Argumento
Tras el veredicto del caso Adam Henry, Fiona vuelve a su rutina en los juzgados de Familia. En su vida personal, Fiona está estancada. Su marido, Jack, volvió a casa. Ella lo acepta sin hacer preguntas. No quiere hablar del tema y le pide que ocupe la habitación de invitados.
Es el año 2012. A Fiona le llegan un montón de conflictos matrimoniales mientras tiene el suyo sin resolver. Su convivencia con Jack es «silenciosa y tirante«. Para Fiona su marido la había «traicionado«, la había dejado sola y después había regresado a los pocos días sin dejarle suficiente tiempo para valorar si quería romper definitivamente con él o reconstruir su matrimonio.
En esta rutina estaba cuando recibió una carta de Adam. Sabía por la asistente social que se estaba recuperando bien y que en breve retomaría las clases del colegio. En el fondo la esperaba.
Le escribía para decirle que no le guardaba rencor por su decisión. Al principio le sentó mal pero ahora la comprendía. Cuando le dieron el tratamiento y sus padres lloraban, comprendió que lo hacían de alegría, de ver que su hijo se curaba y que la decisión la había tomado una tercera persona. No habían incumplido los designios de Dios. Ahora él cree que está destinado a hacer otras cosas. En cuanto llegó a casa sacó la biblia de su habitación y le dijo a sus padres que no quería seguir asistiendo a la Iglesia. Se peleó con ellos y se apartó de la comunidad. Se cuestiona sus creencias religiosas. Consiguió leer la sentencia dictada por Fiona, confía en ella y la tiene idealizada. Es distinta a todo lo que había conocido hasta el momento.
Fiona no le responde pero le conmovió «su calor y su inocencia». No quería desmoralizarlo y pensó que igual le escribiría más tarde, pero no lo hizo. Poco tiempo después, recibe otra carta de Adam en su domicilio. Necesita hablar con ella. Está en una espiral de emociones que no entiende. Con sus padres la relación está mal. Fiona llamó a la asistenta social que le dio noticias de él. Todas favorables. Estaba integrado en el colegio y todo le iba bien. Fiona entonces opta por no responder a la carta.
Después y por trabajo se marcha de circuito a otras ciudades inglesas a sacar adelante casos penales importantes que de otra manera tendrían que remitirse a los tribunales de Londres. Va a Newcastle, donde había estado de joven con sus tíos y primas. Siempre le traía buenos recuerdos y una sensación de libertad.
Estando en Newcastle recibe la visita inesperada de Adam. Ella no había contestado a sus cartas así que Adam se presentó súbitamente. Estaba más alto y fuerte. No quedaba rastro de su aspecto del hospital. Fiona le pregunta a que viene y él le responde que «a darle las gracias por salvarle» y que ya «no era la misma persona». Para Adam la visita de Fiona al hospital «fue una de las mejores cosas que me han sucedido en la vida» y añade «la religión de mis padres era un veneno y usted fue el antídoto».
Pero la verdadera razón por la que Adam estaba allí delante de ella era «porque quiero irme a vivir con usted». Fiona no se esperaba esta petición y no supo reaccionar. Decidió dar por zanjada la visita. Fue a su habitación a coger dinero para dárselo a Adam para que pueda irse a un hotel y volver después a su casa. Al volver a la biblioteca y verlo de nuevo se acercó a él para despedirse y sin pensarlo dos veces lo besó. Ese beso la turbó y dejó que él se fuera sin darle ninguna explicación.
Una semana después, Fiona abandona el circuito. Va pensativa. No se puede quitar ese beso de la cabeza. Se pregunta porqué reaccionó así. Sin pensarlo llama a Jack por teléfono. Necesita hablar con él, recobrar su vida, su sensatez. Quedan para cenar. Pero «el deshielo no era rápido ni lineal». Pasan varios mese y Fiona recibe una carta de Adam. Era un poema escrito por él, no iba acompañado de texto. Fiona no le contesta.
En diciembre, el día del concierto en el Great Hall y antes de salir de casa, Jack le prepara una velada romántica y «por primera vez desde hacía más de un año, un fuego llameante en la chimenea» y Jack le dice «No tenemos mucho tiempo» y«quién sabe cuánto -dijo él-. No muchos años. O empezamos a vivir de nuevo, a vivir de verdad, o renunciamos y aceptamos la desdicha desde ahora hasta el final (…) ella levantó la copa y dijo solemnemente -por vivir otra vez».
Antes del empezar a tocar, Fiona recibió una noticia de un colega que la consternó. El concierto fue un éxito y al finalizar, Fiona se fue a casa sola. Llamó a Marina Greene y confirmó el suceso. Adam había muerto en el hospital hace cuatro semanas. Ella se culpa de no haberlo sospechado para poder evitarlo y al volver a releer el poema, vio la advertencia, al final y tachada «que quien arroja mi cruz se mate con su propia mano».
Ella se arrepiente de no haber contestado a sus cartas, de no haberlo protegido más «sin la fe, qué abierto y hermoso y aterrador debió de parecerle el mundo». Piensa lo solo y abrumado que debió de sentirse al salir del hospital la primera vez, como le impactó su veredicto y que ella no hizo nada. «Él fue a buscarla, quería lo mismo que quiere todo el mundo y que sólo podían darle los librepensadores, no los seres sobrenaturales. Un sentido.» No pudo parar de llorar. Jack nunca la vio así. Le pregunta que le pasa y se lo cuenta. A Jack le sorprende su reacción y que de repente exprese sus sentimientos. A pesar de estar un poco impactado por lo que oye decide estar a su lado, escucharla y consolarla. La pareja empieza de nuevo.
Comentario
La ley del menor es una novela corta que se hace grande durante su lectura. Con unos personajes complejos, sólidos, y una trama realmente absorbente. La novela está escrita en tercera persona pero siempre desde el punto de vista de Fiona, de forma que nos acerquemos a su forma de ver la vida, de pensar y de llevar a cabo su delicado trabajo. A través de ella, el autor nos cuenta también la historia de Jack y la de Adam.
El libro, desarrollado en el ámbito judicial anglosajón, trata de forma magistral el debate sobre la validez de la autonomía del menor, la solidez o no de sus creencias, la vulnerabilidad de la adolescencia, su capacidad para dejarse impresionar por un modelo de adulto idealizado. La huella que, de forma imperceptible, imprimen los adultos en conciencias jóvenes con su forma de ser y actuar, y las posibles repercusiones que dicha impronta dejará en el espíritu del que lucha por encontrar su lugar en el mundo. Da lugar a la reflexión.
Como también da lugar a debate el personaje de Fiona, mujer exigente en su papel de profesional altamente cualificada, que antepone sus responsabilidades laborales al día a día de su vida íntima, aquélla que sustenta su bienestar y que de forma imperceptible se desmorona a su alrededor y termina pasando factura.
Desde mi punto de vista, el autor consigue enganchar al lector desde el principio y no sólo con el argumento en sí, sino con la exposición detallada y fascinante de los casos que se plantean en el juzgado de Familia, su complejidad y sus muchos puntos de vista.
McEwan tiene una forma de escribir elegante sin elementos superfluos, hace un análisis de las diferencias entre la naturaleza femenina y la masculina, del matrimonio, los celos, el dolor y de las consecuencias de las decisiones que tomamos y cuyo alcance muchas veces no podemos prever.
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El próximo lunes, 11 de febrero, publicaré el post presentación de la siguiente novela.
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