Archivo | noviembre, 2015

Nunca, nunca, podría liberarse de la trampa en la que él había hipotecado su vida

30 Nov

Broken heart 294/366. Foto en flickr por Dennis Skley. Algunos derechos reservados.

Gracias a todos por vuestros comentarios. Me gusta que sean tan diversos pues eso incita a la discusión lo cual es bueno para lograr profundizar más en el libro. Os invito a que os deis la réplica unos a otros. ¡Intentemos establecer un debate lo más cercano posible a un club presencial! Yo estoy más cercana a las opiniones negativas ya que también la acción y los personajes me parecen planos y estereotipados. Únicamente salvo el tema que plantea que es interesante y aunque muchos decís que la acción se desarrolla hace ya treinta años, no olvidéis que el libro se escribió en 2002 y la sensación que me da la autora es que pensaba que las cosas no habían cambiado tanto quince años después. Yo opino lo mismo, creo que, lamentablemente, todavía hay muchos Danieles y muchas Bertas en el mundo actual aunque con más matices ya que, reitero, me parecen algo estereotipados los personajes. Y también me parece reiterativa la acción, se repiten teorías y reflexiones y se alarga mucho, a mi parecer, la trama para llegar a un punto al que intuíamos iba a llegar muchas páginas antes.

Creo que está claro que la autora toma partido por Teresa. Es el personaje que sostiene toda su teoría y quizás Aldecoa se identifique con esta mujer. Pero, para mí, Teresa tiene luces y sombras. Me llama la atención que una mujer tan inteligente, tan independiente, tan emancipada y tan equilibrada se obceque de esa manera con un hombre como Daniel. Lo justifica continuamente intentando comprenderlo, lo va a ver a España dos veces (él no vuelve nunca a verla) y siempre está esperando que él tome una decisión (el divorcio) que nunca toma. Yo creo que desde muy pronto Teresa tiene datos que aunque sí que le hacen dudar, pero no lo suficiente, le tendrían que haber ido llevando a adquirir una consciencia de la situación más temprana que le condujera a la decisión de renunciar a un hombre tan cobarde. ¿El amor es ciego? ¿Incluso en una mujer tan inteligente y cabal? No lo sé. ¿Qué opináis? Porque como bien ha dicho alguno de vosotros, la autora, aunque lo repite numerosas veces, no nos muestra, o no nos sabe mostrar, a ese ser tan inteligente y brillante que ha sido capaz de enamorar a Teresa. Incide más en sus deficiencias, en sus defectos, en sus inseguridades. Un hecho a favor de Teresa es que él calla numerosas veces, no se abre lo suficiente para que ella pueda conocerlo realmente. Pero, a veces, hay detalles, actuaciones que nos dicen más que mil palabras.

A Teresa le asombra, y es el tema del libro que está escribiendo, que hombres “superiores” no puedan estar con mujeres a su mismo nivel para poder compartir una vida y una idea del mundo similar. Que no escojan a una mujer que esté a su altura y opten, por el contrario, por mujeres más “inferiores” que no les hagan sombra. La inteligencia de estos hombres no se corresponde con su ser emocional. Emocionalmente son inseguros, inmaduros, incluso cobardes. Desean destacar en lo suyo y no quieren a su lado a una mujer tan inteligente o más que ellos (es seguro que emocionalmente no lo soportarían). O bien, como Daniel, han escogido mal casi sin darse cuenta y no se atreven a romper, por miedo, por una educación tradicional, esos lazos que les hacen infelices. Entonces buscan una salida en un mundo al margen de su matrimonio en el que sí puedan ser ellos mismos (Daniel: el apartamento, la vida profesional). Porque, además, en el caso de Daniel, a éste le resulta cómodo el desinterés que muestra Berta por su labor profesional. Ese mundo aparte de su matrimonio que se ha creado, en el que no es juzgado o controlado, le concede tranquilidad y satisfacción. A lo largo de muchos años, se ha acostumbrado a vivir así. Tanto que, ante una Teresa deseosa de conocerle en profundidad, que le pregunta y le inquiere, que le anima a superarse aún más profesionalmente, que le juzga en numerosas ocasiones, Daniel se siente presionado y tampoco le agrada esa Teresa fiscalizadora.

Sinceramente no me queda claro el motivo real por el que Daniel renuncia a Teresa. Ese enigma que nos plantea el título. Una mujer de la que parece realmente enamorado y con la que comparte tantas cosas. Se apuntan diferentes razones: la cobardía, la educación, la culpa, la comodidad… Quizá sean suficientes razones. No lo sé. Quizá Daniel sea un buen ejemplo de la teoría que desarrolla Teresa en su libro ¿Qué opináis? Aún me parece más extraño que después de un verano idílico en el norte de España, una vez que Berta ya sabe de la existencia de Teresa, juntos, felices, con los amigos de Daniel (que sí representan un ejemplo de pareja feliz de iguales aunque también ha habido renuncias) con los que comparten tantas cosas… este hombre no dé el paso de abandonar a su mujer y comenzar una nueva vida, aparentemente sólo porque Berta realiza un simulacro de suicidio. Porque es a partir de ese simulacro cuando un Daniel derrotado vuelve como un corderito al hogar y acepta todas las condiciones de Berta, como la de irse a vivir a esa urbanización en la que ni siquiera tendrá las vistas de su piso de Madrid. Y seguramente, en un futuro no muy lejano, aceptará vender su apartamento que simboliza la parte de su vida no traicionada, tal como le exige Berta para así ya terminar con la única independencia que le quedaba y estar totalmente a su merced. ¿Por qué no deja a Berta? ¿Qué le une a ella? No hay amor en esa pareja. Ni siquiera parece que a ésta le importe su infidelidad ya que sólo le interesa guardar las apariencias, mantener su status económico. De alguna manera se nos sugiere que, mientras Daniel fuera discretamente infiel y aceptara todas las exigencias de Berta, ésta le dejaría en paz, como le ha dejado en paz en su vida profesional. ¿Sabiendo que su mujer es así, no le sería más fácil a Daniel dejarla? Sobre todo cuando le espera una vida plena en todos los sentidos junto a la mujer que ama. No sé qué opináis vosotros.

