«No podría decir cuando empezó todo. Cuándo mi vida comenzó a torcerse y esa que fui dejó de existir y se convirtió en una mujer que se encerraba a llorar en un armario. Y todo lo que vino después.»
No es una novela de amor. Estamos ante una historia densa y cotidiana que conduce al lector a un escenario, casi de terror, protagonizado por una pareja de profesionales universitarios en el ambiente menos previsible: el de los campus estadounidenses. Ella es Alicia, una mujer vasca que al igual que la propia autora tiene una larga experiencia docente allí. Él es Matthew, Matti, alguien encantador hasta que se tuercen sus deseos y se convierte en un maltratador.
Está narrada desde el punto de vista de Alicia, la protagonista, porque Edurne quería que los lectores se situaran en su mirada y supieran lo mismo que ella, entendiendo lo mismo que entendía ella desde su niñez hasta la edad adulta.
Quería que sufrieran con ella los silencios, la perplejidad, la incomprensión ante un mundo violento que ella va desvelando con los años. Y para ello tenía que hacer ver su mundo desde su estatura, desde esos cinco años cuando empieza a narrar hasta sus treinta y cinco, cuando acaba la novela.
Aunque es coincidente algunos datos de la novela con la vida real de la escritora, Edurne explica que ella nunca escribe autoficción en sus novelas. En este caso son similares algunos datos contextuales: los geográficos (Euskadi y Estados Unidos), las edades de las protagonista y la profesión de Alicia, que es profesora de universidad. Pero lo demás es ficción. Simplemente se nutre de contextos conocidos porque le interesa explorarlos a través de historias que se inventa.
El tema del desarraigo también está presente en la novela pero no está tratado como una vuelta a las raíces, como aclara la propia autora. En esta novela no hay una lectura nostálgica de las raíces, simplemente un reconocimiento de que el ambiente donde crecemos es fundamental a la hora de construirnos como personas, como lo es también los lugares a los que nos marchamos.
A Edurne Portela le gusta explorar en esta historia la «violencia que es difícil de desenmascarar»: una violencia psíquica que no deja huellas visibles y que quizá no tenga una intencionalidad tan clara, pero que finalmente produce un daño. Y cuando hay un daño hay una víctima y cuando hay una víctima hay un responsable. Muchas veces es incapaz de nombrarse como tal. Suele decirse: “No, en realidad no me quiere hacer daño”. O “me quiere mucho por eso actúa así”. Son formas de daño que cuesta mucho aceptar, por eso a la autora le parece importante hablar de ellas.
Edurne llevaba tiempo dando vueltas a este tipo de relaciones que se asumen como normales y que en realidad son dañinas y tóxicas. Pero también quería que todo sucediera en Estados Unidos, en un contexto que ella conoce bien. Ver cómo la inmigración, el desarraigo y la soledad afectan a las formas de comportamiento. Porque Alicia está fuera de su entorno y vive en la burbuja de su matrimonio dentro de otra burbuja que es la vida de campus, que tiene muy poca interacción con el mundo real.
El personaje masculino, Matti, tampoco es un hombre simple. La autora lo construyó lleno de aristas, imaginó para él una biografía que no se desarrolla del todo en la novela, pero que está en su substrato. Quería que tuviera una vida independiente de la de Alicia y un pasado complejo. Como dijo en alguna entrevista «como novelista tenía que entenderle en su singularidad».
Y para terminar, no es una novela de amor porque en el amor no cabe ningún tipo de daño, de mezquindad o envidia. Tiene que haber un respeto, un crecimiento al unísono, una armonía que con toda seguridad no vamos a encontrar en esta novela.
Ahora os toca a vosotros:
Espero que hayáis conseguido fácilmente un ejemplar para empezar con la lectura. Y confío en que a pesar de la temática, la encontréis una lectura provechosa.
Nos leemos,
Ahora te toca a ti