
Bon Iver @ Oya 2012. Foto en flickr de aktivioslo. Algunos derechos reservados.
Canciones de amor a quemarropa se abre con la siguiente cita de Moby Dick de Herman Melville: Pero levanta el ánimo, muchacho, preferiría que me mataras tú a que cualquier otro me mantuviera vivo. En palabras de Nickolas Butler: en esta lectura creo que lo que más me golpeó fue la amistad entre Queequeg e Ismael, así como la fraternidad a bordo del barco. Al autor, que la leyó mientras escribía su debut literario, le pareció que esta frase era un buen resumen de su novela.
Esta primera parte que vamos a analizar se divide en cinco capítulos que corresponden a cada uno de los cinco protagonistas. La novela comienza con un largo capítulo en la voz de Henry, al que le siguen tres capítulos cortos correspondientes a Lee, Kip y Ronny, para terminar con otro muy largo en la voz de Beth. Como ya en esta primera parte vamos a poder conocer las cinco voces narrativas en las que está escrita la novela, os quería preguntar si advertís un tono diferente en cada una de ellas.
Henry comienza hablando de Lee (¿Quizá el personaje más importante? ¿Qué opináis?) para continuar presentándonos a los otros tres restantes amigos. Utiliza la primera persona en plural que yo creo que simboliza a veces al grupo, otras al pueblo y otras a él y su mujer, para dejar claro desde el principio el carácter coral de la narración. También desde el principio se aprecia que son buenos, generosos, amigos de verdad, con la excepción de Kip que es el que parece tener más diferencias y distancia con el resto. Lee es el mejor amigo de Henry, lo son desde los ocho años, y se percibe claramente que todos le quieren y le admiran mucho: De todos nosotros, él era el mejor. Componía canciones sobre nuestro rincón del mundo […] sus canciones era nuestros himnos. Pero Kip y Lee no parecían precisamente íntimos. Que yo supiera, Kip no tenía ni un solo disco de Lee.
Sin embargo, Henry valora a Kip: Lejos de nuestras granjas y nuestras fábricas, Kip se había abierto camino manejando los frutos de nuestro trabajo. Pero lo respetábamos igual. Era inteligentísimo, eso para empezar. Además, Kip ha vuelto al pueblo para reformar la fábrica de piensos del centro del pueblo, abandonada desde los años ochenta, y convertirla en Despachos. Talleres. Restaurantes, pubs, cafés... Esta fábrica ocupa un lugar muy importante para todos ellos, es casi otro personaje más: la construcción más alta del lugar, su silo de seis pisos siempre se había alzado sobre todos nosotros, imponente, proyectando unas sombras que eran el reloj de sol de nuestros días. Kip ha vuelto para traer modernidad al pueblo y porque, como Lee, siente nostalgia del lugar donde creció que parece que ejerce como un imán sobre ellos.
A continuación, Henry nos cuenta el accidente de Ronny y en cómo se transforma en una versión al ralentí de sí mismo […] pero aquello no le convertía ni en tonto ni en discapacitado, aunque me pregunto si no era así como lo tratábamos de vez en cuando. Todos le van ayudar mucho a recuperarse, también de su alcoholismo. Lo cuidan con mimo, quizá en exceso. Ronny es la bondad personificada. Y un motivo más para que consideren a Lee su héroe es que éste se va a encargar de todos los gastos de su gran amigo Ronny, que simplemente lo idolatra. Y Henry se pregunta por qué Lee es tan amigo de Ronny: pues claro: los dos eran solteros, amiguitos que se habían hecho mayores sin mujer ni hijos que les fastidiaran la diversión (¿Quizá envidia de que su mejor amigo quiera tanto a Ronny?).
La boda de Kip se acerca, se va a casar con Felicia que es una mujer de Chicago muy guapa e inteligente. A todos les extraña que le haya pedido a Lee que cante en su boda: a mí Kip me cae bien, ya lo sabes, pero no somos íntimos. Pero Lee lo va a hacer por los viejos tiempos y porque cree que Kip está haciendo cosas buenas por el pueblo. La fama le ha traído a Lee soledad: me falta gente en la que confiar. Gente que no quiera nada de mí. Eso termina cambiándote, ¿sabes? Y yo no quiero que me cambie. Quiero ser capaz de volver y vivir aquí y ser quien soy, nada más. Con vosotros. Aunque Lee tiene una sorpresa: está enamorado de Chloe, una famosísima actriz que va a venir a la boda.
Henry apenas nos habla de él ni de su vida ni su familia, sólo pequeñas escenas cotidianas. Su vida perfecta con su amada Beth y sus dos hijos. Pero podemos percibir que son felices y llevan una vida sencilla, con algún apuro económico, en su querido Little Wing. Buena gente. Casi todo el capítulo de Henry está enfocado a ensalzar la bondad y la amabilidad de Lee como cuando cuenta la despedida de soltero de Kip y descubren que éste no ha invitado a Ronny. Lee lo arreglará todo. Kip no va a quedar muy bien parado mostrándonoslo como “un maldito yuppie”. Y Lee se va calentando contra Kip: y entonces vi que algo había cambiado: ya no eran amigos, ya ni siquiera se llevaban bien, ahora no eran más que dos hombres que no se soportaban, dos hombres que lo único que compartían era una geografía común.
Por fin llega el día de la boda y Henry, Beth, Ronny, Lee y Chloe, que acaba de llegar, pasan la mañana juntos en la granja de Lee antes de la ceremonia que será por la tarde. Todo es armonía, risas (ayudados por algunos canutos), amistad. Pero Kip, de nuevo, va a estropearlo todo porque ha traído a paparazzi, helicóptero incluido, (oye, eres famoso. Tu novia es famosa. No sé, pensé que ya estarías acostumbrado a estas cosas) y eso Lee no lo puede permitir: ¡Aquí no, tío! ¡Aquí nunca! Este es mi hogar, ¿vale? […] Cantaré una canción. Y luego se acabó. ¿Me oyes? Para siempre. No vuelvas a llamarme nunca más. ¿Entiendes? Aun así la boda transcurrirá sin incidencias. Tiempo después, ya de vuelta a Nueva York, Lee les enviará una invitación para su próxima boda con Chloe.
Y ahora es Lee el que toma la palabra. Después de la boda de Kip, él y Chloe pasan unas semanas de ensueño en Little Wing: Esas semanas que pasamos en casa después de la boda de Kip fueron de las más felices de mi vida […] Quería descubrirle mi mundo, hacer que se enamorara de Wisconsin. Pero Chloe no está por la labor, no quiere, no puede, ser una persona normal: llevo ya mucho tiempo sin querer ser normal. Me gusta mi vida. Me gusta Nueva York. En Nueva York está todo […] La gente como tú y como yo, Lee, no vive en pueblos. Y Lee quisiera poder explicarle lo que le une a este lugar, quién es él verdaderamente: aquí podía vivir sin apenas dinero; no tenía en qué gastarlo ni a quién impresionar. Aquí a la gente sólo le importa tu espíritu de trabajo, tu amabilidad y tu capacidad. Yo volví a Little Wing y aquí descubrí mi voz […] Y cada vez que vuelvo aquí me encuentro rodeado de gente que me quiere, que se preocupa por mí, que me protege como si levantara una tienda de calor. Aquí escucho cosas, aquí el mundo tiene un latido distinto, el silencio suena como una cuerda que alguien hubiera rasgado millones de años atrás, música en los álamos y los abetos y los robles, hasta en los campos y en el maíz que se seca al sol. ¿Cómo le explicas todo eso a alguien? ¿Cómo le explicas todo eso a alguien a quien quieres? ¿Y si no te entiende?
Es el turno de Kip. Y, curiosamente, después de haber comprobado su comportamiento en su boda y el rechazo y el enfado que ha provocado en todos, me encuentro con una voz poética en un hermoso flashback en el que coloca al pueblo como personaje esencial. Un canto de amor a Little Wing y a sus amigos. El leitmotiv del capítulo va a ser esa fábrica de piensos que él quiere reformar. Y entendemos porqué ha vuelto al pueblo: porque quiere, justo, devolver a la vida a esa vieja fábrica que fue tan importante, tanto, para todos. Ya que cuando tenían catorce años se subían a la azotea de la fábrica abandonada, cargados de cervezas y porros los cuatro amigos porque en la cima de esos viejos silos de cementos y de madera habíamos descubierto trechos angostos donde tumbarnos boca arriba a contemplar las estrellas, beber cerveza, fanfarronear, soñar. Y hablaban de largarse muy lejos de allí. Henry y yo preferíamos las mañanas. El alba, el amanecer […] alguna que otra mañana sí que subíamos por esos peldaños de acero corrugado hasta la cima de los silos y nos poníamos a esperar en el aire frío y azul, vislumbrando a duras penas nuestro aliento […] No hablábamos mucho durante aquellas mañanas; nos quedábamos allí, mirando a lo lejos como si estuviéramos esperando a que llegara un barco. El lenguaje que utilizan todos, especialmente Lee y Kip, cuando se trata de describir a su lugar de origen es pura poesía. Son esos momentos, de alto voltaje estilístico, cuando la prosa del autor se eleva hasta esos cielos de Wisconsin para contemplar el paisaje y lograr transmitirnos su amor por él. No logro recordar quién era yo entonces, versión adolescente de mí mismo, ni qué pensaba. Supongo que, como el resto, me sentía inquieto. O tal vez solo. Quién sabe si allí arriba, en lo alto de los silos, llegué a creer que podría ver algo: mi futuro.
