de un matrimonio de treinta y tres años y con una hija con la que no tiene una muy buena relación. Recientemente jubilado debido a un cáncer de pulmón decide volver a Brooklyn, lugar donde nació y del que salió a los tres años, pensando que será un lugar tranquilo donde morir: un fin silencioso para mi triste y ridícula vida. Está convencido de que va a morir pronto aunque el médico le ha asegurado que el cáncer está en recesión y las perspectivas son optimistas. Para distraer su tiempo de espera decide ponerse a escribir “El libro del desvarío humano”: en él pensaba escribir, en un lenguaje lo más claro y sencillo posible, un relato de cada equivocación, torpeza y batacazo, de cada insensatez, flaqueza y disparate que hubiera cometido durante mi larga y accidentada existencia. También de amigos y conocidos y de hechos acaecidos a lo largo de la historia con el fin de despertar unas carcajadas. Sólo quiere distraerse y estar ocupado el mayor tiempo posible. También frecuenta el bar del barrio y la librería de segunda mano de Harry Brightman, un homosexual culto, extravagante, contradictorio que no es quien dice ser. Allí se encuentra un día con su sobrino Tom y retoman su pasada relación de amistad y confianza. Tom, un antiguo estudiante de literatura brillante con un futuro prometedor, ha abandonado todos sus sueños convirtiéndose en taxista y en ayudante de Harry. Tom está perdido, desorientado, deprimido ya que no le encuentra un sentido a la vida. A partir de ese encuentro, Nathan, un hombre solitario, se verá inmerso en una fascinante red de personajes y descubrimientos que le empujarán a la vida casi sin quererlo.

Al particular triángulo compuesto por Nathan, Tom y Harry se irán incorporando un fantástico elenco de personajes (la gran capacidad de Auster para crear personajes): cercanos, humanos, tolerantes, originales, especiales, carismáticos, perplejos, diezmados… No son arquetipos, son reales. Llegamos a quererlos. Todos están en un punto de inflexión en sus vidas lanzándose a cruzadas delirantes la mayoría de las veces. Los personajes llevan el peso de la novela. Podríamos decir que ellos son la novela. Todos son importantes aunque Nathan, que es el que narra la historia, se alza sobre todos los demás, es el hilo conductor. El azar hará que todos ellos se encuentren y descubran un mundo lleno de posibilidades. Y aquí entra una de las características fundamentales de la literatura de Auster: el papel que ocupa el azar en nuestras vidas. Cómo incide en ellas. La idea, el mandamiento, de Auster es que todo lo que hacemos está en manos de la casualidad y que cada decisión que tomamos despliega un abanico de consecuencias inesperadas que puede dar un giro completo a nuestras vidas. Pero en esta novela, al contrario que en otras del autor, será un azar teñido de suerte. El azar, y la suerte, será lo que dirija la vida de nuestros personajes. En el universo de Paul Auster el azar y las casualidades gobiernan el mundo. También aparecen otros temas recurrentes del autor: la muerte, el amor, la soledad en las grandes urbes, la dificultad de la existencia, la mezcla entre realidad y ficción, entre vida y literatura.

El argumento es absorbente, disparatado. El hilo argumental es lo de menos. Lo importante es el suceder de los hechos ya que en este libro pasan multitud de cosas. Una sucesión de historias y de anécdotas, algunas delirantes. Historias cercanas, íntimas que también tocan la política, la literatura o la religión. Historias dentro de historias, laberintos que después de muchas vueltas de tuerca llevan a la misma puerta de salida que no es más que el mensaje de este libro: no importa lo malo que pueda pasarnos en la vida, siempre tendremos la posibilidad de volver a empezar y conseguir la felicidad tan anhelada. La historia es sencilla, tiene color, sentimientos, variedad humana, humor, costumbrismo, una cierta dosis de intriga y misterio, vitalismo, positividad, una apabullante humanidad plena de experiencia de la vida y una aparente ligereza.

Brooklyn Follies está escrita en primera persona por Nathan Glass. La voz narradora es cálida, sólida, apasionada, intensa a veces. No impone sus valores, simplemente cuenta una historia. Cuando comienza a narrar, nos encontramos a un Nathan pesimista que no se gusta a sí mismo, que no cree en él, que opina que ha cometido muchos errores en la vida, que se aísla del mundo volcado en su libro… pero a medida que se van sucediendo los hechos, esto va cambiando y va surgiendo un Nathan que se crece, que es bueno, brillante incluso, abierto, comprensivo, acogedor, que ayuda a sus amigos y a su familia (la importancia de volcarse en los demás para ser más feliz) y que encuentra el sentido de la vida y el placer de vivirla. Poco a poco, Nathan descubre que su vida no está finalizada, que le quedan muchas cosas por hacer empezando por los demás pero también ocupándose de él mismo. Nathan es el verdadero protagonista de Brooklyn Follies. A mí me encanta, es una bellísima persona y, sobre todo, creo en él.

