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La Pandilla de las Reclusas

6 May

La novela se inicia con el comisario Jean-Baptiste Adamsberg de vacaciones en Islandia con un hijo que ha descubierto hace poco y  sin móvil porque el suyo «está hundido en un montón de mierda de oveja». Había olvidado que, tiempo atrás, había sido comisario, al mando de los veintisiete agentes de la Brigada Criminal del distrito 13 de París. Un mensaje de imprevisto sobre una mujer atropellada en extrañas circunstancias le hace volver de inmediato.

Ya en la Brigada, los comandantes Mordent y Danglard le informan sobre el desarrollo de la investigación. Una mujer muere atropellada y creen que fue un homicidio. Tienen dos sospechosos: el marido y el supuesto amante.

Un homicidio solucionado rápidamente y que solo nos sirve para adentrarnos en el entorno del comisario Adamsberg y en la Brigada en la que está destinado. Nos va dando pistas del carácter del comisario, de su asombrosa intuición y de lo que algunos denominan «saber ver entre la bruma», así como las cualidades del resto de los componentes del grupo.

Su vuelta coincide con el interés del teniente Voisenet por un caso que se debate en las redes sociales sobre la muerte de tres ancianos por la mordedura de una araña reclusa, la Loxosceles rufescens. Parece una coincidencia y que la muerte sobrevino por la avanzada edad de las víctimas, pero Adamsberg ve un patrón y no cree en las coincidencias. No hubo ningún caso el año anterior y de repente aparecen tres. Los dos primeros se conocían desde niños y murieron con ocho días de diferencia.

Para el comisario es un caso curioso ya que el veneno de este arácnido aunque doloroso e irritante no suele ser mortal. Se suelen necesitar muchas mordeduras para llegar a ser letal. Otra circunstancia que le llama la atención es que no suele ser un animal agresivo, al contrario se esconde con facilidad y es muy difícil detectar su presencia. Aún así cree que su veneno fue inyectado de alguna manera en las víctimas y está atascado en ese punto.

A pesar de la oposición de la Brigada, Adamsberg decide investigar este caso. Cuenta con poca ayuda pero tanto Veyrenc, como Voisenet, Froissy y Retancourt no le dan la espalda y le ayudan en sus pesquisas, más por el respeto que le tienen que por estar de acuerdo en esta investigación.

El comisario acompañado por Veyrenc viajan a Nimes, al orfanato donde estuvieron las dos primeras víctimas, Claveyrolle y Barral. El orfanato se llamaba «La Miséricorde». Se entrevistan con el hijo del director de aquella época que les da información y les enseña los archivos que su padre había celosamente guardado a lo largo de todos estos años con la información de todos los niños que pasaron por allí.

Les cuenta que  cuando Claveyrolle y Barral eran todavía unos niños habían constituido en el orfanato «la Pandilla de las Reclusas», liderada por Claveyrolle y compuesta  en total por nueve niños. Se llamaban así porque utilizaban este tipo de araña para acosar y martirizar a sus compañeros. Causó estragos  en el orfanato porque la mordedura de esta especie puede provocar un cuadro clínico denominado loxoscelismo que, en los casos más graves, puede provocar gangrena. Esto es lo que les pasó a varios niños ya que en 1944 la penicilina todavía estaba en sus inicios. Once niños, once víctimas de su violencia. El director no pudo hacer nada con ellos. Las agresiones no pararon y pasados los años, sus víctimas pasaron a ser mujeres a las que agredían sexualmente en grupo.

En el transcurso de la investigación, descubre que la tercera víctima conocía a las otras dos y que juntos habían llevado a cabo una violación en grupo a una chica de 16 años que conocía uno de ellos.

Con todos estos datos, Adamsberg convoca una reunión para exponer sus resultados a toda la Brigada y así conseguir efectivos para seguir con la investigación. Porque una de sus hipótesis es «la venganza» por parte de las víctimas de «Le Misericordie». Que se hubieran unido para acabar con sus agresores 60 años después.

En el transcurso de esta reunión, expone sus teorías y enseña las fotografías de los niños amputados y con graves secuelas físicas. También teoriza sobre la posibilidad de que sea una venganza de las víctimas de agresión sexual, pero esta línea de investigación la cree más incierta. Consigue que esta vez la Brigada lo apoye y participe en la investigación. Todos menos el comisario Danglard.

Adamsberg cree que esta oposición al caso tiene algo de «personal , íntimo» y piensa que no hay nada más personal e íntimo que la familia. Así que decide investigar al comandante. En esta línea consigue averiguar que Danglard tiene una hermana, Ariane, catorce años mayor que él que está casada con uno de los niños de la lista de víctimas de La Pandilla, Richard Jarras. Además, trabajó como comercial de la Administración hospitalaria para un hospital en Marsella que funcionaba como Centro de antídotos, entre los que podrían estar los antídotos de reclusa. ¿Coincidencia?

Además, en la lista de La Pandilla hay cuatro de ellos que murieron hace catorce años y al investigar la causa de sus muertes parece que no fueron totalmente «fortuitas» y el Comisario cree que pudo ser el inicio de la venganza de las víctimas de La Pandilla.

Comentario

En una reciente entrevista Fred Vargas declaraba que le apasiona el proceso de la resolución del caso criminal, obligada, sin duda, por el rigor de su experiencia científica. Lo mejor de Vargas es la naturalidad con la que hilvana la lógica de sus relatos, el fino humor con el que los espolvorea, el delirio asumido de su protagonista y, en fin, el cúmulo de coincidencias felices de su trama.

Con esta novela hace la número novena de la saga del comisario Adamsberg que en palabras de su autora lo define como «soñador y utópico obstinado», un comisario que ve entre las brumas. De mentalidad visionaria y metodología errática, tiene un don, la visión proyectiva, que en el transcurso de su obsesiva investigación tiene momentos de bajón en los que se queda a ciegas, atrapado en una oscuridad profunda. El lugar donde viven las arañas «reclusas».

Como las anteriores, esta novela está repleta de sus inolvidables y excéntricos personajes secundarios, entre otros, el genial erudito alcohólico e hipertimésico Danglard, así como de enigmáticos símbolos y ámbitos oscuros. Y en el centro, crímenes, violaciones y una araña: la insignificante “reclusa” que da título al libro.

Además, Vargas juega con los prejuicios del lector, con su pensamiento y sus inquietudes. A medida que van apareciendo distintos sospechosos y conocemos la catadura moral del infame grupo de víctimas, uno tiene que luchar contra la tentación de justificar al asesino y pensar que, sea quien sea finalmente, nos está haciendo un favor al quitar de en medio a estos personajes.


¡Ahora os toca comentar a vosotros!

¿Qué os está pareciendo la novela? ¿Habíais leído más libros de esta autora o de la misma saga? ¿Os gusta la trama?

Yo creo que la novela tiene un buen ritmo y está escrita con una sutil ironía y ternura al mismo tiempo. ¿Qué pensáis vosotros?

¡¡Espero vuestros comentarios!!

El 20 de mayo, lunes, publicaremos el  siguiente post de comentarios finales de la novela.

Nos leemos,

Nuestra próxima lectura: «Cuando sale la reclusa» de Fred Vargas

22 Abr

Vamos a adentrarnos en el mundo policial y de suspense de la mano de la escritora francesa y Premio Princesa de Asturias de las Letras 2018, Fred Vargas.

Esta novela es una nueva entrega de la saga policial del intuitivo e inclasificable comisario Adamsberg. Gracias a los métodos insólitos de este investigador, el relato va y viene de París al Sur rural francés. 

Editado por Siruela en 2015 y traducida del francés por Anne-Hélène Suárez Girard.

La novela

El comisario Jean-Baptiste Adamsberg, tras unas merecidas vacaciones en Islandia, se interesa de inmediato a su regreso a Francia por la muerte de tres ancianos a causa de las picaduras de una Loxosceles rufescens, más conocida como la reclusa: una araña esquiva y venenosa, pero en ningún caso letal.

Adamsberg, que parece ser el único intrigado por el extraño suceso, comienza a investigar a espaldas de su equipo, enredándose inadvertidamente en una delicada y compleja trama, llena de elaborados equívocos y profundas conexiones, cuyos hilos se remontan a la Edad Media. Un caso elusivo y contradictorio que se escapa a cada momento de las manos del comisario, haciéndole regresar a la casilla de salida.

Solo sus intuiciones, tan preclaras como dolorosas, serán capaces de devolverle la confianza que necesita para salir ileso de la red tendida por la más perfecta tejedora.

la escritora

Seudónimo de Frédérique Audoin-Rouzeau. Nació en París el 7 de junio de 1957.

Autora de novelas policíacas, escogió como seudónimo el de «Vargas«. Este alias hace referencia al personaje de María Vargas, interpretado por la actriz Ava Gardner en la película «La condesa descalza».

Es licenciada en Historia y Arqueología. Ha trabajado en el Centro Nacional de Investigación Científica Francés desde 1988 y posteriormente en el Instituto Pasteur, si bien es conocida mundialmente por su faceta de escritora de novelas policíacas, labor que comenzó en 1986.

Sus novelas se desarrollan habitualmente en París, siendo su protagonista el inspector jefe Adamsberg y su equipo. Otras novelas de esta serie: «El hombre de los círculos azules» (1996), «El hombre del revés» (1999), «Huye rápido, vete lejos» (2005), «Bajo los vientos de Neptuno» (2006), «La tercera virgen» (2008), «Un lugar incierto» (2010), «El ejército furioso» (2011), «Fluye el Sena» (2012), «Tiempos de hielo» (2015).

En algunas de sus obras, sobre todo las protagonizadas por los detectives amateurs conocidos como «Los tres evangelistas» (2014), muestra sus conocimientos sobre la Edad Media, como especialista que es. En esta serie se encuentran también: «Que se levanten los muertos» (1995), «Más allá, a la derecha» (2006), «Sin hogar ni lugar» (2007).

Sus novelas han sido traducidas a varios idiomas, y ha obtenido numerosos premios internacionales como reconocimiento a su obra, como el International Dagger, el Premio de las Librerías Francesas o el 813 a la mejor novela en francés. En el año 2018 obtuvo el Premio Princesa de Asturias de las Letras.

Además, parte de la obra de Vargas ha sido adaptada al cine y a la televisión.

«Cuando sale la reclusa» es sin duda la obra más ambiciosa de Fred Vargas, la reina indiscutible de la novela negra europea. En ella se entrecruzan con maestría todos los temas que han convertido la publicación de cada una de sus novelas en un auténtico acontecimiento literario, tanto para la crítica como para los lectores: el medievo, la arqueología, los mitos, el mundo de los animales y, por supuesto, la descripción detallada y poderosa de los oscuros laberintos del alma humana.

Comienzos de la novela policíaca

La novela policíaca es un género narrativo en donde la trama consiste generalmente en la resolución de un misterio de tipo criminal. El o la protagonista en la novela policíaca es normalmente un/una policía o un/una detective, habitualmente recurrente a lo largo de varias novelas del mismo autor, que, mediante la observación, el análisis y el razonamiento deductivo, consigue finalmente averiguar cómo, dónde, por qué se produjo el crimen y quién lo perpetró. 

Está generalmente aceptado que, aunque sus antecedentes se remontan más atrás en el tiempo, el género policíaco como tal nació en el siglo XIX de la mano de Edgar Allan Poe, al crear al detective Auguste Dupin en su relato «Los crímenes de la Calle Morgue».

Primera ilustración del personaje creado por Agatha Christie para la publicación The Royal

Dupin fue el primer detective de ficción, el cual sirvió de modelo a Arthur Conan Doyle para dar vida al “más famoso detective de todos los tiempos”: Sherlock Holmes, que constituye por excelencia el protagonista arquetípico de las novelas policíacas. Doyle, junto a Agatha Christie, fundó lo que se conocería como la escuela británica de novela policíaca. Agatha Christie creó a la primera detective femenina de la historia: la Señorita Marple.

Con el paso de los años, la novela policíaca fue evolucionando hacia formas narrativas más complejas, la resolución del misterio planteado como un juego de lógica dejó de ser el objetivo principal de la obra, quedando en primer plano la denuncia social y un intento de comprender los conflictos del alma humana.

Fue así como nació un subgénero dentro de la novela policíaca: la novela negra. La novela negra nació en EE.UU y los padres del género fueron Raymond Chandler y Dashiel Hammett, en cuyas obras se basaron algunas de las películas más representativas del cine negro americano como El halcón maltés o El sueño eterno con el famoso detective Phillip Marlow.

El apelativo de “negra” se debió por un lado a los ambientes oscuros que reflejaban, pero sobre todo a que aquellos relatos se publicaron por primera vez en la revista Black Mask, creada en 1920 por H. L. Mencken y George Jean Nathan y en la Série Noire de la editorial francesa Gallimard nacida en 1945. Aquellas novelas marcaron un antes y un después en la forma de narrar el crimen.

A diferencia de los relatos británicos donde intervenían las clases sociales altas, los crímenes eran generalmente “refinados” y donde el culpable casi siempre era descubierto y castigado por la ley, en la novela negra americana se reflejan sobre todo los ambientes sórdidos de los bajos fondos y el héroe es un personaje cínico y desencantado que habitualmente está sin trabajo, no tiene un dólar en el bolsillo y debe hacer frente él solo, no solo al criminal, sino también a un poder establecido generalmente corrupto.

Aunque el detective o el policía siguen siendo el tipo de protagonista principal, aparecen novelas de crímenes narrados desde otros puntos de vista: a mediados de los años 50 Patricia Highsmith publica El talento de Mr. Ripley, la primera de una magnífica serie de novelas que narran las peripecias 

de Tom Ripley, un estafador que suplanta a las personas a las que asesina.

Aunque la novela negra sufrió una época de crisis en los años 60, desde los 80 hasta nuestros días han seguido apareciendo grandes figuras que han mantenido vivo el género: Julian Symons, PD. James, RuthRendell y más recientemente Henning Mankell, Fred Vargas, Andrea Camilleri o Donna Leon entre otros. En España también merecen especial mención Manuel Vázquez Montalbán, Francisco García Pavón, JuanMadrid y Andreu Martín y más recientemente Lorenzo Silva o Alicia Giménez Bartlett.

 

 

 

 

 

 

 

 

 


Calendario:

  • 22 de abril: presentación de la novela.
  • 6 de mayo: comentarios hasta la página 208 (final del capítulo XXIII).
  • 20 de mayo: del capítulo XXIV hasta el final.

Los que tenéis que recoger el libro en la Biblioteca Fórum: podéis pasar a partir de mañana martes a retirar un ejemplar en la Sala de adultos.

Esta semana id devolviendo la novela de Claudia Piñeiro. El próximo lunes la tengo que enviar a Santiago.

Nos leemos,

 

Nuestra próxima lectura: Calle de las Tiendas Oscuras de Patrick Modiano

11 Feb

Vamos a seguir con un novelista francés, Patrick Modiano y su novela «Calle de las Tiendas Oscuras» por el que recibió el prestigioso Premio Goncourt en 1978. En 2014 le concedieron el Premio Nobel de Literatura. 

Calle de las Tiendas Oscuras

Guy Roland es un hombre sin pasado y sin memoria. Ha trabajado durante ocho años en la agencia de detectives del barón Constantin von Hutte, que acaba de jubilarse, y emprende ahora, en esta novela de misterio, un apasionante viaje al pasado tras la pista de su propia identidad perdida. Paso a paso Guy Roland va a reconstruir su historia incierta, cuyas piezas se dispersan por Bora Bora, Nueva York, Vichy o Roma, y cuyos testigos habitan un París que muestra las heridas de su historia reciente. Una novela que nos sitúa ante un yo evanescente, un espectro que trata de volverse corpóreo en un viaje de retorno a un tiempo olvidado.

Esta búsqueda es también una poderosa reflexión sobre los mecanismos de la ficción, y Calle de las Tiendas Oscuras es una novela sobre la fragilidad de la memoria que, sin duda, perdurará en el recuerdo.

Se publicó en Francia en 1978 y ese mismo año ganó el Premio Goncourt.

Patrick Modiano 

Modiano nació en Bolonia-Billancourt en 1945. Novelista francés, ganó el Gran Premio de Novela de la Academia Francesa (1972), el Premio Goncourt (1978) y el Premio Nobel de Literatura (2014). 

Italiano por parte de padre (que era de origen judío) y belga por parte de madre publicó su primera novela, El lugar de la Estrella, en 1968, que tuvo un éxito casi inmediato, y se convirtió en un escritor totalmente reconocido diez años después al recibir el premio Goncourt por la novela que vamos a leer ahora.

Autor de más de treinta novelas entre las que destacan La Plaza de la Estrella (1968), Villa triste (1975), Viaje de novios (1990), Un pedigrí (2004), En el café de la juventud perdida (2007), El horizonte (2010), Barrio perdido (2012) y La hierba de las noches (2014),

Una parte importante de su obra ha sido traducida al castellano por María Teresa Gallego Urrutia, que ha logrado recrear la claridad y ligereza del francés en el que escribe Modiano.

Varias de sus novelas han sido llevadas al cine y ha participado en la escritura del guión de algunas películas, entre ellas Lacombe Lucien de Louis Malle.

La Academia sueca ha argumentado que le concedió el Premio a Modiano «por su arte de la memoria con el que ha evocado los destinos humanos más difíciles de retratar y desvelado el mundo de la Ocupación». Muchos críticos le han acusado de escribir siempre el mismo libro, lo que para sus detractores es un defecto pero para sus defensores es una bendición.

¡Espero que os guste!


Calendario de lecturas:

  • 11 de febrero (lunes): post presentación de la novela.
  • 12 de febrero (martes): post contexto histórico de la novela.
  • 22 de febrero (viernes): post comentarios hasta la página 127 (final capítulo XIX).
  • 01 de marzo (viernes): post comentarios hasta el final de la novela (desde capítulo XX).

Los que recogéis un ejemplar en la Biblioteca Fórum Metropolitano ya lo tenéis disponible en la Sala de adultos. ¡¡¡Acordaros de devolver el ejemplar de la Ley del menor!!! para que lo puedan utilizar en otros clubs de lectura.

¡Nos leemos!.

Nuestra próxima lectura: Vestido de novia de Pierre Lemaitre

5 Nov

¡¡¡Cambiamos totalmente de temática!! vamos a leer un escalofriante thriller psicológico de la mano del escritor francés Pierre Lemaitre.

Vestido de novia

Novela publicada en 2009 por la editorial Alfaguara y traducida del francés por María Teresa Gallego Urrutia y Amaya García Gallego.

La trama nos cuenta como Sophie Duguet no entiende qué le sucede: pierde objetos, olvida situaciones, es detenida en un supermercado por pequeños robos que no recuerda haber cometido. Y los cadáveres comienzan a acumularse a su alrededor…

Y ya no podemos desvelar nada más de este thriller para así mantener intacto el escalofriante placer de la lectura y la adictiva búsqueda de la verdad por parte del lector.

Pierre Lemaitre 

Nació en París en 1951. Escritor y guionista, ganó el Premio Goncourt en 2013 por su novela «Nos vemos allá arriba».

Estudió Psicología e hizo gran parte de su carrera en la formación profesional de adultos, enseñando comunicación y cultura general, y literatura destinada a bibliotecarios. Se consagró luego a la escritura, como novelista y guionista. Sus novelas han sido traducidas a decenas de idiomas.

Desde su primera novela, «Irene» (2006), rinde homenaje a sus maestros, haciendo de estos escritores los protagonistas de su intriga: Breat Easton EllisÉmile GaboriauJames Ellroy, William McIlvanney, etc. Esta obra marca también el comienzo de su serie policial que tiene como protagonista a Camille Verhoeven, comandante de la Brigada Criminal de París. Ha nacido hipotrófico y solo mide 1,45 metros. Intentó dedicarse a la pintura, luego estudió Derecho y finalmente entró en la policía nacional. Está casado con Irène. Es discreto y meticuloso.

Tres años más tarde, en 2009, lanza su segunda novela, «Vestido de novia«, ejercicio explícito de admiración del arte de Hitchocock.

Lemaitre aborda la intriga social con «Recursos inhumanos», en 2010, que pone en escena el drama de un ejecutivo en paro que termina aceptando participar en un juego de rol en forma de toma de rehenes. El libro está inspirado en un hecho real ocurrido en 2005 en France Télévisions Publicité,​ protagonizado en aquel momento por Philippe Santini, y por cuyo atrevimiento fue condenado por el Tribunal de Casación el 7 de abril de 2010.

Su cuarta novela, «Alex», juega con la identificación, motor del thriller: la heroína es a la vez víctima y asesino, dándole la vuelta a la relación del lector con el personaje. En ella se encuentran múltiples referencias, que el autor señala explícitamente, sobre Louis AragonMarcel ProustRoland Barthes, John Harvey, Borís Pasternak, etc.

Publicó dos novelas más teniendo como protagonista a la detective Camille Verhoeven, «Sacrificio» en 2012, y «Rosy & John», en 2013.

«Nos vemos allá arriba» marca un cambio importante en su obra, que se convierte en una novela picaresca, abandonando el género policíaco. En noviembre de 2013 recibe el Premio Goncourt y encabeza la lista de bestsellers en L’Express.


Calendario de lecturas

  • 5 de noviembre (lunes): post presentación de la novela.
  • 12 de noviembre (lunes): post comentario de la primera parte de la novela: «SOPHIE».
  • 19 de noviembre (lunes): post comentario de la segunda parte de la novela: «FRANTZ».
  • 26 de noviembre (lunes): post comentario de las dos últimas partes: «FRANTZ Y SOPHIE» y «SOPHIE Y FRANTZ».

Los que recogéis un ejemplar en la biblioteca Fórum, ya lo tenéis disponible en horario de apertura de la sala de adultos.

!!Espero que os guste!!

Nos leemos,

El torpón de corazón tan blando

2 Mar
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Power of the sea. Foto en flickr de Iqbal Osman 1. Algunos derechos reservados

Prosigue la relación entre Leslie y Deirdre. Después del episodio de las fotos, al hombre no le resulta nada difícil lograr que aflore el lado más turbio de la joven haciéndole escribir para él cualquier pensamiento, con tal de que fuera guarro. Parece que Deirdre haya estado esperando toda su vida a que viniera alguien a pedirle algo así ya que se entrega con verdadera dedicación a ello. En realidad, le encanta, tanto como para un día hacerlo en la iglesia: tendría que estar avergonzada, pero no lo estaba; estaba exultante. Él ha encontrado la horma de su zapato, y viceversa. Hay un halo turbio en todo lo que ocurre en esta novela, sobre todo en el comportamiento y pensamientos de algunos de sus personajes, que proviene directamente como consecuencia de ese oscuro Dublín años cincuenta, tradicional, asfixiante, católico hasta la médula y, por lo tanto, hipócrita. Sexo, drogas, alcohol, corrupción, chantaje son la otra cara inevitable de la moneda.

Deirdre no sabe con seguridad qué es lo que siente por Leslie. A la par de su relación con él, necesita mantener su vida con Billy y su familia, la vida normal, la vida real, aunque no pueda compararse con la intensidad que disfruta con Leslie. Necesita de las dos vidas, completamente separadas, como sus dos nombres: En una vida es Deirdre y en la otra, Laura. Ambos nombres, ambas personalidades la completan, la hacen una. Aunque no es tan sencillo, a veces se asombraba al reparar en los sentimientos contradictorios que tenía hacía él. Incluso, ella, que parecía que no quería tener hijos, como había dicho Billy, le produce una sensación de vacío en el estómago no poder tener un hijo con Leslie, como si le hubiesen arrancado una parte de ella. Las cosas son más complejas de lo que parecen. En su proceder turbio, ambiguo, desenfrenado habita la sombra de su padre. El lugar al que le ha llevado Leslie era como un lugar que hubiera visitado durante la infancia. La promiscuidad de él, que le espeta a la cara sin pudor, a ella no le importa. Se ha lanzado ya a sus brazos y todo está permitido. Leslie es el “todo vale”, desde que la maltrate ligeramente o que la dé drogas hasta llevarle a su casa cuando Billy está de viaje y hacer el amor en su propia cama. Finalmente Deirdre sabrá que Kreutz le hizo fotos esa tarde en la que la “durmió” con sus pócimas. El tipo de fotos que anteriormente había hecho a todas sus “pacientes”.  Y lo sabrá porque las envía al Salón de Belleza en un sobre a nombre de Leslie que ella intercepta.

El círculo de chantaje que se tienen montado ambos, Kreutz y Leslie, se va a volver en su contra. Kreutz hace las fotos a mujeres maduras y adineradas ávidas de sensaciones fuertes, Leslie se las liga y se lo pasa bien además de chantajearlas a ellas y a sus maridos, enviándoles las fotos y amenazándoles con hacerlas públicas. Sacan dinero. Pero Leslie se lo gasta todo en su adicción o en sus juergas o ligues. Ese dinero y el que da el Salón de Belleza. Todo. Kreutz parece no saberlo: Ya no puedo más. Es demasiado para mí. Me resulta imposible mantener ese negocio que ella y tú tenéis en marcha. ¿Cuándo empezará a dar dinero? Se supone que me tienes que dar todo lo que ya te he dado. Por ese motivo le ha enviado las fotos de Deirdre a Leslie. Kreutz es débil, un enfermo, y Leslie, como bien habéis dicho, es un psicópata sin ningún escrúpulo: escúchame bien, negro de mierda, o alemán de mierda, o lo que quiera que seas, so mierda. ¿A ti se te ha ocurrido que podías chantajearme? Consigue todos los negativos (le ha herido previamente con agua hirviendo) que se los da a Deirdre. Pero todo es un simulacro: no le dijo lo que había hecho con la primera foto impresa, la que le había enviado Kreutz a él, y tampoco le dijo que se había guardado otra para sí, por los viejos tiempos. Porque para Leslie todo lo que ha habido entre Deirdre y él ha terminado una vez conseguido su objetivo. El psicópata de Leslie Swan no siente nada, no le importa nada. Es un narcisista, que se anestesia con morfina, sin ningún sentimiento y sin ningún escrúpulo que utiliza a las mujeres para sus propios fines: de pronto apenas la conocía […] podría haber sido cualquiera […] Se había servido de ella sin saberlo, y ahora estaba hecho. Estaban por llegar las protestas de costumbre, las lágrimas, las súplicas, los chillidos y las recriminaciones, todo lo cual no estaba llamado a durar. Tenía sobrada experiencia en poner fin a las cosas.

Y entonces todo se precipita a un abismo sin final: Deirdre se entera a través de una llamada del banco de que Leslie había arruinado el negocio. Completamente. La joven, en shock, se va a casa y, después de vomitar, se pone a beber whisky. Antes, intentando localizar a Leslie, ha llamado a su casa y ha hablado con Kate, que se ríe de ella con sarcasmo, y, un rato después, se presenta en su casa, pero a Kate, finalmente, sólo le da lástima, pobre puta estúpida, y se marcha: Dios todopoderoso, mira qué pinta tenemos las dos, engañadas por esa… rata. Deirdre, presa ya del pánico, se da cuenta de que no es el dinero lo que le importa, no. Es Leslie: estaba perdiendo a Leslie, a quien amaba de una manera tal como nunca había amado a nadie, tal como jamás volvería a amar a nadie. Algo se rompe en ella definitivamente.

Empieza la tercera y última parte de la novela con un Leslie solo, buscando morfina, sin techo ni lecho y asaltado por pensamientos y justificaciones de todo tipo: Joder, con todas esas malditas mujeres diciéndole a todas horas que lo amaban, y que de pronto se convertían en un engorro, ¿qué otra cosa podía hacer él? ¿Qué habría hecho cualquiera en su lugar? […] ¿acaso era culpa suya? […] Ésa era otra de las cosas que nadie entendía con respecto a él: su inocencia esencial, su carácter irreprochable en el fondo. Nada de lo que pudiera hacer lo hizo nunca con mala intención […] la foto que él mismo había enviado por correo con mero ánimo de broma […] a fin de cuentas, ¿no había sido en el fondo una broma inocente enviar la fotografía? No se había propuesto hacer tanto daño. Asimismo, se ha dado cuenta de que fue Kreutz, por venganza, quien ordenó a unos matones que le dieran una paliza, además de negarle “la medicina” a Phoebe y haberle intentado chantajear: desde luego, el Doctor empezaba a estar muy necesitado de que le pusiera los puntos sobre las íes.

Hackett llama a Quirke porque han encontrado el cadáver de Kreutz y le cita en la casa del doctor: Parece ser que su esposa lo conocía. La esposa de Billy, claro está. Y ahí hay una coincidencia, ¿no? Primero muere ella y ahora a este pobre tipo lo asesinan. Y… aquí estamos usted, y yo, y el apenado viudo, y sabe Dios quién más, y todos nos hallamos de alguna manera conectados unos con otros. ¿No se le hace extraño? Y claro que están todos conectados, y de qué manera. A estas alturas ya todos piensan, ¿pensamos?, que el asesino de Deirdre Hunt y de Kreutz es Leslie White, y así se lo dice Quirke a Phoebe, mientras la acompaña a casa, presintiendo además que su hija se está viendo con él. A Phoebe le brillaban los ojos en las sombras. Estaba sonriendo de un modo casi salvaje […] – Qué bien. A lo mejor también me matará a mí.  Y dando media vuelta se mete en su casa. Quirke se queda parado unos instantes para alejarse después lentamente. En esos instantes oyó a su espalda el grito acelerado y un aleteo breve en el aire y el estrépito y se volvió y a la luz sulfúrica de la farola vio al hombre del traje blanco, lo vio empalado por el tórax en las lanzas de la verja negra, con los brazos y las piernas moviéndose aún, y la larga cabellera plateada colgando del revés.

Pero acompañemos a Phoebe a su casa porque allí está la respuesta a todo: un hombre, que inicialmente ella piensa que es Quirke (pero ¿cómo es posible que esté allí?) se abalanza sobre Leslie que también está allí y lo lanza por la ventana: no era Quirke, sino alguien a quien ella no había visto nunca. Era casi tan grandullón como Quirke, y tenía una cabeza grande, cuadrada, y el cabello rojizo, ralo. Billy Hunt.

Ya tenemos a nuestro asesino. ¿Os lo habías imaginado? ¿O, por el contrario, pensasteis que era Leslie? Está claro que el autor nos hace creer, sobre todo hacia el desenlace, que ha sido este último y su personalidad psicótica empuja a creerlo desde casi el principio. Me gustaría saber vuestras opiniones sobre cómo plantea el autor este engaño, si os parece logrado (planteamiento muy típico de las novelas negras: hacernos creer que el asesino es el que no es y que el verdadero asesino parezca inocente). Billy, el grandullón, parece inocente, ¿o no? Si leemos con atención, desde el principio Black va dejando caer pinceladas sobre Billy que nos pueden hacer pensar. Especialmente en el capítulo que abre esta parte de nuestra lectura, dedicado a él, podemos leer: ¿Qué se apodera de un hombre para que se obsesione por una mujer, y qué se le mete a ella en la sangre para obsesionarse con él? […] La ira, comprendió, era en esos momentos un estado de ánimo para él permanente. Y eso no podría cambiar nunca. No sólo su esposa, sino el mundo entero lo habían maltratado, le habían hecho daño […] Tuvo la extraña y seguramente errónea sensación de que Billy se estaba riendo de él  […] Pero yo no soy inofensivo, Quirke. Yo no soy inofensivo en absoluto […] Parecía, a ojos de Quirke, saciado, saciado e incluso cómodo, ¿no?, como si supiera a ciencia cierta algo que ni Quirke ni el resto del mundo pudieran siquiera soñar.

Pero Billy logra engañar a Quirke, aunque no a Hackett, que piensa que fue a casa de su hija porque estaba vigilando a Leslie, al que creía el asesino de su mujer, y que una vez allí perdió la cabeza y lo mató. ¿O no lo cree realmente pero necesita creerlo para salvar a su hija, a la que ya ha hecho tanto daño, de comparecer en un juicio? ¿Qué opináis?

Billy Hunt era plenamente consciente de que la gente lo consideraba un poco bobo, pero no lo era ni de lejos. En los planes de Billy no entraba enamorarse tan perdidamente de Deirdre Ward. Tanto como para estar ciego ante lo que él, que no tenía un pelo de tonto, en circunstancias normales hubiera perfectamente visto. Tuvo que enviarle Leslie la fotografía para caer del burro y estamparse contra el suelo y contra la verdad. Y enloquecer, de dolor, de celos, de venganza. Pobre Deirdre. La habría perdonado, estaba seguro de que la habría perdonado, con sólo que ella le hubiese pedido perdón, con que se lo hubiera suplicado una sola vez. Él es el asesino de los tres y el que encarga darle la paliza a Leslie: en su fuero interno a veces reinaba ahora la confusión, se le desmandaba el orden cronológico de los hechos, de modo que le parecía que primero fue Kreutz, e incluso Leslie White, y luego fue Deirdre, después de los otros dos. Pero no. Al llegar a casa y ver sus ropas tiradas por el suelo, esas sucias ropas igual que las fotografías, coge una jeringuilla, nunca había puesto una inyección a nadie, y le inyecta la morfina: rebuscó en su interior, en busca de algún sentimiento de culpa, de pesadumbre, de arrepentimiento aunque fuese, pero no halló nada: estaba en paz. Había sido necesario deshacerse de ella: de lo contrario, él no habría sido capaz de seguir viviendo. Ella había pasado a ser un repentino veneno en su vida, no era ya la Deirdre que él conocía, o que creía haber conocido, sino aquel ser de la fotografía, aquel monstruo. Sí, no tuvo elección. Un veneno por otro.

La novela termina con un epílogo en el que Quirke se coge una borrachera de tomo y lomo. Cuando despierta a la intemperie, hay un solo pensamiento en su mente: Salvarla. Era su hija. Era preciso que encontrase la forma de hacerla regresar a la vida. Pero Quirke permanece en pie, paralizado: no supo adónde ir. No supo qué hacer. Demoledor final para una novela quizá irregular pero a mi parecer muy interesante, especialmente en lo que respecta a la psicología de los personajes, y sobre todo excelentemente escrita.

Plazos

Es hora de vuestros comentarios, que espero que sean muy numerosos, sobre esta parte final y sobre la novela en general. Disponéis de una semana para ello. Ahora sí que os podéis explayar sobre todos los temas, los personajes, el desenlace y sobre todo aquello que consideréis digno de mencionar.

¿No eran a menudo los débiles los que revestían mayor peligro?

18 Feb

Dublin Castle. Foto en flickr de Sebastian Dooris. Algunos derechos reservados.

Comenzamos la segunda parte con un nuevo flashback sobre Deirdre, en este caso con respecto a su relación con Kreutz. Todo lo que rodea a Kreutz es misterioso y parece que quiere ser como una especie de maestro para Deirdre intentándola introducir en el sufismo, algo que a ella no parece importarle demasiado y que además no entiende bien. La joven simplemente está fascinada con el personaje y sus maneras. Todos los clientes de Kreutz son mujeres, aunque ella no sabe muy bien para qué van a verle. Un día, Deirdre, sigue a una de ellas y ve cómo se encuentra con un hombre: tenía el cabello largo y de un tono plateado que ella nunca había visto. Larga descripción de nuevo, hay muchas, de nuestro “Silver Swan”, Leslie White. Ella intuye cuál era la situación entre ellos y siente un ligero mareo. Hay atracción y rechazo hacia lo que está contemplando y lo que más le preocupa es qué tiene que ver todo esto, que es algo sucio, con su maravilloso e intachable Doctor Kreutz: una mancha acababa de contaminar la fantasía que ella había ideado con gran trabajo en torno a la figura del doctor Kreutz, una mancha de realidad.

Volvemos a la realidad pero seguimos con Leslie White, el lánguido seductor de mujeres. Esta vez es el turno de Phoebe. La chica le llama y quedan aunque intuye que no es una buena idea: sabía que de él no podía esperar otra cosa que complicaciones. Pero tal vez las complicaciones eran justo lo que ella deseaba. No sabe qué es lo que le atrae del tipo, quizá lo diferente que es de ella, su desfachatez, el misterio de que pueda ser un asesino… Es parecida a su padre: no sabe por qué hace las cosas que hace y le atrae el peligro. Y además, Leslie le hace gracia, a él no podía tomárselo en serio; no podía dejarse provocar, ni ofenderse, por nada de lo que él dijera, y no quiere que se vaya. Pasean y termina por invitarle a subir a su casa: Tiene una mujer que lo ha echado de casa, se dijo pasmada, y una amante que se quitó la vida, y yo le estoy invitando a entrar en mi vida […] ¿Y cuál de los dos es la araña, digo yo, y cuál es la mosca? La besa, se acuestan, pero la manera de hacer las cosas de Leslie es soñadora, casi distraída, ausente. A ella no le gusta esa indiferencia. La verdad es que Phoebe está perdida pero también atraída sin remedio por este hombre: cuando terminó, él estuvo igual que antes, liviano, juguetón, aunque de una manera un tanto amenazante, como si no hubiera ocurrido entre ellos nada en absoluto, o nada que tuviera una gran importancia de todos modos. Para ella, todo estaba cambiado, transformado hasta un punto situado más allá de todo reconocimiento […] como si el mundo se hubiera tornado irreconocible. Pero además hay algo más. Phoebe va a sentir a partir de ese momento que alguien la está espiando.

Alguno habéis comentado que el personaje que más os gusta es el inspector Hackett. A mí también me gusta. Es peculiar y algo parecido a Quirke. Él mismo no se considera el más implacable de los investigadores. Es socarrón y, aunque está de vuelta de todo, le gusta la vida. Un solitario, como el forense, de procedencia humilde, como el forense, y en busca de algo, sí, pero sin saber nunca el qué, con la esperanza de que algo le saliera al paso, lo que fuera, algo que le interesara o le divirtiera. Aquí, sin embargo, sí hay una diferencia con el forense: los motivos que les mueven a investigar. En un encuentro casual con Billy Hunt, en un partido de fútbol donde éste está jugando, le cita en la comisaria: sólo unas preguntas, mera rutina. Hackett observa que había algo en él que no inspiraba confianza, algo que parecía producirle a él mismo un picor, como si no estuviera del todo cómodo dentro de su propio pellejo. Durante el interrogatorio, Billy parece perdido, dubitativo. El inspector no se pierde detalle de sus reacciones y gestos. Su mirada. Contenía algo de sorpresa, desde luego, pero también algo calculado, y algo más, algo hosco, resistente […] En el césped había sido una figura completamente distinta de la imagen de tosco espantajo que daba allí sentado, medio derrumbado en la silla. El inspector había conocido a tipos así […] que con una sola palabra pasaban de la tolerancia y el buen humor a una cólera asombrosa, cegados por un velo de sangre, liándose a puñetazos con todo lo que se moviera. Hackett le va acorralando: ¿Qué motivos podía tener su esposa para quitarse la vida? Billy contesta: Yo creí que estaba bien. Yo creí que era feliz, o que al menos estaba contenta. O que no estaba descontenta, vaya. Tuvimos nuestros altibajos como todo el mundo. Tuvimos discusiones, riñas… Pero al inspector lo que más le interesa es lo que observa mientras Billy habla: le llamó la atención que pareciera todo un amasijo de cambios constantes, de bruscas interrupciones, de saltos de temperamento; ¿de qué forma, se preguntó, pudo su esposa apañárselas con él?

Billy le hace un retrato de Deirdre: solitaria, sin amigos, muy suya, con la cabeza bien puesta sobre los hombros. Le habla de un médico indio al que iba a ver a veces. El inspector le saca a colación a su socio en “The Silver Swan”, Leslie. Billy habla de los detalles del negocio pero Hackett le corta: ¿Y usted no tuvo celos?” […] Supongo que sí. Pero ese tipo era… era tan… tan mosquita muerta, ya sabe. Siempre pensé que era un poco marica, la verdad. Claro que con las mujeres nunca se sabe […] Que yo sepa, Deirdre no amaba a nadie […] Si hubiera usted conocido a su padre, sabría qué quiero decir.

Desde el día de su encuentro íntimo con Leslie, Phoebe pensaba en él de una manera obsesiva […] ¿Estaba tal vez enamorada de él? El pensamiento mismo era tan ridículo que casi le dio ganas de reír. Se siente estúpida y, a la vez, nerviosa, desconcertada, atrapada en una maraña de recuerdos no del todo retenidos, de anómalas fantasías. Así están las cosas cuando será el propio Leslie el que le venga al encuentro, pero en un maltrecho estado, tirado en la entrada de su casa (¿Por qué has venido a la puerta de mi casa, por qué?). Tenía la cara tan destrozada que habría sido difícil reconocerlo. Phoebe está asustada. Leslie le habla de una banda: Él no sabía quiénes eran, ni por qué le habían dado semejante paliza. Pero ellos sí sabían perfectamente quién era él. Phoebe sólo piensa un nombre: Quirke. Estaba segura de que había tenido que ser él quien azuzara a esos individuos […] ¿Por qué? ¿Para avisarle de que se mantuviera alejado de ella? También tenía que haber sido Quirke quien la siguiera […] ¿Acaso aquel hombre – no se permitía el lujo de llamar padre a Quirke, ni siquiera en su fuero interno – no la iba a dejar nunca en paz? […] ¿Acaso iba a seguir arruinando las cosas, ennegreciendo las cosas, ensuciando todo lo que él tocase? Lo aborrecía con verdadera pasión y también le quería con auténtica amargura. La tela de araña los sigue cercando y acercando a todos cuando Leslie le pide a Phoebe que vaya a ver a un hombre, un médico, Kreutz: él te dará algo para mí, una medicina. La necesito. La apremia a que vaya aunque sea de noche. La primera parte de la novela termina cuando Quirke recibe esa misma noche una llamada de Mal anunciándole que el Juez ha muerto.

La segunda parte comienza con la aparición de un nuevo personaje: Rose Crawford. La rica y tercera esposa, ahora viuda, de Josh Crawford, el padre de Sarah y Delia, las “dos madres” de la joven, y gran amigo del difunto Juez. Fue en la mansión de Rose, el día del funeral del viejo, donde Phoebe supo por fin, directamente de los labios de Quirke, los detalles de su verdadero origen familiar. Rose, la despreocupada y amoral Rose, se lleva muy bien con Phoebe y está enamorada, siempre lo ha estado, de Quirke: ella le había pedido que la amase, que se quedara con ella. Entonces Sarah aún estaba viva, Sarah quien… Quirke siente muy lejana y antipática a su hija y se pregunta, con preocupación, qué es lo que la pasa: qué desdichada le parecía, qué desdichada y, sin embargo, ¿qué otra cosa había en ella? ¿Avidez? ¿Excitación?

Nuevo flashback que nos va a contar el momento en que por fin se conocen Deirdre y Leslie en casa de Kreutz: ella le dio la mano, y la del hombre le pareció suave como la de una muchacha, y fría, y húmeda, pero olvidó decirle cómo se llamaba de tan hipnotizada como se encontraba ante aquella sonrisa malvada […] ante aquellos ojos en los que se mezclaba la curiosidad, la osadía, la diversión, aunque también contenían un destello atribulado, como si le estuviera diciendo que “Sí, ya sé que soy un granuja y un desalmado, pero también puedo ser divertidísimo, ya lo verás”. ¿Qué les une a Leslie y a Kreutz? ¿Por qué el doctor se pone tan nervioso cuando se presenta de improviso la muchacha? Deirdre intuye cosas turbias, no es tonta. Pero a la joven la va a pasar lo mismo que a Phoebe: después no pudo dejar de pensar en él. La obsesionaba como si fuera un espectro elegante y desenvuelto, animoso y, a fin de cuentas, demasiado real. ¿Qué tiene ese tipo (¿tipejo?) que vuelve locas a mujeres tan diferentes? ¿Qué opináis vosotros? Pero Deirdre se siente culpable, no por Billy, que sería lo lógico (aunque, ¿alguna vez le ha importado Billy?) sino por Kreutz.

Volvemos a Phoebe camino de casa de Kreutz en busca de la “medicina”. Era el médico más extravagante que hubiera visto en su vida. Éste no se la da: no hay más medicina, se acabó. Phoebe se ha embarcado en una historia, ávida quizá de emociones fuertes en su vida gris o simplemente porque está muy perdida, que le queda un poco grande y muy lejos de su mundo: ella pertenecía a una especie distinta. Son muy diferentes y la distancia entre ellos es mucha. La muchacha se da cuenta, aun así le cuida esos días: fue en realidad como si una criatura exquisita, a medias salvaje, y herida, se hubiese arrimado a ella, se hubiese puesto a su cuidado. Tampoco quiere saber nada de la vida de Leslie, cree que es mejor no saber. Era su fragilidad, su insustancialidad, lo que más le excitaba […] Sonrió para sus adentros, y emitió sin querer un sonido felino en lo más profundo de su garganta. Sí, era un pecado, era por fin algo auténtico, y era en todo inesperado. Pero también le tiene miedo. Sabe que se ha metido en un lío. Hasta que un día Leslie desaparece de su casa y ella cerró los ojos, entregándose casi con voluptuosidad al llanto.

Habían tenido los dos la certeza, sin ningún asomo de duda, de que se volverían a ver. A Quirke le ha gustado mucho esa mujer: Kate White ofrecía mucho más que la mera perspectiva que él tenía por costumbre pedir a una mujer. Le gusta aunque también quiere saber más cosas de su marido y de que se trae entre manos con su hija. Pero Quirke no se puede permitir que las cosas le vayan alguna vez bien, y cuando siente que aquella mujer luminosa, cálida, plena le podría hacer feliz, saca al espíritu de “Carricklea” (el orfanato en el que se crió) para que lo estropee todo: Carricklea necesitaba introducir un dedo en el ojo de esta tarde espléndida, una tarde inocente, de verano, oro y azul. ¿Y cómo lo hace? Diciéndole a Kate que ha visto a su marido con su hija Phoebe. Aun así terminan acostándose pero no se cristaliza ni siquiera un inicio de algo, él lo ha estropeado todo y una vez más no sabe lo que quiere: ¿De veras le daba ella tanto miedo? Y, como no hay salida para esa situación, cambian de tercio y Kate se pone a hablarle de la relación de Leslie con Laura y de cómo un día encontró una maleta debajo de la cama con fotografías de mujeres desnudas, de mediana edad la mayoría, enseñándose mientras aún les quedase algo que enseñar, aunque por los pelos, y de cartas de Laura Swan dirigidas a su marido, un cajón revuelto de guarrerías, de imágenes, de fantasías. Quirke finalmente se va aunque ella le pide que se quede: sí, se dijo ella, son todos iguales. Son como niños que han crecido demasiado. Cuando se les da el pecho pierden todo interés.

Terminamos esta parte de la lectura de nuevo con un flashback sobre el despegue del “Silver Swan”, el salón de belleza que deciden montar Laura y Leslie, a la vez que comienzan su relación. Todo es felicidad y dinero. Todo les va a las mil maravillas. Y aparecen las fotografías en la vida de la joven que Leslie le enseña porque sabe que en el fondo a ella le van a encantar: se sintió asqueada de sí misma, pero al mismo tiempo también excitada de una manera horrible, que la llevó a pensar que debía avergonzarse, a pesar de lo cual no se avergonzaba, en realidad no se avergonzaba, ni mucho menos. Y le dice que es Kreutz el que se las hace a sus pacientes: ¿Por qué las hizo? Pues porque ellas querían que las hiciera, por supuesto. Hay personas a las que les gusta verse haciendo… cosas feas. Aunque Laura se escandaliza en el fondo lo que las fotografías le producen es placer: sí, placer, un placer oscuro, caliente, aterrador. En pleno éxtasis sexual, Leslie le sugiere que el Doctor Kreutz estaría encantado de hacerle fotos a ella. Y un día va Deirdre a visitar a su querido doctor y se toman un té y ella se siente mareada y él la lleva al sofá mientras la dice: descansa, mi querida señora, mi queridísima señora. ¿Y dónde está Billy mientras tanto? Pues aceptando que su mujer monte un salón con un socio mientras se toman los tres unas copas: cuando ella lo miraba se sentía no culpable, no exactamente, sino más bien… apenada; sí, ésa era la única palabra que podría describir su estado de ánimo, sentía pena por él, el torpón de corazón tan blando.

Plazos

Es hora de vuestros comentarios sobre esta segunda parte. Espero que sean numerosos. La acción, aunque lenta, continúa y la evolución de los personajes va en aumento. Fijémonos también en los detalles que muchas veces son más importantes que lo evidente. Comentad lo que queráis y daos la réplica unos a otros: personajes, relaciones, sospechosos… (¡sin desvelar nada!). Y, por favor, como estoy comprobando que algunos ya habéis leído la novela entera, tened mucho cuidado de no comentar nada que no esté en esta segunda parte. Guiaos por mi análisis, si es necesario. ¡Gracias!

Mientras comentamos, seguiremos con la lectura de la tercera y última parte que va desde el capítulo 6 de la segunda parte (pág. 242) hasta el final de la novela.

Ahondar en las tinieblas, desentrañar lo oculto; en suma, saber

10 Feb

A walking Tour of Dublin City Center- George’s Street Arcade. Foto en flickr de William Murphy (infomatique). Algunos derechos reservados.

Como ya os adelanté, y algunos así lo habéis comentado, esta novela no tiene mucha acción. En ese aspecto es una novela negra atípica. Se centra en los personajes, en las descripciones, muy prolijas, y en las reflexiones personales. Al contrario de otras novelas negras no hay mención a la situación política o social, de hecho ni nombra la ciudad en la que se desarrolla la acción, Dublín, ni la época. Leyéndola tengo la sensación de que todos los personajes es como si vivieran para adentro, resultan algo opacos y se callan muchas cosas.

Verano. Quirke lleva seis meses sin beber. Este tema va a estar muy presente en toda la novela: había pasado casi dos años sumido de continuo en el abismo del alcohol, cayendo casi hasta los mismos extremos en que había caído dos décadas antes, cuando murió su mujer, y ahora, de golpe, se había interrumpido la caída. Le cuesta y piensa mucho en ello pero lo va llevando. ¿Es alcohólico? Pues yo creo que sí. ¿Sus razones? Se pueden intuir en el retrato que de él he hecho, de su pasado, de su personalidad, de sus errores, de su naturaleza dubitativa y atormentada.

Un antiguo compañero de universidad, Billy Hunt, un tipo tranquilo, aunque propenso a las agarradas ante la menor provocación, se pone en contacto con él. Su mujer, Deirdre, se ha suicidado. Billy no llegó a ser médico y trabaja como representante de productos farmacéuticos. Viaja mucho por todo el país y, a veces, por el extranjero. Su perplejidad ante la muerte de su mujer es grande. Supone que se sentía sola, tampoco había querido tener hijos pero nunca se quejó de nada. ¡Nunca!

Hago un inciso para resaltar la importancia ya desde el principio que tienen los olores en esta novela, sobre todo los olores de las personas: despedía ese olor, acalorado y crudo y salado, que Quirke reconoció al punto, el olor de los que recientemente han perdido a un ser querido. Cada personaje desprende un olor, también los lugares. Me parece muy original esta manera de caracterizar que utiliza como recurso el autor, y la adjetivación es soberbia.

El motivo por el que Billy se pone en contacto con él es pedirle que no corten su cuerpo en la autopsia: no quiero que la rajen de arriba abajo, como si fuera una especie, un…eh… Como si fuera una res. Se le ve muy alterado y afectado. Quirke, aunque le tranquiliza, no va a hacerle caso, máxime cuando, examinando el cuerpo, vio entonces la minúscula huella de un pinchazo en la cara interna del brazo, blanca como la leche. En ese pinchazo hay un caso, un caso que resolver. Aunque no sea un investigador privado ni un policía, Quirke quiere siempre saber por qué ocurren las cosas. Es superior a sus fuerzas, y aunque quedó escaldado del último caso que arrasó a su familia y a su propia vida, no puede evitarlo y sabe que se va a meter de nuevo a investigar: algo seguía sin encajar del todo […] Quirke fue consciente de la antigua comezón que le incitaba a llegar hasta el tuétano de las cosas, ahondar en las tinieblas, desentrañar lo oculto; en suma, saber.

A continuación viene un flash-back que nos lleva a la infancia de Deirdre. La niña pobre de la barriada de extrarradio de Los Bloques, de la que muy pronto es consciente de que quiere huir. Ella que es tan guapa, ¿qué pinta allí? De nuevo los olores para describir: el olor que se adhería a las escaleras y a los pasillos, en verano y en invierno, el hedor marronáceo y cansino de los colchones con meadas y la hediondez de los váteres atascados, el olor, el olor exacto de lo que era la pobreza, un olor al que ella nunca podría acostumbrarse, nunca jamás. El olor para situarnos en quién es quién y qué es qué. A los dieciséis años entra de aprendiza en un establecimiento de perfumería y farmacia y allí conoce a Billy Hunt, que le saca casi dieciséis años: tampoco es que fuera guapo, ni inteligente, pero tenía un encanto algo torpón que a ella le gustó muy a su pesar, y que con el tiempo le llevó a convencerse de que estaba enamorada de él. Se hacen novios, pasan los años y de pronto el Doctor Kreutz entra en su vida, un hombre de origen indio, “sanador espiritual”, que también tiene su olor propio que a ella le pareció oscuro, y especiado. Deirdre se siente desde el principio muy atraída por él. Tanto, que busca su consulta y se presenta allí. Un impulso casi atávico la arrastra a ese hombre. Y comenzará a visitarlo con frecuencia porque siente que ha entrado en contacto con algo especial que la hace sentir fuera de todo peligro e inmensamente feliz.

Volvemos al presente. Quirke va a visitar a su padre adoptivo, el juez Garret Griffin, que está paralizado debido a un derrame cerebral: el hombre al que durante la mayor parte de su vida había considerado la bondad en persona, y había tenido por un ser humano grande de verdad. Y que parece que no lo es tanto. Eso es lo que debió descubrir en la anterior novela, pero no nos lo desvelan, aunque nos dejan saber lo suficiente: el Juez había sido un gran pecador, un pecador secreto, y fue Quirke quien expuso sus pecados. Murió una joven, fue asesinada otra mujer, y ambos sucesos fueron culpa del anciano. Suponemos el shock de Quirke al descubrir quién era realmente ese hombre supuestamente bueno.  Pero parece que él se encontró solo en su descubrimiento, nada pudo con la intachable reputación del poderoso juez. Y, entonces, ¿por qué va a visitarlo todas las semanas? Tenía sus propios pecados y debía dar cuenta de ellos, tal como podría atestiguar su hija, la hija a la que durante tanto tiempo no reconoció. La culpa le hace ir a ver a ese hombre como un pequeño gesto de expiación.

Quirke no puede dormir dándole vueltas sin parar al caso de Deirdre. No sabe qué hacer (algo que le pasa con frecuencia), qué camino tomar y sigue dudando si meterse o no en materia: no hagas nada, le decía su juicio más lúcido; quédate donde estás, no te mojes. Pero ya sabía que se iba a lanzar de cabeza a esas profundidades. Algo en su interior anhelaba las tinieblas de allá abajo. Así que temprano en la mañana va a visita al inspector Hackett, que ya le ayudó en el anterior caso, y al que no ve desde entonces, hace ya dos años. El inspector es un hombre burlón que tampoco habla claro y se ríe mucho. Pero Quirke no le dice la verdad, se calla lo del pinchazo, ¿por qué? De lo que sí hablan es del suicidio que intuyen que en el juicio se omitirá: la mayoría de los suicidios se encubren, eso lo sabe usted tan bien como yo. El encuentro es como si estuvieran tomándose el pulso en una primera toma de contacto. Como si el simple hecho de ir a verle, y no decirle la verdad y no hablar claro ninguno de los dos, ya fuera suficiente para que el inspector tomara nota del interés de Quirke por el caso.

Llega el momento de conocer a Phoebe, que va a ocupar un lugar muy importante en esta historia: a lo largo de los dos años anteriores se había forjado una personalidad que resultaba atractiva, quebradiza, irónica; tenía veintitrés años y podía haber pasado por una mujer de cuarenta. Fue hace dos años cuando Phoebe supo de quién era realmente hija. Una joven muy delgada, vestida de manera monjil, solitaria, extraña, que guarda las distancias y también calla mucho. Quirke no quería ocuparse de la hija que de un modo tan trágico había irrumpido en su vida […] lo malo fue que él creyó de veras que la hija de Delia había muerto; lo malo fue que terminó convencido de que Phoebe era en efecto hija de Sarah. Y ahora Phoebe sabía la verdad, y Sarah ya no estaba, y Mal estaba solo, y Quirke era como siempre había sido Quirke. Y su hija le daba miedo. Además es muy dura, muy fría, igual que Delia, su madre: Delia había sido la mujer más endurecida que él nunca conociera; Delia había sido una mujer de acero puro, sin aleación, en todo momento. Era lo que más le gustaba de ella, de aquella mujer exquisita, atormentada y atormentadora. Personas complejas, vidas complejas. Lo mejor para una novela de personajes como ésta. Y ahora llega la casualidad que algunos habéis dicho que está metida con calzador, y, sí, es posible, aunque la vida está llena de casualidades. Casualidad que va a desencadenar que el caso se enrede y ruede, porque Phoebe conocía a Deirdre/Laura ya que la encargaba productos de su salón de belleza. Un día, ante la tardanza en recibir noticias suyas, la intenta localizar y termina hablando con la mujer del socio que se desahoga largamente con ella y le cuenta que ambos estaban liados. Quirke, cuando escucha la historia de su hija, se da cuenta al momento de quién está hablando y ambos se sinceran sobre todo lo que saben. De esa manera entra en acción el personaje más interesante de esta novela: Leslie White: Inglés, me parece. Alto, flaco, tremendamente pálido. Incoloro incluso. Con un pelo extraordinario, blanco plateado. Se podría decir que el nombre le sienta como un guante: White […] Anda siempre yendo y viniendo. Es un tipo que da mala espina. No diría yo que no sea capaz de arrojar a una mujer al mar.

Quirke sabe, como resultado de la autopsia, que Deirdre no murió ahogada, sino que sí encontró un fuerte rastro de alcohol en sangre y residuos de morfina, en una dosis elevada y casi con toda certeza fatal. Todo apunta a que no se suicidó sino que alguien la inyectó esa morfina letal y después arrojó su cuerpo al mar. Pero ante el tribunal de instrucción miente: no quiso engañarse pensando que de ese modo protegía los sentimientos de Billy Hunt ni que escudaba su reputación. Por así decir, lo que hizo fue sellar el escenario del crimen a toda investigación ulterior. Eso fue todo. ¿Por qué lo hace? Esto no me queda claro, ¿y a vosotros? ¿Es porque quiere investigarlo él mismo? Quirke está lleno de preguntas sin respuestas y concluye en sus reflexiones con que nada es lo que parece.

Hackett visita a Quirke días después: desde el día de la investigación judicial contaba con recibir una visita del inspector. Hackett tiene las mismas ganas que Quirke de investigar en el caso pero siguen su juego de simulación: ¿Investigando? Oh, no. No, ni mucho menos. No es más que curiosidad. Más o menos. Son gajes del oficio… que yo diría que tenemos los dos en común. Ambos saben que esa muerte no ha sido nada clara. El inspector ha investigado ya por su cuenta sobre quién era Deirdre y también sobre Leslie White: asume riesgos. Riesgos financieros. Su mujer tuvo que arrimar el hombro hace un par de años para impedir que se ensuciara su reputación. Entonces quebró lo de la peluquería.

Volvemos a Phoebe. Se percibe muy claramente el interés que el autor siente por este personaje tan complejo, tan literariamente interesante. Después de la conversación mantenida con su padre, la joven reflexiona sobre su vida y la de los demás: ahora consideraba que su vida era una serie de pasos cuidadosos que iba dando sobre un alambre fino y vibrante que salvaba un siniestro abismo […] no se fiaba de nadie. Piensa mucho en Deirdre/Laura y en su suicidio. Se lo imagina. Es algo morbosa. A Phoebe le resultaba simpática, le caía bien Deirdre, quizá porque la percibía algo quebradiza, como ella misma. La joven se encuentra en un momento difícil y siente que tiene que cambiar: sin duda. Aunque, ¿cómo? Sale de trabajar sin tener nada que hacer ni adonde ir. Y, oh, casualidades, se dirige al Salón de Belleza “The Silver Swan” sin dejar de pensar ni un momento en el misterio que supone la muerte. Y, claro, aparece Leslie White. Larga y certera descripción del peculiar y lánguido Leslie: supuso que se le tendría por un hombre apuesto, aunque fuera de una manera un tanto hastiada, desvaída. Leslie, al que tanto le gustan las mujeres, máximo si es una joven que le está mirando fijamente desde la otra acera, se dirige a ella y la invita a tomar una copa que por supuesto Phoebe acepta. La joven no le nota nada afectado por la muerte de su socia, ¿y amante? Deirdre. Inexplicablemente, ¿o no tanto?, Phoebe se siente atraída por este buscavidas. Y, para terminar de atar más las cosas, cuando se marcha del pub, su padre, que pasaba por allí, la ve. Se queda intranquilo y pocos segundos después ve salir a Leslie, al que reconoce por la descripción que ha hecho de él su hija: un hombre ahuecado: si se le golpease con los nudillos, tan sólo devolvería un eco amortiguado, plano.

Quirke se queda preocupado: era Phoebe la que le había hablado de Leslie White. ¿Lo conocía tal vez mejor de lo que dio a entender? En tal caso, ¿qué clase de conocimiento tenía de él? La rocambolesca idea de que Phoebe pueda estar implicada en la muerte de Deirdre, le empuja a ir a verla a su casa, algo que habían acordado no hacer nunca sin previo aviso. Quiere saber. Pero Phoebe no se lo pone fácil, se burla de él y le niega la información que le pide: no te voy a dar los datos de Leslie White. Su hija le pregunta que qué se propone, él le contesta que no sabe: ni siquiera sé con certeza qué es lo que estoy haciendo. Pero sí, te doy la razón. Debería mantenerme al margen. Algo que Phoebe sabe que no va a hacer e incluso se permite decirle “casi con cariño”: Qué inocente eres, Quirke. El forense no sabe qué es lo que su hija piensa realmente de él: ¿estaba resentida, o tal vez lo despreciaba, o lo odiaba incluso? Todo lo que sabía era cuánto más fácil había sido todo entre ellos durante los muchos años que pasaron hasta que ella descubrió que él era su padre. A él le habría gustado que volvieran aquellos años.

Quirke consigue el número de Leslie White por su cuenta y después de dudar, es su línea habitual, si llamar o no, por supuesto que le llama. Y contesta su mujer que le dice que ha echado de casa a Leslie. Quirke le pregunta si puede ir a hablar con ella, y la mujer acepta. Según avanzamos en la trama, los personajes se van relacionando cada vez más entre sí. Es como si se fuera tejiendo una tela de araña que los va cercando y acercando a todos. Kate White es una mujer atractiva, con personalidad, de treinta y muchos, que se ha vestido y preparado para intentar seducir al desconocido visitante. Quirke se da cuenta al momento. Quizá no le disgusta la idea. Comienza un diálogo sobre Deirdre y Leslie: es probable que yo empujase a esa putita a hacer lo que hizo. La llamé por teléfono. Había descubierto algunas pruebas que la incriminaban: cartas, fotografías. La llamé por teléfono y le dije lo que había descubierto […] mucho me temo que le dije lo que pensaba y se lo dije con demasiada crudeza […] ¿Y qué le puedo decir, señor Quirke? No tengo ni idea de lo que pretende usted saber. Y, según dice, usted tampoco lo sabe. ¿Hay algo sospechoso en la muerte de Deirdre Hunt? ¿Cree tal vez que la empujaron? […] ¿No habrá pensado que Leslie ha tenido algo que ver, verdad? […] Créame, Leslie sería incapaz de matar una mosca. Se moriría de miedo de que la mosca le picase. Se queda unas horas más. Se percibe claramente el proceso de seducción de Kate (¿lo hará con todos los hombres?) y cómo, de alguna manera, Quirke se deja. Pero al final, el hombre escapa y ella le despide con un beso en la boca aunque acto seguido le pide perdón: como le dije antes no soy la misma de siempre.

Plazos

Creo que queda claro ya en esta primera parte que es una novela de personajes por eso me he extendido en ellos. Hay trama, poca todavía, que avanza entre personaje y personaje. Es hora de vuestros comentarios sobre esta parte (¡y sólo sobre esta parte!). Espero que sean numerosos y que os deis la réplica unos a otros: ¿qué opináis de los personajes? ¿Y de las descripciones? ¿Os atrapa la historia? ¿O, por el contrario, no os gusta nada?… Todos los comentarios son bienvenidos y cuantos más mejor. 😉  A la vez que comentáis, seguiremos leyendo, a lo largo de una semana, desde el capítulo 11 de la primera parte (pág. 128) hasta el final del capítulo 5 de la segunda parte (pág. 241). ¡Nos vemos en el blog!

El otro nombre de Laura: una novela negra de personajes

2 Feb

Pregó de la Lectura de Sant Jordi 2015, a càrrec de l’ escriptor John Banville – Foto en flickr de Xavier Trias. Algunos derechos reservados.

El otro nombre de Laura, cuyo título original es The Silver Swan, se desarrolla, como toda la serie que protagoniza Quirke, en el Dublín de los años cincuenta. Quirke es un médico forense que trabaja en el Hospital de la Sagrada Familia. Su infancia fue difícil: huérfano, pasó parte de ella en un orfanato dirigido por frailes, La Escuela Industrial de Carricklea, donde sufrió abusos de compañeros y profesores. Fue rescatado de allí por el importante y rico juez Garret Griffin que se lo llevo a vivir con su familia. Su hermanastro es Malachy, médico tocólogo, que se casó con Sarah, la mujer de la que estaba enamorado Quirke. El forense terminó contrayendo matrimonio con la hermana de ésta, Delia, que muere al dar a luz a su hija Phoebe. Viudo y desolado, piensa que lo mejor es entregar a su hija a Malachy y Sarah, que no pueden tener hijos, que la crían como si fuera propia y, lo que es más importante, sin que Phoebe sepa quiénes son sus verdaderos padres. Quirke, muy joven, se queda solo y se da a la bebida. Para ponernos en situación hay que hablar algo de la primera  novela de la serie, El secreto de Christine, en la que se investigan unos turbios sucesos relacionados con el tráfico de niños. Estos sucesos acabarán salpicando directamente a Quirke y a sus familiares más cercanos: el juez, su hermanastro e incluso a la familia de Sarah y Delia que es de Boston. En el transcurso de los hechos, Phoebe sabrá de quién es hija lo que le producirá una crisis de identidad convirtiéndola en una joven especial y que no se lleva muy bien con su verdadero padre.

Cuando comienza El otro nombre de Laura, Quirke ha dejado el alcohol y ha recuperado en parte a su hija a la que creía perdida. Phoebe tiene veintitrés años, trabaja de dependienta y cena una vez a la semana con su padre, unas cenas en las que no hablan mucho. El juez Griffin sufrió un derrame cerebral el año anterior, a los setenta y tres años, que le ha dejado completamente paralizado, y Sarah ha muerto. Quirke (cuyo nombre viene de “quirk” que significa “raro”) vive en una constante crisis vital. Es un hombre de edad madura, solitario, reservado, desencantado con la vida, de fuertes principios pero frágil. Posee una capacidad innata para meterse en líos pues siempre quiere saber la verdad de cualquier situación turbia o que esconda un secreto, de ahí sus dotes detectivescas que le convierten en un investigador sin licencia enfrentándose a su entorno y a sí mismo. Le atrae el lado oscuro de la vida. Es un hombre parco en sentimientos, inmaduro, frío, dubitativo, contradictorio pero muy lúcido y en el fondo romántico. Se le califica en algún momento como una bestia herida (es muy corpulento) ya que su pasado le pesa como una losa, tanto su infancia en la que pasó de la pobreza y el maltrato a la riqueza y el afecto de una familia, como la pérdida primero del amor de Sarah y después de su mujer y su hija. Que Quirke sea médico forense no es casual. Su profesión le lleva a diseccionar los cuerpos buscando respuestas. Lo mismo que hará después indagando en las vidas y en los misterios de los muertos a los que ha realizado las autopsias. Disección que el creador de Quirke, Benjamin Black, traslada a la sociedad en la que vive. Como toda buena novela negra, la trama va más allá de saber quién es el asesino. La novela negra siempre es psicológica, moral y social. Es una disección del ser humano y la sociedad en sus lados más oscuros: nada pone de manifiesto con mayor intensidad los dilemas existenciales que un crimen. Como dice Quirke en El secreto de Christine: a lo largo de mi vida he abierto un sinfín de cadáveres pero nunca he hallado el sitio dónde podría estar el alma. En palabras de Banville, Quirke no es muy simpático y admite que se parece a él mismo más de lo que quisiera. Es como una roca en el mar con verdín encima.

En El otro nombre de Laura, la ciudad de Dublín es tan protagonista como los personajes. En ese Dublín de los años cincuenta creció el autor, John Banville, por eso la recrea tan bien, con tanto detalle. Hay un paralelismo entre la historia sórdida que se cuenta en esta novela y el Dublín gris en el que se desarrolla la acción. Una sociedad en la que el catolicismo parece invadirlo todo, tradicional, hipócrita, donde las cosas no son tan justas y honradas como esa sociedad quiere simular. Hay chantaje, drogas, alcoholismo, sexo, corrupción. Esa época, en palabras del propio Banville/Black era excepcional, tanto en Irlanda como en Estados Unidos: paranoica, culposa, acicateada por el miedo y el odio, sacudida aún por los efectos secundarios de la guerra. Una época ideal para una novela si uno se inclina por una visión sombría del ser humano. Y añade: una atmósfera conquistada por la niebla, el hollín, los efluvios del whisky y el humo rancio del cigarro.

El otro nombre de Laura, una deslumbrante novela negra de crímenes, hipocresía y desencanto, en palabras del periodista Enric González, se centra en la investigación de un caso que se le presenta a Quirke cuando un antiguo compañero de universidad, Billy Hunt, va a visitarle para hablarle del aparente suicidio de su esposa, Deirdre, y pedirle que no le haga la autopsia ya que no podría soportar la imagen del cuerpo de su mujer partido en dos. La bella Deirdre, que viene de  una infancia sórdida y miserable en un barrio pobre, Los Bloques, de la que siempre ha querido escapar, entra a trabajar de joven en una perfumería y farmacia de Dublín. Allí conocerá a su marido Billy y también al Doctor Kreutz, un hombre de origen indio, “sanador de almas” con el que establecerá una extraña y ambigua relación de atracción mutua pero no sexual. Poco después, y a través de Kreutz, conocerá a Leslie White, el verdadero “Silver Swan” que da título a la novela, un perverso, seductor y atractivo buscador de vidas con el que montará el salón de belleza del mismo nombre, que la engatusará y la conducirá a una vida muy diferente y peligrosa que acabará con su cuerpo en la morgue. Y ahí empieza todo. Con ese cadáver que empuja a Quirke a investigar ayudado por el inspector Hackett. Deirdre Hunt es también Laura Swan, el nombre que adopta cuando comienza su “otra vida” y que refleja otra personalidad, más bien turbia, que posee en su interior la dulce Deirdre y que Leslie se encargará de sacar a la luz y potenciar. Una novela de amor, pasión, intriga, miedo, desesperanza, anhelos, dudas, belleza, tristeza, poesía, verdad, soledad, vacío y muerte.

La novela se despliega en varios personajes robándole el protagonismo a Quirke. Como digo en el título, es una novela de personajes, excelentemente descritos, que se estructura alrededor de ellos en varias tramas paralelas en el presente y con numerosos flash-back sobre la vida pasada de Deirdre. Pero todos los personajes están relacionados entre sí lo que completa a la historia de una manera muy lograda. La prosa es muy descriptiva, marca de la casa Banville. Su prodigiosa prosa también está presente en su alter ego Black. Mucha descripción, pero también reflexión y no tanta acción como una novela negra demandaría: la trama no importa, la vida no es trama, lo importante es como actúas. Los gestos de las personas nos muestran como son.

El escritor Marcos Giralt Torrente (al que leímos, recordad, hace muy poco) nos describe magistralmente a los personajes de las novelas tanto de Banville como de Black : psicológicamente al límite, en permanente estado de crisis, acostumbrados a descender a diario a las catacumbas de la duda o la culpa, narradores que se ocultan y se pierden y huyen y juegan consigo mismo y con nosotros y nos engañan y se engañan sabiendo que lo hacen, entretejen, desde esa oscuridad en la que están sumidos, desde la misma raíz del dolor o de su propia abyección, el discurso de su cerebro en ebullición, una autopsia en vivo cuando donde lo importante no es tanto el conocimiento de aquello que les ha conducido a ese estado como los infinitos matices, de juicio o de sensibilidad, que el centrifugado especulativo de sus conciencias volcadas sobre sí mismas saca a la superficie.

El nombre que utiliza Banville en su alter ego, Benjamin Black, duplica la B de su apellido y hace referencia al “noir”, el género negro en el que se va a mover. Las influencias de Black son principalmente el Simenon de sus “romans dur”(las buenas, las que no son de Maigret) , Raymond Chandler, James M. Cain y Richard Stark. Todos maestros de la novela negra. No hay que obviar que muchas veces los novelistas toman otro nombre para escribir novelas policiacas por razones económicas (¿usted cree que Benjamin Black llegará a ganar dinero?), algo lícito, pero en este caso creo que las razones de Banville para crear su alter ego van más allá. Black es un doble de Banville que lo enriquece y sobre todo le da un nuevo significado. Banville, en un juego que establece continuamente con su heterónimo, se refiere a Black como a “mi gemelo oscuro” y “una versión un poco idiota de mí mismo” y Black define a Banville como “el pretencioso”. Benjamin Black está de actualidad ya que en este mes de febrero, Alfaguara publicará la séptima entrega de la serie de Quirke: Las sombras de Quirke (Even the Dead).

Termino dejándoos unos enlaces a diferentes entrevistas realizadas al escritor Black/Banville. La primera es una curiosa entrevista realizada por John Banville a Benjamin Black publicada en ABC en octubre de 2014: “El escritor no existe”. La segunda es una entrevista de Enric González realizada en El País con motivo de la publicación de El otro nombre de Laura en mayo de 2008: «Dublín negro”. Añado sendas entrevistas, en las mismas fechas y por el mismo motivo: una en el diario argentino La Nación: “Soy un poeta que escribe prosa”. Y otra en el también diario argentino Página 12 realizada por el escritor Rodrigo Fresán: “Mi otro yo”. Y por último, una recientísima entrevista en Zenda de enero de 2017: “Puedo vivir sin Benjamin Black pero no sin Banville”.

Os dejo también tres enlaces a vídeos. Uno es una entrevista a John Banville en “Página Dos” de TVE realizada en mayo de 2015 con motivo de la publicación de la por ahora última novela de Black, “Órdenes sagradas”, otro es un extensa e interesantísima “Conversación con John Banville y Benjamin Black”, realizada en la Feria del libro de Bogotá en mayo de 2015 y el tercero es el discurso pronunciado por John Banville  cuando le entregaron el Premio Príncipe de Asturias de las Letras 2014.

Por último os dejo el enlace a la página web dedicada a la obra de Benjamin Black (en inglés) que contiene muchas entrevistas, vídeos e información sobre su obra.

Plazos

Como la novela es algo larga, vamos a dividir la lectura en tres partes. Leeremos a lo largo de una semana hasta el final del capítulo 10 de la primera parte (pág. 127).

Os reitero lo de siempre, sobre todo a los nuevos: escribir en este post, mientras vais leyendo esta primera parte, sólo vuestras impresiones iniciales sobre la lectura o los personajes, o sobre lo aquí escrito o los enlaces dejados, pero no la comentéis, ni esta parte ni mucho menos en su totalidad. Cuando publique el post de análisis correspondiente a esta primera parte de la lectura dentro de una semana, y todos hayáis leído dicha parte, entonces podréis explayaros ampliamente en vuestros comentarios sobre ella en dicho post. Debéis respetar los plazos de lectura y dejar vuestros comentarios en los post respectivos a cada parte. ¡Buena lectura!

 

Nuestro próximo libro: EL OTRO NOMBRE DE LAURA de BENJAMIN BLACK

23 Ene

Portada de la novela «El otro nombre de Laura» de Benjamin Black. Editorial Alfaguara

Después de nuestro periodo vacacional, volvemos con la novela El otro nombre de Laura (2007) de Benjamin Black. Este nombre es el seudónimo que utiliza desde 2006 el prestigioso escritor John Banville (Wexford, Irlanda, 1945) para escribir sus novelas negras. En este caso se trata de la segunda de la serie que comenzó con El secreto de Christine (2006). El protagonista de esta serie, que consta, por ahora, de seis novelas, es el médico forense Quirke, que sustituye al clásico papel del detective de otras novelas del género. Benjamin Black tiene otras dos novelas negras más, El lémur y La rubia de ojos negros, que no pertenecen a la serie de Quirke. En El otro nombre de Laura el médico forense se verá envuelto en un caso sórdido en el que se mezclan las drogas, la pornografía y el chantaje.

Benjamin Black está considerado como uno de los mejores escritores contemporáneos de novela negra. Y a John Banville se le considera como el gran renovador de la literatura irlandesa y uno de los más importantes escritores en lengua inglesa de la actualidad. Posee el Premio Booker 2005 por su novela El mar y fue Premio Príncipe de Asturias de las Letras en 2014.

Sobre su desdoblamiento como escritor, ha dicho: El arte es una cosa extraña. Bajo el sombrero de Banville puedo escribir 200 palabras al día. Un día decidí que podía convertirme en otro y bajo ese segundo sombrero, en esa segunda piel, puedo irme a comer tras haber escrito un millar de palabras, tal vez 2.000, y disfrutar con ello. Es increíble descubrir cómo otro tipo puede vivir tu vida y usar tus manos y deleitarse con eso. Escribir es un trabajo peculiar… Escribir es como respirar. Lo hago por necesidad. Por mi propia boca, y ahora también por la de Black.

A partir de mañana martes 24 podéis pasar ya a recoger vuestro ejemplar en la Biblioteca Fórum. Disponéis de una semana para ello. Los que vivís fuera también contáis con una semana para conseguir el libro editado por Alfaguara.

Nos encontraremos aquí en dicho plazo para empezar a leer El otro nombre de Laura. Espero que os agrade la elección.

Ya nadie me llevará al sur

14 Mar

Perifèria urbana. Foto en flickr de Joan Sorolla Creative Commons site. Algunos derechos reservados.

La resaca posterior al festín con sus amigos le va a producir a Carvalho hondas reflexiones y remordimientos (aún no todo está perdido) sobre su desnortada vida: Nunca más. Nunca más. ¿Para qué? Se bebe esperando el clic que abre la puerta siempre cerrada. Pero, a la vez, no deja de darle vueltas en la cabeza el caso y lo que acaba de descubrir en el posible significado de los fragmentos literarios. Una corazonada le conduce a un mapa: con un dedo señaló la zona donde habían encontrado el cadáver de Stuart Pedrell. La mirada viajó hacia el otro extremo de la ciudad. El barrio de San Magín. Un hombre muere apuñalado y a sus asesinos se les ocurre descontextualizarlo. Hay que llevarlo a la otra punta de la ciudad, pero también a un marco en el que su muerte tenga sentido, tenga paisaje humano y urbano adecuado. ¿Fuiste a los mares del Sur en metro?

El desencanto de Pedrell ante ese mítico Sur le ha llevado al barrio de San Magín que en los años cincuenta sus socios y él construyeron para el proletariado inmigrante. Un barrio para unas diez o doce mil personas a las afueras de la ciudad símbolo de la especulación reinante en aquellos tiempos. Hacerse rico con muy poca inversión y construir con materiales baratos un lugar falto total de servicios asistenciales: el criminal vuelve al lugar del crimen ¿Por qué? Tú te fuiste a San Magín a ver tu obra de cerca, a ver cómo vivían tus canacos en las cabañas que les habías preparado. ¿Un viaje de exploración? ¿Tal vez de búsqueda de la autenticidad popular? ¿Investigabas usos y costumbres charnegas? ¿La caída de la “d” en posición intervocálica? Stuart Pedrell, ¿qué coño fuiste a buscar a San Magín? […] Seguramente fuiste en metro para una mayor identidad entre forma y fondo del largo viaje a los mares del Sur. Y luego dicen que la poesía es imposible en el siglo XX. Y la aventura.

Nos podemos preguntar por qué Carvalho lo averigua cuando nada apunta a tal viaje. Quizá una corazonada de buen investigador privado, de un hombre conocedor de la vida y de los hombres y los resortes que les mueven. ¿Dónde podía estar ese Sur al que Pedrell quería huir? Pues parece que muy cerca. Y hasta ese otro mundo se va el detective siguiendo su corazonada. De los palacios a las cabañas. Abandonamos a la clase alta y nos vamos a conocer cómo vive la clase obrera. Y nos vamos en metro, lo que le permite a Carvalho, a través de la observación de lo que le rodea, hacer reflexiones sobre este mundo que le despierta solidaridad y miedo. El miedo a ser todos víctimas de un mediocre y fatal viaje de la pobreza a la nada. El lenguaje que Montalbán utiliza en sus descripciones de algo tan prosaico y feo como un barrio obrero es brillante y poético. Un gran homenaje a los desfavorecidos a través de su prosa, a esos desfavorecidos a los que el autor nunca abandonó. De ahí su solidaridad. Y no olvidemos que el propio autor procedía del mismo lugar. Conciencia de clase se llama.

Carvalho recorre las calles enseñando una foto de Pedrell a todo el que encuentra sin mucho resultado: aunque me cueste dos semanas de búsqueda, se decía, pero pensaba que en cuanto llegara la noche huiría de San Magín y volvería a coger el hilo lógico en busca de otra salida. Duda pero continúa hasta llegar a la sede de Comisiones Obreras (¿otra corazonada?) y allí el recepcionista sí que le reconoce: venía a reuniones. Discutía poco. A veces intervenía en público […] Un hombre muy educado. Muy prudente. No hablaba para no ofender. Stuart Pedrell vivió un año en ese barrio con una identidad nueva: Antonio Porqueres, de profesión contable en unos almacenes de vidrio. El recepcionista le da datos, sobre todo el nombre de una mujer, obrera de la SEAT y muy radical, que le acompañaba: Ana Briongos.

Carvalho se entrevista con el encargado del almacén de vidrios que le da más datos. Todos lo que le conocieron en el barrio le veían diferente: no era hombre para este trabajo ni para este barrio, por eso nadie se extrañó cuando desapareció. A continuación visita al encargado de obras del barrio, Vila, que nunca conoció a Pedrell personalmente porque ni se acercó por las obras. A petición de Pedrell, Vila busca trabajo y alojamiento para un amigo suyo de la infancia, Antonio Porqueres. Le pide discreción y tampoco llegó nunca a verlo. Stuart Pedrell lo organizó bien: para mí una petición del señor Stuart era una orden. Le dejé las llaves en la portería. No sé siquiera si ese señor sigue viviendo en el piso. Carvalho consigue que le deje las llaves del piso donde vivió ese año Pedrell. Todo lo que allí encuentra es bastante deprimente y lúgubre. La única huella del paso del empresario por ese piso es una buena cantidad de libros (cuyos títulos el autor enumera y califica: más que seleccionados, parecían muestras de una sed intelectual que a Carvalho le parecía enfermiza), un mapa del Pacífico (¿querría todavía ir a los mares del Sur?), y notas políticas de la época. Carvalho decide quedarse a dormir allí, quizá para sentir lo que sintió el empresario y poder acercarse al enigma de porqué se fue a ese barrio obrero. El detective saca conclusiones, claves, sobre lo averiguado hasta ese momento: Le bastaba recorrer unos kilómetros para recuperar todo lo que había sido durante cincuenta años y, en cambio, permaneció en aquella oscuridad, noche tras noche, interpretando el papel de un Gauguin manipulado por un autor fanático del realismo socialista, un autor cabrón dispuesto a castigarlo por todos los pecados de clase dominante que había cometido. Y ese autor era él mismo. Incapaz de sacar el lenguaje de sí, él mismo se había convertido en lenguaje. Vivía la novela que no podía escribir o la película que no podía dirigir. Pero ¿para qué público? ¿Quién tenía que aplaudir o silbar al final de la interpretación? Él mismo. Es un sufrido narcisista, había dicho el marqués Munt. Mucha capacidad de desprecio se necesitaba para aguantar noches y noches esa soledad anónima, una soledad de amnésico. […] Le costaba comprender cómo un hombre puede falsificar su papel sólo para sí. Parece que Stuart Pedrell con su “huida” al Sur personifada en el barrio de San Magín buscaba una especie de redención por el pecado de pertenecer a la clase social dominante.

Por fin aparece en escena Ana Briongos, la última amante de Stuart Pedrell, muy diferente a las anteriores: clase obrera, joven también pero baqueteada por la vida, militante desde adolescente conoce las cárceles del franquismo. Ana es la única que siente dolor ante la muerte del empresario, la única que manifiesta sentimientos pero es fuerte y madura para su edad. Acepta una cita para más tarde. Mientras, Carvalho vuelve a su mundo. Barrio Chino versus San Magín. El detective se permite una reflexión sobre la diferencia entre ambas miserias: la fea pobreza del Barrio Chino tenía pátina de historia. No se parecía en nada a la fea pobreza prefabricada por especuladores prefabricados prefabricadores de barrios prefabricados. Es preferible que la pobreza sea sórdida y no mediocre. En San Magín no había borrachos derrumbados ante los portales, sorbiendo el hilillo de pequeño calor que salía de escaleras terribles. Pero no era un logro del progreso, sino todo lo contrario. Los habitantes de San Magín no podían autodestruirse hasta que no pagaran todas las letras que debían por comprar su agujero en aquella ciudad nueva para una vida nueva. Sabias palabras.

De nuevo un paseo por la clase alta: cita con la viuda que quiere saber cómo va la investigación y la hija Yes, que persiste en tener algo con él. Carvalho le deja las cosas claras: mientras dure la investigación podrán verse alguna vez pero no debe esperar nada de él una vez termine. Yes opina que a su padre le mataron ellos. Mi madre, Planas, el marqués, Lita Vilardell… Estaba muerto de asco, como lo estoy yo. También visita a Charo lo que aprovecha el autor para hablarnos de su relación tan peculiar.

Volvemos a Ana Briongos que le habla al detective sobre su relación con Antonio Porqueres-Stuart Pedrell. Me contó que era viudo y había residido mucho tiempo en el extranjero. Estaba cansado y quería sobrevivir, simplemente sobrevivir, observar, participar en la nueva etapa del país. Ana está embarazada pero ella siente que el hijo por venir es sólo suyo. Carvalho le informa de la verdadera identidad de su amante y de cómo fue su muerte. Quiere saber de su entorno para encontrar una explicación a la muerte de Pedrell pero Ana no le quiere contar nada, así que el detective se informa vía Vila sobre la familia de la chica. Carvalho piensa que la respuesta tiene que estar en el entorno de Ana, porque si no ¿quién, y por qué, puede haber matado al empresario? Así se entera de que la chica tiene un hermanastro, Pedro Larios, que es un pequeño delincuente desde muy joven. Carvalho va atando cabos cuando visita a los padres de Ana y comienza a entender el papel que ocupa este hermano que nunca fue aceptado por la madre (fruto de un desliz del padre) y se convirtió en un inadaptado de reformatorio en reformatorio pero que, a la vez, quiere mucho a sus hermanos. Los padres no confiesan, tienen miedo: tenéis miedo. No sé si es ese miedo preventivo que tenemos todos los que no tuvimos nunca dónde caernos vivos, pero tenéis miedo.

También tienen miedo los socios de Stuart cuando se enteran, por Vila, de que Carvalho ha estado husmeando en San Magín: en estos momentos cualquier relación entre la muerte de Stuart y nuestros negocios nos perjudicaría […] Si hay que encontrar algo encuéntrelo en cualquier parte menos en San Magín. Planas tiene miedo pues ahora se ha convertido en vicepresidente de la Confederación de Empresarios y, a la vez, algunos periodistas están investigando sobre el escándalo inmobiliario que esconde la construcción de San Magín. Munt habla claro: Yo utilicé mi influencia con el presidente del área metropolitana para conseguir permisos casi imposibles. Un caso claro de especulación que no oculto ni del que me avergüenzo. Todo el milagro económico del régimen franquista ha sido un bluf. Todos nos hemos dedicado a especular con lo único que en realidad teníamos: el suelo. Le ofrecen a Carvalho que presene un informe verosímil a la viuda y el doble de dinero para que no hable de más. El detective no acepta. Va a hacer su trabajo hasta el final. Es una cuestión de ética profesional pues Carvalho sabe que nada de la investigación va a manchar la reputación de los empresarios. A esas alturas ya sabe que Stuart viviendo en San Magín sólo intentó limpiar su culpa de clase y que el crimen es cosa de navajeros de poca monta. Pero estos hombres de negocios tienen miedo de que su status se vaya al garete. Tienen mucho que perder y por perder pierden hasta los papeles entre ellos. Hay una crítica muy fuerte por parte del autor a esa clase social que se enriqueció con el franquismo sin ningún escrúpulo.

De fondo a la historia hay menciones a las próximas elecciones municipales, a la situación de la incipiente democracia, todo ello le sirve a Carvalho (Montalbán) para criticar la situación: en ningún programa electoral se prometía derribar lo que el franquismo había construido. Es el primer cambio político que respeta las ruinas. Y se permite soñar un cambio tanto en lo general como en lo particular. Todos sus seres queridos serían felices y él volvería a amar la rutina de investigar, ahorrar, comer, recorrer las Ramblas dos o tres veces al día, de noche vengarse inútilmente de la cultura que le había aislado de la vida. ¿Cómo amaríamos si no hubiéramos aprendido en los libros cómo se ama? ¿Cómo sufriríamos? Sin duda sufriríamos menos. Me gustaría ir a un balneario lleno de convalecientes y encontrarme a Yes entre ellos. Empezar un amor… Carvalho es a fin de cuentas un sentimental de tomo y lomo, ¿no creéis?

El detective va cara a un final que su sentido de la justicia le exige: un encuentro con Pedro Larios para que éste le confiese la verdad. Ana intenta terciar y promete contarle todo lo ocurrido pero es el hermano, según el detective, el que tiene que hablar. Es inevitable la pelea entre el detective y Pedro y sus compinches. Gana Carvalho, claro, y el chico habla: quería limpiar la mancha de su hermana embarazada y sólo quiso darle un susto a Antonio-Suart. El detective descubre que no fueron ellos quienes le mataron sino que le dejaron herido, muy herido pero no muerto, tirado en la calle: Stuart Pedrell había tratado de descubrir la otra cara de la luna. Había encontrado unos indígenas endurecidos, la misma dureza que Gauguin encontraría en las Marquesas, cuando los indígenas hubieran asimilado del todo que el mundo es un mercado global en el que hasta ellos están en perpetua venta. Sabias palabras de nuevo.

Fue el propio Pedrell el que busca ayuda en su antigua amante, Lita Vilardell, amante en ese momento del abogado Viladecans (todo queda en casa), pero llega tan malherido que muere antes de que puedan ayudarle. Ambos deciden entonces tirar el cadáver en un descampado y asunto terminado. Fin del viaje al mítico Sur.

La viuda, que en ningún momento ha querido un escándalo ni saber quién fue el asesino sino sólo defender su patrimonio, acepta el informe de Carvalho. El crimen queda impune y la mujer se va de viaje ¡a los mares del Sur!, con la conciencia tranquila una vez sabido todo lo que pasó y que, sobre todo, nada va a cambiar en su vida perfecta y millonaria. Ante la invitación de que le acompañe al viaje y su negativa (tengo obligaciones: una perra de meses y dos personas que de momento me necesitan o creen que me necesitan), Carvalho le contesta: Quisiera llegar a un lugar del que no quisiera regresar. Ese lugar lo busca todo el mundo. Yo también. Hay quien tiene léxico para expresar esa necesidad y hay quien tiene dinero para satisfacerla. Pero millones y millones de personas quieren ir al sur.

La novela termina con el asesinato de Bleda, seguramente a manos de Pedro, y con un Carvalho roto llorando y sabiendo con total certeza que, aunque quisiera cambiar, no va a poder conseguirlo nunca. Siempre habrá algo (¿él mismo?) que trunque su intento de felicidad en esta vida.

Plazos
Dedicaremos toda una semana a los comentarios sobre esta segunda parte y sobre la novela en general. Yo creo que hay mucho de lo que opinar, reflexionar… ¡Espero vuestros comentarios!

Los detectives privados somos los termómetros de la moral establecida

5 Mar

Vía Laietana. Barcelona. Foto en flickr de MorBCN. Algunos derechos reservados.

No es casual que Los mares del Sur arranque con el hallazgo accidental de un cadáver por unos maleantes que no volverán a salir en la novela. Este inicio trepidante, con persecución policial incluida, le sirve a Montalbán para mostrarnos a la clase más baja que puebla la Barcelona de los años setenta. El lenguaje, el comportamiento de unos vulgares rateros muestra a las claras cómo estaba la sociedad española en aquellos momentos. En el autor hay siempre una mirada social y moral a estos pobres desheredados: prostitutas, ladrones de poca monta, camellos, mendigos… recordándonos que existen y porqué existen.

Bien, ya tenemos un cadáver, lo siguiente es la aparición del detective privado Carvalho al que, obviamente, se le va a encargar el caso. Carvalho irrumpe con fuerza en la novela con una frase de las suyas: los detectives privados somos los termómetros de la moral establecida. A continuación deja caer su visión, crítica, de la sociedad y la democracia recién estrenada. Se lo dice a Biscuter, su fiel y deseoso de agradar ayudante. Éste, al que conoció en la cárcel, no le ayuda en la resolución del caso, es más bien un criado-secretario-cocinero. En seguida se nos muestra a un Carvalho escéptico, aficionado a la bebida y a la comida y crítico con todo lo que le rodea. Lleva tres meses sin trabajar pero una llamada de un importante abogado le va a sacar de la inactividad. Un poco antes ha comprado una perra, Bleda, en un intento de agarrarse a algo humano.

Y de los bajos fondos y el ambiente popular de las Ramblas, donde el detective tiene su pequeño despacho, vamos a saltar a la clase alta barcelonesa. Esto es muy propio de las novelas de Montalbán: yo a los palacios subí, yo a las cabañas bajé, como dicen los versos del D. Juan Tenorio de Zorrilla. Carvalho se mueve bien en todos los ambientes, los conoce perfectamente, y su trabajo le lleva de unos a otros. A partir de ahora, en esta primera parte, vamos a darnos un largo paseo por la fauna y flora de la burguesía catalana a través de numerosas entrevistas que el detective realizará, salpicadas con descripciones muy vívidas de las personas, las casas, los ambientes, los barrios… y una sutil ironía que impregna todo lo que hace y dice Carvalho.

El rico abogado, Viladecans, le habla de su cliente y amigo, el empresario Carlos Stuart Pedrell, cuyo cuerpo apuñalado apareció hace dos meses en un descampado. Éste había desaparecido hacía un año anunciando que se iba a la Polinesia. Un hombre en la crisis de los cincuenta que desea dejarlo todo y emular al pintor Gauguin. Deja todo atado y bien atado en lo que a los negocios se refiere y no vuelven a saber de él. La investigación policial revela que nunca fue a la Polinesia pero nadie sabe dónde estuvo todo este tiempo. Lo que le preocupa a Viladecans y a la viuda de Pedrell es saber qué hizo a lo largo de ese año: recuerdo el caso. No se encontró al asesino. ¿También quieren al asesino? – Bueno. Si sale el asesino, pues venga el asesino. Pero lo que nos interesa es saber qué hizo durante ese año. Comprenda que hay muchos intereses en juego. La mujer, cínica y guapa, quiere la máxima discreción, no se llevaba bien con el mujeriego de su marido. Es más, desde que se marchó él, he podido respirar a mis anchas. He trabajado. He hecho su trabajo y tan bien como él, mejor que él, porque lo he hecho sin puñetas. No muestra ninguna pena o respeto por el muerto. Algo que comprobaremos a lo largo de todo el recorrido por los diferentes familiares, amigos, socios y amantes del empresario. Nadie, excepto su hija Yes, parece lamentar su muerte ni muestra ninguna tristeza. No hay ninguna pista (la policía tampoco descubrió nada ya que la familia ha hecho lo imposible para que no siga), sólo una arrugada hoja encontrada en sus bolsillos en la que está escrito: più nessuno mi porterà nel sud (ya nadie me llevará al sur).

Hay una breve aparición de Charo, la ¿novia? de Carvalho, siempre enfadada con él porque no la hace mucho caso. Charo es una prostituta con clientes fijos y aunque al detective parece que le molesta su presencia, a la vez muestra comprensión y una cierta ternura (acaban durmiendo juntos en su casa aunque no hubiera querido hacerlo). Carvalho tiene su ética: de pronto había tenido conciencia de que, buscando no crearse ataduras, en esos momentos era el responsable sentimental y moral de tres personas y una perra, él mismo, Charo, Biscuter, Bleda. (Más adelante pensará: tengo una perra, por algo se empieza; ¿acabaré teniendo tantas cosas como los demás?). Detrás de todo su sarcasmo hay un ser humano. Beben (¡y mucho!) y cenan juntos, incluido Biscuter. Hay una relación muy intensa de Carvalho con el alcohol y hay un momento en que se dice que cuando bebe es como si recuperara un rincón de patria dentro de sí mismo.

Carvalho se pone en marcha y, en la primera visita que realiza al despacho del muerto, descubre que al empresario le gustaba mucho frecuentar a intelectuales y artistas. Era un gran lector amante de la música. En su despacho encuentra muchas referencias a Gauguin (poema incluido) y al Pacífico, pero sobre todo encuentra tres fragmentos de tres poemas en inglés que hablan todos del sur, incluido el “ya nadie me llevará al sur”. Está claro que Pedrell quería irse allá, incluso la secretaria le confirma que compró un billete a Tahití. Pero ¿por qué no se fue? Prosiguen las visitas. Casi todas son un pretexto para comer y beber como la que hace al pintor Artimbau, viejo conocido del detective y amigo de Pedrell. Éste le da información sobre el muerto (era un poco cantamañanas, un poco juguetón) y sobre sus inicios como empresario y cómo llegó a amasar una grandísima fortuna. También le dice que era un hombre rico con inquietudes que se movía entre el ambiente de los empresarios por un lado y los intelectuales y artistas por otro: en cada sector se le miraba como un bicho raro. Su vida era un poco esquizofrénica. Cuando ya se hizo rico, volvió a estudiar e incluso a escribir pero yo creo que carecía de lenguaje. Eso le pasa a mucha gente. Lo tienen todo para empezar a crear y descubren que carecen de lenguaje. Entonces trasladan la literatura a su vida. Esto es un dato importante a tener en cuenta.

La visita a la casa de Pedrell le permite conocer a su hija Yes, una chica un poco desequilibrada que fuma marihuana y esnifa cocaína. Ésta también le da una pista cuando Carvalho le dice que nunca llegó a los mares del Sur: ¿Usted qué sabe? ¿Dónde están los mares del Sur? La chica, en busca de una figura paterna, se le insinúa y más adelante acabarán teniendo un affaire en el que Carvalho, no se sabe muy bien por qué, cae pues no parece que Yes le interese. Yo creo que Carvalho esconde a un hombre tierno muy baqueteado por la vida y por su propia personalidad contradictoria que busca consuelo en el alcohol, la comida y el sexo. La chica, que no pasa de ser “unos polvos”, a la vez le despierta esa ternura (la va a buscar por las Ramblas después de echarla con cajas destempladas. Recorrido que aprovecha para ofrecernos un fresco de la miseria que poblaban esas calles por entonces) e incluso su infancia, donde todo casaba: Llovía duramente sobre la Rambla de Santa Mónica y sintió en la espina dorsal un escalofrío nostálgico de sábanas y mantas, nostálgico de gripes suaves y trajines domésticos en sordina. “Pepe, Pepe, ¿te hago una limonada?” En las manos “La isla misteriosa” y en la radio “Las aventuras del inspector Nichols”, en la voz de Fernando Forga. Entonces todavía no quemaba los libros y creía en la vida.

A continuación vienen las visitas a los socios de Pedrell: el obsesionado con la salud Planas y el sibarita y hedonista Marqués de Munt. Ninguno su amigo. Sólo negocios. No era el entorno que realmente le interesaba a Pedrell. Insisto en que en todas estas visitas la ironía y el sarcasmo de Carvalho, y del autor a fin de cuentas, se despliega a sus anchas. Son los ricos, de un tipo o de otro, los que le mueven a ellas. Nunca la ejercerá con las otras clases sociales que le despiertan más la identificación o la compasión. El culmen llega con su visita a Munt. Un cínico que le invita a degustar un morteruelo y un Chablis, rodeado de una decoración imposible, mientras sólo habla de sí mismo. Pero todos le van descubriendo la personalidad del muerto: algo superficial, caprichoso, narcisista, seductor, sufridor y con sentido de culpa por pertenecer a la clase alta, con una doble o triple o quíntuple vida, amante de la cultura pero poco presto a ayudar a sus amigos intelectuales. Y, a la vez, le van dando pistas. Planas le habla del barrio de San Magín que construyeron para la clase trabajadora en el franquismo y Munt opina: quizá hiciese un viaje, pero no a los mares del Sur […] Un hombre con ganas de desaparecer, desaparece. ¿Sabe qué llegó a decirse cuando yo me marché a las cuevas del Sacromonte? Que me había ido a la Antártida con una expedición financiada por mí. Atentos a esta pista. Es muy reveladora.

Entre la visita a Planas y a Munt, Carvalho, borracho, se mete en un acto sobre la novela negra lo que aprovecha el autor para hacer una sátira sobre el mundo de los escritores (tenían ese aspecto de huevos cocidos que tienen los intelectuales en todas partes, pero en este caso adaptados a la española: parecían huevos duros con menos densidad que los huevos duros de otras latitudes. Sobrellevaban el peso de los huevos sobre los hombros con el lógico exhibicionismo, pero también con esa inquietud subdesarrollada de que el huevo peligraba) e iluminarnos un poco sobre qué es la llamada novela negra: cuando la burguesía no puede conservar el control de la novela empieza a pintarla de colores. Cuando sale, se pierde por las calles mientras su mente reflexiona con lucidez sobre dos temas claves: el amor (tal vez necesitara enamorarse, una cierta dosis de autoengaño, no se puede sobrevivir despellejado, sin posibilidad de meterse en ninguna iglesia, sin rezar no se puede vivir) y su vida (No puedes salir a borrachera diaria. Ni sorprenderte de pronto con las mandíbulas apretadas, como si estuvieras haciendo un esfuerzo interior sobrehumano. ¿Qué esfuerzo interior sobrehumano estás haciendo? ¿Te parece poco? Amanecer. Un día tras otro. Con los caros y mediocres que son por regla general los restaurantes en esta ciudad […] Su único patriotismo era gastronómico […] Repasó su destruida geografía. Le dolió cada violación de su paisaje infantil y cuando estaba a punto de tocar fondo en el pozo de la autocompasión se acercó a una cabina para llamar a su amigo, gestor y vecino de Vallvidrera, Enric Fuster).

A continuación vienen las visitas a la amantes, la más duradera, la snob Adela Vilardell, rica como Pedrell, que tampoco manifiesta ninguna pena y que parece que miente cuando le dice que Pedrell no se puso en contacto con ella durante ese año (un “no” que se le había enganchado algo al subir el aire por el pecho intetado) y la última teenager en la vida conocida de Stuart Pedrell, que también es snob y autosuficiente y que tampoco se muestra nada apenada. A ésta última la invitó a su viaje al Sur pero ella no quiso ir (yo le quería mucho. Era tierno, desvalido. Pero no entraba en mis planes buscar el paraíso perdido).

Esta primera parte termina con un festín y una revelación clave. Carvalho se reúne con su vecino Fuster y un amigo de éste, Beser, experto en literatura. Después de degustar una paella valenciana de verdad y beber de nuevo muchísimo, Beser, entre risas y mucha ironía, averigua quienes son los autores de los tres fragmentos de poesía en inglés que Carvalho había encontrado en el despacho de Pedrell: el primero no hay duda, se trata de un verso de La tierra baldía de Eliot (Leo hasta entrada la noche / y en invierno viajo al sur). El segundo fragmento también está chupado. Pertenece a Los mares del Sur, el primer poema publicado por Pavese: Pero cuando le digo / que él está entre los afortunados que han visto la aurora, / sobre las islas más bellas de la tierra, / al recuerdo sonríe y responde que cuando el sol se alzaba / el día ya era viejo para ellos. El tercero es el que más problemas le da, el verso encontrado en los bolsillos del muerto: Ya nadie me llevará al sur resulta ser al final de Salvatore Quasimodo: el lamento de un meridional que reconoce su impotencia para volver al sur. Su corazón ya se ha quedado en los prados y en las aguas nuboladas de Lombardía. Quasimodo en este poema se muestra como un desarraigado, algo que concuerda perfectamente con Stuart Pedrell. Beser le ilustra sobre el significado del Sur en la literatura del siglo XX: el mito del sur como símbolo del calor y de la luz, de la vida, del renacer del tiempo, aparece continuamente en literatura. La interpretación de estos tres fragmentos juntos y por ese orden nos la da, de nuevo, Beser: los tres fragmentos marcan todo un ciclo de desencanto: la esperanza intelectualizada de leer hasta entrada la noche y en invierno ir hacia el sur, burlando el frío y la muerte. El temor de que tal vez ese sur mítico sea otra propuesta de rutina y desencanto. Y finalmente la desilusión total… Ya nadie le llevará al sur... Carvalho le replica: pero reúne los tres fragmentos cuando sí va al sur. Cuando tiene hasta los billetes comprados y los hoteles apalabrados. Beser nos da de nuevo otra clave: ¿A qué sur? Tal vez había descubierto que aunque fuera al sur nunca llegaría al sur […] me parece que sólo es literatura. Vaya perra ha pillado la gente con lo del sur. Tal vez tuviera sentido antes de los vuelos chárter y de los tour operators, pero ahora ha dejado de existir. El sur no existe. Los americanos construyeron una mitología literaria de la nada y el sur se debe exclusivamente a ellos.

Plazos Y aquí nos quedamos con toda la información recabada por Carvalho y muchas claves que, por ahora, no le dicen nada pero que más adelante irán tomando forma y le iluminarán para la resolución del caso que leeremos ya en la segunda y última parte de nuestra lectura. Para ello, disponemos de una semana más o menos. Leeremos a partir del capítulo que comienza: “Se imaginó a su propio hígado como un animal corroído por el vitriolo”, pág. 142 de la edición que yo tengo, hasta el final de la novela. Es hora de que dejéis en este post vuestros análisis y comentarios sobre esta primera parte. ¡Espero que sean muchos! ¡Ah! Y los que vais más adelantados en la lectura, ¡tened cuidado de no desvelar nada! 🙂

Los mares del Sur: metáfora de la huida al paraíso

26 Feb

Según cómo se mire, ésta es la tercera o la cuarta novela de la saga dedicada por Manuel Vázquez Montalbán al detective Pepe Carvalho. Y digo esto porque en Yo maté a Kennedy (1972) Carvalho, agente de la CIA en aquel momento, aparece por primera vez como personaje secundario. Será con la siguiente, Tatuaje (1975), con la que se inicie la saga realmente dicha y en la que el ya detective es el protagonista. A continuación vendrán La soledad del mánager (1977) y Los mares del Sur (1979), la novela que vamos a leer. Vázquez Montalbán le dedicó a su personaje un total de 16 novelas, las dos últimas póstumas.

Con Los mares del Sur, Vázquez Montalbán conseguirá premios, fama y muchos lectores. Es quizás la novela más leída y más traducida de la saga Carvalho. A partir de su publicación, Montalbán se convertirá en un escritor muy popular en España y fuera de ella. Periodista desde sus inicios, Vázquez Montalbán, fue un intelectual y escritor muy reconocido en todo el mundo.

La acción de la novela se desarrolla en el mismo tiempo en que está escrita: los tiempos de la Transición en España y, más concretamente, en 1979, en las vísperas de las primeras elecciones municipales de la democracia. La Transición que nos muestra Vázquez Montalbán en esta novela es una época difícil, heredera del franquismo, en la que la crisis económica y social campea a sus anchas así como la especulación, sobre todo del ladrillo, y la corrupción, más oculta que en los tiempos actuales en que vivimos. Los empresarios en aquellos momentos se enriquecieron impunemente construyendo barrios periféricos para las clases obreras con materiales baratos y sin estar dotados apenas de las infraestructuras más básicas. El autor ya supo ver desde los inicios de la democracia el desencanto que se avecinaba ante las grandes expectativas creadas por el fin de la dictadura. Es curioso comprobar, al leer la novela, cómo no ha cambiado tanto la sociedad española. Treinta y seis años después seguimos casi igual. La novela resulta muy actual. Resiste muy bien el paso del tiempo.

Podríamos decir que las novelas protagonizadas por Carvalho son novelas negras o detectivescas, aunque su autor siempre prefirió llamarlas novelas a secas, sin etiquetas. Y es que van más allá de novelas donde se resuelve un crimen, tanto por la trama como por lo que la rodea. En estas novelas hay un gran componente social y político no exento de crítica, hay cultura, literatura, reflexiones sobre la vida casi filosóficas y hay comida, mucha, y bebida, también mucha. Y un gran componente moral.

Los mares del Sur es una novela de personajes y de acción. Junto al verdadero protagonista, Carvalho, aparece una Barcelona que se convierte en personaje importantísimo: sus calles, sus bares, sus restaurantes, sus tiendas, sus barrios… Hay una plasmación perfecta de la ciudad y de su estratificación social. En la novela se nos van a mostrar tres clases sociales muy diferentes: la clase alta, la clase obrera y el mundo marginal, con sus diferentes barrios, sus diferentes costumbres y su diferente lenguaje. Toda una galería de personajes y ambientes muy bien definidos que retratan brillantemente la sociedad de finales de los setenta en Barcelona y por extensión en España.

Sobre el detective Pepe Carvalho se ha escrito mucho, incluso el propio autor escribió un artículo titulado: Carvalho y yo: ¿quién es el asesino? a los veinticinco años de la creación de su personaje. En él afirma: las novelas de Carvalho, más allá de la transición española, trazan el viaje desde la edad de la inocencia de la década de los sesenta a la edad de todos los empleos precarios y desempleos estables, esta globalizada edad de la desesperanza. Trasunto del autor, Carvalho le sirve a Montalbán para retratarse y retratar lo que le rodea. Ex-comunista, ex-agente de la CIA, detective privado después en un despacho de 30 metros en el corazón de las Ramblas, investiga todo tipo de delitos junto a su fiel ayudante y cocinero Biscuter, su Watson particular. Vive en una pequeña villa alquilada en Vallvidrera, a las afueras de Barcelona lo que le concede un excepcional punto de vista para la evaluación crítica de una sociedad descompuesta. Está dentro, pues conoce el Barrio Chino y las Ramblas, y sus personajes (como su confidente el limpiabotas Bromuro), al dedillo, y está fuera cuando se retira a su casa desde donde puede poner la distancia necesaria para sus análisis y reflexiones. Carvalho, calificado por Montalbán como un “outsider”, es un hombre solitario, complejo, contradictorio, irónico, llegando en ocasiones a ser sarcástico, crítico, pesimista, escéptico, hedonista y sibarita, tierno y sentimental cuando lo requiere la ocasión… En Los mares del Sur lo encontraremos sumido en una crisis existencial que intenta paliar a través del sexo y la comida. Ambas cosas le atenúan el escepticismo y le ayudan a vivir. Al principio de la novela se comprará una perra, Bleda, en un intento de humanizarse. Además de Biscuter, está Charo (que en esta novela sale poco), una prostituta con la que mantiene una relación intermitente y no exclusiva. Carvalho posee la extraña y conocida afición de quemar su inmensa biblioteca en la chimenea. Cada noche un libro cuidadosamente escogido. En Asesinato en el Comité Central afirma que su etapa de comprador de libros terminó a principios de los años 70 cuando se sorprendió a sí mismo esclavo de una cultura que le había separado de la vida. En esta novela hay mucha crítica en la que ridiculiza al mundillo cultural y literario en particular. Asimismo, al ser un buen gourmet, hay una exaltación del placer de comer los más diversos platos (con recetas incluidas) desde lo más exquisito a lo más popular, como la paella valenciana. Comidas regadas con abundante vino. Hay mucho alcohol también en el mundo de Carvalho.

El personaje del detective se basa en los detectives norteamericanos (Philip Marlowe, Sam Spade…) creados por Raymond Chandler, Dashiell Hammett, Chester Hymes y Ross McDonald, los padres de la novela negra estadounidense: duros, cínicos, solitarios… pero Montalbán lo hace, a la vez, muy nuestro: su crisis, su vasta cultura, su condición de gourmet, su quema de libros, su ironía, su sarcasmo, las múltiples referencias literarias, culturales y políticas, el reflejo de la realidad social, el sexo muy presente en su vida que muestra con un lenguaje erótico muy crudo… y sobre todo su carácter contradictorio que lo humaniza.

Del argumento no voy a adelantar mucho pues hay demasiado misterio que no conviene desvelar: un importante y rico hombre de negocios, Carlos Stuart Pedrell, aparece muerto a navajazos en un barrio extremo de la ciudad cuando desde hace un año todo el mundo lo suponía haciendo un viaje por la Polinesia. Su abogado y su viuda le encargan a Carvalho que investigue qué es lo que hizo durante ese año. No les interesa tanto quién lo mató (no quieren escándalos) sino lo que pudo hacer y cómo esto pudo influir en sus prósperos negocios. Carvalho se lanza a entrevistar a toda la gente de su entorno y va descubriendo la personalidad de Stuart Pedrell: cincuentón en crisis, avispado hombre de negocios pero, a la vez, muy interesado por el arte y la cultura en general, se rodea de intelectuales, artistas y escritores. Es un hombre culto y refinado, narcisista y mujeriego, que se obsesiona con el pintor Gauguin, un banquero francés que abandonó su carrera financiera para establecerse como pintor en la Polinesia. Parece que decide seguir sus pasos en pos de ese Sur mítico (tan presente en la literatura símbolo de la verdadera vida) que le puede salvar. Decide cambiar de vida perseguido también por su sentimiento de culpa. Es un personaje complejo, contradictorio, que vive varias vidas a la vez. Pero ¿realmente se fue a los mares del Sur? ¿Cómo, entonces, pudo aparecer muerto en la misma Barcelona? ¿Qué hizo ese año? Ahí está el misterio que tiene que desvelar Carvalho.

Los mares del Sur está escrita en tercera persona pero focalizada en el punto de vista de Carvalho. El estilo está impregnado de una ironía muy sutil que, a veces, es simple y puro sarcasmo, es directa, legible, realista pero con tintes poéticos, sobre todo en las descripciones (no olvidemos que Montalbán fue también un gran poeta). Es una novela escrita tanto para el gran público como para lectores más selectos y exigentes. La novela posee múltiples lecturas, depende de si queremos quedarnos en la superficie o ahondar en las múltiples referencias de la que está plagada. Nosotros en nuestra lectura intentaremos esto último.

Como es lógico, dada la talla del escritor, hay numerosos documentos en la red a los que podemos acceder. Yo he hecho una selección. Primero destacar la entrevista perteneciente al programa Epílogo, que si recordáis consistía en amplias entrevistas realizadas a personas importantes que se emitían después de su muerte. En este caso la entrevista a Manuel Vázquez Montalbán se emitió el 18 de octubre de 2003 y dura algo más de cincuenta minutos. Merece la pena. Incluyo también una entrevista al escritor realizada por Canal Sur en 1998 para conmemorar los veinticinco años de la creación del personaje de Carvalho. Respecto a documentos escritos os dejo aquí el enlace a la página oficial de Club Cultura, muy completa, dedicada a Vázquez Montalbán y a su obra (incluye el artículo que os mencionado sobre Carvalho y yo). Asimismo, incluyo un perfil del autor realizado por el escritor y periodista Manuel Vicent en el diario El País. Como curiosidad, deciros que en 1989 se realizó una versión cinematográfica de Los mares del Sur dirigida por Manuel Esteban con Juan Luis Galiardo en el papel de Carvalho.

Y para terminar os dejo con las palabras de otro escritor español de novela negra, Juan Madrid: La serie Carvalho es una serie mayor en la historia de la literatura contemporánea en lengua española.

Plazos
Dividiremos la lectura en dos partes. La primera nos llevará hasta la página 141. A lo largo de una semana más o menos leeremos esta parte y podremos ir dejando comentarios generales sobre lo que nos va sugiriendo la lectura. Cuando publique, al cabo de esa semana, el post de análisis de esta primera parte ya nos explayaremos más en los comentarios sobre ella. Asimismo, en este post podéis dejar vuestros comentarios sobre este análisis general que he realizado o sobre los links que aporto o sobre el escritor, el personaje…ya que son tan populares. ¡Buena lectura!

Nuestro próximo libro: Los mares del sur de Manuel Vázquez Moltalbán

18 Feb

Nos venimos a España de la mano de uno de los escritores más completos y dotados del siglo XX. Para mí es un placer leer con vosotros un libro de Manuel Vázquez Montalbán (Barcelona 1939 – Bangkok, 2003). Poeta, novelista, ensayista y periodista, Vázquez Montalbán forma parte del grupo de intelectuales indispensables para entender la segunda mitad del siglo XX en nuestro país. Fue una pena que nos dejara tan pronto. Se le echa de menos tanto como escritor como por analista de la situación política y social de nuestro país.

La obra que vamos a leer es Los mares del Sur (1979), la novela que le dio la fama al ganar con ella el Premio Planeta de ese año así como el Prix International de Littérature Policière. Pertenece a la numerosa serie de novelas negras que escribió protagonizadas por su famoso y singular detective privado Pepe Carvalho y es una de las más emblemáticas. Fue incluida en la lista, realizada por el periódico El Mundo, de las 100 mejores novelas en español del siglo XX, en la que participaron para su elaboración, además de numerosos y prestigiosos críticos, más de 20.000 lectores. Los mares del Sur ha sido traducida a más de veinte idiomas.

El detective Carvalho es uno de los personajes más universales y leídos de nuestras letras, seguramente muchos de vosotros, sobre todo si os gusta la novela negra, hayáis leído alguna de estas novelas que van mucho más allá del género policiaco siendo, a la vez, novelas sociales, políticas e incluso gastronómicas.

En este caso nos vamos a la Barcelona de la Transición con la democracia recién estrenada. Un importante hombre de negocios, al que se le suponía de viaje por los mares del Sur desde hacía un año, aparece asesinado en un solar abandonado de un barrio periférico de la ciudad…

La edición que vais a leer los que recojáis la novela en la Biblioteca Fórum es una edición que se publicó en 2009 conmemorando el 30 aniversario de la obra. Contiene un prólogo y una entrevista a Vázquez Montalbán realizada en 1995 por Quim Aranda, así como fotografías y citas del propio autor.

A partir de mañana jueves podéis pasar a recoger vuestro ejemplar en la Biblioteca Fórum. Los que vivís fuera de Coruña disponéis de más o menos una semana para conseguir el libro editado por Planeta.

No os olvidéis de devolver vuestro ejemplar de Un árbol crece en Brooklyn. Gracias.

Nos encontraremos aquí en una semana para empezar a leer esta interesantísima novela. Mientras, podéis continuar dejando vuestros comentarios finales sobre Un árbol crece en Brooklyn.

La soledad inmensa y definitiva de la reina sin espejo

13 Jun

He titulado el post con la última frase de la novela pues está llena de significado y cierra magníficamente este notable thriller así como el último capítulo de la novela que me parece de lo mejor del libro: el encuentro final entre Vila y Altavella (que muestra la complejidad y lo contradictorio del ser humano) y la visita al Tibidabo del sargento y la cabo que deja una puerta abierta a un posible acercamiento más personal en el futuro (hay otras alusiones en el libro), teniendo además en cuenta que Vila parece haber dado la espalda al pasado sentimental que le torturaba.

Esta última parte comienza con la detención del amante de Neus gracias a las conversaciones a través del chat que le pone como cebo “Loba verde” (la cabo Chamorro ayudada por Tena) y el acceso al último móvil de prepago que tenían pendiente y que resulta ser de este mismo: Luis Vinuesa. Todos los datos coinciden. Es él y, a pesar de un primer interrogatorio en el que niega conocerla, no tarda en cantar. El Rey Rojo está asustado y les cuenta su relación con Neus y la última noche que pasó con ella, pero niega rotundamente ser el autor del asesinato. El capítulo dedicado al interrogatorio, realizado por primera vez por Chamorro, es brillante, estás viéndolo, sigues todos los pasos como si estuvieras presente. Vuelvo a recalcar, y a agradecer, la claridad y la maestría con la que Silva narra.

Vilas y Chamorro están convencidos de que Vinuesa es el asesino y que es un crimen pasional. No saben qué pensar ante su negativa. Pero Vinuesa pronto vuelve a cantar y dice que fueron otros los que asesinaron a Neus ofreciéndole mucho dinero a cambio de que les diera paso a la casa para hacer unas fotos comprometedoras y publicarlas. Él no sabe por qué lo hizo, por dinero, fama, despecho, estupidez… está desesperado porque se siente culpable de su muerte (aunque nunca pensó que fueran a matarla), pero él no la mató. El sargento y la cabo se dan cuenta de que, de alguna manera tienen que empezar de cero. Se encuentran perdidos. Un asesinato por encargo, ¿pero quién? En ese momento la suerte viene a llamar a su puerta (¡qué casualidad!) a través de uno de los móviles que tenían interceptados que resulta ser de una mujer que habla en rumano (pero allí tienen al gasolinero testigo y rumano para traducirles al momento) que está muy asustada. Los lectores yo creo que ya nos estamos dando cuenta por dónde van los tiros pues  nos acordamos del reportaje que Neus había hecho sobre el mundo de la prostitución, pero los investigadores siguen sin entender nada. Y, de pronto, aparece otro cadáver de una mujer que resulta ser una prostituta rumana y que Vila identifica (a pesar de tener la cara pixelada) como una de las prostitutas que daban su testimonio en el reportaje de Neus. Los Mossos que son los que la han encontrado y la Guardia Civil deciden trabajar juntos desde ese momento.

Gracias a las llamadas de teléfono que recibió Vinuesa de los asesinos, una banda de rumanos, los localizan en una nave de un polígono. Llegamos así a un trepidante capítulo 19,  no en vano titulado “El Rey Rojo”, en el que se resuelve todo, tiroteo incluido debido a un despiste de Vila (es humano y se agradece) en el que resulta muerto uno de los rumanos. Detienen a la banda mafiosa con el añadido de dos policías corruptos, uno de ellos el tal Cruz que canta todo cuando le interrogan. Neus estaba preparando un segundo reportaje mucho más comprometedor sobre las redes de prostitución y había que callarla de alguna manera. Fin de la investigación y de la historia. Una sólida novela, bien planteada y bien resuelta a pesar de algunos flecos, que nos ha mantenido atrapados hasta el final. Me apetece terminar con unas palabras de la novela: lo único sabio es creerse algo y entregarle el corazón. Ni siquiera importa que tenga mucho sentido, porque nadie sabe para qué estamos aquí.

Os dejo a vosotros los comentarios sobre, por ejemplo, la personalidad compleja de Neus, de Altavella, de su relación atípica, de las reflexiones de Vila… o de lo que queráis.

Plazos

Dedicaremos una semana a comentar esta última parte y todo el libro en general. Algunos todavía no os habéis pronunciado. ¡Y hay mucho que comentar! Venga, es vuestro turno.

El Rey Rojo

5 Jun

1795415175_3571fd50cc_mLa novela prosigue con el mismo tono que la primera parte. La investigación sigue su curso con orden y minuciosidad salpicada con las reflexiones de todo tipo por parte de Vila en las que constatamos que no responde al arquetipo que se tiene de un Guardia Civil. Yo por mi parte agradezco al autor esta huída de los tópicos aunque algunos de sus compañeros lo ven diferente, como el sargento Juárez que le dice, ante un despliegue poético: Tío, eres raro. Definitivamente. Y vosotros, ¿qué opináis del sargento Vila?

En medio de la investigación hay un cambio de juez. Carolina Perea, será la juez que se encargará del caso. Una juez aplicada y trabajadora que sorprende favorablemente a Vila y que dará su jugo más adelante. Chamorro descubre entre los documentos del ordenador de la víctima un misterioso diario escrito en inglés y en clave. Vila lo lee y comprueba que es una escritura hermética de la que no saca nada en limpio hasta que en una entrevista que le hacen al viudo, el escritor Gabriel Altavella (un auténtico “tour de force” entre el escritor y el sargento del que ambos salen casi amigos), éste pone en evidencia al culto y voraz lector Vila: La clave no puede ser más obvia. No me digan que no se les ha ocurrido. ¿Ninguno de ustedes ha leído Alicia a través del espejo? El diario está plagado de citas de la obra de Lewis Carrol. Este guiño literario que introduce el autor como parte importante de la trama, tanto como para utilizarlo para el título de la novela, se va a convertir en la principal pista a seguir. A través de su análisis y de e-mails, los investigadores llegan a la conclusión de que Neus tenía un amante con el que mantenía una relación en principio de índole sexual. El hombre joven y moreno con el que pasó la noche del crimen y que, posiblemente, es el hombre que retrataron en el entierro con expresión de temor, se convierte en el principal sospechoso. Las iniciales R.K corresponden a Red King (el Rey Rojo) personaje de la novela de Carrol. Neus Barutell adoraba este libro y lo utiliza, en clave, para hablar de sus sentimientos y preocupaciones más allá de su relación con R.K. Con ayuda de Altavella conjeturan que Neus se referiría a que el sueño de ser reina no sigue más allá. Que tenía problemas y era consciente de ello / Neus andaba metida en alguna clase de apuro: lo estaba pasando mal, como tú imaginabas. Eso quiere decir que aumentan las posibilidades de que su muerte no fuera totalmente aleatoria / ¿Estaba Neus, tan deliberadamente, embarcada en una estrategia de autodestrucción, o cuando menos, destinada a poner a prueba la seguridad y las certezas de su mundo? ¿Existía algo más que su relación extramatrimonial que le hacía temer por su vida? Aún es pronto para saberlo. Altavella continúa haciendo suposiciones: el espejo es el mundo irreal. El mundo en el que vivía ella durante gran parte del tiempo, y que a mí tampoco me es del todo ajeno. Ese mundo en el que no eres tú mismo, sino un personaje a quien sueñan los demás. […] Tal vez lo que Neus quisiera decir con esa frase no era que el sueño se había terminado, sino que ella misma deseaba acabar con él; no con todo, sino con la parte de mentira y de impostura que implicaba. Más adelante Vila afirma: yo sólo pensaba en el Rey Rojo. En lo que había podido mover a Neus a abdicar de sí misma hasta el extremo de mezclarse con aquel muñeco, colgarse de él y, unos meses después, acabar cosida a puñaladas sobre la cama que según todos los indicios acaba de compartir con otro don nadie.

Mientras, continúan las investigaciones del Audi A3 plateado del acompañante de la víctima, de las direcciones de mail con las que Neus mantenía un contacto personal, de los teléfonos móviles prepago de propietarios anónimos (tres de los cuales llamaron a Neus el mismo día del crimen) que será también parte importante de la resolución del caso, del mundo de la prostitución barcelonesa a través de la entrevista con dos policías expertos en la materia (la cabo primera Jimena y el inspector Cruz) que les dicen que el reportaje que Neus hizo para televisión no era una amenaza para las mafias, que se quedaba en la superficie.

Terminamos esta parte de la novela con la cabo Chamorro intentando contactar anónimamente vía chat, a través de una cuenta de mail que ha conseguido en sus pesquisas, con el supuesto amante de la víctima: Ruben, he conectado.

Plazos

Continuamos la lectura, a lo largo de una semana, a partir del capítulo 15 El caballero blanco, hasta el final de la novela.

¡Venga animaos a dejad vuestros comentarios!