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El papel de la mujer en Japón

4 Dic

Japón es una país ampliamente dominado por los hombres. Su contexto político lo hace desfavorable para la emancipación de la mujer puesto que el Partido Democrático Liberal, excesivamente conservador, ha estado en el poder desde finales de la Segunda Guerra Mundial.

Con la derrota de Japón en la Guerra Mundial, el parlamento tuvo que aceptar la inclusión de una nueva Constitución, en la que se garantizaba la igualdad entre hombres y mujeres.

Aun así hoy en día el estatus social de las mujeres en Japón comparado con otros países desarrollados es bastante bajo. En parte se debe a que en las mentes de los japoneses persisten muchas ideas desde la Era Edo (1603-1868) y por la influencia del Confucianismo  que ve al hombre como un ser social que ocupa un puesto y desempeña una función determinada como estrategia del bien común y no como un ser aislado. «El japonés no piensa en si mismo como individuo, sino en su papel como parte de la sociedad».

En Japón las mujeres, al igual que los hombres, están encasillados en un rol determinado por el género. Solo el 10% de los cargos de dirección en la empresa privada son ocupados por mujeres y el caso es similar en la administración pública.

Los japoneses conciben esta situación como un asunto meramente cultural, no es porque se considere a la mujer como una persona incompetente o incapaz, sino porque durante siglos, han existido labores asignadas únicamente a los hombres.

Emancipación laboral de la mujer

Fue en la década de los setenta, en pleno boom económico, cuando las japonesas comenzaron a tener un protagonismo real en el desarrollo del país. No sólo porque se produjo una entrada masiva de mujeres en el mercado laboral, aunque en su mayoría a tiempo parcial, sino también porque el mercado les reconoció una importante capacidad de consumo: como administradoras del gasto en sus hogares y como trabajadoras. Sin embargo, fue con el pinchazo de la burbuja inmobiliaria a principios de los noventa, y con la crisis económica que azotó Japón a lo largo de toda la década, cuando comenzó la “revolución”.

La crisis provocó la reestructuración de la plantilla de las empresas. Decenas de miles de ejecutivos perdieron sus empleos, cientos de miles de hombres que habían crecido con las empresas y jamás concibieron cambiar de empleo vieron traicionada su lealtad empresarial y se vieron en la calle. Aumentó el índice de suicidios y muchos hombres, avergonzados por encontrarse en el paro, optaron por no volver a sus casas y perderse en el creciente enjambre de los “sin techo”.

Forzadas o no por los acontecimientos, las japonesas dieron un paso al frente. Como fuerza laboral, eran mucho más flexibles porque casi siempre habían estado en un segundo plano, con trabajos temporales. Además, las dificultades que las mujeres sufren, en especial el degradante y frecuente acoso sexual, habían convertido su cambio de empleo casi en una costumbre.

En clave autobiográfica de humor y de asombro, la escritora belga Amélie Nothomb, nacida en Japón, donde pasó su infancia y cuya lengua domina, cuenta en «Estupor y Temblores» el traumático interior del mundo laboral japonés. Un mundo que fagocita a las personas hasta convertirlas en engranajes; que absorbe la mitad de las horas del día y está fuertemente jerarquizado; en el que cada superior es, antes que nada, inferior de otro, y en el que la mujer, considerada un ser de segunda clase, es humillada y tiene más bien nulas que pocas posibilidades de ascender. Nothomb, que terminó relegada a limpiar los servicios de la empresa, cuenta que la japonesa «nace cargada de obligaciones y bajo el dogma de que nada bueno puede esperar de la vida». A partir de ahí, todo son preceptos absurdos que moldean su mente desde la cuna y pesan como una losa para que el hombre, la empresa y la sociedad en general se paseen sobre ella.

Discriminación laboral

La falta de flexibilidad es sólo uno de las ramas del problema. Mientras no haya un cambio de actitud por parte de toda la sociedad, la mujer no podrá avanzar hacia la igualdad. Por ejemplo, declaraciones como las del ministro de sanidad Yanagisawa, que describió a las mujeres como “máquinas de parir niños” y sugirió que el bajo índice de natalidad japonesa era culpa de mujeres que no estaban sabiendo cumplir con su obligación de tener hijos, o la recomendación de Shimomura (político del gobierno de Shinzo Abe) hacia las mujeres para que “se queden en casa y cuiden de sus hijos” como solución a la falta de guarderías y centros infantiles, son claros ejemplos de que la mentalidad debe cambiar.

Incluso el lenguaje japonés refleja algunas de éstas ideas. La existencia de términos como christmas cake (para referirse a mujeres de más de 25 años sin perspectivas de matrimonio), shokuba no hana (literalmente, flor de oficina) u OLs (office ladies), que básicamente sirven a sus compañeros masculinos, demuestra que Japón está lejos de vencer la discriminación laboral por cuestión de género y que la idea de que la mujer es inferior al hombre en el ámbito laboral está todavía muy presente en la mente de toda la sociedad.