El libro posee una gran calidad narrativa (sello del autor). Su prosa es amena, precisa, absorbente, deliciosa, elegante, seductora, mágica, fluida, sutil, coloquial, aparentemente sencilla y adjetivada con gran perfección. Por momentos es brillante y hermosa. El estilo en que está narrada la novela es pieza fundamental para sumergirnos con deleite en su lectura, para creernos todo los que nos cuenta el autor, para querer seguir leyendo más y más permitiéndole, y agradeciéndole, que nos sorprenda con tantos giros y acontecimientos. En Auster se aprecia el placer de narrar, podríamos decir que es un fabulador compulsivo, percibimos cómo disfruta, lo bien que se lo pasa y eso nos contagia a que nosotros como lectores disfrutemos del placer de leerlo. Pudieran coincidir Paul Auster, también como su personaje al filo de los sesenta cuando escribió Brooklyn Follies, y Nathan cuando éste ante su escritura de “El libro del desvarío humano” comenta: me sentaba a escribir, cerraba los ojos, y dejaba que mis pensamientos vagaran en la dirección que les apeteciese. Auster, con muchos libros ya a sus espaldas, los más importantes sin duda, parece que no quiera complicarse mucho la vida y sólo desee seguir disfrutando del impulso de contar historias. Lo cual no quiere decir que esta obra sea menor, para nada, es excelente. Pero carece de la amargura de otros de sus libros como si el autor, sabio ya a sus sesenta, quisiera gozar de la vida y los libros que le resten.

En Brooklyn Follies la literatura está presente desde el principio. El amor por los libros del agente de seguros al que le faltó valor para dedicarse a la literatura o al periodismo, que también es el caso de Tom, el deseo del protagonista de cumplir el sueño de toda su vida de escribir poniéndose manos a la obra en la recta final de su vida (nunca es tarde), las conversaciones eruditas entre tío y sobrino sobre diversos autores claves de la literatura norteamericana, la presencia de la librería con libros antiguos e importantes. Como dice el narrador: nunca debe subestimarse el poder de los libros. Este componente metaliterario en sus novelas es muy propio también de la literatura de Paul Auster.

Para finalizar os dejo el enlace de una entrevista publicada en 2006 en el suplemento Babelia de El País concedida por el autor a Eduardo Lago (gran escritor, por cierto) con motivo de la publicación de Brooklyn Follies. No he encontrado más entrevistas sobre el libro, aun así para conocer más a Paul Auster os dejo tres enlaces a entrevistas subtituladas encontradas en YouTube correspondientes a diferentes momentos: Una bastante larga, de 25 minutos, realizada en 2002. Otra de 2012 concedida a la revista Ñ de algo más de tres minutos y, por último, una entrevista concedida al programa Página 2 en 2015, con motivo de la publicación de su libro Diario de invierno (muy recomendable, ¡me encantó!). Esta entrevista está a partir del minuto 6.13.

Plazos
Vamos a dividir la lectura en dos partes. La primera nos llevará hasta el final del capítulo LLAMAN A LA PUERTA (pág. 151). Como nos cogen las fechas claves de Navidad por medio, le dedicaremos a la lectura algo más de una semana. Publicaré el post de análisis de esta primera parte sobre el 28-30 de diciembre. Os reitero lo de siempre: escribir en este post, mientras vais leyendo, sólo vuestras impresiones iniciales sobre la lectura o sobre lo aquí escrito o sobre los enlaces que incluyo, pero no la comentéis en su totalidad. Cuando publique el post de análisis correspondiente a esta primera parte de la lectura, y todos hayáis leído dicha parte, entonces podréis explayaros ampliamente en vuestros comentarios sobre ella. ¡Buena lectura y Felices Fiestas!

Nuestro próximo libro: BROOKLYN FOLLIES de PAUL AUSTER

8 Dic

Portada de Brooklyn Follies de Paul Auster. Editorial Anagrama.

Dejamos los enigmas de Josefina Aldecoa para irnos a vivir las locuras de Brooklyn de la mano de Paul Auster (Nueva Jersey, 1947). Creo que es una buena elección para este tiempo de Navidad ya que Brooklyn Follies (2005) es una exaltación de la vida. Una novela repleta de personajes e historias de todo tipo. Un inmenso retrato de ese barrio neoyorkino tan particular. En este libro vamos a gozar como nunca del placer de fabular en el que se recrea el autor y nos reencontraremos con los temas recurrentes en la literatura de Paul Auster: el poder del azar y las coincidencias, lo relativo del concepto de identidad, los hijos perdidos y la búsqueda del padre… Tenía ganas de traer al Club a Paul Auster y disfrutar de su excelente escritura. Espero que os agrade la elección.

A partir de mañana miércoles 9 podéis pasar a recoger vuestro ejemplar en la Biblioteca Fórum. Los que vivís fuera de Coruña disponéis de algo más de una semana para conseguir el libro editado por Anagrama. Como se avecinan las Navidades con todo su trajín nos tomaremos con más calma la lectura aunque no la abandonaremos. Eso sí, haremos alguna pausa corta en los días más señalados.

No os olvidéis de devolver vuestro ejemplar de El enigma. Gracias.

Nos encontraremos aquí dentro de unos diez días para empezar a leer Brooklyn Follies. Mientras, los que todavía no habéis dejado vuestros comentarios finales sobre el libro de Josefina Aldecoa, podéis hacerlo a lo largo de estos días.