Archivo | abril, 2017

En mi interior permanecía una especie de masa de aire de contornos imprecisos

28 Abr
Blue Hour over Tokyo. Foto en flickr de Schwarzkaefer. Algunos derechos reservados.

Blue Hour over Tokyo. Foto en flickr de Schwarzkaefer. Algunos derechos reservados.

Me encanta Murakami. Hace ya muchos años que lo descubrí y, desde entonces, se ha convertido en una adicción. Su lectura me hipnotiza, me emociona, me hace reflexionar y darme cuenta de lo que es verdaderamente importante en la vida. Para disfrutarlo sólo tienes que dejarte ir, abandonarte a su escritura, entrar en su mundo. Murakami no se queda en la superficie, va hasta el fondo, muchas veces de auténticos pozos (un importante símbolo en su literatura), y si vas de su mano, una vez que has pasado por todo tipo de experiencias, algunas muy duras, otras deliciosas, también extrañas, irreales, cargadas de simbolismos, sales, como sus personajes, convertido en una persona más sabia. Simplemente aprendes a conocerte mejor a ti mismo y al mundo. Él dice que se deja la piel escribiendo y yo creo que, nosotros, los lectores, tenemos que dejarnos también la piel leyéndolo. Más que leer, hay que vivir sus libros.

Tokio blues es un torrente de emociones y sensaciones ¿no os pasa al leerla que se os ocurren muchísimas cosas que comentar que luego son muy difíciles de trasladar al papel? Porque Murakami, a pesar de su estilo claro y sencillo, es muy complejo (y en esa manera sencilla de plasmar esta complejidad está su maestría) y es difícil abordar tantos temas esenciales que plantea. Así que, esta vez, voy simplemente a dejaros unas cuantas reflexiones sobre esta primera parte tal como me han ido surgiendo para que os animéis vosotros a dejar las vuestras.

Un Watanabe ya adulto se enfrenta a su pasado y siente que tiene que comprender lo que pasó. El paisaje, aquel prado en octubre, le grita: ¡vamos! ¡Arriba! ¡Aún estoy aquí! ¡Arriba! ¡Levántate y comprende! ¿Cuál es la razón de que todavía esté aquí? […] Por eso ahora estoy escribiendo. Soy de ese tipo de personas que no acaba de comprender las cosas hasta que las pone por escrito.

En Tokio blues encontramos los temas recurrentes en la literatura de este autor, sobre todo la soledad de sus personajes. Son seres que no comprenden demasiado el mundo que les rodea, lo ven desde fuera y acaban encontrándose (no en vano) con otros seres iguales de solitarios que ellos. Yo creo que son solitarios porque son personas diferentes, algunos están “deformados”, como se define a sí misma Naoko, otros tienen una visión peculiar de las cosas como Midori que, por otro lado, es la que más vive en el mundo real. Me encanta esta chica: honesta (todos lo son), natural, divertida, independiente, realista, valiente y fuerte. Pero peculiar. Y muy madura, como lo es también Watanabe. El impasible Toru que tan bien sabe escuchar a los demás pero, como le dice Naoko: sé que no puedo esconderme en mi caparazón y dejar que las cosas pasen. Y me da la impresión que tú haces eso. Midori es una superviviente, como Watanabe, pero ha sobrevivido con más frescura y vitalidad y Toru se siente atraído por ella a pesar de su amor por Naoko. ¿Qué pasará entre ellos? ¿Cómo manejará Watanabe ambos sentimientos encontrados? Quiero resaltar la maravillosa escena en la que Midori canta canciones a Toru subidos en el tejado de su casa mientras un incendio cercano pone en peligro sus vidas sin que parezca que a Midori le importe nada. ¿Qué opináis, por ahora, de los personajes? Además del triángulo protagonista: Watabanabe-Naoko-Midori, por ahora sólo han aparecido el ligón de Nagasawa y el “friki” Tropa-de-Asalto.

Como ya hemos dicho, esta novela no es tan simbólica como otras de él, pero en esta primera parte hay dos pasajes donde aparecen elementos simbólicos: el del pozo y el de la luciérnaga, ¿qué creéis que significan?

Otro aspecto a resaltar es que, aunque sus protagonistas son jóvenes, no se puede considerar a Tokio blues la típica novela juvenil sino todo lo contrario. En mi opinión es una novela madura, sólida. Las reflexiones, los diálogos (brillantes) así nos lo muestran. Sus personajes están perdidos, sí, pero intentan comprender, entenderse, buscar respuestas y salidas, incluso Naoko, la más tocada, que ya instalada en el  singular sanatorio donde se recluye y se tranquiliza, opta por una actitud analítica de su comportamiento. Incluso Naoko es madura.

Los personajes dan largos paseos sin rumbo por una inmensa Tokio, visitan muchos locales donde comen, toman un café, una copa… Tokio aparece como una ciudad bulliciosa, una urbe gigantesca, anónima, del todo ajena a los sufrimientos y zozobras de los personajes, el escenario perfecto e indiferente donde estos solitarios y perdidos protagonistas en busca de sí mismos están inmersos.

En las págs. 37-38 (cuyo contenido me parece clave en esta historia) Watanabe reflexiona sobre cómo le influyó el suicido de Kizuki, su único amigo: fui incapaz de hallar mi propio espacio en el mundo que me rodeaba.  Lo único que desea es marcharse de su ciudad y así lo hace, comenzando una nueva vida en Tokio donde su único propósito es tratar de no tomarme las cosas a pecho, mantener la debida distancia con el mundo. Nada más. Y olvidar.  Pero no puede y las reflexiones acerca de la muerte son inevitables: hasta entonces había concebido la muerte como una existencia independiente, separada por completo de la vida. “Algún día la muerte nos tomará de la mano. Pero hasta el día en que nos atrape nos veremos libres de ella”. Sin embargo, a fuerza de reflexionar, llega a la conclusión de que la muerte no existe en contraposición a la vida sino como parte de ella […] La muerte había estado implícita en mi ser desde el principio […] Cuando la muerte se llevó a Kizuki a sus diecisiete años, se llevó una parte de mí, y concluye: la muerte es un asunto grave. Quedé atrapado en este círculo vicioso, en esta asfixiante contradicción. […] Estaba en la plenitud de la vida y todo giraba en torno a la muerte.  Y entonces se reencuentra con Naoko a la que parece que le ha pasado lo mismo. Naoko está tan sola como él pero mucho más desvalida, su mirada es de una trasparencia ausente y busca en el vacío las palabras que no encuentra. Ella misma define su desequilibrio: es como si tuviera el cuerpo dividido por la mitad y las dos partes estuviesen jugando al corre que te pillo. En medio hay una columna muy gruesa y van dando vueltas a su alrededor jugando al corre que te pillo. Siempre que una parte de mí encuentra la palabra adecuada, la otra parte no puede alcanzarla.

Watanabe para calmar su contradicción camina, nada, bebe de vez en cuando una copa, escucha mucha música y, sobre todo, lee: leía mis libros a solas y en silencio. Los releía y cerraba los ojos y me llenaba de su aroma. Sólo aspirando la fragancia de un libro, tocando sus página, me sentía feliz.

Los libros, la música, la comida, el sexo. Todos temas muy murakamianos. Y temas mucho más serios como la soledad, el suicidio, la muerte y el desequilibrio mental tan importantes en esta novela. Espero vuestros comentarios sobre la presencia de todos ellos en esta parte.

Terminamos con la decisión de Watanabe, después de leer varias veces la extensa carta que Naoko le envía sincerándose con él, de ir a visitarla a la fuera-del-mundo “Residencia Ami”.

Plazos

Es hora de vuestros comentarios y reflexiones sobre esta parte, y sólo sobre esta parte. Espero que sean muy numerosos. Disponéis de una semana para ello. A la vez, continuaremos con la lectura a partir del capítulo 6 (Pág. 125) hasta llegar al final del capítulo 7 (pág. 263).

Tokio Blues: Alto y desequilibrante voltaje emocional

21 Abr
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Haruki Murakami. Foto en flickr de La Tête Krançien. Algunos derechos reservados.

Haruki Murakami inició su carrera literaria en 1979 pero hasta que no publicó Tokio blues en 1987 era un escritor con ventas que no sobrepasaban los 100.000 ejemplares. Con esta novela le llegó la fama ya que ha vendido varios millones de ejemplares en todo el mundo lo que ha convertido al libro en un auténtico ‘best seller’. En 2005, la editorial Tusquets lo publicó en España y se repitió el éxito: ya va por la 32ª edición y continúan las ventas. Desde entonces Murakami es todo un fenómeno literario, casi una moda (algo que no es muy de su agrado). Sus millones de seguidores esperan con expectación la publicación de un nuevo libro y cada vez que esto ocurre se convierte en todo un acontecimiento. En español están publicadas trece novelas, cuatro libros de relatos, dos libros de ensayo y se acaba de publicar estos días su último libro, otro ensayo, titulado De qué hablo cuando hablo de escribir. Puede ser un buen momento para leerlo y conocer el universo de este interesante escritor.

Tokio blues difiere bastante del resto de sus obras. No tengo interés en escribir novelas largas con estilo realista, pero decidí que, aunque sólo fuera una vez, iba a escribir una novela realista. Tokio blues fue un simple experimento. Personalmente, a mí me gusta esa novela, pero no he vuelto a leerla desde hace casi 20 años. De momento, no tengo ninguna intención de volver a escribir algo parecido. No tengo interés en el pasado. Ya no puedo sentir interés en el llamado estilo realista porque, si escribo una novela así, acabo aburriéndome, aclara. El escritor confiesa que le gusta crear historias que causen desconcierto en sus lectores y que se deja la piel cada vez que escribe una de ellas.

Para los que todavía no conozcáis el mundo murakamiano quizás sea ésta novela la mejor manera de iniciarse en su literatura ya que es menos compleja y simbólica que las restantes, aunque el traductor de la obra al inglés, Jay Rubin, sostiene que esta obra mantiene en grado importante la complejidad y el simbolismo característicos de la obra de Murakami, y que, por lo tanto,  no es simplemente una historia de amor como aparentemente parece.

Tokio blues es el relato conmovedor y agridulce de una educación sentimental y de las pérdidas que implica toda maduración.  La historia comienza cuando su protagonista, Toru Watanabe, escucha el tema de los Beatles que da nombre a la novela mientras está aterrizando en Hamburgo. Tiene 37 años y la canción le hace retroceder a una turbulenta e intensa época de su vida ocurrida dieciocho años atrás, a finales de los 60, en Tokio. La novela está narrada en primera persona por el propio Watanabe en forma de un largo y detallado flashback que evoca, con una gran carga nostálgica, aquellos años estudiantiles en los que conoció a Naoko, una bella chica inestable y muy especial, con la que inicia una peculiar relación.

Watanabe es un cruce entre un narrador protagonista y un narrador testigo ya que aunque sea el protagonista de esta historia, parece que está ahí para hablarnos de los demás personajes. Sabe escuchar, tiene una gran capacidad para comprender a las personas, apenas habla y cuando lo hace (ya sea en los diálogos o en sus reflexiones) revela, con gran honestidad, cosas realmente importantes, claves para entenderlo tanto a él como al resto de los personajes. El prudente, resignado, solitario y confuso Watanabe posee, a la vez, una extraña madurez y serenidad no muy propia de su edad. Casi todas las novelas de Murakami están narradas en primera persona y el narrador, y a la vez protagonista, suele ser un hombre con similares características, un álter ego en muchos aspectos del propio escritor.

Las dos protagonistas femeninas son dos mujeres totalmente opuestas: Naoko, la cara oculta, y oscura, de la luna y Midori, la que brilla con luz blanca. En medio, el prepotente y vanidoso Nawasawa y, sobre todo, Reiko, una mujer herida por la vida, y, al fondo, la omnipresencia ausente de Kizuki, el novio de Naoko y mejor amigo de Watanabe, cuyo suicidio a los diecisiete años llena a ambos de dolor e incomprensión ante el mundo. Quizá sea esta experiencia la que ha otorgado al protagonista una lucidez y vulnerabilidad que le hace percibir con una gran claridad el dolor propio y ajeno así como la madurez que se adquiere cuando uno se enfrenta con la muerte de un ser querido.

Murakami consigue con una gran maestría y un estilo sobrio, depurado, ágil e inquietante que la historia te envuelva y no puedas dejar de leerla. Las descripciones son muy detalladas, precisas y visuales. Aunque describe casi todo, no se explaya demasiado, va a la esencia, y, al contrario de lo que pasa con otras novelas, se puede perfectamente visualizar lo que describe. La novela está plagada de diálogos fluidos y rítmicos magníficamente construidos que poseen una gran verosimilitud en los que se pasa de lo prosaico a lo más trascendente con toda naturalidad y que va dejando toques de un fino humor. Los personajes son los que sostienen una historia en la que apenas hay acción, de ahí la importancia de los diálogos.

El amor, el sexo, la pérdida, la muerte (el suicidio) y la inestabilidad mental transitan por ese mundo de alto, y desequilibrante, voltaje emocional que de manera tan especial y con gran sensibilidad literaria sabe crear el autor. La mirada retrospectiva del narrador posee una evocadora melancolía y un tono nostálgico tiñe toda la novela de una tristeza existencial.

El título original en japonés es Noruwei no Mori, traducción del título de la canción Norwegian Wood de Los Beatles. En la novela aparecen diversas alusiones a la canción, que es la preferida de Naoko. La palabra japonesa “mori” sería el equivalente en español a “bosque”, no a “madera”, aunque en la canción se refiere a este significado (madera noruega). Los bosques y su simbolismo tienen una importancia destacada en la novela. El por qué se ha traducido en español por Tokio blues podría ser por las semejanzas entre este tipo de música y las características de la novela. Una historia triste escrita con un ritmo entrecortado como el blues. Un relato más de sensaciones que de acciones.

Os recomiendo que comencéis la lectura escuchando Norwegian Wood, la canción de los Beatles que da nombre a la novela y que refleja la importancia que la música, desde la clásica al rock, tiene en la obra de Murakami.

Otra de las características de la novela, y de la obra de Murakami en general, son las referencias a otros libros que están leyendo los personajes, sobre todo el  omnívoro lector Watanabe. Normalmente literatura occidental muy del agrado del escritor. En Tokio blues aparecen El gran Gatsby de F. Scott Fitzgerald, El Centauro de John Updike (los dos libros favoritos del protagonista), La montaña mágica de Thomas Mann (cuya elección posee una gran carga simbólica de la que ya hablaremos) y Bajo las ruedas de Hermann Hesse. También aparece El guardián entre el centeno de Salinger. Y es que Toru Watanabe podría ser perfectamente Holden Caulfield unos años más tarde. De hecho Reiko le dice en un momento: Hablas de una manera muy especial […] ¿Estás imitando al protagonista de “El guardián entre el centeno”?

La novela fue llevada al cine en 2010 por el director vietnamita Tran Anh Hung. Yo no la he visto todavía. Me parece un buen momento para hacerlo. ¿Alguno la ha visto y nos puede contar? Podéis ver el tráiler y ponerles cara a los personajes. También os dejo un vídeo con una escena de la película donde Reiko toca a la guitarra “Norwegian Wood” ante Watanabe y Naoko y otro más con escenas de la película mientras suena la canción She brings the rain interpretada por el grupo alemán de finales de los años sesenta Can.

Adjunto sendos enlaces, uno a la página de Facebook dedicada a Murakami y otro a la página que le dedica la editorial al autor.

Como un intento de acercamiento al mundo Murakami os dejo algunas declaraciones hechas por el autor sobre su obra y su proceso de creación. ¡Qué mejor para poder entenderle que dejar al propio Murakami que hable!

Soy un nadador, me gusta y sé me da bien, pero no sé explicar lo que hacen mis brazos o mis piernas cuando estoy en el agua. Con la escritura pasa lo mismo, sé hacerlo pero no describir cómo lo hago. Escribo como nado.

Mis historias brotan de algún rincón profundo y misterioso de mi mente. No tengo un mapa o una linterna para rastrear esa extraña fuente, solo puedo divisarla de forma muy vaga. Para mí escribir es explorar la naturaleza de este lugar oscuro, que no maligno, donde conviven elementos enigmáticos, positivos y negativos, ambiguos y nacidos del subconsciente.

Cuando escribo abro la puerta a otra habitación y me encierro en ella, voy al otro lado. No puedo escribir de forma realista porque la ficción me obliga a entrar en esa otra habitación, que es muy oscura, silenciosa y en la que soy testigo de multitud de cosas extrañas, salvajes y surrealistas. Cuando escribo, desciendo a las profundidades de mi mente. Cuanto más bajo, más peligroso resulta. Debo ser fuerte para enfrentarme a las criaturas, a las imágenes y a los sonidos que moran ahí; necesito valor para atreverme a abrir puertas que me provocan mucho miedo. Sé que suena esquizofrénico. Ir de un mundo al otro es delicado y hay que hacerlo con cuidado porque el precipicio está muy presente. Por fortuna, soy un escritor y puedo ir y regresar a mi antojo, mientras que hay gente en la vida real que se extravía fatalmente. Todo el mundo tiene la capacidad de plantarle cara a sus obsesiones, pero solo una minoría se atreve.

Del jazz he aprendido tres lecciones que luego he aplicado a mis libros: ritmo, armonía e improvisación.

A mí siempre me ha interesado la gente que ha sido arrojada fuera de la sociedad, aquella que ha sido retirada o apartada.

Mis personajes siempre acaban encontrando una vía o una solución para superar sus problemas, pero por el camino tienen que sufrir y enfrentarse a la oscuridad, a la maldad, a la extrañeza y en ocasiones incluso a la violencia.

Soy un escritor, mi trabajo es escribir, no hablar. Además, deseo permanecer en el anonimato, poder viajar en el metro de Tokio sin que me reconozcan.

Aún no sé grandes cosas acerca de mí mismo. He estado escribiendo mucho con el objetivo de conocerme, pero he avanzado poco. En última instancia, me dedico a la ficción para saber quién soy, qué hay dentro de mi cabeza. Cada nuevo libro es una forma de conocerme, pero el proceso es lento. Sigue habiendo tanta oscuridad que la batalla se promete larga. 

Soy japonés, escribo en este idioma y mis novelas se desarrollan la mayor parte de las veces en este país. Pero soy un individuo. Sólo un hombre libre.

Para terminar, unas palabras de la escritora mexicana Guadalupe Nettel sobre Tokio blues: es una de esas novelas densas e imprescindibles que se beben como un Cutty Sark una de esas noches en que la vida resulta insoportable.

Bienvenidos al inquietante universo murakamiano. Para muchos lectores leer a Murakami es convertirse en seguidor incondicional de este autor.

Plazos

Vamos a dividir la lectura en tres partes. La primera, que leeremos a lo largo de una semana, nos llevará hasta el final del capítulo 5 (página 123).

Os reitero lo de siempre, sobre todo a los nuevos: escribir en este post, mientras vais leyendo esta primera parte, sólo vuestras impresiones iniciales sobre la lectura o los personajes, o sobre lo aquí escrito o los enlaces dejados, pero no la comentéis, ni esta parte ni mucho menos en su totalidad. Cuando publique el post de análisis correspondiente a esta primera parte de la lectura dentro de una semana, y todos hayáis leído dicha parte, entonces podréis explayaros ampliamente en vuestros comentarios sobre ella en dicho post. Debéis respetar los plazos de lectura y dejar vuestros comentarios en los post respectivos a cada parte. ¡Buena lectura!

Nuestro próximo libro: TOKIO BLUES de HARUKI MURAKAMI

11 Abr
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Portada de la novela «Tokio blues» de Haruki Murakami. Tusquets editores.

Nos vamos a Japón de la mano del exitoso escritor Haruki Murakami (Kioto, 1949). Y lo hacemos con la novela que le dio la fama: Tokio blues (O Norwegian Wood, su título original, tomado de una conocida canción de Los Beatles) publicada en Japón en 1987 y en España en 2005. Es probable que algunos, o muchos, de vosotros la hayáis leído. Si es así, será un buen momento para hacer una relectura que os permita profundizar en ella ya que el propio Murakami dice que sus libros es mejor leerlos varias veces para poder captar en su totalidad el complejo e inquietante mundo que habitan sus historias.  Toda relectura enriquece la anterior. Para los que no hayáis leído todavía nada de el escritor japonés es una buena ocasión para conocer su obra. Y creo que está bien empezar por esta excelente novela.

Tokio blues es la novela “más normal” de Murakami pero aun así contiene elementos propios de su mundo. Murakami cuenta que la escribió porque quiso enfrentarse al experimento de escribir una novela al uso ya que sus anteriores novelas, “más raras” en las que mezcla el mundo real con otro sobrenatural, eran sólo leídas por una minoría. Después de ella, y de alcanzar el éxito que le ha llevado a ser un escritor muy leído en todo el mundo, volvió a su estilo original. Pero el éxito no le ha abandonado y cada  novela suya se convierte en un “best seller”.

Advertencia: Murakami – al igual que los Beatles – produce adicción, provoca numerosos efectos secundarios y su modo de narrar tiene algo de hipnótico y opiáceo. Rodrigo Fresán, “El País”.

A partir de mañana miércoles 12 podéis pasar a recoger vuestro ejemplar en la Biblioteca Fórum. Disponéis de una semana para ello. Los que vivís fuera también contáis con una semana para conseguir el libro editado por Tusquets.

Nos encontraremos aquí en dicho plazo para empezar a leer Tokio Blues. Espero que os agrade la elección. Mientras, los que todavía no habéis dejado vuestros comentarios finales sobre el libro de Mahi Binebine, y si la Semana Santa os lo permite, podéis hacerlo a lo largo de estos días.

No os olvidéis de devolver vuestro ejemplar de Los caballos de Dios. Gracias.

Nos condujo en derechura a la muerte, la nuestra y la del prójimo a quien se supone que amamos

2 Abr
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Foto en flickr de Pasi H. Algunos derechos reservados.

Esta segunda parte en la que hemos dividido la lectura comienza con la llegada de Abu Zubeir a sus vidas. Hay ya un adelanto en la página 69: Muertos por culpa de esos a quienes habíamos conocido en el Garaje y a los que Abu Zubeir llamaba el “emir y sus compañeros”. Ah, la historia de esos ya os la contaré luego. Eran cuatro, venían de los poblados de chabolas vecinos para llevarnos por el buen camino. Se sabían el Corán de memoria y las palabras del Profeta como si hubieran vivido en su entorno. Nos acomplejaban. Exacto, los acomplejan, y los culpabilizan, porque ellos no son nada religiosos. Primer paso del camino hacia el Paraíso. Al principio del capítulo 10 podemos encontrar una explicación de por qué se dejan convencer ellos que no son nada religiosos y que algunos de vosotros habéis resaltado: Abu Zubeir nos mintió cuando nos prometió un acceso directo al paraíso. Decía que la gehena que nos correspondía ya la habíamos cumplido en Sidi Moumen y que, en consecuencia, no podía sucedernos nada peor. Más aún, la fe que él nos iba insuflando día a día forjaba el escudo que nos iba a permitir cruzar por los siete cielos para alcanzar la luz […] Abu Zubeir nos glorificaba así en pro de la perennidad del combate contra los infieles. Al mirar nuestros retratos, otros chiquillos soñarán con la justicia y el sacrificio.  Alcanzar la luz, la gloria, la justicia de acabar con los infieles… Para ellos esa meta tan alta bien compensa el sacrificio de sus vidas que nada valen, que ni ellos valoran. Es fácil convencerlos. Vidas transcurridas en la más absoluta de las miserias y conviviendo a diario con la muerte de otros que a veces ellos mismos provocan y a la que, por tanto, ya le han perdido el miedo.  Si a eso le añadimos las cintas de vídeo de los mártires palestinos o chechenos que les hacen ver continuamente para que se contagien del “heroísmo” de esas personas, el camino ya está casi hecho. Ser un elegido, ¿qué mayor gloria puede haber para ellos? Pero Yashin, que nos habla desde el purgatorio, o directamente desde el infierno, ya no se engaña y sabe que el camino recto prometido por Abu Zubeir nos condujo en derechura a la muerte, la nuestra y la del prójimo, a quien se supone que amamos. En derechura hacia una pared ciega a la que rodea la nada, donde no hay sino arrepentimiento, remordimientos, soledad y desconsuelo.

En el Garaje se sienten a gusto. Abu Zubeir posee una luz especial, parece leerles el pensamiento, sus palabras les dan paz mientras va introduciéndoles en la oración. El primero que se va a relacionar con él es Hamid, curiosamente el peor de ellos, el más violento, el menos religioso, el que fuma hachís continuamente. Se siente fascinado por el emir y deja de interesarle todo lo que no sea estar con él: había comenzado a rezar cinco veces al día. La metamorfosis era total. Abu Zubeir le consigue un trabajo en una zapatería de la ciudad (algo que irá haciendo con todos los demás. Dignificarles, y atraerles más a él, a través de un trabajo). Yashin le echa de menos, ni le reconoce. Su captación ha sido total y les abruma con sus diatribas acerca del complot americano-sionista cuyo fin era intoxicarnos, depravarnos y sembrar arteramente el vicio en todos nosotros. Hamid va a ir convenciendo a los demás poco a poco. Sobre todo a su hermano que lo sigue adorando. Yashin y Nabil viven juntos en la chabola como si fuesen un matrimonio, trabajan como mecánicos, su vida ha mejorado notablemente. Más tarde se les unirán Azzi y Fuad. Ghizlene les visita de vez en cuando y les hace ricos cuscús. Ya no juegan tanto al fútbol pero siguen reuniéndose todos en la chabola: era una época bendita en la que todo parecía irse construyendo como por arte de magia. Poco a poco a todos les va yendo mejor gracias a la ayuda económica del emir. Así que un día, Hamid les convence de que vayan a las clases que Abu Zubeir da en el Garaje: así empezamos a resbalar por una sombría pendiente hacia un mundo que no era el nuestro. Un mundo nuevo en el que nos íbamos a hundir poco a poco y que acabaría por tragársenos para siempre.

Abu Zubeir opera con cuatro más: Zaid, Nuseir, Ahmed y Reda. El de más edad, y sin duda el más erudito, Zaid, sólo tiene veinticinco años: le podíamos preguntar lo que fuera; nos contestaba, o, si no estaba seguro, nos traía la información exacta a la mañana siguiente. Tenía una voz grave y dulce, una mirada afable, y le ponía siempre la mano en el hombro a quien fuera con él, en señal de fraternidad. Son como padres para ellos, tienen muchos conocimientos y además les tratan con cariño. Poco a poco les van introduciendo en la oración, obligatoria para conseguir cualquier otra cosa que les atraiga mucho más, sobre todo las artes marciales que es lo que utiliza Zaid para atraparlos: habíamos dejado de beber alcohol porque ya no nos atrevíamos. Quizá un porro de vez en cuando, pero a escondidas. Ahora en la chabola lo que hacen es rezar en grupo, oír casetes del Corán y recibir a sus nuevos amigos: el emir y sus compañeros eran personas sencillas. Nos hacían el honor de venir a casa y nos colmaban de luz y de paz […] aquello era como una victoria sobre la mediocridad de nuestras vidas menores. Bebíamos sus palabras porque las entendíamos. Había conseguido (Abu Zubeir) devolvernos nuestro orgullo con palabras sencillas […] ya no éramos unos parásitos, unos deshechos de la humanidad, unos mindundis. Éramos limpios y dignos y nuestras aspiraciones hallaban eco en mentes sanas. Teníamos quien nos escuchase y nos guiase. La lógica había ocupado el lugar de los golpes. Le habíamos abierto la puerta a Dios y Él había entrado en nosotros. Se habían acabado las idas y venidas frenéticas de acá para allá, perdiendo el tiempo, los insultos y las peleas idiotas […] Sabíamos que los derechos no se regalan, sino que se arrebatan. Y estábamos dispuestos a todos los sacrificios.  En palabras de Mahi Binebine: estremece ver cómo se aferran a una disciplina, la primera con la que se han encontrado en su vida.

Ghizlane es la única que se da cuenta de lo que está pasando. Le dice a Yashin que ha cambiado y que ha abandonado a sus padres: me limitaba a decirle que Dios era grande y que Él acabaría por arreglarlo todo. Ella decía que Dios no pintaba nada en esto y que los padres, incluso los malos padres, eran sagrados. Mi-Lala afirmaba que el paraíso estaba bajo los pies de las madres y que para llegar a él había que arrodillarse y besar las plantas de esos pies todas las mañanas. Ghizlane decía que la barba me endurecía la expresión y que me sentaba fatal. Pero ellos siguen su camino, todos intentábamos imitar al emir, dejan sus trabajos porque las veladas en el Garaje les ocupan casi todo el día, se aprenden el Corán de memoria y llegan a la conclusión de que no había más salvación que la yihad. Dios nos la pedía. Estaba escrito, y muy claro, en el libro de los libros. Abu Zubeir les va introduciendo cada vez más en su círculo más íntimo, la televisión estaba puesta en una cadena que transmitía en bucle matanzas de musulmanes. Y puedo aseguraros que nos hervía la ira por dentro […] Abu Zubeir decía que había que reaccionar. El Profeta no habría tolerado tales humillaciones […] yo notaba que me subía una quemazón desde el vientre que me incendiaba los ojos. Me retorcía las tripas un deseo de venganza. Estábamos de acuerdo en lo de lavar con sangre nuestro honor perdido. Y poco a poco los van convenciendo de que sus armas son ellos mismos: ¡Nadie puede contra un hombre que quiere morir! Devolverle sus vidas a Dios porque Él se lo pide. Para ellos, después de un camino largo de “comedura de coco” inteligente, está muy claro.

¿Creéis que está logrado este camino de captación? ¿Es creíble? Contestad intentando poneos en su piel aunque sea difícil. Que la balanza no oscile ni a un lado, el del entendimiento y justificación total, ni al otro, el de no entender que no pudieran haber reaccionado de otra manera. Intentemos encontrar las razones justas y equilibradas para su proceder, si es que las hay. Y también comentad si el autor logra hacernos creíble el camino que lleva a estos chicos al horror de convertirse en terroristas suicidas.

Los llevan de vacaciones a las montañas, a Dayet Aoua. ¡Qué maravilla poder salir de Sidi Moumen! ¡Y de la ciudad! Una semana para recompensarlos de su dedicación a Dios y a las clases. Ven el mar por primera vez desde el minibús: era un espectáculo único. Ese aire nuevo me había trastornado. Olía de una forma rara. Me dieron escalofríos al mirar el infinito, azul plateado, y el sol blanco que flotaba por encima. Esas vacaciones serán inolvidables, quizás lo más maravilloso que les haya pasado jamás. Les enseñan a manejar la faca, combaten, hacen deporte, corren por los caminos, se bañan en el lago, rezan, escuchan las peroratas del emir sobre glorias pasadas y la lucha que les espera.

Y por fin llega el terrible día. Hamid se lo dice a su hermano: no tenemos elección. Asentí, porque alguien tenía que sacrificarse. Era la primera vez que le leía el espanto en la cara a mi hermano. Ninguno se niega a morir, sin embargo, eso de morir no era ninguna tontería. Cada uno tiene sus razones. Y al fondo de todas ellas están las de convertirse en un mártir y entrar en el paraíso. Desde la nube en que me hallaba, aquello me parecía algo así como un juego; el de la vida y la muere trenzadas sin sospecharlo. Pero en Sidi Moumen la pelona formaba parte de nuestra vida cotidiana. No asustaba tanto. La gente llegaba, se iba, vivía o moría sin que en la ecuación de nuestra miseria cambiase nada […] La muerte, omnipresente. La habíamos adoptado. Vivía en nosotros y nosotros vivíamos en ella […] La muerte era nuestra aliada. Nos servía y la servíamos […] Estaba a solas con ella y no tenía miedo. Había desplegado las alas negras alrededor de mi cuerpo febril y yo me había sometido. Solo pensaba en la dicha de obedecer. Era esclavo suyo, y feliz por pertenecerle. La muerte pensaba por mí  […] Estaba dispuesto a darle los caprichos que quisiera con tal de que me permitiese abrazarla. Aferrarme a ella y salir volando los dos. Cruzar los siete cielos y renacer en otra parte, lejos […] No, no quería volver a ver esas máquinas monstruosas volcar encima de la infancia sus desechos y sus vómitos […] No, nadie puede nada contra un hombre que quiere morir. Y yo lo quería ardientemente. Transcribo las palabras de Yashin porque lo dicen mejor que nadie podría decirlo. Logra poner poesía en la tragedia tan terrible a la que se dirigen. No es casual que el alto voltaje poético se crezca en estos momentos finales, los más duros. Imposible no transcribir tampoco su despedida de Ghizlane: Te quiero infinitamente, pero me voy, amor mío, porque no tengo elección. ¿Hasta cuándo se puede soportar la humillación de haber nacido en Sidi Moumen? No hay vuelta de hoja, voy a morir. Te vengaré de quienes saquearon tu infancia y enviscaron tus sueños en el barro. Les haré pagar a tocateja los años de esclavitud que nos impusieron. Padecerán igual que padecimos nosotros. A todos esos colaboracionistas que se portan como avestruces les alzaré la cabeza y los degollaré como a corderos.

Sí, fue una escabechina, un infierno. Fue el fin del mundo.

Para terminar os dejo con unas palabras del escritor Isaac Rosa que quiero utilizar como disparadero de vuestras reflexiones: Quizás la línea que Binebine traza entre el origen miserable y el terrorismo sea demasiado recta, sin meandros que darían más complejidad al asunto. O quizás es que la realidad es así de simple, y hay cada vez más desgraciados para quienes “no hay más salvación que la yihad”. Ahí queda la discusión que esta interesante novela propone.

Plazos

Es hora de vuestros comentarios, que espero que sean muy numerosos, sobre esta segunda parte y sobre la novela en general. Disponéis de una semana para ello. Podéis seguir comentando al hilo de las opiniones, argumentaciones, dudas que habéis ido dejando en la primera parte. Hay mucho de lo que hablar ahora que ya hemos terminado esta estremecedora novela, narrada magistralmente, que no creo que deje indiferente a nadie.