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¿Cuándo vas a enfrentarte a la realidad?

22 Jun

The Opera House BW. Sydney. Foto en flickr de Giuseppe Angelè. Algunos derechos reservados.

Por fin llega el momento en el que Helen se sincera por primera vez con Nicola. Le habla de las dudas que tiene sobre la clínica, le dice que le parecen unos charlatanes. Nicola los defiende y afirma: si pierdo la fe, la única alternativa es abandonar y decir, de acuerdo, me rindo. Me muero. Cáncer, ven y llévame. Y ella lo último que quiere hacer es rendirse. Es entonces cuando Nicola habla sobre lo que piensa que ha sido su vida: He tenido una suerte asombrosa. Nací aceptablemente guapa, en una familia con dinero, y dotada de cierto talento. Pero lo malgasté todo. No me he sacado provecho. He sido perezosa. No he perseverado en nada. He fracasado y sencillamente he seguido hacia adelante. He echado a perder mi buena suerte. La he tirado por el desagüe. No es raro que ahora se me haya acabado. Así que el fracaso que siente Nicola es en gran parte el responsable de su actitud desesperada que le hace creer en cualquier solución que le permita seguir viviendo y poder quizás enmendar el concepto fallido que tiene de ella misma y de su vida.

A pesar de la conversación, Nicola continúa con el tratamiento y su fe en él. Reciben la visita de su sobrina Iris y de su novio Gab que vienen de Sidney a pasar un fin de semana con ellas. Desde el primer momento, Helen los siente como un apoyo ya que piensan más o menos como ella y conocen bien a Nicola (no olvidemos que los últimos seis meses han vivido con ella). Mientras esperan que ésta vuelva de la clínica Theodore, se ponen al día. Pero las malas noticias no tardan en llegar: Nicola está tan mal que no puede volver sola desde la clínica. Helen pierde los estribos y al final será el propio profesor Theodore la que la llevará a su casa porque vive en su zona. Helen se prepara para una confrontación en toda regla. Está dispuesta a cantarle las cuarenta y decirle que le va a denunciar. Los jóvenes la apoyan: muy bien, Helen. Listos para el baile. Ese apoyo le da a Helen más fuerzas aún. Cuando llegan, Nicola se arrastra a la cama realmente hecha trizas. Y empieza el enfrentamiento con Theodore que se muestra dispuesto a plantarle cara a Helen. Se defiende impasible ante las graves acusaciones de ésta. Entre otras “joyas” le dice que no ofrecen pronósticos a sus pacientes. La ironía, la burla e incluso la risa acompañan a sus respuestas. Helen pierde los estribos y sale de la casa. El profesor se marcha con el agradecimiento de Nicola que sigue en sus trece. La sensata Iris, que la conoce bien, se sincera acerca de lo que ha tenido que vivir esos seis meses: realmente llegué a pensar que tendría que acabar por matarla yo misma y ahorrarle las molestias al cáncer, y les cuenta su teoría: Nicola se niega a aceptar gran parte del horror de todo esto. Pero ese horror no desaparece. Es imposible, porque existe. Por tanto, otro tiene que vivirlo con ella de algún modo […] Nos ha asignado el papel de portadoras de todo lo malo, y de algún modo se lo hemos permitido. Va de un lado a otro con esa sonrisa horrenda en la cara, diciendo a todo el mundo que a mediados de la semana que viene se habrá curado, y entretanto los demás vamos dragando el fondo y recogiendo toda la angustia y la rabia que ella suelta por la borda. Sabias y certeras palabras las de Iris, ¿no creéis?

