2005 es el año fatídico. El año en que detectan al padre una enfermedad mortal: lo peor no avisa pero tampoco engaña. Cuando se presenta, intentamos no verlo, pero en el fondo sabemos que ha llegado, que está ahí, y que todo lo que hagamos para zafarnos solamente servirá para terminar aceptándolo. Comienza una difícil etapa que durará dos años durante la cual las relaciones entre el padre y el hijo cambiarán radicalmente a mejor. El hijo deja casi todo para ocuparse del padre, para estar con él, para solucionar todos los problemas que surjan, para que no se desaliente en la lucha que le ha tocado vivir. Se entrega en cuerpo y alma. Desde el principio mi implicación es total. Ya hace un tiempo que atravesamos un idilio. No un idilio cualquiera sino el que yo espero definitivo tras haber tomado tres años antes, en Berlín, la determinación de apartar de nuestro trato el problema entre nosotros. Cansado de la desconfianza, me he propuesto renunciar a mi susceptibilidad eterna, que considero justificada pero que nos aboca a una relación difícil […] y, justo ese otoño en el que no sabemos que le quedan dos años de vida, tengo la sensación de que por fin ha bajado la guardia. Marcos tiene treinta y siete años, su padre sesenta y cinco.
Mi padre derriba sus últimas defensas y por primera vez acepta mi ayuda sin complejos, incluso la demanda. Se muestra agradecido, vulnerable […] Yo me veo ante la oportunidad de demostrar que mi disposición al sacrificio está a la altura de mis reivindicaciones pasadas. Van a operar de urgencia al padre y éste, desde el primer momento, se apoya totalmente en el hijo, por alguna razón, le inspiro más confianza que la amiga que conoció en Brasil […] Desde entonces, sin darme cuenta, me convierto en su padre […] Yo soy su padre y él es mi hijo. Nadie sabe lo que nos deparará el futuro, pero parece que mientras se sienta débil y enfermo buscará mi protección. Después de la operación, el diagnóstico no puede ser peor. La amiga que conoció en Brasil y Marcos deciden no contarle la verdad: empiezo a entrenarme en dosificar la información. Pronto comenzará la huida de la amiga que conoció en Brasil, a pesar de que ha prometido, al principio, todo su apoyo al hijo y olvidar las viejas rencillas. Es pronto para acusarla de deserción […] pero no puedo evitar cierto regocijo al corroborar una vez más lo acertado de mi desconfianza. Miedo a la soledad que se le avecina, su incapacidad para sacrificarse… en un principio. Más adelante ya será quedarse con lo máximo que pueda de sus bienes en común. Además, no cumple su palabra de no decirle nada al padre sobre la gravedad de su enfermedad, y aunque el hijo desmiente todo, en su mirada se ha instalado ya una sombra de sospecha, de derrota y de desconsuelo que nunca lo abandonará.
Con frecuencia, cuando estoy solo, lloro […] Me siento lejos de todo, de lo que más de otras personas. No logro olvidar que llegará un día, no muy remoto, en que mi padre no esté. Siento su desvalimiento como propio y aún más me entristece pensar que su vida ha sido incompleta, que se irá insatisfecho, con cuentas pendientes. Sé que se trata de un prejuicio que nunca podré corroborar, pero en eso consiste mi principal tristeza. No tanto en su pérdida como en que pueda morir con la sensación de ser un perdedor.
El hijo se sumerge de nuevo en reflexiones, quizá repetitivas y obsesivas, aunque ahora serán desde el lugar en el que les ha colocado la enfermedad: en el del intento de conseguir una reconciliación y para ello es necesario ceder: lo que a ratos me parece prosaico y pueril es mi empecinamiento en no abdicar. Debería haber sido más conciliador. Perdonar antes. Pareciera que en Marcos convive el sentimiento de culpa con la seguridad de que tiene razón en muchas cosas que le reprocha. Difícil mezcla. Aún ahora nos habla de la inseguridad y de los miedos de su padre que incidieron en su comportamiento erróneo hacia él: lo atemorizaban las incertidumbres de la vida, lo atemorizaba quedarse sin asideros, se engañaba sobre sus capacidades, creía que a solas naufragaría, y se agarraba al flotador que la amiga que conoció en Brasil le cedía a un altísimo interés. El autor considera que su padre se autoengañaba, que no era feliz en se matrimonio y se interroga acerca de por qué estuvo con esa mujer veinte años llegando a la conclusión de que había amor. Un amor no de iguales, un amor que en mi padre entrañaba una extraña superioridad moral que lo llevaba a perdonar las arbitrariedades de ella, sus imposiciones, sus latrocinios, considerándolos debilidades de carácter, pero amor. Marcos sigue buscando respuestas a su relación con el padre. El libro entero es una búsqueda de respuestas. ¿Consigue encontrarlas? ¿Qué opináis?