Por otro lado, está esa Berta que sólo se nos muestra en la queja, en la insatisfacción a través de unos monólogos llenos de reproches. El retrato que la autora hace de Berta es terrible, sólo hay adjetivos negativos. No hay concesiones para esa mujer. Aldecoa no nos deja conocerla en su totalidad y eso es injusto. No hay nada positivo en ella. También por ese motivo se nos hace más difícil entender que Daniel no la deje. ¿Por qué no lo hace si no la quiere y es tan negativa? Es maniqueo, a mi parecer, el retrato que la autora hace de ambas mujeres situadas en polos opuestos. La perfecta y la imperfecta. La buena y la mala. Sin matices, y la vida está llena de ellos. ¿No hay nada humano en Berta? Está claro que ese prototipo de mujer “enredadera”, como la califica la autora, no goza de la simpatía de Aldecoa. Pero yo echo de menos un retrato más completo de Berta.

En fin, esta vez no he optado por ir comentando el argumento, he preferido dejar mis impresiones y mis dudas. El enigma que plantea Josefina Aldecoa queda en eso, en enigma. Un hombre cobarde que rechaza una vida más plena para seguir en su infierno personal, un círculo vicioso del que ha sido incapaz de salir cuando le ha sido concedida una oportunidad. Desolador. Real supongo en algunos, ¿muchos?, casos. Me resulta confusa esta novela y también imperfecta. Esa es mi opinión. Espero las vuestras.

Plazos
Dedicaremos una semana a comentar esta segunda parte de la novela así como el libro en su totalidad. Además de dejar vuestros comentarios, que espero que sean numerosos, me gustaría, como os decía al principio del post, que os dierais la réplica unos a otros ya que no compartís iguales opiniones. ¡A ver si yo también aclaro la confusión que me ha dejado esta novela!

Un deseo irrefrenable de conocerse

24 Nov

Yale Campus Green. Foto en flickr por Francisco Anzola. Algunos derechos reservados.

El enigma nos presenta en los dos primeros capítulos a ambos protagonistas. Comienza con Daniel Rivera en un avión rumbo a EEUU. Con cuatro pinceladas nos muestra su insatisfecha relación matrimonial y sus últimos devaneos con una alumna (que tienen que terminar porque ella empezaba a olvidar las reglas del juego) que lo admira (algo que no encuentra en su mujer y que por eso busca en estas relaciones efímeras). A pesar de lo que deja atrás, o por eso mismo, Daniel está contento ante la promesa de una experiencia estimulante que le esperaba con toda seguridad al final de su viaje. En el segundo capítulo es el turno de Teresa que se encuentra en su casa trabajando en un libro. Ha huido de su vida en Nueva York que colmaba tantos deseos y esperanzas buscando tranquilidad y reflexión en la antigua Universidad donde vivió con su padre y su madrastra hace años. Ha dejado atrás, llena de dudas, preguntas y contradicciones, su trabajo en una revista de Humanidades y un matrimonio fracasado. Y Teresa se prepara para asistir a un cóctel de bienvenida a un profesor invitado que había llegado de Madrid días antes. Cóctel en el que se conocerán ambos protagonistas, claro. Daniel, como frecuentemente le ocurre en estos actos sociales, se siente solo, inseguro, lejano, y será Teresa, que le observa, la que le rescate llevándole a un rincón tranquilo. Allí se interesará por su vida y le hablará de la de ella. Esta actitud de Teresa respecto a Daniel se mantendrá en toda la novela.

A los pocos días, Teresa, una mujer muy directa, le invita a pasar el fin de semana con unos amigos en su casa de la playa. Está claro el interés mutuo. Daniel se siente inquieto ante una mujer tan diferente de la suya: ¿Por qué esta mujer le desconcertaba y le hacía reaccionar tan torpemente ante cualquiera de sus inesperadas observaciones? Ya en el cóctel le ha parecido una mujer bella, inteligente, segura de sí misma, libre, autosuficiente… que se habrá quedado de piedra cuando ha descubierto que el profesor Rivera, llegado con una aureola de prestigio, colaborador de revistas importantes, conferenciante serio y riguroso está casado con una burguesa tradicional que no trabaja y se dedica sólo al hogar, piensa Daniel. La acción está frecuentemente interrumpida por monólogos telefónicos protagonizados por Berta. Soliloquios llenos de quejas y reproches ante los que Daniel no dice nada pero sí reflexiona: en algún punto del camino se había equivocado y ya para siempre sería víctima de ese error. Todos los adjetivos que Daniel le dedica a Berta son (¿demasiado?) negativos.

En la playa por primera vez, ¿en siglos?, se sentía libre, lejano y libre, perdido y libre. Y comienza a conocer a Teresa y a sus amigos. También las clases comienzan y Daniel se siente a gusto entre alumnos interesados y alumnas que le ven como a un padre y a las que no tiene ningún interés en conquistar Se siente saturado de esas conquistas y de esas chicas españolas coquetas e insinuantes. En este nuevo ambiente tan diferente, Daniel se siente cómodo y comunicativo con sus nuevos amigos. Va conociendo poco a poco a Teresa que se muestra solícita con él ayudándole en cuestiones prácticas. Se siente tan bien, tan libre, que le vuelven las ganas de escribir poesía: en su nueva soledad no le costaba trabajo seguir el curso del pensamiento, el juego de percepciones y asociaciones de ideas que fructificaba en un descubrimiento estético, el origen, a veces, de un poema. Después de mucho tiempo, aquí había recuperado la capacidad creativa que creía oscurecida para siempre. La poesía y sus ganas de nuevo de ella estarán muy presentes estos cuatro meses. Él, poeta de un solo libro juvenil, siente que aquella época en la que escribía poemas fue la más feliz de su vida, la más intensa, en la que era verdaderamente él mismo. La esencia de Daniel probablemente sea el ser poeta y la abandonó muy pronto por culpa de un matrimonio errado y todo lo que esto trajo consigo.

Teresa está entregada al trabajo intelectual que se ha convertido en lo único que le da un sentimiento de felicidad. Está escribiendo un libro que se va a titular “Hombres y mujeres. Historia de siete parejas famosas” en el que ha escogido parejas en las que la mujer tiene la misma profesión que el hombre: ¿por qué la pareja del siglo XX desdeña en tantos casos el valor de una relación entre iguales superiores y desciende a una relación poco evolucionada intelectualmente? ¿Impide la relación amorosa la exploración en común de un mundo apasionante, ciencia, filosofía, arte, incluso política? Este es el enigma que plantea esta novela que se irá desarrollando a lo largo de sus páginas: ¿qué opináis al respecto? Seguro que a alguno le chirría ese “superiores”, ¿no? Pero Teresa desde que ha conocido a Daniel no se concentra: la presencia de Daniel había alterado su tranquilidad. Daniel había despertado en ella un interés excesivo. Teresa siente la necesidad de estar cerca de él: una atracción espontánea que la preocupaba. Y se pregunta si Daniel siente lo mismo que ella. Y sí, Daniel siente lo mismo: necesitaba verla. Necesitaba tenerla cerca, a su lado, como había estado casi todos los días de las últimas semanas. A él esta necesidad le sumió en un estado de confusión. Y pasa lo que tiene que pasar. A partir de ese momento se entregan con furor al conocimiento mutuo, a contárselo todo, a hablar de sus vidas desde la infancia: no conoces a nadie si no conoces su infancia […] en la infancia se encontraban zonas inexploradas que explicaban sus reacciones de adultos. Y del conocimiento y la entrega al enamoramiento sólo hay un paso.

Ambos discuten sobre el libro que está escribiendo Teresa. No están de acuerdo, claro, ya que Daniel no vive esa realidad de igualdad en su matrimonio. Teresa, sin embargo, piensa que sí puede ser posible: debe de ser maravilloso tener la suerte de vivir un amor y una identificación perfecta con el trabajo que están haciendo dos personas o que está haciendo uno con la colaboración de otro. Daniel opina que alguno tendría que renunciar a algo, como por ejemplo los hijos en el caso de la mujer y la individualidad en el caso de los hombres. ¿Qué opináis? Daniel para no renunciar a esa individualidad ha conservado su apartamento de estudiante donde se refugia a trabajar y a ligar con sus alumnas: había conseguido separar los dos mundos: la familia, el hogar, por una parte y por otra el trabajo. En ese apartamento siente una deliciosa sensación de independencia, de libertad preservada pero también le gusta regresar por la noche al hogar, al orden, a los hijos. Compagina esa doble vida pero el apartamento significa la parte de su vida no traicionada. Así se salva Daniel de su elección errada.

Teresa siente interés por Berta y su matrimonio, y cuando Daniel le cuenta todo (que es bastante desolador), Teresa le reprocha que lo ha descrito muy fríamente y que le ha parecido todo deprimente y mediocre y ajeno… Ante su confesión, Teresa piensa si estará magnificándolo, si se estará engañando: la elección de Berta, la inmadurez, la cobardía, la ausencia de rebeldía impresionaba a Teresa. Pero, inmediatamente, ésta lo justifica, lo ve como un hombre fracasado fruto de una educación tradicional y se anima a sí misma: no te aferres al pasado de Daniel. No te obceques con sus errores. Está a tu lado, está descubriendo un mundo de sentimientos. Espera… Todo está empezando. ¿Está muy enamorada o se engaña, se aferra a este atractivo hombre, intelectualmente “superior” como a ella le gustan los hombres? ¿Qué opináis? No en vano ella comparte con él muchas cosas: el sexo vivo, adulto, no aburrido, se unía a momentos de sensibilidad estética compartida, de coincidencias intelectuales inesperadas. Pero ¿eso es todo? Pregunto yo. ¿Qué hay de su parte emocional, sus sentimientos, su vida equivocada en ese terreno? ¿Podrá cambiar? Teresa espera que sí.