La conversación con Iris y Gab le ha dado la fuerza y el valor necesarios a Helen para enfrentarse a Nicola a la mañana siguiente cuando ésta aparece con su sonrisa inalterable. Eso y la ira que siente hacen que Helen por fin estalle y le diga todo lo que siente que le tiene que decir. No tiene ya ningún control sobre sus palabras y de su boca sale todo lo que lleva dentro esperando a salir. Palabras y acusaciones fuertes ante las que Nicola se defiende como puede. La propia Helen está asombrada de lo que dice: ¿Dónde tenía yo acumulada toda esa rabia? Salía de mí a borbotones como un vómito, y también se siente culpable: me atraganté de vergüenza: me sentí como una abusona, sorprendida con las manos en la masa. Pero no puede más: no soporto la falsedad. Me da asco. Al final acabaré perdiendo la cabeza. Iris va en su ayuda animándola a que siga hablando a la vez que abraza a Nicola que termina rindiéndose y comienza a llorar. Ante su rendición, Helen se suaviza: no soportamos verte sufrir así. No soportamos perderte. Deseamos cuidar de ti. Te queremos mucho. Pero tú te las das de valiente y nos mantienes a distancia. No podemos llegar a ti porque nos ahuyentas. Y haces que nos sintamos ridículas por preocuparnos. Nos agotas con ese estoicismo tuyo. Es como una máscara horrenda, una máscara que queremos arrancarte para encontrarte a ti. Nicola por fin habla arguyendo que nunca ha querido aburrir a la gente con sus sentimientos: he aprendido a mantener la boca cerrada y a mostrar una cara optimista. Helen le recuerda todo lo bueno que tiene: es una amiga leal, no es rencorosa, es muy generosa, divertida, sabe escuchar… Los demás nos sentimos libres cuando estamos contigo, ¿no lo sabías? ¿Crees que eso es malgastar tu vida? Después de un largo silencio Nicola apoyo el hombro contra el mío. Nos miramos a los ojos y desviamos la vista otra vez, francas y libres. Fue como sumergirnos en aguas serenas. Yo me pregunto y os pregunto: ¿entendemos a Nicola? Es fácil decir a los que no se sienten cercados por ella que hay que aceptar la muerte, pero ¿quién está realmente preparado para ello cuando llega? Es difícil el papel que le ha tocado vivir a Helen, yo la entiendo, pero también entiendo a Nicola. ¿Y vosotros?

Lo ocurrido les da una tregua que aprovechan para ir a un espectáculo de magia. Es simbólica y hermosa esta visita ya que creer en la magia es lo que necesita Nicola. El mago parece que sólo se dirige a ella: hay muchas formas de hacer desaparecer una cosa. ¿Quiere que le enseñe la manera rápida o la lenta? Nicola disfruta enormemente del espectáculo y de que se centre en ella y parece beber con los ojos todo lo que dice y hace el mago. Pero la tregua termina y cuando Iris y Gab se van, Nicola le dice a su sobrina que no va volver con ellos a Sidney, que quiere terminar el tratamiento: está decidida a conservar la fe en el profesor Theodore. Una vez sola, Helen se siente asustada pero decide, ante el aumento del dolor que sufre Nicola, ir a pedir una morfina más potente a la doctora Caplan. Ésta les dice que tienen que ir a un oncólogo que tome las riendas de su enfermedad. Nicola acepta y decide también dejar el tratamiento de la vitamina C: era por lo que yo había estado luchando, pero sentí que se me partía el corazón. Helen vive continuamente una situación contradictoria. Además Nicola le agradece que la haya acogido en su casa: sabía que apenas me quedaban fuerzas, las justas para llegar hasta ti, y le dice que ha sido muy valiente cuando le dijo toda la verdad. ¿Valiente? No sé cómo has podido perdonarme. Fui un monstruo. De nuevo la contradicción de la pobre Helen.

Cuando visitan al doctor Maloney, el oncólogo, éste decide hacerle una resonancia magnética y un escáner de huesos de inmediato. A Nicola le cae bien y se pone en sus manos. Los resultados son demoledores: la situación de Nicola es tan crítica que si no la sustituyen la vértebra C7 por un soporte de titanio puede quedar tetrapléjica. El mejor cirujano que puede hacerlo, el doctor Hathaway, está en Melbourne y a él acuden, pero Helen confía en que también en Sidney podrán operarla ya que en el fondo ella no puede más y desea que se vaya (¿egoísta?). Nicola comienza a ver la verdad y la realidad y no para de llorar: creía haber llegado a la cima de la montaña pero no estoy más que en las estribaciones. Ya no es necesario que Helen diga nada, será Nicola la que pronuncie las palabras: esto acaba en la muerte, ¿no?

