
Power of the sea. Foto en flickr de Iqbal Osman 1. Algunos derechos reservados
Prosigue la relación entre Leslie y Deirdre. Después del episodio de las fotos, al hombre no le resulta nada difícil lograr que aflore el lado más turbio de la joven haciéndole escribir para él cualquier pensamiento, con tal de que fuera guarro. Parece que Deirdre haya estado esperando toda su vida a que viniera alguien a pedirle algo así ya que se entrega con verdadera dedicación a ello. En realidad, le encanta, tanto como para un día hacerlo en la iglesia: tendría que estar avergonzada, pero no lo estaba; estaba exultante. Él ha encontrado la horma de su zapato, y viceversa. Hay un halo turbio en todo lo que ocurre en esta novela, sobre todo en el comportamiento y pensamientos de algunos de sus personajes, que proviene directamente como consecuencia de ese oscuro Dublín años cincuenta, tradicional, asfixiante, católico hasta la médula y, por lo tanto, hipócrita. Sexo, drogas, alcohol, corrupción, chantaje son la otra cara inevitable de la moneda.
Deirdre no sabe con seguridad qué es lo que siente por Leslie. A la par de su relación con él, necesita mantener su vida con Billy y su familia, la vida normal, la vida real, aunque no pueda compararse con la intensidad que disfruta con Leslie. Necesita de las dos vidas, completamente separadas, como sus dos nombres: En una vida es Deirdre y en la otra, Laura. Ambos nombres, ambas personalidades la completan, la hacen una. Aunque no es tan sencillo, a veces se asombraba al reparar en los sentimientos contradictorios que tenía hacía él. Incluso, ella, que parecía que no quería tener hijos, como había dicho Billy, le produce una sensación de vacío en el estómago no poder tener un hijo con Leslie, como si le hubiesen arrancado una parte de ella. Las cosas son más complejas de lo que parecen. En su proceder turbio, ambiguo, desenfrenado habita la sombra de su padre. El lugar al que le ha llevado Leslie era como un lugar que hubiera visitado durante la infancia. La promiscuidad de él, que le espeta a la cara sin pudor, a ella no le importa. Se ha lanzado ya a sus brazos y todo está permitido. Leslie es el “todo vale”, desde que la maltrate ligeramente o que la dé drogas hasta llevarle a su casa cuando Billy está de viaje y hacer el amor en su propia cama. Finalmente Deirdre sabrá que Kreutz le hizo fotos esa tarde en la que la “durmió” con sus pócimas. El tipo de fotos que anteriormente había hecho a todas sus “pacientes”. Y lo sabrá porque las envía al Salón de Belleza en un sobre a nombre de Leslie que ella intercepta.
El círculo de chantaje que se tienen montado ambos, Kreutz y Leslie, se va a volver en su contra. Kreutz hace las fotos a mujeres maduras y adineradas ávidas de sensaciones fuertes, Leslie se las liga y se lo pasa bien además de chantajearlas a ellas y a sus maridos, enviándoles las fotos y amenazándoles con hacerlas públicas. Sacan dinero. Pero Leslie se lo gasta todo en su adicción o en sus juergas o ligues. Ese dinero y el que da el Salón de Belleza. Todo. Kreutz parece no saberlo: Ya no puedo más. Es demasiado para mí. Me resulta imposible mantener ese negocio que ella y tú tenéis en marcha. ¿Cuándo empezará a dar dinero? Se supone que me tienes que dar todo lo que ya te he dado. Por ese motivo le ha enviado las fotos de Deirdre a Leslie. Kreutz es débil, un enfermo, y Leslie, como bien habéis dicho, es un psicópata sin ningún escrúpulo: escúchame bien, negro de mierda, o alemán de mierda, o lo que quiera que seas, so mierda. ¿A ti se te ha ocurrido que podías chantajearme? Consigue todos los negativos (le ha herido previamente con agua hirviendo) que se los da a Deirdre. Pero todo es un simulacro: no le dijo lo que había hecho con la primera foto impresa, la que le había enviado Kreutz a él, y tampoco le dijo que se había guardado otra para sí, por los viejos tiempos. Porque para Leslie todo lo que ha habido entre Deirdre y él ha terminado una vez conseguido su objetivo. El psicópata de Leslie Swan no siente nada, no le importa nada. Es un narcisista, que se anestesia con morfina, sin ningún sentimiento y sin ningún escrúpulo que utiliza a las mujeres para sus propios fines: de pronto apenas la conocía […] podría haber sido cualquiera […] Se había servido de ella sin saberlo, y ahora estaba hecho. Estaban por llegar las protestas de costumbre, las lágrimas, las súplicas, los chillidos y las recriminaciones, todo lo cual no estaba llamado a durar. Tenía sobrada experiencia en poner fin a las cosas.
Y entonces todo se precipita a un abismo sin final: Deirdre se entera a través de una llamada del banco de que Leslie había arruinado el negocio. Completamente. La joven, en shock, se va a casa y, después de vomitar, se pone a beber whisky. Antes, intentando localizar a Leslie, ha llamado a su casa y ha hablado con Kate, que se ríe de ella con sarcasmo, y, un rato después, se presenta en su casa, pero a Kate, finalmente, sólo le da lástima, pobre puta estúpida, y se marcha: Dios todopoderoso, mira qué pinta tenemos las dos, engañadas por esa… rata. Deirdre, presa ya del pánico, se da cuenta de que no es el dinero lo que le importa, no. Es Leslie: estaba perdiendo a Leslie, a quien amaba de una manera tal como nunca había amado a nadie, tal como jamás volvería a amar a nadie. Algo se rompe en ella definitivamente.
Empieza la tercera y última parte de la novela con un Leslie solo, buscando morfina, sin techo ni lecho y asaltado por pensamientos y justificaciones de todo tipo: Joder, con todas esas malditas mujeres diciéndole a todas horas que lo amaban, y que de pronto se convertían en un engorro, ¿qué otra cosa podía hacer él? ¿Qué habría hecho cualquiera en su lugar? […] ¿acaso era culpa suya? […] Ésa era otra de las cosas que nadie entendía con respecto a él: su inocencia esencial, su carácter irreprochable en el fondo. Nada de lo que pudiera hacer lo hizo nunca con mala intención […] la foto que él mismo había enviado por correo con mero ánimo de broma […] a fin de cuentas, ¿no había sido en el fondo una broma inocente enviar la fotografía? No se había propuesto hacer tanto daño. Asimismo, se ha dado cuenta de que fue Kreutz, por venganza, quien ordenó a unos matones que le dieran una paliza, además de negarle “la medicina” a Phoebe y haberle intentado chantajear: desde luego, el Doctor empezaba a estar muy necesitado de que le pusiera los puntos sobre las íes.
Hackett llama a Quirke porque han encontrado el cadáver de Kreutz y le cita en la casa del doctor: Parece ser que su esposa lo conocía. La esposa de Billy, claro está. Y ahí hay una coincidencia, ¿no? Primero muere ella y ahora a este pobre tipo lo asesinan. Y… aquí estamos usted, y yo, y el apenado viudo, y sabe Dios quién más, y todos nos hallamos de alguna manera conectados unos con otros. ¿No se le hace extraño? Y claro que están todos conectados, y de qué manera. A estas alturas ya todos piensan, ¿pensamos?, que el asesino de Deirdre Hunt y de Kreutz es Leslie White, y así se lo dice Quirke a Phoebe, mientras la acompaña a casa, presintiendo además que su hija se está viendo con él. A Phoebe le brillaban los ojos en las sombras. Estaba sonriendo de un modo casi salvaje […] – Qué bien. A lo mejor también me matará a mí. Y dando media vuelta se mete en su casa. Quirke se queda parado unos instantes para alejarse después lentamente. En esos instantes oyó a su espalda el grito acelerado y un aleteo breve en el aire y el estrépito y se volvió y a la luz sulfúrica de la farola vio al hombre del traje blanco, lo vio empalado por el tórax en las lanzas de la verja negra, con los brazos y las piernas moviéndose aún, y la larga cabellera plateada colgando del revés.
Pero acompañemos a Phoebe a su casa porque allí está la respuesta a todo: un hombre, que inicialmente ella piensa que es Quirke (pero ¿cómo es posible que esté allí?) se abalanza sobre Leslie que también está allí y lo lanza por la ventana: no era Quirke, sino alguien a quien ella no había visto nunca. Era casi tan grandullón como Quirke, y tenía una cabeza grande, cuadrada, y el cabello rojizo, ralo. Billy Hunt.
Ya tenemos a nuestro asesino. ¿Os lo habías imaginado? ¿O, por el contrario, pensasteis que era Leslie? Está claro que el autor nos hace creer, sobre todo hacia el desenlace, que ha sido este último y su personalidad psicótica empuja a creerlo desde casi el principio. Me gustaría saber vuestras opiniones sobre cómo plantea el autor este engaño, si os parece logrado (planteamiento muy típico de las novelas negras: hacernos creer que el asesino es el que no es y que el verdadero asesino parezca inocente). Billy, el grandullón, parece inocente, ¿o no? Si leemos con atención, desde el principio Black va dejando caer pinceladas sobre Billy que nos pueden hacer pensar. Especialmente en el capítulo que abre esta parte de nuestra lectura, dedicado a él, podemos leer: ¿Qué se apodera de un hombre para que se obsesione por una mujer, y qué se le mete a ella en la sangre para obsesionarse con él? […] La ira, comprendió, era en esos momentos un estado de ánimo para él permanente. Y eso no podría cambiar nunca. No sólo su esposa, sino el mundo entero lo habían maltratado, le habían hecho daño […] Tuvo la extraña y seguramente errónea sensación de que Billy se estaba riendo de él […] Pero yo no soy inofensivo, Quirke. Yo no soy inofensivo en absoluto […] Parecía, a ojos de Quirke, saciado, saciado e incluso cómodo, ¿no?, como si supiera a ciencia cierta algo que ni Quirke ni el resto del mundo pudieran siquiera soñar.
Pero Billy logra engañar a Quirke, aunque no a Hackett, que piensa que fue a casa de su hija porque estaba vigilando a Leslie, al que creía el asesino de su mujer, y que una vez allí perdió la cabeza y lo mató. ¿O no lo cree realmente pero necesita creerlo para salvar a su hija, a la que ya ha hecho tanto daño, de comparecer en un juicio? ¿Qué opináis?
Billy Hunt era plenamente consciente de que la gente lo consideraba un poco bobo, pero no lo era ni de lejos. En los planes de Billy no entraba enamorarse tan perdidamente de Deirdre Ward. Tanto como para estar ciego ante lo que él, que no tenía un pelo de tonto, en circunstancias normales hubiera perfectamente visto. Tuvo que enviarle Leslie la fotografía para caer del burro y estamparse contra el suelo y contra la verdad. Y enloquecer, de dolor, de celos, de venganza. Pobre Deirdre. La habría perdonado, estaba seguro de que la habría perdonado, con sólo que ella le hubiese pedido perdón, con que se lo hubiera suplicado una sola vez. Él es el asesino de los tres y el que encarga darle la paliza a Leslie: en su fuero interno a veces reinaba ahora la confusión, se le desmandaba el orden cronológico de los hechos, de modo que le parecía que primero fue Kreutz, e incluso Leslie White, y luego fue Deirdre, después de los otros dos. Pero no. Al llegar a casa y ver sus ropas tiradas por el suelo, esas sucias ropas igual que las fotografías, coge una jeringuilla, nunca había puesto una inyección a nadie, y le inyecta la morfina: rebuscó en su interior, en busca de algún sentimiento de culpa, de pesadumbre, de arrepentimiento aunque fuese, pero no halló nada: estaba en paz. Había sido necesario deshacerse de ella: de lo contrario, él no habría sido capaz de seguir viviendo. Ella había pasado a ser un repentino veneno en su vida, no era ya la Deirdre que él conocía, o que creía haber conocido, sino aquel ser de la fotografía, aquel monstruo. Sí, no tuvo elección. Un veneno por otro.
La novela termina con un epílogo en el que Quirke se coge una borrachera de tomo y lomo. Cuando despierta a la intemperie, hay un solo pensamiento en su mente: Salvarla. Era su hija. Era preciso que encontrase la forma de hacerla regresar a la vida. Pero Quirke permanece en pie, paralizado: no supo adónde ir. No supo qué hacer. Demoledor final para una novela quizá irregular pero a mi parecer muy interesante, especialmente en lo que respecta a la psicología de los personajes, y sobre todo excelentemente escrita.
Plazos
Es hora de vuestros comentarios, que espero que sean muy numerosos, sobre esta parte final y sobre la novela en general. Disponéis de una semana para ello. Ahora sí que os podéis explayar sobre todos los temas, los personajes, el desenlace y sobre todo aquello que consideréis digno de mencionar.
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