Nos encontramos ante una novela de personajes. Tres personajes, tres miradas diferentes. Para ello Karmele utiliza el recurso de las voces narrativas. Dos son narradas en segunda persona, como si fuera la voz de su conciencia, y la última en primera persona (Jasone).
Ismael, novelista en bloqueo creativo; Jasone, su mujer, también correctora de sus borradores y escritora en ciernes y Libe, activista, hermana del primero y amiga de la infancia de Jasone. Alrededor de éstos, las figuras del padre y la madre de Ismael y Libe, el editor Jauregi y Aitor, el sobrino preferido del padre.
Ismael está bloqueado. Lleva dos años intentando escribir su próxima novela, pero no consigue producir más que borradores sin vida, y no llega a los plazos acordados con su editor, Jauregi. Se cuestiona todo lo que escribe, algo que no le había ocurrido nunca. No es capaz de meterse en la piel de ningún personaje. Su situación se complica el día en que su madre tiene un accidente e Ismael se ve obligado a pasar todas las tardes con su padre para cuidar de él. Esas horas lo transportarán de golpe a un momento que quedó congelado en su infancia y que Ismael ha mantenido oculto hasta ahora entre sus recuerdos.
Su primo Aitor, el preferido de su padre, sufrió un accidente en el monte del que le quedaron secuelas físicas y psíquicas. Tras su desaparición, se organizaron batidas en el monte para localizarlo. Ismael participó en la búsqueda y mintió a su padre cuando le preguntó si había revisado bien la zona que les tocaba inspeccionar. Ahí apareció su primo días después, y esa culpa lo perseguirá toda su vida.
Su hermana vive en Berlín y le toca a él cuidar de su padre por las tardes. En su fuero interno piensa que él no debería ocuparse de eso ya que «son cosas de mujeres«. Esta circunstancia reaviva su pasado, y reflexiona sobre la conflictiva relación que ha tenido con su padre y como siempre se ha sentido menospreciado por no cumplir con sus expectativas de masculinidad. Para su padre, él siempre fue un niño sensible con el que apenas podía compartir aficiones, como la de ir de caza, a diferencia de su primo Aitor del que todo el mundo estaba orgulloso ya que cumplía con creces los roles masculinos del momento. Aún así, siempre quiso tener la aceptación de su padre y sentía envidia por Aitor.
Jasone es la primera lectora y correctora de los textos de su marido. Desde hace años vive dedicada a su familia, y aunque ella también escribía de joven, lo dejó. En este último año, sus hijas ya están fuera de casa, se ha quedado por las noches frente al ordenador, y a escondidas ha comenzado a crear de nuevo. Pero cuando intenta mostrar su novela a su amigo de la universidad y editor Jauregi, éste cree que es una obra de su marido corregida por ella y Jasone se frustra y decepciona. Se da cuenta de que su amigo no la reconoce como escritora y sin pensar en sus sentimiento y orgullo le pide que su marido firme la novela como propia para publicarla en la editorial. Ante tal decepción entrega su novela que la acepta como si fuera algo natural.
Libe ha tenido un pasado político en el conflicto vasco. Después de ser detenida, e intentando alejarse de todo, se fue para Berlín para empezar de nuevo. Tiene una pareja allí llamada Kristin y nunca se la ha presentado a su familia. Todos lo saben, menos su padre. Su padre no lo entendería. Se ha sentido libre pero ahora su sentimiento de culpa por ver a su hermano cuidando a sus padres, aflora y vuelve llena de contradicciones.
Cada uno jugará con su secreto en medio de una marejada emocional en la que los silencios, como casi siempre, hablarán más que las propias palabras.
Esta novela nos hace reflexionar sobre los patrones creados durante generaciones para los hombres y para las mujeres. Por este motivo, todos los personajes de esta novela sufren las consecuencias de ello. No solo habla del papel que juega la mujer en la sociedad sino también el del hombre.
No veo esta novela como una novela feminista, ni creo que la autora pretendiera hacerlo. Vemos como los patrones de la masculinidad se repiten de padres a hijos al igual que el de las mujeres. Donde lo normal es que una mujer deje de trabajar cuanto tiene hijos y se ocupe de la casa y por supuesto, sobre ella recaerá el cuidado de los padres cuando se hacen mayores. Normas que aunque no están escritas, sí están interiorizadas y consiguen hacerte sentir culpable si antes piensas en ti misma, o consideras el trabajo como una prioridad irrenunciable.
La única mirada en primera persona es la de Jasone. Perdió parte de su identidad cuando se trasladó al País Vasco ya que se cambió el nombre porque no quiso que la conocieran como una inmigrante pobre venida de otra provincia, en la que se llamaba Asunción. Era mejor traducir su nombre. Se casó con Ismael porque su miedo le daba seguridad. No estaba metido en política y no participaba del activismo juvenil que estaba tan en boga en aquellos años y aunque escribía sobre ello, lo veía desde lejos. Ahora es una mujer que reclama su sitio, es escritora, no la mujer de un escritor. Empieza a sacudirse la culpa por dedicarse a ella misma.
Los roles de género, como se producen y se perpetúan son el argumento de esta historia. Los padres de Ismael han seguido esa tradición de la que tanto él como Jasone creen verse libres. No obstante, cuando la madre de Ismael, que le trae todos los días tapers de comida, se rompe la cadera, esos roles quedan al descubierto ¿Quién va a cuidar al padre con demencia? Ismael habla con su hermana para que regrese a hacerlo, mientras ella le aconseja otra vía
No se puede juzgar el pasado con los ojos del presente. Cada contexto social y cada contexto histórico tiene sus condicionantes. Se puede mirar hacia atrás y contarlo pero es más difícil juzgarlo.
Lo que más me ha gustado de La casa del padre es ese contraste entre sutileza y dura exposición con el que aborda el cambiante rol de género femenino en nuestra sociedad y los sentimientos que provoca en las mujeres pero, sobre todo, en los hombres. Buena parte de la novela recae en un hombre, Ismael, que ve como los roles que le han implantado dejan de tener razón de ser en el momento actual y se siente descolocado. También sobrevuela en esta novela la idea de la escritura como terapia, de si escribir sobre lo que ya se sabe o lo que es necesario descubrir, y como las mujeres son capaces de escribir sobre cosas pequeñas con mayor intimidad.
El conflicto vasco y las diferentes posturas ante él también aparecen representadas en esta obra pero sin profundizar en ellas, simplemente las utiliza como un contexto de los personajes para situarlos en un lugar y en una época muy concreta.
Con esta novela, la autora nos demuestra que se puede escribir una novela corta e intensa, donde no hay acción ni trama y donde todo el peso recae en los personajes y sus reflexiones.
¡¡¡Ahora os toca a vosotros!!!
¿Qué os ha parecido esta novela?
¿Os habéis visto reflejados en algún personaje?
y sobre todo ¿os ha parecido interesante este enfoque?
¡¡¡Espero vuestros comentarios!!!
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