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A ti te sostiene tu propia fuerza, como a mí

12 Feb

Alianto (Ailanthus altissima) o árbol del cielo. Foto en flickr de Wendy Cutler. Algunos derechos reservados.

Comenzamos esta tercera y última parte de la novela con la llegada al mundo de Annie Laurie nacida el 28 de mayo de 1916 cinco meses después del fallecimiento de su padre Johnny. De nuevo las diferencias entre los hombres y las mujeres a través de las reflexiones que hace la autora sobre los dolores del parto. Frases como era lo único que las mujeres tenían en común: la certeza de los dolores que acompañan al parto / Los hombres se llevan el placer y las mujeres el sufrimiento / Parecen querer vengarse de Dios por haberlas hecho mujeres. Se percibe en la autora un sentimiento contradictorio y doloroso por su condición de ser mujer ¿no creéis? Según su punto de vista parece que las mujeres sólo pueden ser solidarias entre ellas en el dolor que se sufre en el parto (o sea en la peor parte). Yo percibo una gran individualidad en Betty Smith que transmite a sus protagonistas femeninas. Su concepción del universo femenino no está exenta de crítica.

El mundo cambia muy aprisa en aquellos años. A través de las conversaciones oídas al vuelo por Francie en el bar de McGarrity asistimos a los cambios y avances de la época: se avecina la ley seca, el voto de las mujeres, los automóviles e incluso los aviones. El cine ya es un hecho que desplaza al teatro, como el telégrafo, la electricidad en las casas, las máquinas y la inminencia de la entrada de EEUU en la I Guerra Mundial. Y Francie, apoyada en su escoba para escuchar, trataba de dar sentido a lo que oía y se esforzaba por entender un mundo que giraba en veloz confusión.

Francie termina su escuela primaria con una mala nota en inglés debido a su renuncia a escribir redacciones después de la crítica a su escritura por parte de la profesora (pero volverá a escribir). La joven Nolan tiene ya quince años y está convirtiéndose en una mujer con todo lo que eso conlleva: llora, se enternece con el recuerdo de su padre (¡papá! ¡papá! Esta invocación, que expresa su amor y su necesidad de él, aparecerá cada vez que Francie eche de menos a su padre y son muchas las veces), discute con su madre, echa de menos algo parecido a un abrazo, un entendimiento, una necesidad que no sea la de la familia: necesito a alguien a quien amar con otra clase de amor… Se da cuenta de que va a tenerse que poner a trabajar, y posponer sus estudios, como así ocurre primero en una fábrica y luego en una agencia de noticias como lectora en Nueva York (¡por fin logra cruzar el puente de Brooklyn!). Como es inteligente y despierta, gana un dinero que nunca imaginó ganar y sabe que ese dinero es necesario para proporcionar un mayor bienestar a su familia, y, en consecuencia, se sacrifica por ello: tengo miedo porque dependen de mi dinero […] ¡adiós instituto! ¡Adiós todos mis proyectos! Como siempre, es diligente también con el trabajo pero Francie no es feliz. Nueva York no le gusta (prefiere el misterio y el sueño que contiene su amado Brooklyn a ese hormiguero humano), el trabajo, aunque sea leer, con lo que tanto disfruta, no le llena (se sentía impelida hacia una norma de vida para la que ya no estaba capacitada)… Francie está viviendo la difícil adolescencia entrando de lleno en el mundo adulto del trabajo y la responsabilidad y está tan sola como siempre, más incluso ahora que comienza a despertarse al amor y hay algo que la aferra a su infancia feliz (¡Oh! Cómo desearía volver a ser niña, cuando todo era tan maravilloso), a su casa, a su barrio, a su padre al que tanto echa de menos (Si estuviese tu padre aquí… Te comprendería mucho mejor que yo)… No le gusta lo que descubre en el mundo exterior (como Alejandro Magno, Francie se afligía convencida de que no existían mundos nuevos para conquistar) y, a la vez, la renuncia a los estudios la han hecho perder, además de las promesas de un mundo mejor, algo que llenaba su vida (Yo deseo volver a estudiar más que cualquier otra cosa en mi vida).

Asimismo, Francie contempla cómo su familia se va transformando, distanciando unos de otros: Nuestra familia era como una taza fuerte. Entera y firme, sujetaba bien las cosas. Cuando murió papá apareció la primera grieta. Y la discusión de hoy producirá otra grieta. Pronto habrá tantas que la taza se romperá y sólo seremos pedazos, en vez de formar un conjunto homogéneo. No quiero que esto suceda, aunque sé que estoy produciendo una nueva grieta. Se distancia de su madre porque son iguales y chocan en lo mismo: Y esa es la raíz del mal. Somos demasiado parecidas para comprendernos mutuamente, ni siquiera nos comprendemos a nosotras mismas. Papá y yo éramos muy diferentes y nos entendíamos. Mamá comprende a Neeley porque es distinto. Ojalá fuera diferente, como Neeley. Pero no lo es y sufre por ello: en el fondo de sus corazones, cada una sabía que la amargura perduraría y jamás sería extirpada.

Y por fin entran en guerra el seis de abril de 1917 aunque ésta no va a afectar demasiado a la familia Nolan. Francie quiere recordar cada hecho importante de su vida para retenerlos siempre. ¡Está tan llena de vida! Y, a la vez, está tan sola… pero la vida gana siempre en ella, como transmite este maravilloso párrafo: Dios amado -suplicó-, permíteme ser algo cada minuto de cada hora de mi vida. Permíteme ser alegre. Permíteme ser triste. Que tenga frío. Que esté abrigada. Que tenga hambre, que tenga demasiado para comer. Permíteme andar andrajosa o bien vestida. Que sea sincera o falsa. Que sea franca o mentirosa. Honorable o pecadora. Pero permíteme soñar todo el tiempo para que no se malgaste la más mínima porción de vida.

Y Francie, finalmente, se las ingenia para volver a estudiar a través de unos cursos de verano en la Universidad que compagina con el trabajo. De nuevo es feliz, tanto que se marea: Mis abuelos nunca supieron leer ni escribir. Sus antepasados tampoco. La hermana de mi madre no sabe leer ni escribir. Mis padres no terminaron la escuela primaria. Yo no he ido al instituto. Sin embargo, yo, M. Frances K. Nolan, estoy en la universidad. ¿Oyes eso, Francie? ¡Estás en la Universidad! Pero, ¡caramba!, qué mareo. Se entrega de lleno a los estudios y además conoce a un chico, Ben Blake, que se convierte en su ángel de la guarda y del que cae totalmente enamorada, o eso cree ella (es el primer chico que conoce y ¡está tan deseosa de amar!). Ben es casi perfecto y a los diecinueve años ya tenía proyectada su vida por un camino sin desvíos. Quiere llegar a ser gobernador en una carrera profesional planificada al milímetro por lo que, aunque Francie le gusta, no tiene tiempo para las mujeres y así se lo hace saber. Al finalizar el verano, y los cursos, se despiden hasta el próximo verano: Pensaré en ti. Te escribiré cuando tenga un momento libre. – Había apenas media hora de viaje entre sus domicilios-. Si alguna vez me necesitas (siempre que no sea una bagatela, por supuesto), me escribes unas líneas y me las arreglaré para verte. Francie está triste: otra vez las noches solitarias. Francie paseaba por las calles de Brooklyn en aquellas hermosas noches de otoño y recordaba a Ben. Sí. Le necesitaba. Pero estaba segura de que él jamás iría si ella escribía: “me siento sola. Ven a pasear conmigo y a conversar”. En el ya firme esquema de su futuro, Ben no había incluido el capítulo soledad. Francie lo que más necesita es compañía, sentirse necesitada, compartir su soledad pero este chico, Ben, no sé, no me acaba de convencer en su extrema perfección y planificación de su vida. Es un poco sobrado y rechina un poco, ¿no creéis?

La tía Sissy por fin consigue tener un hijo propio y todo gracias a los avances también en la medicina. En vez de dar a luz ayudada por una comadrona, Sissy decide ir al hospital y ser atendida por un médico, judío para más señas, lo que escandaliza a sus hermanas, pero Sissy es una mujer moderna y sabe que el hospital es la mejor opción y los médicos judíos los más expertos. Será un niño y se llamará Stephen Aaron. Además, Sissy vuelve a sacar de un bajón, a través de su cariño y comprensión, a uno de los hombres de la familia, esta vez le toca el turno al tío Flittman que no sólo se recupera sino que además se convierte en una especie de hombre orquesta (ya sabemos: la vena artística de los maridos de las hermanas Rommely). La familia está feliz ya que todo va mejorando en sus vidas.

En la primavera de 1918, Francie, que ya tiene dieciséis años, se enamora perdidamente de un soldado que está a punto de partir hacia Europa. Lee Rhynor está de permiso unos días en Nueva York y tiene veintidós años. Está comprometido con una muchacha de Pensilvania pero le confiesa a Francie que no la quiere. Todo sucede muy deprisa, no hay tiempo, la guerra espera y quizás, con ella, la muerte. Se cuentan sus vidas y en la primera cita Lee la besa. Al día siguiente van a bailar y él le dice que la ama. Francie es inmensamente feliz y llega a una conclusión sobre lo que significa la felicidad: la gente siempre cree que la felicidad es algo que se pierde en la distancia, una cosa complicada y difícil de conseguir. Sin embargo, ¡qué pequeñas son las cosas que contribuyen a ella! Un lugar para refugiarse cuando llueve, una taza de café fuerte cuando una está abatida, un cigarrillo que alegre a los hombres, un libro para leer cuando una se encuentra sola, estar con alguien a quien se ama. Ésas son las cosas que hacen la felicidad. Francie también le confiesa su amor y, ante su requerimiento de boda, ella le promete me casaré contigo cuando regreses, Lee. Pero todo termina mal. El soldado va a su pueblo a despedirse de su madre y allí se casa con su prometida antes de ir a la guerra. Francie se entera de todo a través de una carta que le envía la ya esposa de Lee. Francie le había escrito previamente confesándole todo lo que sentía por él (él se lo había pedido). El tal Lee resulta ser un cobarde de tomo y lomo y Francie sufre su primera decepción amorosa ya que el amor que ha sentido por Lee, correspondido un par de días, sí es amor y no el que creyó sentir por Ben.

Desesperada se confiesa a su madre y Kate, de nuevo, hace gala, no sólo de su sensatez y su amor (ha llegado ya la hora en que no puedo evitar el sufrimiento a mis hijos […] Estaba dispuesta a matar a cualquiera que tratase de hacerles daño. Y ahora, en un brillante día de sol salen con toda su inocencia y tropiezan con el dolor que una daría su vida por ahorrarles) sino también de ser una mujer muy adelantada para su tiempo. Ya previamente le había dicho a su hija: La vida es demasiado corta. Si alguna vez te enamoras de un hombre, no pierdas el tiempo bajando la mirada y haciendo muecas. Dile con franqueza: “¡Te amo! ¿Por qué no nos casamos?”, lo cual es increíble para la época pero, incluso va más allá: hay dos verdades. Como madre te diré que habría sido terrible que te acostaras con un extraño, un hombre que conocías desde hacía sólo dieciocho horas. Te habrían podido pasar cosas horribles. Tu vida entera habría podido destruirse. Como madre, te digo la verdad. Pero, como mujer… te diré que habría sido maravilloso. Porque sólo una vez se quiere de esa manera. Francie se recupera relativamente pronto, la herida no parece ser demasiado grande y la conclusión a la que llega es que no quiere necesitar a nadie sino que alguien la necesita a ella.

Y llega el final feliz para todo el mundo gracias al matrimonio entre el señor McShane y Kate. Este hombre lleva mucho tiempo perdidamente enamorado de Kate y, una vez viudo, decide dar el paso. Kate acepta porque sabe que un hombre bueno. Pero además McShane tiene dinero y un futuro como político muy prometedor por lo cual, Francie podrá dejar de trabajar y estudiar en una Universidad. Su sueño. Pero a Francie siempre le ha parecido todo un sueño: Todo era efecto de los sueños. ¿O sería todo real y verdadero, y era ella, Francie, la soñadora? Francie irá a estudiar a Michigan y piensa que si persistía esa condición soñadora en Michigan, Francie sabría que la soñadora era ella. Ben ha vuelto a su vida, le ha ayudado a pasar con éxito los exámenes de ingreso a la universidad. Toda la familia piensa que es bueno que se aleje y se adapte a un nuevo ambiente. Es Ben el que ha elegido Michigan. Ahora, con veinte años, le ha regalado un anillo y le ha dicho que tendrán que pasar cinco años para que se puedan casar. Así ella podrá estar segura de sí misma. A Francie no le pesa gran cosa esperar ya que todavía piensa en Lee aunque sabe que Ben es un hombre decente, honorable y brillante […] Le gustaba Ben. Le gustaba muchísimo. Deseaba poder amarle. Si por lo menos él no estuviese siempre tan seguro de sí mismo. Si vacilara alguna vez, aunque sólo fuera una. Si la necesitara, aunque fuese sólo un poco. En fin, tenía cinco años para decidirse.

Kate y McShane se casan y después de la boda, Francie se va despidiendo de todo lo que ha sido su vida hasta entonces. Incluso va al baratillo de Charlie para comprarle, en un acto de justicia poética, todos los números de la tómbola. Francie se despide de su infancia en este acto simbólico. Sabe que su barrio desaparecerá más pronto o más tarde. Y también hay un recuerdo para su adorado padre (Papá… ¡Papá!). La novela termina casi como empezó: Francie se asoma a la ventana y observa a una chiquilla sentada en la escalera de incendios mientras lee y come caramelos. Pero, sobre todo, está el árbol. Lo habían cortado pero un nuevo árbol había nacido del tocón […] aquel árbol del patio que los hombres maltrataban, aquel árbol alrededor del cual habían prendido fogatas para quemar su tocón, aquél árbol aún vivía. ¡Vivía! Y no había nada que pudiese destruirlo. Adiós, Francie. A ti, tampoco nadie podrá destruirte.

Plazos
Terminada esta hermosa novela que es una gran lección de vida es la hora de vuestros comentarios sobre esta última parte y sobre la novela en general. Disponéis de una semana más o menos para ello. Yo creo que vamos a echar de menos a los Nolan ¿no os parece? Así que, prolonguemos algo más nuestra convivencia con ellos a través de todo aquello que queráis opinar, reflexionar…

La educación los colocaría por encima de la miseria y la inmundicia

2 Feb

Brooklyn bridge. Foto en flickr de Tim_Dawks. Algunos derechos reservados.

Continuamos con las vicisitudes de los Nolan. Hemos dejado a Francie en la escuela, en la terrible escuela donde la diferencia entre los menos pobres y los pobres de solemnidad es muy grande. Ante tanta crueldad, Francie se hace fuerte, ha heredado la fortaleza de su madre: Francie, claro está, se convirtió en una niña arisca […] pero ya se había acostumbrado a su soledad. Estaba habituada a andar sola y a que la considerasen diferente. A decir verdad, no sufría gran cosa por ello. Además, los Nolan son muy individualistas, diferentes: no se ataban a nada, excepto a lo indispensable para poder vivir en su mundo. Seguían su propia norma de vida. No formaban parte de ningún grupo social. Pero en la escuela no todo es malo, hay dos profesores maravillosos que aman a los niños y les transmiten alegría, vida y amor por la belleza: el señor Morton y la señorita Bernstone. No es casual que ambos sean profesores de materias artísticas: música y dibujo. Los dos aman a la vasta horda de niños sucios e indeseables más que a los privilegiados. Pero la autora opina, como la madre de Kate, que no todo debe ser bueno en la vida: debe haber aguas turbias y oscuras para que el sol tenga algo que enmarque su deslumbrante gloria. El capítulo dedicado al momento en que Francie aprende a leer (XXII) es muy hermoso. En él constatamos el amor desmesurado que se le despierta a esta niña por las letras y la imaginación desbordante que aplica a la aritmética. Francie no tiene amigos pero ahora los necesita todavía menos que antes porque adquiere dos tesoros preciados: la lectura y la imaginación, ambas la conducirán a la escritura en muy poco tiempo.

Francie se las ingenia, con ayuda de su amado padre, para cambiarse a un colegio mucho más bonito y amable. El padre, a regañadientes de la madre, ingenia una no muy legal manera de cambiarla (algo que estaba prohibido). Como Johnny dice es un mal para conseguir un bien mayor. ¡Me encanta este padre! Gracias a él la vida de Francie cambia a mejor y eso la hace inmensamente feliz. La imagen de ambos caminando por las calles camino a esa escuela es pura poesía y amor mutuo.

A continuación hay un capítulo dedicado a las elecciones y a la política en aquella época. Johnny es demócrata y a Katie no le interesa el tema pero lo critica con sabiduría en las conversaciones con su marido. Entonces ya existían el amiguismo, el poder de las influencias y la corrupción, que es lo que Katie critica: Por lo que Tammany da al pueblo, le saca el doble. Espera a que voten las mujeres…

Johhny sigue bebiendo: Johhny era de esos que se obsesionan. Solía obsesionarle la idea de que la vida era imposible y entonces bebía más que nunca para olvidar. Pero es un borracho pacífico y pensativo. A Francie no le gusta nada ver a su padre así porque le resulta un desconocido. Curiosamente es cuando no bebe cuando es alegre, cantarín y comunicativo. Cuando no bebe se desvive con sus hijos, intentándoles enseñar todo lo que sabe para que se conviertan en personas inteligentes. Incluso, un día les lleva a conocer el gran océano que bañaba las playas de Brooklyn en un episodio cómico y amable que nos hace sonreír.

En aquella época Francie dijo su primera mentira deliberada. Fue descubierta y decidió convertirse en escritora. La niña miente a la maestra y esta le da un consejo que no olvidará jamás: cuando suceda algo, cuente lo sucedido exactamente, pero escriba para usted lo que crea que debería haber sucedido. Diga la verdad y escriba el cuento. Así no tendrá problemas. La maestra le enseña a diferenciar una mentira de un cuento: una mentira es lo que se dice por maldad o cobardía, un cuento es lo que uno inventa respecto de algo que pudo haber sucedido; en el cuento uno no relata las cosas como han sucedido, sino tal como uno cree que debiera haber ocurrido. Aquí tenemos casi las mismas palabras que Betty Smith dijo a los periodistas cuando le preguntaron acerca de si Un árbol crece en Brooklyn era autobiográfico. Aquí está el quid de la cuestión sobre lo que la autora piensa de lo que debe ser la literatura. ¿Qué opináis vosotros?

Asimismo, en este capítulo clave se nos ofrece otra explicación importante acerca de porqué esta novela es tan amable con la vida. Francie no se atiene a la realidad, necesita darle colorido, dramatismo, tenía que engalanarla con algo de su cosecha. Katie la reprende continuamente recomendándola que suprima la fantasía. Pero es que Francie ha aprendido esto de sus propios padres: aunque Katie tenía esa misma propensión a mejorar los hechos y el mismo Johnny vivía en un mundo de ensueños, los dos trataban de combatir esa tendencia en su hija. Tal vez tuviesen un buen motivo para hacerlo. Tal vez su propio don imaginativo teñía de rosa la realidad de sus vidas cargadas de miseria y pobreza y eso fuese la causa de su conformidad. Quizá Katie pensaba que sin aquella facultad tendrían una visión más clara y precisa de las cosas, las verían tal como eran realmente y ante su vista podrían detestarlas y encontrar la forma de mejorarlas. Pero, a la vez, estas palabras contienen una crítica (¿autocrítica?) a esa visión amable de las cosas. No pueden remediar ser así pero se dan cuenta de que eso conlleva un conformismo que no es bueno y desean enseñarle a su hija la manera de mejorar la realidad que le ha tocado vivir. Y dejar la fantasía para la literatura (que es lo que es este libro). Muy interesante. Espero vuestros comentarios sobre este aspecto, creo yo que clave en la novela.

La inteligencia y la sensatez de Katie se manifiesta en sus pensamientos ante la alegría que siente la familia por haber conseguido un árbol de navidad gratis. Se interroga a sí misma sobre cómo conseguir que sus hijos salgan de esa miseria que no quieren ver: ¿el dinero? No, lo que ella quiere conseguir en sus hijos no lo da el dinero. ¿La educación? ¡Exacto! Esa es la respuesta. Sus hijos tienen que estudiar para salir de ese lugar que no les conducirá a ninguna parte. Sabe que su hija es inteligente y que llegará a ser alguien aunque esto no lo es todo ya que llegará a saber demasiado para su propia felicidad. Quiere que su hijo, al que claramente prefiere, sea médico y luchará con todas sus fuerza para que no se parezca a su padre, y sabe que su marido no estará con nosotros mucho tiempo. ¡Dios mío! Tanto que le quise. Y a veces le quiero aún. Pero es indigno… es indigno, y que Dios me perdone por haberlo descubierto. Katie, aun siendo dura, conoce muy bien el suelo que pisa, ¿no creéis?

Hay en el libro una continua referencia al orgullo y la dignidad de los pobres. Ninguno quiere reconocer que lo es, callan su condición ante ofrecimientos de caridad. Katie quisiera estar antes muerta que aceptar ayuda de los que más tienen. Quiere bastarse con su trabajo, y lo veremos más adelante cuando Johnny no esté y apenas puedan seguir adelante. Sólo Francie a veces cede ante esos ofrecimientos. Es una niña, pero eso no le impide ver lo que de obsceno hay en esa inquina a la hora de señalar que son pobres: ¿Por qué?- pensó con amargura -. ¿Por qué no lo ha podido regalar sin decir que soy pobre y ella rica? ¿Por qué no la ha podido regalar sin que se hablara de ello? Pero es más fuerte en ella poder tener una muñeca por primera (y última) vez y cede y miente y busca sus propios arreglos para no sentirse miserable ante su propia debilidad.

Francie va creciendo y descubriendo el mundo y sus verdades. Comprueba cómo las mujeres son crueles con otras mujeres y por eso no le gustan, como a su madre. Ella es una niña generosa, sensible y con un gran sentido de la justicia lo que le hace apoyar a la pobre Joanna que con diecisiete años es madre soltera. Constata que las mujeres se critican mucho entre ellas y, en cambio, los hombres poseen una mayor solidaridad entre ellos. ¿Misoginia de la autora? No lo creo, pues algo de verdad hay en lo que dice, y, además, hay otras mujeres en la novela que son maravillosas como las hermanas de Katie, la propia Katie, las hermanas profesoras de piano… Yo creo que lo que quiere criticar la autora es a esas mujeres que no gozan con la vida. Algo de lo que ellas no tienen la culpa. Más bien es la sociedad patriarcal en la que viven la culpable de sus frustraciones y odios. ¿Qué opináis vosotros?

En 1914, el año en que comienza la I Guerra Mundial, Francie se hace mujer y su padre se muere. Antes de esto sufre un conato de abuso sexual que no va a más gracias a la sangre fría de Katie que le dispara un tiro al agresor. Afortunadamente, Francie saldrá indemne de este episodio, ayudada fundamentalmente por el cariño de su padre y al buen hacer de un médico. Asimismo, aparece en escena un buen hombre, el Sargento McShane que se siente atraído por Kate y piensa que un día será su esposa. Katie se da cuenta de esto y calla. Veremos qué pasa más adelante. También Sissy consigue, por fin, ser madre. Intenta hacer creer a todos que está embarazada, lo cual no es cierto y nadie, excepto su crédulo marido, lo cree. En realidad lo que ha ocurrido es que ha adoptado, de una manera muy sui generis, típico de la excéntrica Sissy, a una niña. Convertirse en madre le hace cambiar, serenarse y dejar de buscar a los hombres. Es feliz con su John de turno y cuidando a su madre anciana así como a su pequeña.

Katie se queda de nuevo embarazada mientras Johnny se muere sin remedio. Fallece a los treinta y cuatro años el día de Navidad de pulmonía y como consecuencia de su alcoholismo. Le encuentran en la calle muerto. Todos reaccionan con gran serenidad y madurez. Francie, de alguna manera, no se lo puede creer pero asiste al sepelio con su familia y sólo, después, en un paseo con su hermano podrá llorar todo lo que no ha podido antes. Su madre les dice a partir de hoy seré madre y padre para vosotros. Pero las penurias económicas aumentan y Katie no quiere que sus hijos se pongan a trabajar, pero tampoco puede hacerlo ella como antes por su avanzado estado de gestación. Desesperada le pide ayuda a su Johnny muerto y éste a través de McGarrity, el propietario del bar que frecuentaba Johnny, viene en su auxilio. Los niños ayudarán unas horas y temporalmente (lo que no les impedirá seguir yendo a la escuela) a este hombre en el bar y en la casa. McGarrity tiene dinero y busca llenar el hueco que le ha dejado la ausencia de su amigo Johnny. La historia del dueño del bar es muy conmovedora y os la dejo a vosotros para que la comentéis.

Francie comienza a escribir sobre su padre (la realidad) en las redacciones para la escuela. Antes lo hacía sobre pájaros, árboles… Increíblemente, la profesora la critica diciéndole que la pobreza, el hambre y la embriaguez son temas desagradables y le aconseja que queme esas redacciones. La niña no está de acuerdo y aprende otra nueva lección sobre la vida y la literatura. Finalmente prevalece su criterio y quema, no las redacciones sobre su padre sino todas las anteriores en las que había sido una buena mentirosa. Francie ha crecido y va camino de convertirse en una gran mujer.

Plazos
Es hora de vuestros comentarios sobre esta segunda parte de la lectura. Espero que sean tan numerosos, o más, que en la anterior. Disponéis de una semana más o menos para ello. Al mismo tiempo, continuaremos con la lectura que nos llevará desde el capítulo XL (pág. 345) hasta el final de la novela.

La niña que estaba predestinada a hacer grandes cosas

24 Ene

NYC-Brooklyn-Williamsburg: South 6th and Berry St. Foto en flickr de Wally Gobetz. Algunos derechos reservados.

El libro primero, que comprende cinco capítulos, nos sitúa en el tiempo, en el lugar y nos da a conocer a los personajes principales. Brooklyn, barrio de Williamsburg, un fin de semana en el verano de 1912. Francie Nolan, la protagonista, tiene once años. Su hermano Neeley, diez y sus padres Katie, veintinueve y Johnny, treinta y uno. Se casaron muy jóvenes, ella sólo tenía diecisiete y él, diecinueve y los hijos vinieron enseguida. Nada más empezar la narración, la autora nos presenta al árbol, el único árbol que sólo crece en las barriadas populares: el amigo de la gente pobre. Así sabemos ya desde el principio que los Nolan son pobres como casi todos los que viven en su barrio. A través de la minuciosa narración de los principales acontecimientos del fin de semana vamos sabiendo de sus vidas y sus personalidades, sobre todo de su lucha por conseguir dinero. El dinero, su ausencia, es muy importante en esta novela. La autora nos detalla cómo van consiguiendo cada dólar o cada centavo de dólar, cómo lo gastan y cómo ahorran (muy importante) también lo que pueden. El dinero se gasta casi exclusivamente en la comida (se habla mucho de lo que comen y de cómo lo consiguen) y en los gastos de la casa. Apenas queda nada para un capricho. Algún caramelo o dulce o deliciosos caprichos gratuitos como el de tirar el café en el fregadero: Francie tiene derecho a una taza de café en cada comida, como los demás; si prefiere tirarlo en vez de bebérselo, es asunto suyo. Creo que es bueno que la gente como nosotros derroche algo de vez en cuando para tener la sensación de poseer dinero y olvidar así las aflicciones de su continua falta de todo, afirma contundente Katie. Así de originales y maravillosos son los Nolan.

¡Oh, qué prodigioso era el sábado en Brooklyn! Este es el tono de casi toda la novela: positivo y remarcando lo que la vida tiene de placentera. Incluso un mal olor se convierte en una promesa de aventuras: se enorgullecía de ese olor. Para ella era el indicio de que cerca había un riachuelo que, aunque sucio, iba a un río que a su vez desembocaba en el mar. Ese olor nauseabundo le traía a la mente vapores que zarpaban hacia remotos mares y extrañas aventuras. Por eso le agradaba ese olor. Pura poesía. No hay que olvidar, tampoco, que el punto de vista es el de una niña de once años que va descubriendo la vida. Una niña, además, imaginativa y fantasiosa: Francie tenía una afición favorita: tejer conjeturas acerca de las personas que veía. También es sensible y cuando ve cosas que le afectan relacionadas con la pobreza que la rodea, se refugia en su casa donde siempre reina la comprensión y el afecto.

Los libros que lee Francie, ¡uno por día!, los consigue en la biblioteca. Los va leyendo en orden alfabético sin saltarse ni uno. La biblioteca es un lugar muy especial para la niña a pesar de la antipática bibliotecaria. Descubrir qué flores habrá en el florero del mostrador roza casi el éxtasis: la intensa emoción que le produjo esa belleza fue casi dolorosa. Lo recordaría toda la vida. Francie adora leer y sueña que cuando sea mayor tendrá una casa con un escritorio como el de la bibliotecaria, lleno de lápices y con las paredes repletas de libros. Llega el momento más codiciado en toda la semana: el ritual de la lectura en la escalera de incendios entre las ramas del árbol. Allí puede descubrir el mundo que el libro le brinda así como contemplar la vida que la rodea: estar allí fuera era como vivir en un árbol; nadie de arriba, ni de abajo, ni de enfrente podía verla; en cambio, ella lo veía todo a través de las hojas. No hay placer mayor para Francie: mientras leía en paz con el mundo, y tan feliz como sólo puede sentirse una niñita que tiene un buen libro y un bol lleno de caramelos y que además está sola en su casa, las hojas del árbol del cielo formaban sombras extrañas y la tarde declinaba. La autora consigue con su delicada prosa que podamos visualizar tan hermosa escena.

Francie tiene una relación muy especial con su padre. Le adora y él tiene predilección por su hija. La niña escucha atentamente sus quejas y sus historias. Ella sabe que es un borracho pero a la vez ¡es tan simpático, tan guapo y baila y canta tan bien! Son cómplices la “Prima Donna” y el atractivo padre. Este le dice con una sinceridad pasmosa: bebo porque soy un derrotado y porque tengo conciencia de ello. Bebo porque sé que no soy capaz de sobrellevar mis responsabilidades. No soy un hombre feliz. Tengo mujer e hijos y no soy un buen trabajador. Nunca quise tener familia. Pero se enamoró de Katie, una buena mujer. Cuando Francie le escucha sus quejas se le estruja el corazón, pero después se siente feliz cuando dice: sí, tu madre trabaja sin descanso; yo la amo y quiero a mis hijos. Pero Johnny tenía el presentimiento de que estaba derrochando la vida con demasiada rapidez. Luego se alegra y le promete a Francie que la llevará de viaje al lugar donde florecen los copos de algodón y la niña se derrite de amor. Johhny y los hombres en general en esta novela son mucho más débiles, irresponsables, despreocupados y torpes que las mujeres. También son alegres, cantarines, bohemios, intensos pero unos fracasados en la vida. Hay una oposición muy clara entre ambos géneros. ¿Qué opináis de esto?

El libro segundo comienza con un flashback a 1900 cuando Johnny conoció a Katie. Ésta se enamora perdidamente de él, se lo roba a una amiga y él cae rendido a sus pies. Se casan a los cuatro meses de haberse conocido. La autora nos presenta a la familia Rommely (de origen austriaco), la de Katie, y a la familia Nolan (de origen irlandés), la de Johnny. A sus padres y hermanos. Son muy buenas descripciones tanto físicas como de sus personalidades. Conociéndolos a ellos entendemos más del carácter de Katie y de Johnny: los Rommely generaban mujeres de fuerte personalidad. Los Nolan producían hombres débiles e ingeniosos. Todos los hermanos Nolan, incluido Johnny, van a morir, por diversos motivos, antes de llegar a los treinta y cinco años. En un hermoso párrafo (págs. 81-82) la autora nos describe cómo es Francie: una mezcla de los Nolan y los Rommely, pero también era todo lo que leía en los libros de la biblioteca; era la flor del florero marrón, era parte del árbol que crecía firmemente en el patio... Y lo más importante es que hay algo innato en ella y sólo en ella. Ese toque sobrenatural que Dios o su equivalente pone en todas las almas a quienes infunde vida.

Prosigue la vida de casados de Johnny y Katie. Al principio son muy felices. Ambos trabajan cuidando una escuela por las noches. Lo pasan muy bien, se ríen mucho, se cuentan historias, bailan, cantan… pero enseguida Katie se queda embarazada y Johnny comienza a sentirse cada vez más inquieto. En el momento del parto, Johnny, nervioso, va a buscar a su hermano, se emborrachan y se olvida de ir a trabajar. Pierde el empleo. Comienzan los problemas y el sufrimiento. Y Katie se hace aún más fuerte y, a la vez, más dura. Es consciente de que ella va a tener que llevar las riendas de esa familia y cuidar de todos. La madre de Katie, Mary, una mujer analfabeta pero muy sabia, la da sabios consejos para construir un futuro mejor para la hija que acaba de nacer: el secreto está en saber leer y escribir. Tú sabes leer. Todos los días debes leer a tu hija una página de algún libro; todos los días hasta que ella aprenda a leer. Entonces ella deberá leer todos los días. Ese es el secreto. Los libros que la madre le aconseja son la obra de Shakespeare (todo lo prodigioso de la vida se encuentra en ella) y la Biblia protestante (aunque ellos son católicos) porque su Biblia expresa mejor las bellezas de nuestro mundo y del más allá. Cada día tendrá que leer una página de cada uno a su hija aunque no entiendas lo que está escrito en ellos y aunque no sepas pronunciar bien las palabras. Y además contarle todas las leyendas que ella le contó porque la niña tiene que poseer algo muy valioso que se llama imaginación. Necesita crearse un mundo de fantasía todo suyo. Debe empezar por creer en las cosas que no son de este mundo; luego, cuando el mundo se haga demasiado duro para soportarlo, podrá refugiarse en su imaginación. Maravilloso. Después, continúa, ella de mayor descubrirá la verdad por sí misma. Al enseñar a tu hija no olvides que sufrir también es útil. Enriquece el carácter. ¡Qué abuela! Me rindo ante ella.

Johnny consigue ser camarero y cantante de café de vez en cuando. Pero Katie se vuelve a quedar embarazada y Johnny comienza a preocuparse cada vez más, se siente atrapado. Pensó que eran muy jóvenes y ya estaban derrotados. En cuanto escuchó la noticia salió para embriagarse. Neeley nace y la madre se da cuenta de que va a quererlo más que a Francie. Neeley es guapo y fuerte, igual que su padre, y Francie debilucha y frágil. Katie quiere convertirlo en el hombre que Johnny debería haber sido y se entrega de lleno a este niño pensando que Francie y Johnny ya se arreglarían de alguna forma. Los niños van creciendo y Katie se convirtió en una mujer capaz, firme y previsora. Amaba a su Johnny, pero aquella veneración de antes se había desvanecido. Amaba a su hija, sólo porque le inspiraba compasión. Más que amor, lo que sentía por ella era piedad y obligación. Duro, muy duro. Johnny y Francie percibían el cambio que se iba operando en Katie. A medida que el niño crecía en tamaño y hermosura, crecía en Johnny su debilidad e iba resbalando cada vez más cuesta abajo. Francie se dio cuenta de los sentimientos de su madre. Respondió con cierta aspereza hacia ella, y esa misma aspereza, paradójicamente, las acercó, hizo que se parecieran más. Johnny bebe cada vez más y trabaja cada vez menos: su vida había terminado antes de haber tenido ocasión de empezar. Estaba condenado, y nadie estaba más convencido de ello que el mismo Johnny Nolan. Katie, con diecinueve años, también se siente condenada pero no lo acepta, como Johnny: apartó sus sueños y abrazó la realidad.

Sissy merece un capítulo aparte. Francie está fascinada con su tía Sissy (y yo también), tiene treinta y cinco años y es la mayor de las hermanas Rommely. Es una mujer alegre, fuerte, algo loca y muy comprensiva. Siempre soluciona todos los problemas. A pesar de ser analfabeta posee una gran inteligencia natural. Le gustan mucho los hombres y el sexo y es, sobre todo, buenísima con los demás: Rebosaba ternura, y tenía muchas ganas de ofrecer a quien lo necesitara todo lo que poseía […] Deseaba dar felicidad a todo el mundo. Sissy se casa varias veces sin haberse divorciado previamente (¡!) y da luz a diez hijos que mueren al poco de nacer. Es como una maldición y ella vierte todo su amor en los demás pero sobre todo en Francie. Johnny opina de ella que era mala; pero era buena. Mala en cuanto a los hombres, pero buena porque allí donde aparecía había vida, alegría, bondad, ternura; se saboreaba la existencia. Sissy salva a Johnny de un «delirium tremens» y le da una lección a su hermana diciéndole que tiene que aceptar a Johnny, ya que lo escogió, tal como es.

Francie crece solitaria y soñadora. Echa de menos no tener amigas pero acepta las cosas tal como son. La vida continúa y la familia Nolan se las va arreglando como puede, cambian de casa varias veces, aprenden a tocar el piano (emotiva la historia de las señoritas Tynmore) y Francie y Neeley se preparan para ir al colegio. Los primeros días de escuela Francie sufre una desilusión enorme ante la crueldad de los otros niños y el desapego y dureza de las profesoras. La niña recibe su primera lección de realidad. Y ahí dejamos la lectura de esta primera parte. Con esa Francie saliendo del refugio que es su casa y enfrentándose a la dureza de la vida.

Plazos
Esta primera parte tiene muchas cosas muy interesantes que comentar. Espero que lo hagáis y que os esté gustando tanto la novela como a mí. Disponéis de una semana más o menos para comentarla, dar vuestra opinión, reflexionar sobre los hechos y los personajes… Al mismo tiempo seguiremos con la lectura que nos llevará desde el capítulo XX (pág. 167) hasta el final del capítulo XXXIX (pág. 344).

Un árbol crece en Brooklyn: retrato de familia en la América de inicios del siglo XX

17 Ene

Un árbol crece en Brooklyn, que tanto éxito tuvo cuando fue publicada en 1943 lo que la convirtió en un clásico norteamericano, es una novela costumbrista y descriptiva que nos narra la vida de la familia Nolan entre los años 1912 y 1917. Los Nolan, de raíces austriacas e irlandesas, viven en Brooklyn. Llegaron a América huyendo de la pobreza de sus vidas y buscando prosperidad pero el sueño americano que a tantas personas embaucó no parece haberles mejorado muchos sus vidas. Los Nolan son pobres y luchan día a día para poder conseguir lo básico. De esta lucha y sus vicisitudes diarias habla esta novela. Pero no es sombría ni dura, como lo podría ser Las cenizas de Ángela de Frank McCourt, con la que muchos la han emparentado por la similitud de lo que cuenta. Al contrario, Un árbol crece en Brooklyn posee un tono positivo y amable. Incluso en ocasiones se incide en la belleza o en situaciones de felicidad en medio de tantas penurias. Betty Smith dota de belleza los actos más cotidianos y corrientes. Claro que se narran hechos difíciles pero no lo pasamos mal mientras los leemos. En todos los personajes hay una intención de superación o, por lo menos, de disfrute y exaltación de la vida. Una vida de supervivencia que cobra pleno significado. Y en la que también, inevitablemente dadas las circunstancias, están presentes los sueños. Los sueños que necesitan hacerse realidad.

La novela nos narra la infancia y juventud de Francie Nolan, una niña solitaria, inteligente, ingeniosa, imaginativa, madura y fuerte, que no pierde nunca la esperanza, cuyo mayor placer es leer (sueña con ser escritora) sentada en las escaleras de emergencia de su casa a la sombra de un árbol. Ese árbol, que da título al libro, es un símbolo de todos aquellos que luchan contra múltiples obstáculos para sobrevivir y salir adelante: un árbol crece en Brooklyn. Algunos lo llaman el árbol del Cielo. Caiga donde caiga su semilla, de ella surge un árbol que lucha por crecer. Crece en solares delimitados por tablas entre montones de basura abandonada. Es el único árbol que crece en el cemento. Crece exuberante… sobrevive sin sol, sin agua, hasta sin tierra, en apariencia. Podríamos decir que es bello, si no fuera porque hay tantos de su misma especie. Ese árbol es la pequeña Francie.

La familia de Francie es peculiar. La componen su padre, Johnny, un hombre guapo, dulce y agradable que a todos cae bien, pero demasiado apegado a la botella. Johnny, débil pero bueno, es quizás el único personaje que poco hace por superar sus dificultades. Siente frustración ante la vida que le ha tocado vivir pero no lo dice, sólo lo piensa. Canta en los bares y es camarero a tiempo parcial y siente predilección por su “Prima Donna” que es como llama a su hija. La madre, Katie, trabaja de portera y limpiando casas. Es una mujer fuerte y decidida, de convicciones muy claras y mucho carácter. Es el verdadero soporte de la familia. A pesar del trabajo duro que realiza, conserva su elegancia natural y su belleza y delicadeza. Quiere a su marido y acepta, a veces a regañadientes, su condición de bebedor. Se enamoró de su porte y su simpatía y se lo robó a una amiga para casarse con él siendo ambos muy jóvenes. Katie lucha con uñas y dientes para que sus hijos puedan estudiar y no tengan la misma vida que sus padres. Completa la familia el hermano de Francie, Neeley, un año menor que ella y el niño de sus ojos de la madre. Además del núcleo familiar están las hermanas de Katie, Sissy y Evy, que los visitan con frecuencia, y la madre de éstas que es una buenísima mujer. Algo que queda claro a lo largo de la lectura es que son las mujeres de esta familia las que de verdad pisan fuerte en la vida y llevan las riendas de sus respectivas familias, algo que heredará Francie. Luego están los vecinos y algún personaje más, pero la novela se centra en la familia Nolan.

La columna vertebral de la novela son sus personajes. La autora se luce en la construcción que hace de estos. Sus descripciones, sus actos, sus personalidades es lo más destacado de Un árbol crece en Brooklyn. Y con ellos, sus vivencias que son descritas con detalle y con un estilo yo diría que de alta literatura. Así que, aunque el ritmo es lento, se recrea en las descripciones, y no es una novela de acción ni de grandes giros, nos sumergimos con deleite en lo que nos narra la autora: nos alegramos, nos entristecemos, nos enternecemos con lo que van viviendo los personajes. Podemos, incluso, visualizar las calles del Brooklyn de aquellos años plagadas de inmigrantes que luchan día a día por sobrevivir y en donde se mezclan los idiomas, las religiones, las diferentes costumbres, conviviendo todos en una aparente, ¿o real?, armonía. Para describir la novela se me ocurren adjetivos tales como entrañable, detallista, vívida, tierna, emotiva, positiva, vitalista, bella, sencilla, sensible, agridulce…

Un árbol crece en Brooklyn está dividida en cinco libros que, a su vez, están divididos en 56 capítulos. El relato comienza con Francie a los once años, nos pone en situación de cómo es su vida, pero pronto realiza una retrospectiva para relatar los comienzos de la familia, desde el noviazgo de Johnny y Katie, el posterior matrimonio, el nacimiento de los hijos y su infancia para retomar de nuevo la edad en la que comienza la novela y finalizar con una Francie recién cumplidos los diecisiete años. Aunque narrada en tercera persona omnisciente el punto de vista en casi toda la novela es el de Francie. Ella es la protagonista pero, en numerosas ocasiones, sabremos lo que pasa por la cabeza de Johnny o de Katie o de Sissy.

La novela es muy autobiográfica. Sabemos que Betty Smith vivió en el barrio de Williamsburg, en Brooklyn, el mismo de Francie, que su familia era pobre, que sus padres se llamaban igual que los de la novela y que su madre limpiaba casas. También los trabajos que va realizando Francie a partir de los catorce años son similares a los realizados por la autora en la misma edad. Y Betty Smith se convirtió finalmente en escritora, el sueño de Francie. Pero cuando los periodistas le preguntaban si el libro era autobiográfico, ella contestaba que lo que ahí se contaba era su vida tal y como habría debido ser y no como realmente fue.

A la vez que sabemos de la vida de la familia Nolan vamos sabiendo también de las condiciones de vida de la sociedad obrera de aquella época en Nueva York. En esta novela el sueño americano cobra su sentido en la idea de que con el esfuerzo todo se puede conseguir. Y así es en el caso de la joven Francie. En aquellos tiempos la educación en América ya era gratuita y este es el camino que toma Francie para conseguir prosperar en la vida. Un mundo que no regala nada pero que deja las puertas abiertas para luchar por lo que se quiere llegar a ser. Y es importante recalcar la plasmación que esta novela realiza del cambio paulatino que se produce en el papel de la mujer en la sociedad. Cómo se va independizando a través de los estudios y de su incorporación en el mundo laboral. El mensaje principal del libro es que a través de la educación, la cultura, la valentía y el esfuerzo se puede escapar de la miseria y conseguir una vida más satisfactoria y plena.

La novela fue llevada al cine en 1945 por Elia Kazan con el título en español de Lazos humanos (en inglés mantuvo el mismo título de la novela). Fue la película con la que debutó el reconocido director de cine. Sería interesante poder verla una vez terminada la novela.

Plazos
Vamos a dividir la lectura en tres partes. La primera nos llevará hasta el final del capítulo XIX (pág.166). La leeremos a lo largo de más o menos una semana. Mientras la leéis, podéis ir dejando en este post vuestras impresiones iniciales sobre la lectura. En el siguiente post que publique será en el que analizaremos con más profundidad esta primera parte.

Comenzamos el año con UN ÁRBOL CRECE EN BROOKLYN de BETTY SMITH

8 Ene

Hola a todos de nuevo. Ya estamos de vuelta en este recién estrenado 2015 para anunciaros el libro con el que vamos a comenzar el año. Se trata de Un árbol crece en Brooklyn de la escritora estadounidense Betty Smith (1896-1972). Una novela que se convirtió en un auténtico best seller cuando fue reeditada en español en 2008. Originariamente publicada en 1943, nos narra la vida de la pequeña Francie Nolan y de su familia a principios del siglo XX. Una peculiar familia que malvive en un barrio de Brooklyn. A través de sus vivencias podremos acercarnos al sueño americano que arrastró a tantos inmigrantes europeos a la tierra prometida. En palabras del escritor Paul Auster: un libro bellísimo de una novelista maravillosa y olvidada.

A partir del viernes 9 podéis pasar a recoger vuestro ejemplar en la Biblioteca Fórum. Los que vivís fuera de Coruña disponéis de más o menos una semana para conseguir el libro editado por Lumen.

No os olvidéis de devolver vuestro ejemplar de Los desorientados. Gracias.

Nos encontraremos aquí en una semana para empezar a leer esta hermosa y emotiva novela.