Asimismo, la diferencia salarial entre sexos en Japón es la mayor de los países desarrollados y conjuntamente con la exigencia de una cultura corporativa, que supone una gran barrera para aquella mujer que no quiere o no puede cumplir con las expectativas de dedicación absoluta y largas jornadas, el número de mujeres en posiciones de liderazgo ha pasado tan sólo del 1% al 2,8% entre 1980 y 2005, es decir, ha tenido un crecimiento exageradamente lento.

A pesar de esto, las tasas de ocupación femenina no han hecho más que subir desde  2005,  pero todavía queda mucho camino por recorrer, especialmente en cuanto a la calidad de estos puestos de trabajo y las condiciones salariales.

Movimientos feministas

Todo esto ha motivado la tardía aparición y el escaso arraigo en Japón de los movimientos feministas y liberalizadores de la mujer así como de la reivindicación de la igualdad de derechos. En la actualidad, desde la Ley de Igualdad de Oportunidades, promulgada en 1985, la Ley de Baja Maternal, de 1992, y la Ley para la Prevención de la Violencia Conyugal, de 2001, las japonesas están tan protegidas legalmente como las europeas o las norteamericanas.

En la práctica, sin embargo, aún les queda un largo camino por recorrer, como demuestra que ninguna de las dos primeras leyes mencionadas incluye una penalización para las empresas en caso de que las incumplieran.

Ayaka Shiomura recibe disculpas publicas de Akihiro Suzuki. Fotografía tomada de: Asianews.it

Existen múltiples ejemplos de acoso a las mujeres, uno de los que causó más revuelo en su momento fue el de la parlamentaria Ayaka Shiomura, quien presentaba un discurso, para proponer acciones de apoyo a las madres trabajadoras con hijos pequeños y medidas para aumentar la tasa de natalidad en Japón; un opositor en su momento lanzó un grito para detener el discurso diciéndole: “¿No sería mejor que te casaras rápido?”

A pesar de lo impactante que fue el comentario de la oposición, entre lagrimas, Shiomura mantuvo su determinación y agregó a su discurso: “Cuando las mujeres brillen con luz propia, Japón será más y más radiante.”

Con el paso de los años, la situación ha empezado a cambiar, las mujeres ahora reconocen sus derechos y su papel en la sociedad, incluso en una con contrastes culturales tan fuertes como la japonesa. Los casos de Sekuhara se denuncian cada vez más y ahora el Estado está trabajando por el reconocimiento de la labor de la mujer en cargos públicos y privados.

La familia y la sexualidad

Unas relaciones sexuales libres y una sexualidad abierta son algunos de los grandes problemas que enfrentan a la juventud japonesa con sus progenitores. Aunque el matrimonio sigue siendo prioritario, cada día son más los chicos y las chicas sexualmente activos fuera de un marco convencional, si bien son pocos los que se aventuran a un desafío abierto. La independencia económica, una buena dosis de hipocresía y la mayor preparación de la mujer han convertido lo que era hasta ahora un tabú en una cuestión de estudio.

La píldora anticonceptiva no fue legalizada hasta 1999 debido a las dudas de la población sobre su seguridad, y en parte debido también a que solo un porcentaje muy bajo de las mujeres japonesas la usan, incluso hoy en día.

Con grandes esfuerzos, las japonesas van ganándose su autoestima y forjando su independencia, lo que se traduce en cambios en la estructura familiar. El primero es el retraso en la edad del matrimonio. Según Kazuo Sato, profesor de la facultad de Educación de la Universidad de Chiba, “hasta hace muy poco era muy difícil para las mujeres vivir como solteras”. Debían casarse antes de los 25 años porque después “su valor como novia decaía rápidamente”.

Ahora, según las estadísticas oficiales, la edad media de las japonesas al casarse se sitúa en 28,3 años. Asimismo, la tasa de divorcio pasó de 1,5 por cada 1.000 parejas en 1984, a 2,3 en 2002, debido fundamentalmente a las demandas presentadas por mujeres.

Foto tomada de: https://mundomayor.com

El futuro

La población envejece con rapidez, la tasa de natalidad disminuye, y los pronósticos indican que la población disminuirá 30 por ciento para 2055.

Para Kathy Matsui, economista de uno de los mayores bancos de Japón, no queda otra solución que aprovechar más la población existente. «Las mujeres constituyen 50 por ciento de los habitantes del país, tienen un gran nivel educativo, pero dejan de trabajar al llegar a determinada edad”, apuntó.

No hay más opción que tomar medidas para que las mujeres sigan trabajando. No es una perspectiva feminista, sino un análisis objetivo de una economista”, subrayó.

Pero la sociedad japonesa no parece muy dispuesta a aceptar esa idea. Una encuesta del gobierno realizada reveló que el 51 por ciento de las personas entrevistadas pensaban que las mujeres deberían quedarse en la casa y cuidar a la familia mientras sus maridos trabajan.

Esa cantidad es 10,3 por ciento más que la que dio una respuesta similar en un estudio similar realizado en 2009. El aumento fue especialmente destacado en la categoría de 20 a 30 años.

“La actual generación joven sabe cómo es crecer con una madre que trabaja”, explicó Suzanne Akieda, arqueóloga belga que vive y trabaja en Japón desde hace 40 años.

“Antes, muchas mujeres trataron de hacer a un lado sus vidas personales para seguir una carrera. Ahora, muchas comenzaron a reconsiderar si aquello fue correcto. Esa es la reacción”, añadió.


Próximo post: miércoles, 12 de diciembre.

Comentarios hasta la página 130 que se corresponde con el final del capítulo «El especialista al servicio de Su Majestad».

Nos leemos,

Nuestra próxima lectura: «La insólita pasión del vendedor de lencería» de Asako Hiruta

3 Dic

En nuestra próxima lectura nos vamos a Japón de la mano de la joven escritora japonesa Asako Hiruta. Publicada en España en 2016 por la editorial Reservoir Books y traducida por Marta Estefanía Gallego Urbiola.

La insólita pasión del vendedor de lencería

Satsuko tiene 32 años, trabaja en una agencia de publicidad y, a decir verdad, no lleva la vida más plena del mundo. Un día, saliendo de casa con prisas, se da cuenta de que va sin sujetador. Se mete de golpe en una tienda de lencería que ha visto al pasar otras veces, llamada Toujours Ensemble. El dependiente, Isaji, resulta ser un tipo cuyos conocimientos del alma y la anatomía femeninas son tan vastos que apenas necesita tomar medidas para saber qué prenda recomendar y qué consejos personales dar. Su confianza en el poder de la ropa interior es infinita: «La próxima vez que tenga algún problema o duda, llévese la mano al corazón y piense con calma. Su pecho y su sujetador siempre tendrán una respuesta.»

Asako Hiruta

Nació en 1979 en Sapporo, la capital de Hokkaido. Tras graduarse en la facultad de literatura japonesa de la universidad de Otsuma Joshi de Tokio, vuelve a su tierra natal y trabaja en una agencia de publicidad.

En 2007 deja su empleo allí y empieza a escribir. Al año siguiente gana la séptima edición del premio de literatura R-18 (literatura erótica de mujeres para mujeres) de la editorial Shinchosha con el relato «Jijô jibaku no watashi» (Cómo me até a mí misma), que en 2010 se convirtió en la pieza central de un volumen de relatos homónimo y que en 2013 el director del cine Naoto Takenaka llevó a la gran pantalla. A continuación escribe la novela Hoshi to monosashi (Estrellas y distancias, 2012) y otras dos colecciones de relatos: Hitohada shokora riky’ru (2013, El licor de chocolate a temperatura humana) y Ai o furikomu (2013, Domiciliar el amor).

En 2015 su consagración nacional e internacional se produce con Fitter X no ijyona aijyô (La insólita pasión del vendedor de lencería). Como curiosidad comentar que pese a que el libro no es autobiográfico tiene elementos de la vida de la autora.

El trabajo de Asako Hiruta ha sido un pequeño fenómeno editorial en Japón, donde ha cosechado muy buenas críticas, además de provocar el debate y el entusiasmo de un nicho demográfico que en el país nipón es casi invisible: el de las mujeres en la treintena que aún no se han casado y luchan por forjarse una trayectoria profesional. Con un tema extravagante y un humor muy refinado, La insólita pasión del vendedor de lencería se muestra como una lectura refrescante, en la que también afloran cuestiones que afectan a los jóvenes en la actualidad: la sexualidad decreciente de la primera madurez, las miserias de la vida familiar y la maternidad, la presión del mercado laboral o la desigualdad de género.


Calendario de lecturas

  • 3 de diciembre (lunes): post presentación del libro.
  • 4 de diciembre (martes): post «El papel de la mujer en Japón»
  • 12 de diciembre (miércoles): post comentarios hasta la página 130 y se corresponde con el final del capítulo «El especialista al servicio de Su Majestad».
  • 19 de diciembre (miércoles): post comentarios hasta el final de la novela.

Los que recogéis un ejemplar de la novela en la Biblioteca Fórum ya los tenéis disponibles en horario de apertura de la Sala de adultos.

¡Nos leemos!