Se van solos a la casa de la playa a pasar un fin de semana a ver qué ocurre. Los sentimientos previos de Daniel son de incertidumbre, angustia, humillación. Después de la primera noche de amor, perfecta, Daniel se asusta, ¿será amor? La congoja era la consecuencia del éxito en la experiencia amorosa. Era el temor, el miedo al compromiso, a no saber el coste personal que esta historia de amor iba a tener. La sombra de Berta y sus hijos le había atenazado nada más despertar. Daniel le confiesa a Teresa que tiene miedo. Ambos analizan la situación, su pasado. Él confiesa que, desde niño, el mundo femenino de sus hermanas y las amigas de éstas, le ha intimidado, le ha producido desconfianza: una incipiente misoginia iba anidando sin saberlo en las primeras reflexiones del adolescente Daniel. Teresa escucha y le dice que ha tenido una educación propia de aquella época de posguerra en la que la coeducación no existía. Pero él insiste en que hay diferencias esenciales, no sólo educacionales o culturales. ¿Qué opináis? Teresa continúa aferrándose a su felicidad y no quiere tener en cuenta sus palabras. De nuevo me pregunto: ¿se engaña ya que el amor la ciega? Y, mientras, Daniel duda y duda y sólo quiere escapar de la fiesta que ha dado Teresa a su vuelta de la playa y piensa en Berta, en sus hijos… Todo un caos tiene este hombre en la cabeza: ¿lográis entender a Daniel?

Un fin de semana se quedan aislados por la nieve en la casa y entonces Daniel se relaja, es como una tregua luminosa durante la cual Daniel fue el ser más adorable, tierno e inteligente […] Nunca, como en aquel encierro forzoso, tuvo Daniel una impresión tan clara de libertad. Por una vez no tenía que decidir él. Era una situación excepcional y por tanto despojada de dudas, remordimiento o prevenciones. Daniel no quiere decidir nada, es cobarde. Y Teresa, que le acosa a preguntas, que él muchas veces no quiere responder, busca de nuevo una justificación: secretos que desvelar, reacciones que interpretar: ésa es la esencia del amor duradero, la compleja esencia de la relación amorosa. ¿Estáis de acuerdo? Pero es que a Daniel, aunque Teresa le parece fascinante, la mujer que siempre anheló, también le agota su empecinamiento en saber. Una constante indagación sobre su persona ante la que él se cierra, como siempre ha hecho. Y piensa en que, aunque Berta es muy inferior en todo a Teresa, no le exigía nada en lo profesional. Nada que no tuviera que ver con el dinero […] No indagaba cada día por qué estaba desanimado, triste, irritable. Simplemente no lo veía o no le interesaba y eso le permitía a él vivir en una cápsula de soledad e indiferencia hacia lo que le rodeaba.

Así están las cosas cuando se van unos días a Nueva York. Teresa está alegre, ama esa ciudad, su ciudad, y quiere enseñársela, compartirla con él, presentarle a sus amigos y, aunque a Daniel le encanta Nueva York, tuvo la intuición de que aquella ciudad maravillosa encerraba una amenaza. Ella no estaba totalmente curada de los problemas que le habían impulsado a huir y al mismo tiempo, lo temía, allí iba a encontrar él un obstáculo, un escollo, un abismo, algo que le separaría de Teresa. No sé muy bien a qué se refiere, la verdad, (¿alguna idea?) quizás al concepto de la vida y del amor que tiene Teresa y que representa esa ciudad y su vida en ella. Daniel conoce al ex-marido de Teresa, Robert, y los celos le invaden al ver la buena relación que mantienen, le rompe sus esquemas tradicionales. Teresa simplemente ríe, aún a pesar de una fuerte discusión, al darse cuenta de que sólo son celos. Son dos estilos de vida tan diferentes los de ambos que chocan con frecuencia. Y Teresa sigue erre que erre intentando indagar en Daniel. Aunque está enamorada (¿y se autoengaña?) no es que no vea las cosas, las ve pero siempre encuentra una justificación, se obceca en seguir con este hombre. No dudaba del Daniel intelectual. Tampoco dudaba de la pasión. A ella le surgen las dudas y los temores cuando piensa en el hombre casado con una mujer insoportable e inferior. Ahí él le parece inmaduro, retrógrado. Y además siente que se aferra a esa vida de casado insatisfecho y se cierra en banda a hablarlo con ella, a cuestionárselo. Porque Teresa lo que quiere es que deje a su mujer y se quede con ella: el fantasma de Berta se alzaba entre ellos como una amenaza, como si, por primera vez, Teresa hubiera descubierto su existencia. Esa es la cuestión.

Se acerca la Navidad y con ella el final de la estancia de Daniel en EEUU. Teresa está cada vez más irritable y nerviosa porque ve que él no toma ninguna decisión. Y Daniel imagina el reencuentro. Berta. Nunca le dejaría irse. Berta. Los hijos… Los hijos para Berta eran un seguro de vida. Daniel no se atreve a tomar una decisión. Está paralizado. En un último fin de semana en la casa de la playa, Teresa le confiesa que está desesperada, que no quiere separarse de él: no te vayas. Quédate. O déjame que te acompañe. Viviremos en Nueva York, en Madrid o donde tú quieras. Pero juntos… A Daniel le sorprende (¿?) su apasionamiento, su urgencia: Daniel no reaccionaba. No esperaba una propuesta así de Teresa. Y le contesta que no es fácil lo que le propone, que una propuesta así necesita un tiempo. Teresa acepta, le dice que le quiere a pesar de que una angustia devastadora la posee.

Plazos
Es hora de vuestros comentarios sobre esta parte. Yo creo que hay mucho, muchísimo que comentar, y espero que así sea. Disponéis de una semana para ello. Mientras, continuaremos la lectura desde la segunda parte, pág. 133, hasta el final de la novela. ¡Espero con mucho interés vuestros comentarios!

El enigma: una teoría sobre la pareja

16 Nov

Love. Foto en flickr por udithawix. Algunos derechos reservados.

El enigma es una larga e interesante reflexión sobre las relaciones amorosas que, principalmente, aborda el tema de la compatibilidad entre dos personas de un mismo nivel intelectual en el marco de una pareja. La novela nos narra una historia de amor aparentemente sencilla, normal, frecuente encuadrada en el eterno triángulo esposa-marido-amante. Trata además temas como la soledad, la cobardía, el convencionalismo de la institución familiar, las consecuencias de una educación rígida, las diferentes maneras en que viven el amor el hombre y la mujer y el papel asignado a cada uno de ellos en la sociedad.

El argumento de la novela es sencillo: Daniel, de cuarenta y ocho años, es un catedrático de literatura en una universidad madrileña. Está casado con Berta, un ama de casa, dominante y burguesa que no le valora y a la que no ama. Tiene dos hijos adolescentes y lleva una insatisfecha vida familiar rutinaria y anodina. Para paliarla busca compensaciones en su trabajo, que le satisface mucho, y en relaciones esporádicas sin ninguna atadura con sus alumnas. Estamos en 1986, época de la Transición española, y a Daniel le invitan a EEUU a dar un curso en una prestigiosa universidad durante cuatro meses. Allí conoce a Teresa, hija de exiliados españoles que se fueron en los años cincuenta al país norteamericano huyendo de la asfixiante dictadura cuando Teresa era una niña. Teresa es una mujer divorciada y sin hijos, de cuarenta y dos años, culta, inteligente, segura de sí misma, triunfadora en su profesión, con una vida interior rica, independiente, acostumbrada a ser tratada como una igual en su relación con los hombres que está escribiendo un libro sobre las relaciones de pareja entre personas de igual nivel intelectual como el matrimonio Curie. Su entorno social es asimismo el de personas intelectuales: profesores universitarios, artistas, escritores. El amor surge entre ambos casi inmediatamente… y no cuento más pues si no destripo la esencia del libro.

La novela posee una estructura tradicional: está narrada en tercera persona con un desarrollo lineal de la acción. Predominan las reflexiones y los diálogos escritos con una naturalidad muy cuidada y una intención didáctica. El enigma se lee muy fácilmente lo que no evita que nos haga reflexionar sobre lo que en ella se expone. A medida que la novela avanza iremos introduciéndonos en las personalidades y circunstancias de los personajes y en los hechos que se van sucediendo. Sólo hacia el final entenderemos el porqué del título. Es una novela en la que prima más el argumento y la tesis que lo sustenta que el estilo.

Los dos personajes femeninos representan polos opuestos lo que nos permite reflexionar sobre los diferentes roles de la mujer en la sociedad actual. Aldecoa toma partido claramente por Teresa que encarna a la mujer que busca el amor en una relación libre e igual basada en la sinceridad y la autenticidad. Berta personifica, en palabras de la autora, a la mujer enredadera (La enredadera es el título de su primera novela) que depende económicamente de su marido y al que manipula para su propio provecho material: tenía la idea de la mujer de clase media como una enredadera que se agarra al hombre, que le exprime todo lo que puede, pero que ella no hace nada. Daniel se presenta como víctima de los constantes reproches de Berta a la que califica como cínica, inútil, implacable, dogmática, indiferente a su profesión. Siente que vive en un mundo muy pequeño en el que sentimentalmente no es feliz por lo que cuando le ofrecen esa estancia en EEUU, la ve como una liberación. Y, una vez allí, cuando se enamora de Teresa siente que ha encontrado la compañera ideal puesto que le estimula intelectual y profesionalmente y puede compartir con ella su mundo interior. Todo lo contrario a Berta. Teresa le lleva a un lugar en donde él siempre ha querido vivir. Pero… siempre hay un pero ya que si no, no habría historia.

En El enigma se plantea cómo nos marca la educación. No en vano, Josefina proviene de familia de maestros, su madre y su abuela lo fueron, y ella, pedagoga además de escritora, en 1958 fundó y dirigió durante muchos años el prestigioso y progresista colegio Estilo, un interesante experimento humanista basado en las teorías krausistas que alimentaron la Institución Libre de Enseñanza en la Segunda República española.

Para conocer más a la autora os dejo sendos enlaces a su biografía de Wikipedia y de El norte de Castilla. También os dejo un enlace a un programa de Rtve dedicado a ella de la serie documental “Esta es mi tierra”, grabado en enero de 2010, así como dos entrevistas concedidas por Josefina Aldecoa a El País y a la Revista Fusión con motivo de la publicación de El enigma. Os aviso que en las entrevistas se desvela gran parte de la trama. Vuestra es la elección de leerlas o no.

Plazos
Dividiremos la lectura en las dos partes en las que está dividida la novela. Leeremos a lo largo de una semana hasta al final de la primera parte (pág. 130). Os reitero lo de siempre: escribir en este post, mientras vais leyendo a lo largo de esta semana, sólo vuestras impresiones iniciales sobre la lectura o sobre lo aquí escrito, pero no la comentéis en su totalidad. Cuando publique el post de análisis correspondiente a esta primera parte dentro de una semana, y todos ya hayáis leído dicha parte, entonces podréis explayaros ampliamente en vuestros comentarios sobre ella. ¡Buena lectura!

Nuestro próximo libro: EL ENIGMA de JOSEFINA ALDECOA

8 Nov

Portada de El enigma de Josefina Aldecoa. Editorial Alfaguara.

Cuesta abandonar la poesía intensa de Erri de Luca y cambiar de registro, pero a este club le gusta variar y vivir la literatura de diferentes países, culturas y maneras de enfrentarse al hecho literario. En este caso nos venimos a nuestro país, al que visitamos de vez en cuando, de la mano de la escritora Josefina Aldecoa (1926-2011). Vamos a leer El enigma, una de sus últimas novelas publicada en 2002. Llama la atención lo prolífica que fue Aldecoa en los últimos años de su vida cuando ya era muy mayor. Josefina pertenece al importante grupo de escritores denominados como la “Generación de los cincuenta”: Rafael Sánchez Ferlosio, Jesús Fernández Santos, Alfonso Sastre, Carmen Martín Gaite, Ignacio Aldecoa (su marido) y ella misma. Pero Josefina fue una escritora más bien tardía ya que su producción, excepto un par de obras en los años sesenta, se sucede desde principios de los años ochenta hasta pocos años antes de morir.

El enigma es una novela de temática amorosa que se desarrolla en Estados Unidos y España en 1986. El protagonista en un reputado profesor universitario, Daniel Rivera, al que contratan unos meses para enseñar en una universidad estadounidense. Daniel está casado pero su vida no transcurre muy felizmente. Allí conocerá a Teresa, una mujer culta y sensible que le hará cuestionarse a sí mismo y a la vida que ha construido. La novela explora la capacidad que posee el amor para cambiar a las personas así como las posibilidades y las dificultades que se dan en una relación entre hombres y mujeres de igual condición cultural y social.

A partir de mañana lunes 9 podéis pasar a recoger vuestro ejemplar en la Biblioteca Fórum. Los que vivís fuera de Coruña disponéis de una semana para conseguir el libro editado por Alfaguara.

No os olvidéis de devolver vuestro ejemplar de Los peces no cierran los ojos. Gracias.

Nos encontraremos aquí en una semana para empezar la lectura. Mientras, los que todavía no habéis dejado vuestros comentarios finales sobre el libro de Erri de Luca, podéis hacerlo a lo largo de esta semana.

Ya no era un niño y a cambio era aproximadamente nada

3 Nov

Erri de Luca. Foto en flickr por Paolo Benegiamo (paolobenegiamo.weebly.com). Algunos derechos reservados.

Dejamos al niño Erri recuperándose de sus heridas gracias a los cuidados de la madre y de la chica sin nombre. Ha vuelto a hacer la vida de la isla pero con signos bien visibles de la paliza en su cara, aunque esa nariz rota y esos cortes le hacen “más hombre”, así se lo dicen y él, además del centímetro que ha crecido, siente que sí que algo está cambiando no sólo en su cuerpo sino en su cara: no pensaba que la cara también tiene que crecer. La chica está tramando una venganza como veremos más adelante, su sentido de la justicia así se lo pide: estaré un poco fría contigo en la playa, no me hagas caso. No nos bañaremos juntos. Intentaremos vernos por las tardes, ¿entendido? El niño la ve en la playa paseando con sus agresores y él lo único que desea es ser invisible, no quiere verlos, sólo el mar abierto y nada más. Nada mucho: la superficie del mar es un techo sobre las profundidades y visita a los pescadores: allí mi nariz no causaba risas. Se prestaba poco atención a los desarreglos de la naturaleza, a las heridas, a las lisiaduras. Mientras quedara vida, ésta tenía una finalidad y un lugar útil en tierra.

Esta parte del libro contiene numerosas reflexiones y recuerdos posteriores de su vida que el autor intercala en la acción principal. Hay mucho del Erri adulto. Destaco la importancia que el cine del Neorrealismo italiano tuvo para Erri así como la música, las viejas canciones napolitanas que él toca ahora a la guitarra, una guitarra que no quiso cuando su madre se la ofreció. Pero, sobre todo, están muy presentes el padre y la madre, la muerte de ambos en sus brazos viviendo ya en la casa que él construyó con sus propias manos y el amor tan intenso que les tuvo.

El cine italiano de posguerra me enseñó a mirar, por lo menos cuanto las voces de las mujeres de Nápoles me enseñaron a permanecer a la escucha. Mirar. Escuchar. Verbos muy presentes en la vida de Erri desde su infancia. Verbos fundamentales para un escritor. Amé ese cine de artesanos excelentes que en el momento justo adquiere la intensidad del arte. El blanco y negro daba luz al patio de butacas de los pobres, relucía por el sudor en la frente, no por las lentejuelas. Aquel cine narraba barracas y no palacios, a nuestra gente abarrotada en tercera clase, no los vagones del Orient Express. Iba solo, no quería a nadie a mi lado que se mofara de mi conmoción, que estorbara la sacudida de una compasión, que atenuara la consternación de una ira. Aprendía lo que era Italia. De nuevo la preferencia por los más humildes: he amado mucho ese cine, como espectador puro. Como delante de los cuadros: no me situaba en el punto de vista del pintor, sino en el de quien está en un lateral y echa un vistazo por encima de las cabezas desde un asiento en el gallinero.

Un extraño sentimiento de culpa por haber obstaculizado el amor de sus padres con su llegada al mundo, un deseo de no haber existido nunca le atormentan al ya narrador adulto Erri: se amaban los dos, se regalaban libros. Ella estaba embarazada de mí. La fecha de la dedicatoria denuncia mi intrusión en sus vidas. Se las obstaculicé cual extraño. Querían un hijo, me tuvieron a mí. Ellos son mi gente, pero yo fui poco y mal la suya […] Me entra el deseo maldito de no haber existido, de dejarlos a los dos vivir en paz […] Para quien tiene el tullido impulso de no haber existido nunca, queda el oficio de fantasma. Duras palabras, ¿no creéis? ¿Qué opináis de ellas? Pareciera que siempre se sintió una carga para ellos. Y la insistencia en no valorarse, en pasar siempre desapercibido, en ser casi invisible, está muy presente ya en él desde niño. Aparece con frecuencia en este libro, también en sus recuerdos de adulto, y en las entrevistas.

El padre encuentra trabajo en América y le pregunta por carta a la madre si quiere vivir allí. La madre duda pues yo sólo sé vivir en mi tierra, pero enseguida le pregunta al niño si quiere ir allá. Es la primera vez que le pide su opinión sobre algo importante: me atraía un lugar donde volver a empezar sin conocer a nadie. Podría quitarme el uniforme de invisible, lo sería sin esfuerzo de imaginación. Podía ser un buen sitio para mí un país llamado allá. Pero le contesta que para él es igual. Exactamente le dice que «no quiero tener peso”. No quería contar para nadie, sólo quería pensar en buscar gusanos excavando en la arena, en leer libros, en pasarme los días mudo. Piensa que la decisión es sólo de sus padres ya que su padre sólo le ha preguntado a ella.

En septiembre ocurren días de cielo descendido a la tierra. Se abre el puente levadizo de su castillo en el aire y, bajando por una escalera azul, el cielo se apoya durante un rato en el suelo. A los diez años, podía ver los peldaños escuadrados, y recorrerlos hacia arriba con los ojos. Hoy me contento con haberlos visto y con creer que siguen existiendo. No me he resistido a transcribir este párrafo. ¡Contiene tanta belleza y melancolía! No he hablado de la presencia casi permanente de la nostalgia en esta novela. ¿No creéis que es así? Además de la intensidad, de la poesía, de la verdad, hay un halo de melancolía que impregna todas sus palabras. Me he emocionado, a veces hasta las lágrimas, leyendo y releyendo este libro único. Casi todos los libros de Erri hablan de su infancia en Nápoles. Como si todo lo que hubiera vivido posteriormente ya viniera de allí, de esa ciudad y esas vivencias que abandonó a los dieciocho años para no volver. ¿Por qué se iría Erri? También habla de eso en esta novela más adelante. Pero no da razones.

Dentro de poco me marcho. Antes tengo que arreglar una cuestión de justicia. Ahora vas a escucharme y a hacer lo que te diga […] Mañana por la tarde, bájate a la playa. Te encierras en la caseta y te quedas allí. No salgas hasta que te llame. Oigas lo que oigas y veas lo que veas por las rendijas de los tablones, no salgas hasta que te llame yo. ¿Me has entendido bien? La chica está a punto de llevar a cabo su plan. El niño Erri más que escucharla está mirándola: fue la primera noción cierta de la belleza femenina. Que no está en las portadas de las revistas, en las pasarelas, en las pantallas, que en cambio está de repente a tu lado. Que te sobresalta y te vacía. El niño toma consciencia de su cuerpo por primera vez al lado de ella: del latido de la sangre a flor de muñeca, del ruido del aire en la nariz, del tráfico de la máquina corazón-pulmones. Junto a su cuerpo exploraba el mío, calado en su interior, zarandeado como el cubo en el pozo.

Finalmente el niño se ha puesto del lado de lo que decida su madre respecto a irse o no a América. La madre decide escribirle al padre que no irán. Él se siente molesto consigo mismo: había transgredido mi verdad, que era de sincera distancia entre sus razones y las de papá. Me había puesto de su lado porque la había visto extraviada y despeinada en la cocina por la noche haciendo garabatos. Le había dicho unas palabras de ayuda que para mí no eran verdaderas. Me las había inventado por afecto […] Le había quitado a papá, sin embargo, su esperanza de reunirnos allá y eso me confundía […] Había intervenido entre ellos dos. Debía de ser ésta la consecuencia del cambio en el cuerpo. Crecer conllevaba un precipicio de efectos desconocidos. Había bastado un centímetro. Y de nuevo un flashforward. El narrador recuerda cuando ocho años más tarde se iría para no volver: cerré despacio y bajé los más hondos escalones de mi vida, que no volvería a subir para habitar de nuevo […] en la cabeza me retumbaban los adioses que no había dicho […] desertaba de ellos, del tiempo transcurrido me arrancaba como una hierba del muro, dejándolo limpio […] De haber encontrado a alguien que me hubiera dicho: “Vuélvete a casa” me lo hubiera abrazado. Pero se va y se une a un partido revolucionario en el que conocí entonces el peso y la amplitud del pronombre nosotros. Erri de Luca no nos da ninguna razón, únicamente narra lo que pasó con un poso de tristeza y quizá de ¿arrepentimiento? No me atrevería a afirmarlo. Sólo están los hechos.

Pero el padre renuncia a América: la vida en Nápoles fue para él un exilio sin viaje. Y nos habla de la pérdida de su padre muchos años después con ¡tan bellísimas palabras de dolor y ausencia!: el encuentro con el sueño, donde lloro sin lágrimas. Mi luto por él es una poza de agua marina evaporada. Entre las rocas queda la sal desecada, unos sollozos en seco […] Vuelven cogidas del brazo, las lágrimas, de dos en dos, se asoman por el borde y se zambullen desde las pestañas sobre los pantalones, mientras apoyo la frente sobre las manos vacías. Son las mismas lágrimas de niño, de impotencia antigua. No tienen nada que pedir y cesan por sí solas. Y un poco más adelante en la narración le toca el turno a la madre, a su final junto a él: mamá que me vuelve huérfano de viejo. Me posaba su mano tibia y exhausta sobre la frente y así volvía a respirar tranquilo. La madre que le dio las canciones, la música de su tierra, y con ellas le empujó a hablar, a cantar, a escribir. Las pérdidas de los míos, de los dos, que acabaron en mis brazos, no he podido equilibrarlas con el nacimiento de los hijos […] La vida de los míos, de los dos, están en la prisión de los ausentes y no pasa día sin que espere fuera.

Por fin llega el día del duelo entre los dos agresores que se disputan a la chica. Todo lo ha preparado ella para que la venganza la pueda presenciar el niño Erri encerrado en la caseta: sin armas, con las manos y los pies desnudos, el primero que grite pierde. Y, claro, pierden los dos. El acto de justicia se ha hecho realidad pero para el niño ha sido la inutilidad del odio y de la sangre. Para la chica él es el ganador, le hace salir de la caseta y le besa a la fuerza en la boca delante de los dos derrotados: pero ¿tú no cierras los ojos cuando besas? Los peces no cierran los ojos. Él niño intenta convencerla de que esa justicia no sirve para nada pero no tenía palabras ni ímpetu para oponerme a las suyas. Ella era en aquella hora la voluntad personificada […] Había meditado y ejecutado después la sentencia. Me la enseñaba en su evidencia, no buscaba consenso ni gratitud. El niño Erri se ha enamorado, por fin comprende lo que no entendía e incluso rechazaba cuando lo leía en los libros: la palabra amor: aquel amor cerraba la infancia. Aunque deciden pasar la última noche juntos no volverán a verse, así lo establece la niña y él lo acepta: hoy sé que aquel amor cachorro contenía todos los adioses siguientes. Ninguna se detendría, yo no conocería las bodas […] El amor sería una parada breve entre los aislamientos. Hoy pienso en un tiempo final en común con una mujer, con la que coincidir como lo hacen las rimas, al término de la palabra.

Poco después reacciona ante su cobardía por no haber detenido la pelea: había fallado. No había sido quien exijo ser […] Tras la sorpresa de poder nombrar la palabra amor, venía la experiencia física de la vergüenza […] Ya no era un niño y a cambio era aproximadamente nada. Es muy exigente consigo mismo este niño y ese hombre. Uno siente que la ética en él es palabra principal.

Esta hermosísima novela termina con el encuentro final de los dos chicos, en la playa, entre las barcas de los pescadores, besándose por primera vez: después de cada uno, me daba cuenta de estar creciendo, más que de las heridas. Él todavía no sabe si le gusta el amor pero sabe que lo tiene y sobre todo le gustan los besos: todavía hoy sé que son la más alta meta alcanzada por los cuerpos. Desde allí arriba, desde la cima de los besos, puede uno descender después a los gestos convulsos del amor. Incluso iguala al lenguaje, a las lenguas y a sus palabras y a sus letras, con los besos.

En un cruce nos separamos, soltándonos las manos sin necesidad de más despedidas. Eva y su esposo, saliendo del jardín, habían vivido ya todo el bien del mundo. La vida añadida más tarde, lejos de aquel lugar, no fue más que una divagación.

Plazos
De nuevo he transcrito muchos párrafos del libro, ¡no lo he podido evitar! Si pudiera transcribiría el libro entero. Me he enamorado de la palabra de este escritor, se nota, ¿no? Bueno, es el momento para que vosotros comentéis, o transcribáis por supuesto, todo lo que queráis de esta segunda parte y del libro en su totalidad. Para ello, disponéis de una semana. Y como no hay más que leer, ¡espero que sean numerosos los comentarios!