Aunque Maloney sostiene que es Hathaway el que debe operarla, Helen intenta convencerla de que tiene que irse a Sidney donde tiene muchos amigos, más antiguos que ella, y a su familia, que en Melbourne no tienen el apoyo necesario para esa intervención ya que sólo cuenta con ella y ella no puede más, está agotada. Pero Nicola se resiste y piensa en llamar a amigos que la apoyen, opina que hay muchos que pueden venir a ayudarla, está pletórica de optimismo y sigue hacia adelante. Pero Helen no lo ve viable, piensa que es un delirio de ella, se siente invadida por la rabia, quiere salvar su vida. ¿Entendemos esta última reacción de Helen? ¿Qué opináis?

Finalmente Nicola se saldrá con la suya: no sabía entonces que el sueño delirante de Nicola, hacer venir a Melbourne a sus cuidadores y alojarlos en el hotel Windsor, se haría realidad, ni que al cabo de diez días regresaría a Sidney con el soporte de titanio del doctor Hathaway magistralmente implantando en la columna.

Helen irá numerosas veces a Sidney a ayudar a los amigos de Nicola que la están cuidando, no la abandona sino que contribuye en su convalecencia durmiendo incluso en el suelo. Se entrega a su amiga en cuerpo y alma echándola incluso de menos cuando no está en Sidney: te echo de menos. Me aburro. Preferiría estar limpiando la mierda de las baldosas del cuarto de baño de Iris. Cuando Nicola ya está moribunda la internarán en un hospital para casos terminales. Allí seguirán yendo sus amigos y Helen (no te vayas, por favor) a cuidarla y animarla. Su final será acorde a sus ideas: dos budistas la despedirán con sus cánticos. No tenía la menor idea de que Nicola, antes de marcharse de mi casa, me escribiría una carta de despedida con tales reproches a sí misma, con tal ternura y serena gratitud, que cuando la encontré, meses más tarde, en su astuto escondrijo, me eché a llorar a lágrima viva.

Pero Helen, recordando su actitud ante el hecho de que no podía seguir cuidándola, había estado segura de que si no sacaba a Nicola de mi casa al día siguiente, me hundiría en un pozo de cal viva donde la rabia me abrasaría y no quedaría de mí nada más que huesos desparramados sobre un paisaje arenoso. Pero también, a la vez, esa última noche yo me reconcomía de vergüenza, indignada conmigo misma por indignarme, por ser tan poco atenta con ella, tan cruel. Como dije en un anterior post, Helen Garner parece que escribió esta novela porque necesitaba realizar un ajuste de cuentas consigo misma ante lo que vivió con su amiga. Realista, sabía que no podía más pero, a la vez, sabía también que estaba traicionando a su querida Nicola. Esperamos que esta novela le haya traído la paz y la agradecemos este ejercicio de honestidad que nos muestra una situación tremendamente difícil que perfectamente podríamos vivir, con todas sus contradicciones, cualquiera de nosotros.

Plazos
Disponéis de una semana larga para dejar vuestros comentarios sobre esta última parte y sobre la novela en general. ¡Espero que sean muy numerosos! La novela se lo merece. Después, el Club se irá de vacaciones en julio y agosto y volveremos en septiembre con muchos más libros para leer y comentar.

¿Qué debo hacer?

15 Jun

The Pale Blue City. Melbourne. Foto en flickr de Hadi Zaher. Algunos derechos reservados.

La novela se abre con dos citas de dos escritoras, una hace alusión a la satisfacción que conlleva la generosidad cuando nos damos a los demás, cuando les ofrecemos todo lo que está en nuestras manos y la otra trata sobre las consecuencias de todo tipo que puede traer el más hondo sufrimiento. Ambos temas muy importantes en la novela y que se interrelacionan.

La habitación de invitados nos sumerge en el tema ya desde la primera línea. No se anda con rodeos. Desde el principio sabemos de la personalidad de Nicola mientras Helen se interroga sobre cómo preparar la habitación en la que se va a hospedar su amiga durante tres semanas. Nicola es una mujer adepta a las corrientes alternativas de la “new age”: budismo, yoga, meditación, tratamientos alternativos a la medicina tradicional, vegetarianismo… Parece que lleva años practicándolas probablemente desde su ya lejana juventud hippy, que ambas compartieron allá por los años sesenta. Pero mientras Helen ha abandonado esas costumbres y parece una mujer cabal, racional, Nicola sigue siendo una excéntrica hasta en su forma de vestir, dejada, casi con la ropa rota y ajada: una de las cosas que ella consideraba superfluas eran las zapatillas de andar por casa, además de las maletas, los sujetadores, los desodorantes y las planchas.

Nicola, sola y sin hijos, está muy enferma y ha vivido los últimos seis meses en casa de su sobrina Iris en Sidney. Ella y Helen, ambas con más de sesenta años, mantienen una amistad íntima desde hace quince años. Han vivido ya muchas cosas juntas y les une una gran complicidad. Helen vive sola en Melbourne pero su hija Eva y su familia son sus vecinos puerta con puerta. Mantiene una relación muy especial con su nieta Bessie de cinco años.

Helen prepara con esmero la habitación teniendo en cuenta todos sus gustos (coloca un espejo que a las pocas horas se romperá como un mal presagio), su actitud es generosa y aunque sabe todos los datos sobre la enfermedad de Nicola (inicialmente un tumor intestinal que posteriormente se ha extendido por los huesos y el hígado la han operado. Se ha sometido a radioterapia. La han desahuciado) hace meses que no la ve y no sabe cómo está exactamente en esos momentos. La noche antes de la llegada de Nicola, Helen cena su amigo el psiquiatra Leo. Le cuenta que su amiga ha reservado plaza para un tratamiento alternativo aquí en Melbourne, en un centro de la ciudad. Suero de peróxido, saunas de ozono, ventosas chinas, dosis altísimas de vitamina C… Todo eso es pura charlatanería le dice Leo. Helen también lo intuye. Nicola es supersticiosa y acude a su amiga porque dice que le salvó la vida al librarla, un tiempo antes, de un timador que le iba a estafar una gran cantidad de dinero. Pero ahora parece que también se va a ponerse en manos de otros timadores. Leo diagnostica una fase cuatro, la última, en su enfermedad y le dice que tal vez viene a ver a Helen para que sea ella la que le diga que se va a morir. Helen está angustiada y con esa angustia se va a buscar al día siguiente a su amiga al aeropuerto. Lo que se encuentra es mucho peor de lo que se esperaba. Nicola apenas puede andar, parece una anciana, no se puede mantener erguida, tiembla… pero una sonrisa inalterable no se borra de su cara. Esa sonrisa la mantendrá Nicola contra viento y marea, es su principal arma como si con ella quisiera demostrar al mundo que todo va bien y que se va a curar. La sonrisa aparece tantas veces en la novela que de alguna manera llegará a irritarnos porque detrás de ella se esconde el autoengaño en el que vive Nicola.

La narración contiene algunas descripciones, no demasiadas, algunas de ellas impregnadas de un sutil esperanza y serenidad: poco antes del amanecer, mientras permanecía insomne en mi cama, una extraña y mínima tormenta estalló justo encima de nosotras, descargó veinte gotas de lluvia y acto seguido se alejó. La calle estaba en silencio. El aire quedó limpio y fresco. Algún pájaro cruzó de puntillas el manto de hojas caídas delante de mi ventana abierta y se detuvo brevemente para tomar aliento y ahuecarse las plumas.

La preocupación y la desolación de Helen van en aumento a medida que va comprobando el mal estado de su amiga pero ante ello su dedicación y su cariño crecen: la tapé, la arropé bien, me tendí a sus espaldas y, encogida contra ella, la estreché entre mis brazos. Recorrían su cuerpo temblores como descargas eléctricas. Era imposible darle calor. Helen se interroga sobre la salud y la situación de su amiga: ¿Cuánto tiempo llevaba en tan mal estado? ¿Por qué no me había prevenido nadie? Pero ¿quién? Ella era una mujer libre, sin marido ni hijos. Nadie estaba a cargo de ella. Pero está Iris, su sobrina y su novio Gab con los que se va a mantener en contacto. ¿Desbordada? Eso me hirió en mi orgullo. Se suponía que yo era una mujer útil en los momentos de crisis. Y, en efecto, así es. Helen se crece ante la adversidad y se le da muy bien cuidar y mantener todo en orden (ésa era la parte que me gustaba, tareas claras de amor y orden que podía realizar con facilidad) pero no sabe que Nicola se lo va a poner muy difícil cuando vaya comprobando cómo se aferra a una falsa curación sin ser capar de ver lo que de timo hay en ella. Curación que irá irritando cada vez más a Helen (¿A qué venía toda esa rabia? Tenía que ser más amable con ella. La muerte era aterradora) que tendrá que mantener un difícil equilibrio entre ayudar a su amiga a la que adora y su oposición al tratamiento. También le irritará la ceguera de Nicola y su no aceptación del fin inevitable que se le avecina. ¿Por qué no aceptar que la muerte se acerca y prepararse para ello? Pero a la vez, piensa qué quién es ella para dar lecciones a una moribunda que hace lo que puede para aferrarse a la vida (Y si lo censuraba, ¿adónde acudiría Nicola? ¿Qué le quedaría por hacer? ¿Dejar de luchar y afrontar la muerte? ¿Quién era yo para dictarle lo que debía hacer?). Este malestar y sus contradicciones irán in crescendo y, de vez en cuando, Helen perderá los nervios ante la sonrisa permanente de Nicola y sus continuas palabras de autoengaño. Ésta está convencida de que al final de ese tratamiento de tres semanas el cáncer huirá despavorido.

Una vez empezado el tratamiento, Helen confirmará todas sus sospechas (su discurso causaba estupor. Mi mente iba a la deriva, buscando algo a lo que agarrarse / Me temblaban las piernas. Respiré hondo varias veces. ¿Qué estaba pasando allí?) y cada vez le costará más acompañarla y animarla. A la vez, Helen está muy preocupada por los dolores que sufre Nicola que van en aumento: no te preocupes. El dolor se debe a los tratamientos: así sé que están dando resultado. Es por la eliminación de toxinas. Pero Helen quiere que tome algún analgésico fuerte para que no sufra tanto y le cuesta convencerla: Por favor, querida – contestó, casi con hastío-. Esa gente trata el cáncer. El dolor se da por supuesto. No les interesa mi dolor. Al final conseguirá que tome morfina y el nuevo paso consistirá en convencerla de que admita la ayuda del servicio de cuidados paliativos a domicilio. Leo le dice a su amiga: te está sometiendo a una gran presión. Es perfectamente lícito que busques ayuda. Para Nicola admitir esa ayuda externa significa aceptar que el fin está cerca y no puede ni planteárselo. La verdad es que la actitud de Nicola, su ceguera ante su enfermedad y su egoísmo de enferma, nos irrita también a los lectores y es difícil, aunque intentemos comprenderla y ponernos en su lugar, impedir que a veces no nos caiga algo mal, así como también es inevitable que no nos pongamos en el lugar de Helen y la entendamos a ella y a su tremendo autocontrol para no estallar. ¿Qué opináis? Helen siente que finge y eso no le gusta. Son amigas íntimas, siempre han hablado de todo y ahora percibe que ambas están interpretando una pantomima: aquel nauseabundo aire de falsedad. Esta pantomima llega a su culmen en la visita que realizan a Peggy, una amiga de Helen, que las invita a tomar el té: todo un despliegue del autoengaño que vive la pobre Nicola que parece que se crece ante los demás como si tuviera que demostrar algo. A ello hay que unir la actitud condescendiente que adopta hacia mi pobre Hel.

De todas formas, hay también momentos de bienestar, cuando se calma el dolor, y pueden disfrutar de la lectura, de una película, de los recuerdos y de las risas. Helen admira a la Nicola que fue un día: su belleza, su elegancia, su despreocupación, su locura, su valentía, su independencia, su libertad. Ay, cómo me gustaba esa manera suya de hacerme reír. No conocía a nadie más amable, menos insidioso, a nadie que se diera menos ínfulas. No concebía el mundo sin Nicola.

Otra situación que aparece es cómo Helen siente que está perdiendo su vida: ¿Cómo me había metido en ese lío? La muerte estaba en mi casa. Sus reglas apartaban la vida nueva con una fuerza atroz. Anhelaba la compañía de los niños. Pero también se siente culpable por ello, se siente mala: todos los defectos y la maldad de mi persona llegarían para atormentarme.

La tensión y los nervios de Helen aumentan cada día más, las amigas discuten y la ira aparece en algún momento: Sentada en el umbral de la puerta de atrás, luché con el escepticismo más negro y más rabioso. No quería caer en la intolerancia. ¿Cómo podía distanciarme de eso? Necesitaba serle útil y a la vez distanciarme. Helen decide ver a su hermana Lucy, creyente y ex enfermera para que la oriente: de nuevo me invadía aquella inmensa debilidad. Caí en la cuenta de que había estado esperando un magnífico momento de iluminación, en el que Nicola bajaría su obsesiva guardia, miraría a su alrededor, respiraría hondo y diría: “De acuerdo, voy a morir. Me resigno. Ahora viviré con la verdad lo que me queda de vida. Pero, quizá, el caso de Nicola será seguir luchando hasta el último aliento.

Se desahoga con su hermana (Ay, el delirante alivio de la delación, de la deslealtad) y ésta le dice que quizá Nicola ha elegido venir a su casa porque confía en ella, porque quizá la ha elegido a Helen para que le diga que va a morir o tal vez, consciente o inconscientemente, ha ido a tu casa para morir. Y añade: estás luchando para conservar lo que hay de valioso en esa amistad. Pero no quieres enloquecer, ni perder el contacto con la realidad como le ha pasado a ella. Es una especie de locura. Y ocurre con mucha frecuencia. Helen, no muy religiosa, le pide que la bendiga. Comienza ya a estar desesperada.

Plazos
Es vuestro turno para comentar esta primera parte. Hay mucho de lo que hablar, muchos temas interesantes que debatir sobre la situación de estas dos amigas a las que la vida les está haciendo vivir un mal momento. Espero vuestros comentarios. A la vez, seguiremos leyendo desde la página 85 hasta el final de la novela. A ambas cosas les dedicaremos una semana. Venga, ¡ánimo y a escribir! No os olvidéis que no podemos comentar la segunda y última parte, sólo leerla. Ya habrá tiempo para ello en el siguiente post que publique en una semana.

La habitación de invitados: los límites de la amistad y el egoísmo

7 Jun

Just a bedroom. Foto en flickr de Lara604. Algunos derechos reservados.

Esta breve e intensa novela, de lectura fácil ya que su estilo es muy limpio, directo, sencillo y elegante, está narrada en primera persona por Helen, una mujer de más de sesenta años, independiente y moderna, con una vida cómoda y sin obligaciones. No es casual que el nombre coincida con el de la autora ya que se trata, como ella misma ha dicho, de una historia autobiográfica. Helen Garner vivió lo que nos va a contar suponemos que casi tal cual está escrito en la novela. Helen vive sola en Melbourne y al comienzo de la novela nos la encontramos preparando con esmero la habitación de invitados, de ahí su acertado e ilustrativo título, a la espera de la llegada de su vieja amiga Nicola que padece un cáncer. Nicola vive en Sydney y ha decidido trasladarse tres semanas a casa de su amiga para someterse a un tratamiento de medicina alternativa. Casi desde su llegada se hace evidente que está mucho más enferma de lo que ella misma está dispuesta a aceptar. A pesar de que Helen adopta una actitud de entrega, cuidado y sacrificio, apenas puede disimular su desacuerdo con el tratamiento que su amiga está recibiendo ya que le parece un camelo y una estafa. Pero Nicola cree ciegamente en él y, aunque está físicamente muy mal, su optimismo y positividad son absolutos. Está convencida de que se va a curar. Nicola se autoengaña aferrándose a lo último que le queda. Helen no soporta la actitud de su amiga, y aunque inicialmente lo acepta, poco a poco irá enfrentándose a ella. El desacuerdo entre ambas genera una brecha en su sólida amistad.

La habitación de invitados es una novela principalmente sobre la amistad en la enfermedad, con lo que conlleva de renuncias, limitaciones, malos entendidos y altibajos. Intenta averiguar dónde están los límites de la generosidad. Asimismo, trata el tema de la enfermedad en sí misma, del dolor físico y la actitud ante la proximidad de la muerte, así como el autoengaño, que he nombrado anteriormente, y la búsqueda a cualquier precio de soluciones y esperanzas. El libro contiene una clara denuncia de ciertos métodos alternativos de curación muy en boga es estos tiempos y en el mundo occidental. Métodos, normalmente con unos efectos secundarios terribles, que en realidad esconden un negocio descarado y vergonzoso que se aprovecha de la desesperación de los pacientes para engañarles y sacarles el dinero. El rechazo de Helen a estos tratamientos la conducen a un conflicto consigo misma entre la amistad y la lealtad, entre el deber de advertir a su amiga de un engaño que ella claramente no ve o no quiere ver o bien no inmiscuirse en la elección de Nicola. ¿Qué hacer? ¿Aceptar la decisión de Nicola, respetar su libertad individual, o intentarla convencer de que está cometiendo un gran error? Difícil elección. ¿Dónde están los límites de la amistad y el egoísmo? ¿Hasta dónde debe llegar el sacrificio, la paciencia, la generosidad y la obligación con su amiga, con la que no está de acuerdo, sin por ello renunciar a su propia forma de ver la vida? Porque también Helen se enfrenta a su egoísmo al ver amenazado su estilo de vida y su libertad e independencia. Helen siente usurpada su propia vida y se cuestiona si su sacrificio vale para algo ya que el fin de Nicola está cerca y es inevitable. Asimismo, aparece el problema de la identidad personal, la concepción que tenemos de nosotros mismos y cómo creemos que nos ven los demás. De todo esto trata esta novela. Muchos temas puestos sobre el tapete que analizaremos con tiempo mientras la vayamos leyendo.

La autora trata todas estas cuestiones tan difíciles con delicadeza, sobriedad y mucha sinceridad e incluso, a veces, con un sutil sentido del humor. La novela está narrada de forma lineal y con una estructura previsible. Se podría estructurar en tres tiempos: la preparación de la habitación y el recibimiento de Nicola, la constatación de la grave enfermedad y el conflicto que surge entre ellas y el final que se vislumbra casi desde el principio y del que hablaremos cuando lleguemos a él. Quizás a veces resulta algo repetitiva ya que la acción es mínima y todo lo que ocurre gira sobre los mismos conflictos (ya me diréis lo que opináis sobre ello en su momento).

No he podido encontrar ninguna entrevista en español a Helen Garner que nos acercara a conocer algo más a esta escritora. Aquí es una completa desconocida ya que la única novela que está traducida a nuestro idioma es ésta que vamos a leer. Sólo he encontrado algunas palabras de la autora en una reseña del periódico argentino Página 12. Nos dice la periodista Mariana Enríquez que Helen Garner quiso narrar en La habitación de invitados los “crímenes emocionales” cometidos mientras cuidaba de una amiga querida que murió en 2006. Y añade la autora: el libro está lleno de culpa, muchas veces sentí que traicionaba nuestra hermandad femenina además de nuestra amistad. Leyendo esto pareciera que Garner escribió la novela como si fuera un ajuste de cuentas consigo misma ante lo que vivió con su amiga. Un ejercicio de honestidad y autoinculpación.

Siguiendo con el artículo de Mariana Enríquez en Página 12 os transcribo un párrafo que nos acerca a la autora y a su obra: Desde el comienzo de su carrera, a fines de los ’70, se la consideró una de las más interesantes escritoras realistas y feministas de su país. En 1977 publicó Monkey Grip, una novela sobre desocupados, artistas y adictos que vivían en una casa comunitaria con ayuda del Estado en Melbourne; muchos años después contó que el material para escribirla había sido tomado de sus diarios personales. Su siguiente novela, también autobiográfica, fue The Children’s Bach, sobre un matrimonio que entra en crisis cuando se le presentar alternativas sexuales. Los años sin escribir ficción, que van desde Cosmo Cosmolino en 1992 a La habitación de invitados, los ocupó, sobre todo, en libros de no ficción, en general sobre crímenes sexuales –muchos de ellos fueron bes-sellers-. Sus temas son los ámbitos privados; su mundo es la vida cotidiana. “No creo que nada sea completamente inventado- dice -. Nadie siente la necesidad de contar una historia completamente imaginaria. Antes sentía la obligación de inventar cosas. Me sentía un fracaso porque no escribía la gran novela australiana, o épicas del desierto. Pero ya no me siento así. Desde hace mucho tiempo”.

Para finalizar os dejo una frase clave de la novela que resume la esencia de este libro: La muerte no debe negarse. Intentarlo es una presunción. Infunde locura en el alma. Absorbe la virtud. Envenena la amistad y convierte el amor en una farsa.

Plazos
Aunque la novela es corta vamos a dividir nuestra lectura en dos partes ya que tiene mucho que comentar. La primera, que leeremos a lo largo de una semana, nos llevará hasta la página 83 inclusive. Como siempre, os pido que en este post sólo dejéis vuestras impresiones iniciales sobre la lectura o sobre lo aquí escrito. Cuando publique el post de análisis correspondiente a esta primera parte dentro de una semana, entonces podréis explayaros ampliamente en vuestros comentarios sobre ella. ¡Buena lectura!

Nuestro próximo libro: LA HABITACIÓN DE INVITADOS de HELEN GARNER

31 May

Nos vamos a Australia de la mano de la escritora Helen Garner (Geelong, 1942). Ya sabéis que me gusta que leamos a escritores de países muy diferentes y ésta es nuestra primera visita a Australia. Helen Garner es una escritora de enorme prestigio en su país. Su extensa obra incluye novelas, relatos, guiones y ensayos. La habitación de invitados (2008) marca el regreso de su autora a la ficción después de dieciséis años, y es la primera de sus novelas que se traduce al español. Ediciones Salamandra la publicó en nuestro país en 2010. La obra está traducida a muchos idiomas y ha merecido diversos premios, así como el favor de la crítica y de miles de lectores: El mejor libro que he leído en años. The Independent. Una novela perfecta. Peter Carey. Una intensa y breve joya literaria. New Statesman.

El tema no puede ser más diferente del de nuestra última novela. De carácter autobiográfico, nos narra cómo Helen, una escritora de edad madura, moderna y emancipada, recibe en su casa a su gran amiga Nicola, tan bohemia e independiente como ella. Nicola está enferma y va quedarse en casa de Helen tres semanas para someterse a un tratamiento de medicina alternativa. Helen, convertida en su enfermera, ángel de la guarda y juez, apenas puede disimular su disgusto por la extravagante cura en la que su amiga confía ciegamente.

Exenta de sentimentalismo, pero llena de sentimiento, inteligencia y humor, La habitación de invitados ahonda en los múltiples sacrificios que exige la amistad y se pregunta dónde están los límites de la generosidad, de la paciencia, de la capacidad para engañarnos y ahuyentar así el fantasma de nuestra vulnerabilidad.

A partir de mañana lunes 1 de junio podéis pasar a recoger vuestro ejemplar en la Biblioteca Fórum. Los que vivís fuera de Coruña, disponéis de una semana para conseguir el libro.

No os olvidéis de devolver vuestro ejemplar de En el mar hay cocodrilos. Gracias.

Nos encontraremos aquí en una semana para empezar a leer La habitación de invitados. Mientras, los que todavía no habéis dejado vuestros comentarios finales sobre En el mar hay cocodrilos, podéis hacerlo a lo largo de esta semana.