Ante la deserción de la mujer y sus maniobras ya claras de quedarse con todo lo que pueda, el padre está atónito: nunca la consideró capaz de algo así, pero empieza a darse cuenta, con dolor, y piensa seriamente en separarse, algo que al final hará. En esa situación, el hijo se convierte en el único apoyo real y comienza a contarle, él, tan reservado, muchas cosas sobre su pasado que nunca le ha contado. En consecuencia cada día está más cerca de mí. Se hacen inseparables, cómplices. La reconciliación ya está en marcha. Es obvio que me necesita. Es obvio que está agradecido y emocionado. La mujer que los separaba se está desvaneciendo. Y comienza la quimioterapia que durará seis meses. El padre parece que se va enfrentando a su suerte, su mala suerte, aunque no pierde nunca la esperanza. Es tiempo de incógnitas pero también de aprendizaje. El papel que le toca jugar al hijo es difícil: callo cuando calla, hablo si quiere hablar, pero Marcos consigue el equilibrio necesario para llevar adelante una situación tan difícil y delicada.
El autor prosigue con sus análisis y reflexiones, con su búsqueda de respuestas. Marcos admiraba a su padre, lo necesitaba: lo único que quería era tener más de él, lo único que quería era estar más con él. Ésta quizá es la gran respuesta a todo. Y algo más: necesitaba su reconocimiento. Quería aprender, parecerme a él, y lo imitaba, sí. Trataba de emularlo. Para que el padre lo valorara. Pasará mucho tiempo hasta que lo consiga, pero finalmente, en el proceso de su enfermedad, lo conseguirá. Y también está la culpa: su culpa y la mía. Su culpa por no darse cuenta de que eso era lo que yo más deseaba, su culpa dármelo a cuentagotas, vergonzosa, clandestinamente, a rebujo de su otra vida, de su vida en pareja, y mi culpa por estrechar con mi enfado sempiterno el caudal ya escaso por el que fluía.
El tiempo de vida continúa y Marcos se desvive porque hacer cosas con él mientras esté bien: una exposición, la última que hará, comidas fuera, visitas culturales e incluso un viaje a Kenia donde el padre empeorará. Mi padre debe seguir luchando con los fantasmas que su enfermedad le ocasiona. Sus dudas son continuas, sus preguntas y las trampas con las que trata de sondearme a mí también. Parece que quiere la verdad pero quiere que la verdad lo favorezca y, en la medida en que le proporcione esa verdad que no lo es y que le brinde apoyo y ayuda, continúa su querencia por mí, continúa convirtiéndome en su principal sostén. Aun así, el padre toma dos decisiones que contradicen la aparente docilidad con la que se deja engañar respecto a la enfermedad: quiere apostatar y quiere hacer un testamento vital para pedir que no se le prolongue la vida artificialmente y que, llegado el caso, se le aplique la eutanasia.
¿Qué aprendimos en el último trecho? Que perdimos el tiempo. Y que las cosas tienen siempre un final y que, cuando ese final llega, es mejor que nos deje en paz.
Y llega el momento del arrepentimiento: me arrepiento, ya lo he dicho, de no haber liberado antes la tensión entre nosotros. Me arrepiento de haberlo hecho sufrir. Me arrepiento del tiempo perdido. Me arrepiento de lo no hablado. Me arrepiento de haber necesitado demostrarle con hechos que él era mi padre y yo era su hijo. Me arrepiento de haber pensado en su muerte. Me arrepiento de haber dado un valor simbólico a lo material. Pero también subraya aquello de lo que no se arrepiente: Frente a eso, los posibles errores que cometí estando ya él enfermo palidecen gracias a la radicalidad de mi entrega. No me arrepiento de haberlo dejado solo, porque no lo hice. No me arrepiento de no haberle dicho nunca la verdad sobre su enfermedad. Creía que si mantenía la esperanza aún existía alguna oportunidad de curación. Marcos se está limpiando y asimismo, está limpiando, salvando, la relación con su padre. Es tiempo de dolor pero también de redención.
Estamos ya en septiembre de 2006, el padre empeora: una tarde en que regresamos del hospital, se derrumba por primera vez y entre lágrimas de desesperación me dice cosas que en momentos del pasado fantaseé con escuchar, pero que ahora, dichas por lo que son dichas, me parten por dentro. Pero el padre, en general, afronta su situación con silencio, sin quejas y con resignación. Ya separado, de una manera muy fea, de la mujer deciden que irá a vivir con Marcos y su esposa. Todo lo concerniente a la amiga que conoció en Brasil es tan feo que prefiero obviarlo. Sólo voy a transcribir un apunte del autor: ¿Por qué actuó como lo hizo? Por codicia, por inmadurez, por egoísmo. Da igual qué fuese lo determinante […] Puedo juzgarla, pero no es mi cometido salvarla ni condenarla. Más necesario sería desentrañar, en todo caso, la huella que sus acciones dejaron en mi padre. Y la huella fue cambiante. Empezó con incredulidad, continuó con sufrido desengaño y terminó en despreciativa indiferencia.
La verdad es que es difícil hablar de estos temas, máxime si los has vivido, como es mi caso. Algunos habéis comentado que para vosotros también es difícil. Incluso que el libro os está costando. Pero una cosa que queda clara es que para el autor era completamente necesario escribir este libro. Y lo entiendo. Y por eso, y por mi dificultad añadida, he escogido en este post transcribir sus palabras más que comentarlas. Que hable él. Y para mí, no sé si para vosotros, sobre todo los que habéis vivido algo similar, ha sido sanador leerlo. Doloroso pero también sanador. Creo que la sinceridad apabullante de Marcos Giralt Torrente alivia y se agradece. Admite sus culpas así como habla sin tapujos de las faltas de su padre y, en la entrega final que realiza, llena de amor y dedicación, no se cuelga medallas. Y eso también se agradece. Una lección de vida. Y de humildad. Y de amor. Y de reconciliación. Escribiendo sobre este libro me he dado cuenta de que es difícil comentarlo. Entiendo que no lo hagáis en demasía. No lo pensé al principio cuando lo escogí. Pero sí podemos hablar de cómo enfrentarnos a la muerte de un ser querido, de cómo quedar en paz con alguien muy cercano con el que tuvimos una relación difícil. Algunos habéis destacado ese papel sanador de la reconciliación y la admisión de culpas que este libro tan bien describe.
La enseñanza final de Tiempo de vida es que creemos que el tiempo es mucho más laxo de lo que es. Y que hay para todo, cuando en realidad no es así. Yo tuve tiempo de decírselo a mi padre, más que decírselo, de demostrárselo, y él puso todo lo que estaba en su mano para que pudiera hacerlo. No hay cuentas pendientes, no las había cuando comencé a escribir. Al autor, una vez fallecido el padre, sólo le queda acostumbrarse a su ausencia: la muerte. Lo que no se puede pensar, dicen. Y como la vida no se detiene, ya en los últimos párrafos del libro el autor nos anuncia que hace siete meses, en los primeros días de septiembre de 2008, supe que sería padre a finales del próximo mayo. Hermoso final para esta historia. La llegada del hijo del hijo del hijo. Que además lleva el nombre del abuelo, Juan. Y el hijo ante su inminente paternidad, se coloca en el lugar del padre que va a ser haciéndolo, a la vez, en el lugar que ocupó su propio padre respecto a él: pienso, entonces, en mi hijo aún no nacido, que llevará su nombre, y me pregunto en qué lo condicionaré, en qué le fallaré, qué deberé yo perdonarle y qué deberá él perdonarme, si no lo hace antes, cuando como mi padre me diluya en la nada.
Me gustaría conservar algo de lo mejor de mi padre para que le llegue a través de mí.
Plazos
Una vez terminado este tiempo de vida que hemos compartido con su autor, es hora de vuestros comentarios sobre esta segunda parte y sobre la totalidad de la novela. Todos los comentarios son bienvenidos, así como vuestras conclusiones sobre cualquier aspecto del libro que os haya interesado o no os haya gustado o lo que consideréis comentable. Dedicaremos una semana a ello. Espero con ganas vuestras opiniones, así que ánimo.
Pues llegados a este punto diré que el personaje que más curiosidad me despierta, quizá porque
sabemos menos de ella, es el de la madrastra, la amiga que su padre conoció en Brasil. Creo que va a tener que escribir otra novela para reconciliarse con ella y que la pinta más malvada que la madrastra de Blancanieves.
Hola gente! No tiene nada que ver con la lectura , pero tenía ganas de compartir mi trabajo, aquí va el enlace de mi blog
https://lenguajedelmovimiento.wordpress.com/2016/10/04/taller-jugar-crear/
Y nos leemos en el próximo libro
Un abrazo
Hola a todos, voy con retraso así que hoy me referiré a la primera parte.
En principio temía bastante el tema elegido, puesto que desgraciadamente la muerte del padre es un desgracia que a cierta edad la mayoría hemos vivido, y aún sin propósito, es como hurgar en la herida, tan dolorosa…
Pero en la primera parte, entre las dudas que comparte con el lector respecto al enfoque que le va a dar a la escritura sobre un tema tan delicado como los conflictos familiares, y a los diferentes recuerdos que va aportando, no resulta tan dura de momento…
Como dicen los compañeros es una catarsis para el autor que intenta entender las complejas relaciones que ha tenido con su padre a lo largo de su nfancia y juventud, intenta saldar cuentas con un padre por el que se sintió abandonado, al que sintió lejano y distante y además cobarde en momentos en que él y su madre le necesitaron tanto, un padre «que se escabulle siempre», un irresponsable, que se desvincula de todos sus problemas y que llega incluso a utilizarlo como «coartada» para sus nuevas aventuras… Con una vida que se basa en hechos aleatorios, que parecen tener muy poca coherencia , de promesas rotas, de falta de confianza,….
Y con una madre que si bien le mantiene y le apoya en todo y es la base de su educación, también se deja llevar por una conducta bastante inconsciente respecto a la economía familiar, si bien trata de amortiguar y suplir la carencia de padre…
La verdad es que en la infancia y la juventud, cuando resulta más necesario, a nuestro autor, le faltó lo más importante, el equilibrio, la coherencia, la responsabilidad que da la seguridad para formar su propia personalidad.
Encuentro que es normal que esté dolido y sobre todo desengañado de un padre que en lugar de ser du referente , su punto de apoyo, solo le aporta más inseguridad, dudas y desorientación….no sé si conseguirá en la segunda parte sobreponerse a todas estas vivencias….
La distancia que les separa la apreciamos especialmente en las páginas dedicadas a la descripción del padre, en las que nos describe todo lo externo: ropas, gustos,profesión… pero nada interior ni emocional, como un ser que se mantiene al margen sin sentimientos ni emociones, lo único que comenzamos a ver es una cierta envidia de su éxito y de su juventud…
Resulta curioso que un padre así, pueda intentar exigir a los demás lo que él no puede dar,y que se atreva a criticar la ligereza de la madre, cuando la de ella parece ser solo en un aspecto, mientras que la de él aparece en todos los ámbitos de su vida, (pág.37).
Supongo que es necesario , en algún momento,reconciliarse con el pasado para vivir tranquilo, espero que lo consiga al final…
Saludos.
…me parece que el hijo juzga a su padre con demasiado rigor…..
………¿y si el padre no sabe o no puede dar más de si?
… Por supuesto es una catarsis del hijo….debió quedar liberado al l escribir este libro.
Me gustaría saber si el padre se sentiría reflejado en lo que su hijo escribió de el.
Saludos
Buenos días a tod@s,
Me costó leer el libro y me cuesta comentarlo porque, como dice Kelly, a cierta edad ya es dífícil no haber pasado por una situación de pérdida aunque, a diferencia de Marcos, del autor del libro, la relación con mi padre era fantástica.
Me costó dejarlo ir, y aún a pesar de que ha transcurrido ya cierto tiempo sin él, resulta curioso que coincidiendo con este libro y con este tema, la semana pasada una buena amiga volvía a repetirme que tenía que dejarlo marchar de forma definitiva…..
Casualidades…..
Marcos refleja en el libro el duelo ante la ausencia del padre y ese enfrentamiento que él llama «su problema» lo mantiene hasta que aparece la enfermedad.
Desde ese momento vive por y para su padre, disfrutando de los que siempre quiso tener con él.
Culpabiliza de esa situación a la mujer de su padre con la que nunca tuvo una buena relación y a la que no deja en muy buen lugar en el libro (tampoco se lo merece) aún a pesar de que dice que no es su intención juzgarla.
Si bien la primera parte me resultó lenta, la segunda parte discurre con más celeridad porque también los hechos que provocan los sentimientos que el autor muestra a tumba abierta, se suceden rápidamente.
He llorado con el final del libro pero quizá por una cuestión de identidad de situaciones, por lo demás y aunque el libro me parece de fácil lectura, no sé si lo recomendaría……
Nos leemos
P.D. Precioso el taller Ana María, qué explosión de color, de alegría…..pena no poder compartirlo!!!!!
A mí hay partes del libro que se me hicieron algo pesadas, toda la cronología de hechos que, aunque muchos tienen su importancia, el ir anotando al estilo «diario» los acontecimientos, me agobió un poco. No obstante, he de reconocer que en el resto de libro, tanto en la primera parte como en la segunda, me ha resultado exquisita la forma de expresar los sucesos y los sentimientos, a pesar de que se nota ese resentimiento hacia su padre ,que intenta justificar a cada paso que da y que, aún después de haberle dedicado esos dos últimos años, se sigue evidenciando. Lo leí con avidez. Es un tema, además, recurrente para mí. Hace pocos meses leí otro libro sobre la relación de un escritor con su padre «Otro mundo» de Alfons Cervera, que recomiendo encarecidamente. Y yo, que desde hace tiempo, quiero escribir sobre mi padre y creo que ha llegado el momento de dedicarme a ello. En mi caso, no tuve tiempo de despedirme, ni de dedicarme a un mísero cuidado. La desfachatez de la muerte se apoderó de él en segundos, y yo no estaba presente. No llegué a tiempo y eso lo llevo conmigo. Pero dejando aparte mi historia y centrándome en Tiempo de vida, decir que el libro me ha gustado bastante, sobretodo en la forma de escribir más que el contenido, que me daba la sensación de no saber cómo hacerlo, de justificar los hechos e incluso el propio libro, pero es un ejercicio personal de sanación de su relación, que no tengo claro si ha conseguido. No es fácil, supongo, si has tenido una relación distante con tu padre, que no es mi caso.
Hasta el próximo libro!
Hola:
Hola a tod@s:
No nos han enseñado a vivir el presente, ni que la muerte forma parte de la vida y en cualquier momento nos visita. Tampoco a cómo acompañar a una persona en su tramo final y a dejarla ir. Quizás por eso, nos acomodamos en los reproches hacia los padres y como dice el autor hasta convertirlo en «Desencuentro sempiterno» y nos sentimos tristes durante tanto tiempo cuando alguien querido muere.
En esta segunda parte el autor nos muestra su cambio de posición, al hacerse consciente que la vida no era infinita. La entrega, el acompañamiento, la renuncia, el olvido de los agravios, todo merece la pena. Al tiempo que capta las renuncias y entregas del padre para acercarse a él.
Dicen que aquello que no nos gusta de los demás es algo nuestro, como vernos en un espejo. Me ha gustado cómo trata ésto el texto. Primero lo negamos, luego lo relativizamos como algo no tan malo, hasta que en la madurez lo aceptamos. También reconocer lo que hemos aprendido y nos han enseñado nuestros padres, cuando la ofuscación ha desaparecido.
Me ha llamado la atención la figura de la madre. En la primera parte siempre dispuesta con su hijo hasta en la edad adulta cuando él tiene pareja y en esta segunda en una posición que sorprende por su generosidad al acompañar, acoger y ayudar al padre incluso cuando «la amiga que conoció en Brasil» forma parte de la vida de él. Como si se evidenciaran los rasgos opuestos de dos tipos de mujeres «la mala», egoísta, materialista, infantil, ignorante y la «buena» llena de virtudes y siempre generosa ¿moralina? ¿falta de objetividad?
Aunque me ha removido emocionalmente leer el libro le agradezco al autor lo que me hace presente, que todos somos hijos y en algún momento fuimos o somos injustos con nuestros padres y lo que me recuerda, que desde que soy madre entiendo a mis padres ante determinadas circunstancias que posiblemente de otra forma no lo habría conseguido.
El final del libro deja vislumbrar los retos que el autor intuye como padre en un futuro.
Saludos
¿Qué me ha gustado de este libro?
Me quedo con la frase final, ya que pienso que si hubiese empezado por ahí: «cuando vas a tener un hijo o lo tienes, comienzas a comprender a tu padre» o comienzas a temblar xq sabes que como padre, también vas a hacerlo a medias. Lo haces lo mejor que sabes con el conocimiento que tienes. Y siguiendo en: hace 8 meses que murió mi padre… (2 hojas en cursiva) a pesar de que vuelva a utilizar la letanía enumerativa: he hecho, he ido, he aprendido, he firmado, he hablado… Y yo quisiera que el autor nos hubiese mostrado cómo tuvo que situarse en los HACERES porque no soportaba SER desde su centro más frágil y aceptar la muerte de su padre.
Encontré algunas frases que me emocionan y otras lapidarias: «Como poco, tienen la culpa -los padres- de habernos lanzado al mundo» ¿De qué va este hombre?
Cuando leí esto, pensaba que si lo tuviese delante lo discutiría casi cada página. Cada queja.
Creo que cada uno de nosotros elige su espacio, lugar y familia de nacimiento, de acuerdo a las experiencias que su evolución necesita. Si asumes esto, la ira y el dolor contra los padres, se esfuman.
En págs. 176-77 cosas, cositas, de esas que me sacan del texto. Repetición o deficiente corrección? Repite, «que ya son Diciembre, separado por 20 líneas».
A pesar de que el autor nombra alguno de ellos no quiero entrar en comparaciones con El olvido que seremos o Patrimonio o Mamá que disfruté en cada emoción.
Para añadidura, este libro me dejó igual sensación que «Intocable» y es la de que las enfermedades con dinero son mucho más llevaderas. Quisiera yo ver a Marcos Giralt con su padre en un piso de 70 metros, sin la posibilidad de buscar un médico «amigo» que lo ayude a bien morir. Y si en un hospital, los hijos/as trabajando por la mañana y turnándose de noche a la cabecera del padre. Esto si que duele.
Y después de tanta ida y venida, el padre muere solo. ¿Cómo es posible si sabes que va a durar unas horas xq ya le han puesto la primera dosis?. Si te mueve un amor y deseo de total reconciliación… Ahí me gusta la postura sincera del autor que no oculta, que cuenta el hecho como sucedió.
Y como digo al principio, lo que más me gustó: la frase final.
BERTA: muy lindo tu taller
Hola, he preferido esperar al final para escribir sobre el libro, me costo un poco engancharme a leerlo y comentarlo en su primera mitad se hacía cuesta arriba. Una vez acabado creo que la segunda parte es más dinámica que la primera, aunque durante todo el libro he encontrado muchas de las reflexiones muy repetitivas y en cuanto a lo que cuenta es duro juzgar el libro cuando sabes que es la vida real de alguien con sus alegrías, tristezas y vivencias lo que plantea. Desde el punto de vista reflexivo y sentimental, creo que es un buen y valiente ejercicio que realiza el autor para sanar tanto la separación de sus padres como la muerte de su padre, creo que esta todo relacionado y según interpreto creo que la oportunidad que le dio la enfermedad de vivir de nuevo con su padre le hizo recuperar el tiempo perdido. Cuantas veces nos dejamos llevar por el enfado y la rabia para desperdiciar el tiempo de estar con una persona por no enseñarnos y aprender a como afrontar los sentimientos. O como decía Lola a vivir el presente, enfrentarnos y hablar del tema de la muerte que es el final del Tiempo de vida. Creo que el libro es un buen trampolín para que cada uno revuelva en su interior. Gracias Chus, sino es por el club creo que nunca se me hubiera ocurrido abrirlo y llegar al final. Nos vemos en el siguiente.
“Nos atascamos por pensar que la vida era infinita. En ese error de cálculo se originan los mayores tropiezos”, completamente de acuerdo con esta idea.
Aunque me ha gustado más la segunda parte, no he disfrutado mucho con la lectura de este libro.
El autor puede quedarse con la satisfacción de haberlo hecho muy bien en la última etapa de la vida de su padre, de haberlo acompañado hasta el final. Obviamente el dinero siempre ayuda y “las penas con pan son menos penas”, pero él ha tomado la decisión de hacerse cargo de absolutamente todo, cuando también teniendo dinero es mucho más fácil delegar.
Hay algunas referencias a la parte médica que me desconciertan:
El primer lugar, el padre “quiere hacer un testamento vital para pedir que no se le prolongue la vida artificialmente y que, llegado el caso, se le aplique al eutanasia”. La eutanasia es ilegal en España, por lo tanto no creo que alguien pueda solicitarla en un documento de voluntades anticipadas.
Por otra parte, o el autor es muy atrevido o eran algo incompetentes los médicos que atendieron a su padre, esto lo digo por dos comentarios que hace:
“Entre tanto la fiebre no ha remitido, pero consigo convencer a los médicos de que tal vez no se deba a una infección, como temen, sino al tumor,…” ¿¿de verdad tiene él que convencer a los médicos del diagnóstico de su padre??.
“me ocupo de adoctrinar a los médicos que empiezan a visitarlo para que no lo traten como a un enfermo terminal” Otra vez más es el autor el que instruye a los médicos acerca de cómo hacer su trabajo, cuando si de verdad se dedican a vez pacientes en el final de la vida deben saber sobradamente que trato deben darles.
Hay algo en lo que no estoy de acuerdo con el comentario de Lory respecto al momento de la muerte del padre, en que está solo. Es muy muy difícil saber en qué preciso instante morirá una persona, puede que estés día y noche a pie de cama y te vayas un minuto al baño, y justo en ese momento suceda. Con lo que debemos quedarnos es con todo lo que ha pasado antes, con esos 2 años dedicados a su padre. Marcos Giralt, tu padre tuvo suerte de tenerte ahí hasta el final.
el libro me costó terminarlo, toca temas tan universales y a la vez situaciones que todos vivimos de formas distintas, las relaciones padres e hijos son muchas veces complejas. En el libro y en la vida del autor creo que al acompañar a su padre en la enfermedad pudo hacer un balance más equilibrado, el acercamiento a su padre le ayudó a ver que su padre no era solamente esa persona que le falló sino que lo pudo ver como una persona con sus fallos y sus virtudes, igual qué él pudo darse cuenta de que no le podía hacer culpable sólo a su padre de todas sus carencias.
Para mí lo más interesante del libro probablemente se concentra en las últimas páginas, cuando relata el momento de la muerte y elabora una vez más (y después trata de forma directa) la idea del «círculo». Creo que ahí vemos resumida la idea del libro, así como algunas imágenes poderosas, como no podía ser de otra forma ante el colofón de tan tortuosa andaina.
El libro me ha resultado largo en exceso, un mantra en forma de espiral que desciende hasta los abismos de la conjetura extrema. Y como tal, despojado prácticamente de todo sentido gracias a la repetición, salvo por un eco remanente, una voz distante, entre líneas, que nos recuerda que estamos ante la historia de un hijo desgraciado que hacia el final deja de serlo tanto.
Aunque a mí no me ha conmovido en exceso, creo que este libro es uno de los mejores legados que podrá transmitir a su hijo, y que sin duda este, a su debido tiempo, sabrá apreciarlo como es debido.
Rescato algunas frases que me han parecido muy destacables por motivos totalmente aleatorios:
Hola de nuevo. Parece que casi todos estamos de acuerdo en que nos costó algunas veces leer ciertas partes del libro y en que es un libro complejo y denso, de esos que casi disfrutas más cuando lo terminas que mientras lo vas leyendo. Estoy de acuerdo con Lory que destaca la frase en la que se dice que cuando vas a tener un hijo o lo tienes es cuando empiezas a entender a tus padres. Creo que es una experiencia que muchos de nosotros quizá hemos tenido. Hay cosas que sólo comprendemos acerca de nuestros padres cuando nosotros pasamos por su misma situación. El padre del autor del libro quizá en muchos momentos pudo no haberse comportado como debiera pero está claro que nunca dejó de quererlo. Es cierto que hubo muchos desaires provocados por su relación con «la amiga que conoció en Brasil» pero nunca se desentendió de su hijo como pasa en otros casos por desgracia. Está claro que cuando hay separaciones de los padres la mayoría de las veces hay situaciones tensas o no agradables que los hijos tarde o temprano acaban percibiendo.
También es destacable algo tan humano como el hecho de que apreciamos algo cuando sabemos que podemos perderlo. Cuando es consciente de que su padre está enfermo y puede morir es cuando se lamenta del tiempo perdido, de no haber cedido en algunos casos, de prolongar sus enfados… Todos hemos vivido esto seguro y es algo de lo que deberíamos tomar nota. La vida hay que disfrutarla todos los días porque nunca se sabe lo que pasará al día siguiente. «No dejes para mañana lo que puedas hacer hoy»
En cuanto a «la mujer que conoció en Brasil» es cierto que no sabemos demasiado de ella y que sólo nos presenta la versión del hijo. Aunque por lo contado no parece que se hubiera portado demasiado bien ni con el padre ni con el hijo. Pero en cualquier problema es necesario conocer las dos versiones
En cuanto a qué pensaría el padre cuando se veía reflejado en los personajes de los libros que escribía su hijo pues supongo que dolor y pena. Impotencia por no ser capaces ninguno de los dos de hablar las cosas cara a cara, tristeza por saber que para su hijo es una decepción… tantas y tantas cosas…Pero la enfermedad les permitió tener un buen final. Pudieron vivir durante ese tiempo su relación padre-hijo de forma más intensa que nunca. Recuperaron los años perdidos y pudieron reconciliarse que es más de lo que mucha gente puede hacer.
Yo también lloré al final del libro y también me «gustó» más la segunda parte que la primera porque es más ágil y más concreta quizá.
Aunque no es un libro que me gustase volver a leer me alegro de haberlo leído.
Gracias Chus como siempre por tus elecciones literarias y hasta el próximo libro
Disculpen la demora en hacer mi comentario. Realmente el libro me costó leerlo por la temática y por sentimientos que despierta. Las comparaciones con la vida personal muchas veces son inevitables.
La frase que más me llegó y en la que venía pensando incluso antes de leerla fue: «Ese era el problea. Que generalmente no sabía»
Creo que muchos de las asperezas entre padre e hijo (no sólo en éste caso, si no en la vida de casi todos los seres humanos) se dan porque una persona entiende, ve, percibe, interpreta, sin darse cuenta que el otro no sabe lo que pasa por la mente de esa persona.
Que uno vea y «entienda» algo de determinada manera no significa que el otro también lo vea, también lo entienda así.
A mi entender, la falta de comunicación, de apertura entre ambos, los priva de experiencias positivas y vínculos constructivos.
La enfermedad del padre (esas alertas que le ponen fecha límite de un vínculo) permite la apertura, el bajar las defensas, el brindarse en vez de esperar del otro, el sanar la relación. Lamentablemente, en la mayoría de los casos es así. Se necesitan esas alertas para cambiar de actitud.