Lee y Ronny preferían el crepúsculo, ver salir la luna […] y en lo alto de esas torres, los dos con las piernas temblorosas […] los dos: siempre colocados, siempre cantando “Idiot Wind” o “Meet Me in the Morning” […] Pero los atardeceres… Con ellos entendí que Lee era distinto, que tal vez estuviera destinado a la fama […] ¿Lo oís? ¿Oís ese tono, esa nota? Lo juro, ese color de allí, es rosa. Cuando esa rosa empieza a sonrojarse suena como esta nota. No puedo describirla, es una nota aguda y delicadísima. ¿Y oís ese naranja de allá? El de color mermelada no, el otro, el melocotón. ¿Lo oís? Joder. ¡Me muero de ganas de que lleguen los azules! ¡Los azules y los morados! Y luego, la última nota sostenida y grave, la negra, esa nota grave que retumba y dice: “Vamos, buenas noches. Buenas noches, América, buenas noches. Ya digo, pura poesía. Pero Kip, que está claro que admira a Lee, no logra, aunque se esfuerza, escuchar esa música del crepúsculo de la que nos hablaba. Kip, el hombre práctico que acabará dedicándose a ganar dinero como corredor de bolsa en Chicago. Pero termina por volver al pueblo y cuando Felicia le pregunta el por qué se responde a sí mismo: no sé si alguna vez logré dar con la respuesta adecuada, pero supongo que todo se reducía a esas noches y esas mañanas, a esos chicos. A la sensación de que éramos distintos de todo lo que habíamos conocido y tal vez también mejores que el lugar que nos había hecho. Y de que, con todo, estábamos enamorados de ese lugar. Enamorados de ser los reyes del pueblo, de levantarnos sobre esas torres en la ruina y otear el futuro en busca de algo: tal vez la felicidad, tal vez el amor o tal vez la fama.
Y llega el momento de conocer la propia voz de Ronny que parece ser el único que no está a gusto en Little Wing, que quiere marcharse porque ya no sabe qué hacer y a veces tengo la sensación de que nadie me deja hacer nada […] Ahora mi vida se pierde a lo lejos como una autopista que no va a ningún sitio. No encuentra su lugar. Y hace todo de una manera automática. Y le molesta que los demás le traten como si fuera un poco tonto porque les doy pena o porque creen que estoy triste. ¿Y sabéis qué? Que casi nunca lo estoy. No estoy triste. Lo que pasa es que muero de aburrimiento […] Tengo tantas ganas de largarme de aquí que ya ni sé adónde quiero ir. A San Dondesea, supongo. Sé que piensan que no puedo cuidar de mí mismo, pero vaya si puedo. No soy un tío listísimo – eso ya lo sé –, pero tampoco soy tonto. Y tal como están las cosas, esto es como vivir en una jaula. Porque no hay que olvidar que Ronny fue un exitoso vaquero de rodeos, muy guapo además, que conseguía a la chica que quería y viajó por muchos lugares. Y ahora está varado y la impaciencia le mata y trata de escapar unas tres veces al año, casi siempre en verano, pero, curiosamente, nunca lo consigue porque algún tipo de fuerza tiene que tener este pueblo y siempre que se intenta ir es cuando más nota esa fuerza. Aunque quizá su vida va a cambiar ya que ha conocido a Lucy, una de las strippers de la despedida de soltero de Kip y se han gustado mucho, ya lo creo que se han gustado.
Y, por fin, podemos conocer el punto de vista de la única chica del grupo: Beth. Larguísimo capítulo que trataré de resumir ya que me estoy extendiendo mucho… Beth también ama mucho a Little Wing y su sencilla vida en familia pero la perspectiva de viajar a Nueva York por primera vez con motivo de la boda de Lee y Chloe le hace mucha ilusión ya que apenas sale del pueblo. Irá con su marido Henry, con Ronny y con su estrenada novia, Lucy. Kip y Felicia no han sido invitados, pero después de un largo periodo de vacío que les han hecho debido a todo lo ocurrido en la boda, se han vuelto a amigar y a Beth le cae muy bien Felicia. Son ellos los que les acompañan al aeropuerto y les dan un regalo para Lee. Pero la boda de Lee tampoco me hacía tanta ilusión y aquello me llenaba de una tristeza algo vulgar. ¿Por qué será? Quizá porque yo estuve enamorada de Lee, creo, y supongo que muchas mujeres del pueblo y del mundo entero podrían decir lo mismo. En mi caso, sin embargo, tengo la impresión de que él también se enamoró de mí, aunque el tiempo lo empaña todo y lo único que me queda son recuerdos de hace más de diez años, de cuando Henry y yo no nos habíamos casado y los niños todavía no habían llegado, de cuando yo era más joven y los límites de mi mundo más flexibles y menos definidos. De cuando aún cabía la posibilidad de no terminar viviendo en el mismo lugar durante toda mi vida. Parece que Beth no ha olvidado a Lee, a veces sí que pienso en él, aunque está felizmente casada y se imagina por un instante cómo habría sido su vida si en vez de con Henry se hubiera casado con Lee.
Así que Beth va a contarnos lo que pasó hace diez años entre Lee y ella en un largo flashback. Mientras ellos estaban en la universidad, Lee trataba de abrirse un camino en la música y, aunque lo intentaba, el éxito siempre se le escapaba. Sus amigos creían en él y estaban convencidos de que se haría famoso. Después de la universidad, Henry y yo lo dejamos una temporada, lo que no es sino una manera educado de decir que queríamos acostarnos con otra gente. Lee acababa de romper con su banda, con la que incluso había hecho una gira por Europa, porque no había conseguido la música con la que él soñaba, así que volvió al pueblo y estaba deprimido. Vivía en un cuarto de alquiler en una granja inmensa a las afueras del pueblo. Nadie lo había visto […] Vivía apartado, igual que un coyote. Y entonces le escribe una carta a Beth en la que le cuenta que se siente un fracasado, que no sabe lo que va a hacer, que está componiendo pero tampoco sabe qué pensar sobre esa nueva música, que está solo. En resumidas cuentas, que está a punto de rendirse, buscarse un trabajo normal y marcharse lejos del pueblo. En una posdata le da su teléfono. Y Beth no duda en ir a verle: no sabía lo que hacía, sólo sabía que tenía curiosidad, que me sentía sola, que nadie, ninguna relación, me obligaba a nada. Y va contenta, y no tiene ni frío a pesar de que están bajo cero. En fin, que se enrollan. Él tiene más dudas que ella pero tampoco hablan apenas sobre lo ocurrido. Lee le canta algo de lo que está componiendo y ella se pregunta: ¿Qué debe sentir él? ¿Qué verá? ¿De dónde viene toda esta música? Por la mañana, Beth se marcha.
Y volvemos a Nueva York, a la boda llena de famosos que les dejan boquiabiertos pero se comportan con naturalidad. Disfrutan. Y mientras Lee se está casando, Beth recuerda que en su propia boda durante los votos también había pensado en Lee – apenas una fracción de segundo –, había pensado en la noche en la granja, en que aquella había sido la única ocasión en que había traicionado a Henry. Porque nunca podría contárselo. Henry y yo llevábamos casi diez años casados y, si alguna vez, le había ocultado algo, no han sido más que secretos inocentes[…] Me pregunté si Lee se acordaría de mí cuando pronunciara sus votos ante Chloe o si me verá como algo más que una amiga. A la vez, Beth y Henry disfrutan de su estancia en Nueva York, pasean, van a museos, hacen el amor en el hotel, disfrutan de esas minivacaciones y se les ve felices. Está claro que se quieren. Durante la boda, Beth observa a Chloe y no le acaba de convencer: no creo que vayan a durar. Les doy un años, dos como máximo. A Lee le ve enamorado: era muy tierno con ella. Me pregunté si Chloe sabría ya, si llegaría a saber jamás, lo afortunada que era teniéndolo de marido. Si sabría ver el talento y la bondad y la fuerza de ese hombre. Me sentí incómoda. Y quizá culpable, añado yo, porque vuelve sus ojos a Henry, tan bueno y tan decente. El padre de sus hijos, el gran trabajador, el hombre que está enamorado de ella pero ella también lo está de él, pienso yo. ¿Qué opináis vosotros? Antes de que acabe la boda, Beth siente una nostalgia infinita de su vida en el pueblo, de su hogar, de sus hijos y se quiere ir ya .Quiere que se acabe ese viaje y esa boda.
Plazos
Ha llegado el momento de vuestros comentarios sobre esta primera parte que espero que sean muy numerosos. Comentad lo que queráis sobre ella: los personajes, las descripciones, el estilo, la historia…, por cierto, ¿quién es, por ahora, vuestro personaje preferido? Intentad, también, daos la réplica unos a otros. No sólo dejéis vuestras opiniones sino contestad a los comentarios de los demás para que esto se parezca lo más posible a un debate cara a cara. Todas las opiniones son válidas. Cortas o largas. Venga, ánimo. Disponéis de una semana para dejar vuestros comentarios y, mientras vamos comentando sólo esta parte (lo digo por aquellos que ya hayan leído más, ¡cuidado de no desvelarnos nada! 😉 ), continuaremos la lectura de la segunda parte de Canciones de amor a quemarropa que comprende desde el capítulo “L” (página 143) hasta el final del capítulo “R” (página 240).
Etiquetas: amistad, amor, Canciones de amor a quemarropa, literatura actual estadounidense, música, naturaleza, Nickolas Butler
Has dicho: