Sin sangre ni violencia, el 25 de abril de 1974 se llevó a cabo un alzamiento militar apoyado en los sectores populares que puso fin al “Estado Novo”, que mantenía una dominación colonial en la región africana.
La Revolución de los Claveles recibe su nombre debido a que la población inundó las calles de Lisboa con claveles rojos que colocó en la boca de los fusiles del ejército, logrando un cambio social sin sangre ni violencia, dando fin a 46 años de dictadura impuestos por el economista portugués, Antonio de Oliveira Salazar.
Acorde con los regímenes totalitarios de Italia y Alemania, el gobierno de Oliveira Salazar se asentó bajo el lema “Dios, Patria y Familia”, llamándose Estado Nuevo a un sistema de control que, bajo la apariencia de democracia, avaló bajo la Constitución interna todo tipo de censura, falta de libertades y represión a manos de su Policía Internacional y de Defensa del Estado (PIDE), alimentada a su vez por turbias redes de informantes.
Este Estado salazarista se inició en 1926, cuando un golpe de Estado terminó con el régimen parlamentario previo y Oliveira Salazar fue nombrado ministro de Hacienda, logrando estabilizar la moneda y, en consecuencia, acceder a la presidencia en 1932.
Posteriormente fue primer ministro, de 1958 a 1968, año en que sufrió un accidente, un golpe que lo dejó imposibilitado para seguir gobernando. Su política ultraconservadora se mantuvo en manos de su sustituto, Marcelo Caetano, hasta que la revolución civil y militar lo venció. A ambos acompañó desde la presidencia portuguesa Américo Tomás.
Lo más sorprendente del salazarismo es que conseguía compatibilizar un sistema dictatorial inflexible con la pertenencia a la OTAN, cuyos miembros –empezando por Estados Unidos– hacían la vista gorda ante tan evidente ausencia de libertades, de garantías democráticas y de respeto a los derechos humanos.
A las 12 horas y pocos minutos de la noche, Radio Renascença pinchaba la canción de José Afonso «Grândola, Vila Morena«, prohibida durante la dictadura y que se había pactado entre los mandos del ejército como la señal para iniciar el levantamiento.
Los soldados aguardaban órdenes en las calles cuando uno de ellos se cruzó con una mujer que no llevaba el tabaco que le pedía, pero sí un ramo de claveles en la mano. El soldado colocó uno en la punta de su fusil como símbolo del espíritu pacifista de la revolución, algo que imitaron el resto de sus compañeros. Acababa de empezar la Revolución de los claveles.
Este levantamiento venía dado por dos descontentos distintos: el modelo de país y la dominación colonial en la región africana que embarcaba a miles de portugueses inocentes en una guerra colonial de países que buscaba su independencia.
Así, el proceso revolucionario abrió dos frentes:
- Interno: lucha para implantar en el país o bien un sistema parlamentario de tipo occidental o bien una «democracia popular» a imitación de los países del este de Europa.
- Externo: decidir el destino del imperio colonial: Angola, Mozambique, Cabo Verde, Guinea-Bissau, Santo Tomé y Timor.
De ahí en adelante, los logros se vieron reflejados en el inicio de un proceso democrático con la llegada de una nueva Constitución, la integración de la mujer en el sector laboral y el establecimiento de un sistema de salud pública con alcance a toda la población y otras reivindicaciones sociales alcanzadas por una lucha que nació en las comunidades del país europeo.
El 27 de junio de 1976, Portugal vivió sus primeras elecciones presidenciales libres, las cuales ganó Antonio dos Santos Ramalho Eanes, uno de los miembros del MFA (miembros del Movimiento de las Fuerzas Armadas).
La nueva democracia parlamentaria terminó con la guerra colonialista y garantizó su independencia a Guinea-Bissau, Angola, Mozambique, Cabo Verde, Macao, santo Tomé y Príncipe, y Timor.
El 25 de abril es, desde entonces, día de fiesta nacional, dedicado a la memoria de la gesta revolucionaria, y a la reflexión sobre sus antecedentes, formas y consecuencias
Has dicho: