
Urban scene of Al Qahirah (antiguo barrio fatimí de El Cairo). Foto en flickr de TwOsE. Algunos derechos reservados.
Esta tercera y última parte de nuestra lectura comienza con uno de los escasos monólogos interiores femeninos que ocupa todo el capítulo: el de Amina. El autor le da la palabra a un personaje casi inexistente hasta este momento. La fiel, sumisa y religiosa Amina que llora la muerte de su marido y manifiesta su preocupación por todos los miembros de la familia, sobre todo por sus hijos. Un monólogo desde la fe que salva a esta mujer. Un monólogo lleno de sufrimiento y tristeza pero también de intento de superación de ambos sentimientos y de resignación ante ellos ya que Dios así lo quiere: un creyente no debe entristecerse. Viviremos si Dios quiere y olvidaremos. No podremos seguir a nuestro ser querido hasta que Dios no lo quiera. Toda una apología desde su propia voz a la sumisión, aceptada con agrado, en que viven estas mujeres representantes de un tiempo que se acaba.
Estamos en 1942, han pasado cuatro meses desde la muerte del señor y Abd el-Múnim, que ya lleva demasiado tiempo solo (cuatro años) y puede volver a caer en la tentación, pide a sus padres el permiso para casarse con su prima Karima que ya tiene quince años. La madre se escandaliza (nunca le ha gustado la madre de la chica, Zannuba) pero al padre le parece una buena idea. Esperarán un año para que Karima llegue a la edad en que se pueda casar y haya pasado un tiempo prudencial desde la muerte del abuelo.
En el café Jan el-Jalili se reúnen los tres amigos Kamal, Ismail y Riyad a fumar el narguile. Vuelve a salir el tema del matrimonio ya que Riyad se va a casar. Kamal se angustia pensando que va a perder a su amigo del alma: ¿cómo iba a transcurrir la vida sin él? Cuando el matrimonio le convirtiera en una nueva persona como a Ismail, ¡adiós a todas las alegrías de la vida! Kamal reniega de nuevo del matrimonio presentándolo como una cárcel y como una pérdida del espíritu poético de la vida. Riyad le replica que tiene miedo. Él se sume de nuevo en sus dudas pero lo que de verdad desea es una esposa con el cuerpo de Atiyya (la prostituta con la que se acuesta) y el espíritu de Riyad. De esa manera se terminaría su soledad. Kamal está preso de la educación que ha recibido en la que la mujer no la escoge uno mismo sino sus padres y ésta nunca personifica lo que uno de verdad anhela. La mujer será la madre y el ama de casa pero no la compañera. Por eso todos los hombres de la generación de su padre y de la suya van con prostitutas. Es algo normal. Pero él, aún influenciado por esa manera de ver la vida, pertenece ya a otra generación y quiere algo más. Está escindido entre una época que se acaba, personificado en su padre, y otra que empieza, personificada en sus sobrinos. Además están sus propias ideas, progresistas, que le empujan pero, a la vez, no puede abandonar lo que ha mamado en su casa.
Ismail le habla de Aida. Ésta se marchó del país, así como su hermano, porque su familia se arruinó. Han pasado dieciséis años desde que Kamal amó a esta mujer en secreto y ya no siente nada. Su recuerdo lo vive como un símbolo de amor, cuya larga ausencia muchas veces entristece. Pero fue un amor no correspondido y hay algo más que le sigue trastornando y que él vive como una enfermedad: deseó en aquel instante que ocurriera un milagro del cielo, y encontrarse con Aida, y que, por unos cuantos minutos, ella le confesara que compartió sus sentimientos uno o más días, y que la diferencia de edad u otra causa fue lo que se interpuso entre ellos. Si hubiera sucedido ese milagro lo habría consolado de todos sus sufrimientos, viejos y nuevos, su alma se habría contado entre los felices de la creación y la vida no habría pasado en vano. Está condenado a que su amor de antaño permanezca como un enigma para siempre. Así de profunda es su herida. Parece que todos sus males vienen de aquello.
El azar le va a poner en su camino a una mujer que la primera vez que la ve le parece el vivo retrato de Aida, pero ésta es muy joven, veintiún años. Se siente muy atraído por ella y acaba descubriendo que es la hermana menor de Aida, Budur, que estudia letras y lleva una vida modesta con su madre (después de todo el esplendor vivido) con gran dignidad. Este hecho le va a trastornar y a hacer revivir todo lo vivido en su juventud con la hermana. La sigue, va a sus clases de oyente, se hace el encontradizo, comienza a sentir que se está enamorando pero no sabe lo que hay de verdad o de proyección de su pasado. No es casual que la primera mujer en que se fije Kamal después de tantos años sea la hermana, y tan parecida, de Aida. Es como si reviviera a ésta, y a él de paso, en su juventud. Todo lo que hace es como si lo hiciera para ver a la otra. Kamal recupera la felicidad y encuentra un sentido a su vida mientras vive todo esto: él había estado inmerso en la desesperación y el aburrimiento, así pues, apesadumbrado, había corrido tras ese algo, convencido de que sería un consuelo, ¡y qué consuelo!, y una vida, ¡y qué vida! Le bastaba con saber que había vuelto a interesarse por el tiempo, a aspirar a una ilusión y a tener esperanza en la felicidad; es más, ahí estaba su corazón palpitando cuando antes había estado muerto. Kamal quiere recuperar el hombre que fue un día y anhelaba abandonar por esta fascinación su hastío, su languidez y su confusión antes unos enigmas sin solución; como si ella fuera algo semejante al alcohol, pero con un placer más profundo y unas consecuencias más agradables. Budur parece que le corresponde con miradas y pequeñas conversaciones y él ante la idea de un posible matrimonio vuelve a sentir dudas porque ¿qué había de Aida en todo esto? La verdad era que no quería a Aida, pero no rechazaba la idea de aspirar a conocer su secreto. Tal vez para convencerse al menos de que la más hermosa época de su vida no había pasado en vano.
Ha transcurrido un año desde que Ahmad y Sawsan se han conocido. Se han convertido en inseparables trabajando juntos en la revista “El hombre nuevo”. En este último año ambos han pasado a la acción política pronunciando discursos, distribuyendo panfletos y redactando manifiestos. Se supone que pertenecen al Partido Comunista aunque esto no queda claro. Los dos saben que pueden ir a la cárcel. Ahmad está enamorado de ella y, aunque todavía no han hablado de amor, no duda de que sea correspondido. Sawsan está muy politizada y es casi el único tema del que quiere hablar con él. Es una mujer muy avanzada para su tiempo y Ahmad aunque comparte ideología con ella no puede dejar de estar influido por su procedencia burguesa y tradicional: quizá lo que más me molesta de mí mismo, impregnado de el-Sukkariyya, es que continúo considerando a veces a la mujer con una visión tradicionalista y burguesa. Pero siente que ha cambiado gracias a ella que me ha purificado en un grado considerable de la burguesía arraigada en mis entrañas. Sawsan le quiere pero no pertenecen al mismo mundo, ella es hija de un obrero, y se siente orgullosa de ello, y percibe los sólidos restos burgueses de Ahmad. Además siente que su dignidad le impide aceptar lo que intuye que va a pasar: que la familia de él la rechace: ¡sólo una cosa nos amenaza, la mentalidad burguesa! Ahmad, como símbolo de los nuevos tiempos que corren, consigue que su familia, no sin cierta oposición inicial, acepte a Sawsan como su mujer. Kamal y Yasín le apoyan, y su padre, siempre ecuánime, acepta y tranquiliza, incluso con bromas a Jadiga. No hay datos de la boda pero sí que de que pronto empiezan a vivir juntos. Aunque Ahmad le dice a su tío que se casará según la tradición de Dios y su Profeta por lo que suponemos que lo han hecho. Kamal aunque le apoya no puede dejar de estar influenciado por la realidad social. Pero admira a su sobrino: envidiaba su coraje, su fuerza de voluntad y otras cualidades de las que él estaba privado, como, ante todo, la fe en las cosas y la disposición para el trabajo y el matrimonio. Se diría que Ahmad hubiese surgido en la familia para redimirla de su apatía y pasividad.
Volvemos a Kamal y a su incertidumbre respecto a qué hacer con Budur: el interrogante se mantenía sin respuesta mientras él continuaba preguntándose si se casaba o no. Le asustan las responsabilidades que trae el matrimonio. Tiene miedo, es inmaduro pero la lucha se mantiene durante dos meses exhaustiva sopesando obsesivamente los pros y los contras. Idealiza su amor pero en su vida no hay lugar para la realidad. Riyad le anima a que se atreva a vivir la verdadera vida. Le dice que teme la responsabilidad, que es egoísta o que quizá esté enfermo. Kamal sostiene que la ama pero que no quiere casarse. En un encuentro decisivo con Budur, preso de dudas se da cuenta de que había que tomar una decisión. O el valor, o el adiós. Y triunfa el adiós sin que sepa muy bien el porqué de su decisión: ¿se merece que la trates del mismo modo con que antaño te tratara su hermana? Quizá hay esté el quid de la cuestión. O simplemente es el pavor y el espanto que le produce la idea del matrimonio como dice más adelante ¿Qué opináis?
La vida continúa y Karima y Abd el-Múnim se casan finalmente como habían acordado un año y medio después de la muerte del señor. Kamal, cuatro meses después de ver a Budur por última vez ve a esta por casualidad con un joven del brazo. Le duele mucho pues todavía la ama: las puertas de la vida se le cerraban ante su cara. Reflexiona y se da cuenta de que él era el único causante de ese tormento que soportaba. Es necesario conocerse a sí mismo para poder ser feliz y salvarse de los sufrimientos. El combate aún no había llegado a su fin, ni tampoco era la hora de la rendición. Yasín continúa con su vida alegre en las tabernas, de nuevo loas al alcohol, conversaciones de la situación política y suspiros por la juventud perdida. Jadiga se siente sola porque sus hijos, aunque viven con ellos, hacen su vida en sus respectivos pisos de la casa y todavía no le han dado nietos aunque ya ha pasado un año. Los hermanos hacen reuniones en su casa, Abd el-Múnim con los Hermanos Musulmanes y Ahmed, junto a Sawsan, con los amigos afines a sus ideas. Ambos se arriesgan mucho, a la cárcel incluso. Jadiga está estupefacta y muy enfadada: ¡jamás he visto una casa como ésta! ¡Abd el-Múnim y Ahmad tal vez son los nombres de dos cafés y yo aún no me he enterado! No ha llegado la tarde cuando ya se ha llenado la calle de visitantes, entre barbudos, extranjeros y comerciantes… ¡No he oído nada parecido en mi vida!… Jadiga, con sus numerosos enfados y aspavientos, representa la puerta por la que entra el humor en esta familia. Redwán, que tiene poco protagonismo en esta parte, ve como Abd el-Rahim Basha Isa se va de peregrinación a la Meca a buscar el perdón para todos sus pecados. Ya no es el que era, está viejo, e insta al joven a que se case, pero Redwán sigue pensando lo mismo sobre las mujeres: es algo extraño, cuya razón última no alcanzo a comprender. Sin embargo, la mujer es un ser que provoca en mí la aversión… El hombre le compadece y le dice que le domina un sentimiento enfermizo que le conducirá a la soledad como a él.
La novela termina con el arresto de los hermanos: hemos tenido noticias de reuniones sospechosas llevadas a cabo en los pisos de ambos. Son interrogados y ellos se mantienen firmes en sus creencias respectivas, aun así los internan en el campo de el-Tur en el Sinaí. Egipto en esos momentos, 1944, vive un estado de excepción. A la vez, Amina sufre un ataque gravísimo que la deja inconsciente y con una parálisis general. El médico les informa de que su vida no se prolongará más allá de tres días. Como pasó con la muerte del padre, será de nuevo a través del punto de vista de Kamal como viviremos esta triste situación: ¡Cuánto lo amó ella, y cuánto los amó a todos! ¡Cuánto amó a todas las cosas del mundo! Se interroga sobre su propia muerte y su propia vida: tu madre morirá, pero no sin antes haber construido una obra completa. En cambio tú, ¿qué has construido tú? Pero una puerta comienza a abrirse para Kamal a través de sus reflexiones: siempre es bueno que el hombre se incline hacia sus sueños. En virtud de lo cual, el ascetismo es una huida, del mismo modo que la fe ciega en la ciencia es otra forma de huida. Así pues, la acción es indispensable, y para la acción es indispensable la fe. Por tanto, la cuestión se reduce a saber cómo dotarnos de una fe adecuada a la vida. Kamal se sincera con su amigo Riyad que ha ido a acompañarlo: ¡puede parecer fácil vivir inmerso en el propio egoísmo, pero, de ese modo, es difícil encontrar algún bienestar, si se es un hombre digno de ser así llamado! Riyad se alegra de escuchar esas palabras y exclama: ¡he aquí el presagio de una gran transformación! Aunque Kamal tiene un largo camino por delante, las puertas de la fe (de cualquier fe) han comenzado a abrirse para él. También le han influido las palabras que le ha dicho su sobrino Ahmad (no es casual que haya sido él) en la cárcel: yo tengo fe en la vida y en los hombres. La novela termina de un modo abierto mientras los hijos se preparan para la muerte de la madre a la vez que una nueva vida está por llegar, la hija de Karima y Abd el-Múnim, la cuarta generación de la familia Abd el-Gawwad. Pero ésa ya es otra historia…
Plazos
Terminada la novela es hora de vuestros comentarios sobre esta tercera parte y sobre toda la novela en general. Espero que sean numerosos. Apelo sobre todo a aquellos que todavía no se han pronunciado. Si vais rezagados en la lectura ahora tenéis tiempo de terminarla y comentarla. Disponéis para ello de una semana.
Has dicho: