¿Qué debo hacer?

15 Jun

The Pale Blue City. Melbourne. Foto en flickr de Hadi Zaher. Algunos derechos reservados.

La novela se abre con dos citas de dos escritoras, una hace alusión a la satisfacción que conlleva la generosidad cuando nos damos a los demás, cuando les ofrecemos todo lo que está en nuestras manos y la otra trata sobre las consecuencias de todo tipo que puede traer el más hondo sufrimiento. Ambos temas muy importantes en la novela y que se interrelacionan.

La habitación de invitados nos sumerge en el tema ya desde la primera línea. No se anda con rodeos. Desde el principio sabemos de la personalidad de Nicola mientras Helen se interroga sobre cómo preparar la habitación en la que se va a hospedar su amiga durante tres semanas. Nicola es una mujer adepta a las corrientes alternativas de la “new age”: budismo, yoga, meditación, tratamientos alternativos a la medicina tradicional, vegetarianismo… Parece que lleva años practicándolas probablemente desde su ya lejana juventud hippy, que ambas compartieron allá por los años sesenta. Pero mientras Helen ha abandonado esas costumbres y parece una mujer cabal, racional, Nicola sigue siendo una excéntrica hasta en su forma de vestir, dejada, casi con la ropa rota y ajada: una de las cosas que ella consideraba superfluas eran las zapatillas de andar por casa, además de las maletas, los sujetadores, los desodorantes y las planchas.

Nicola, sola y sin hijos, está muy enferma y ha vivido los últimos seis meses en casa de su sobrina Iris en Sidney. Ella y Helen, ambas con más de sesenta años, mantienen una amistad íntima desde hace quince años. Han vivido ya muchas cosas juntas y les une una gran complicidad. Helen vive sola en Melbourne pero su hija Eva y su familia son sus vecinos puerta con puerta. Mantiene una relación muy especial con su nieta Bessie de cinco años.

Helen prepara con esmero la habitación teniendo en cuenta todos sus gustos (coloca un espejo que a las pocas horas se romperá como un mal presagio), su actitud es generosa y aunque sabe todos los datos sobre la enfermedad de Nicola (inicialmente un tumor intestinal que posteriormente se ha extendido por los huesos y el hígado la han operado. Se ha sometido a radioterapia. La han desahuciado) hace meses que no la ve y no sabe cómo está exactamente en esos momentos. La noche antes de la llegada de Nicola, Helen cena su amigo el psiquiatra Leo. Le cuenta que su amiga ha reservado plaza para un tratamiento alternativo aquí en Melbourne, en un centro de la ciudad. Suero de peróxido, saunas de ozono, ventosas chinas, dosis altísimas de vitamina C… Todo eso es pura charlatanería le dice Leo. Helen también lo intuye. Nicola es supersticiosa y acude a su amiga porque dice que le salvó la vida al librarla, un tiempo antes, de un timador que le iba a estafar una gran cantidad de dinero. Pero ahora parece que también se va a ponerse en manos de otros timadores. Leo diagnostica una fase cuatro, la última, en su enfermedad y le dice que tal vez viene a ver a Helen para que sea ella la que le diga que se va a morir. Helen está angustiada y con esa angustia se va a buscar al día siguiente a su amiga al aeropuerto. Lo que se encuentra es mucho peor de lo que se esperaba. Nicola apenas puede andar, parece una anciana, no se puede mantener erguida, tiembla… pero una sonrisa inalterable no se borra de su cara. Esa sonrisa la mantendrá Nicola contra viento y marea, es su principal arma como si con ella quisiera demostrar al mundo que todo va bien y que se va a curar. La sonrisa aparece tantas veces en la novela que de alguna manera llegará a irritarnos porque detrás de ella se esconde el autoengaño en el que vive Nicola.

La narración contiene algunas descripciones, no demasiadas, algunas de ellas impregnadas de un sutil esperanza y serenidad: poco antes del amanecer, mientras permanecía insomne en mi cama, una extraña y mínima tormenta estalló justo encima de nosotras, descargó veinte gotas de lluvia y acto seguido se alejó. La calle estaba en silencio. El aire quedó limpio y fresco. Algún pájaro cruzó de puntillas el manto de hojas caídas delante de mi ventana abierta y se detuvo brevemente para tomar aliento y ahuecarse las plumas.

La preocupación y la desolación de Helen van en aumento a medida que va comprobando el mal estado de su amiga pero ante ello su dedicación y su cariño crecen: la tapé, la arropé bien, me tendí a sus espaldas y, encogida contra ella, la estreché entre mis brazos. Recorrían su cuerpo temblores como descargas eléctricas. Era imposible darle calor. Helen se interroga sobre la salud y la situación de su amiga: ¿Cuánto tiempo llevaba en tan mal estado? ¿Por qué no me había prevenido nadie? Pero ¿quién? Ella era una mujer libre, sin marido ni hijos. Nadie estaba a cargo de ella. Pero está Iris, su sobrina y su novio Gab con los que se va a mantener en contacto. ¿Desbordada? Eso me hirió en mi orgullo. Se suponía que yo era una mujer útil en los momentos de crisis. Y, en efecto, así es. Helen se crece ante la adversidad y se le da muy bien cuidar y mantener todo en orden (ésa era la parte que me gustaba, tareas claras de amor y orden que podía realizar con facilidad) pero no sabe que Nicola se lo va a poner muy difícil cuando vaya comprobando cómo se aferra a una falsa curación sin ser capar de ver lo que de timo hay en ella. Curación que irá irritando cada vez más a Helen (¿A qué venía toda esa rabia? Tenía que ser más amable con ella. La muerte era aterradora) que tendrá que mantener un difícil equilibrio entre ayudar a su amiga a la que adora y su oposición al tratamiento. También le irritará la ceguera de Nicola y su no aceptación del fin inevitable que se le avecina. ¿Por qué no aceptar que la muerte se acerca y prepararse para ello? Pero a la vez, piensa qué quién es ella para dar lecciones a una moribunda que hace lo que puede para aferrarse a la vida (Y si lo censuraba, ¿adónde acudiría Nicola? ¿Qué le quedaría por hacer? ¿Dejar de luchar y afrontar la muerte? ¿Quién era yo para dictarle lo que debía hacer?). Este malestar y sus contradicciones irán in crescendo y, de vez en cuando, Helen perderá los nervios ante la sonrisa permanente de Nicola y sus continuas palabras de autoengaño. Ésta está convencida de que al final de ese tratamiento de tres semanas el cáncer huirá despavorido.

Una vez empezado el tratamiento, Helen confirmará todas sus sospechas (su discurso causaba estupor. Mi mente iba a la deriva, buscando algo a lo que agarrarse / Me temblaban las piernas. Respiré hondo varias veces. ¿Qué estaba pasando allí?) y cada vez le costará más acompañarla y animarla. A la vez, Helen está muy preocupada por los dolores que sufre Nicola que van en aumento: no te preocupes. El dolor se debe a los tratamientos: así sé que están dando resultado. Es por la eliminación de toxinas. Pero Helen quiere que tome algún analgésico fuerte para que no sufra tanto y le cuesta convencerla: Por favor, querida – contestó, casi con hastío-. Esa gente trata el cáncer. El dolor se da por supuesto. No les interesa mi dolor. Al final conseguirá que tome morfina y el nuevo paso consistirá en convencerla de que admita la ayuda del servicio de cuidados paliativos a domicilio. Leo le dice a su amiga: te está sometiendo a una gran presión. Es perfectamente lícito que busques ayuda. Para Nicola admitir esa ayuda externa significa aceptar que el fin está cerca y no puede ni planteárselo. La verdad es que la actitud de Nicola, su ceguera ante su enfermedad y su egoísmo de enferma, nos irrita también a los lectores y es difícil, aunque intentemos comprenderla y ponernos en su lugar, impedir que a veces no nos caiga algo mal, así como también es inevitable que no nos pongamos en el lugar de Helen y la entendamos a ella y a su tremendo autocontrol para no estallar. ¿Qué opináis? Helen siente que finge y eso no le gusta. Son amigas íntimas, siempre han hablado de todo y ahora percibe que ambas están interpretando una pantomima: aquel nauseabundo aire de falsedad. Esta pantomima llega a su culmen en la visita que realizan a Peggy, una amiga de Helen, que las invita a tomar el té: todo un despliegue del autoengaño que vive la pobre Nicola que parece que se crece ante los demás como si tuviera que demostrar algo. A ello hay que unir la actitud condescendiente que adopta hacia mi pobre Hel.

De todas formas, hay también momentos de bienestar, cuando se calma el dolor, y pueden disfrutar de la lectura, de una película, de los recuerdos y de las risas. Helen admira a la Nicola que fue un día: su belleza, su elegancia, su despreocupación, su locura, su valentía, su independencia, su libertad. Ay, cómo me gustaba esa manera suya de hacerme reír. No conocía a nadie más amable, menos insidioso, a nadie que se diera menos ínfulas. No concebía el mundo sin Nicola.

Otra situación que aparece es cómo Helen siente que está perdiendo su vida: ¿Cómo me había metido en ese lío? La muerte estaba en mi casa. Sus reglas apartaban la vida nueva con una fuerza atroz. Anhelaba la compañía de los niños. Pero también se siente culpable por ello, se siente mala: todos los defectos y la maldad de mi persona llegarían para atormentarme.

La tensión y los nervios de Helen aumentan cada día más, las amigas discuten y la ira aparece en algún momento: Sentada en el umbral de la puerta de atrás, luché con el escepticismo más negro y más rabioso. No quería caer en la intolerancia. ¿Cómo podía distanciarme de eso? Necesitaba serle útil y a la vez distanciarme. Helen decide ver a su hermana Lucy, creyente y ex enfermera para que la oriente: de nuevo me invadía aquella inmensa debilidad. Caí en la cuenta de que había estado esperando un magnífico momento de iluminación, en el que Nicola bajaría su obsesiva guardia, miraría a su alrededor, respiraría hondo y diría: “De acuerdo, voy a morir. Me resigno. Ahora viviré con la verdad lo que me queda de vida. Pero, quizá, el caso de Nicola será seguir luchando hasta el último aliento.

Se desahoga con su hermana (Ay, el delirante alivio de la delación, de la deslealtad) y ésta le dice que quizá Nicola ha elegido venir a su casa porque confía en ella, porque quizá la ha elegido a Helen para que le diga que va a morir o tal vez, consciente o inconscientemente, ha ido a tu casa para morir. Y añade: estás luchando para conservar lo que hay de valioso en esa amistad. Pero no quieres enloquecer, ni perder el contacto con la realidad como le ha pasado a ella. Es una especie de locura. Y ocurre con mucha frecuencia. Helen, no muy religiosa, le pide que la bendiga. Comienza ya a estar desesperada.

Plazos
Es vuestro turno para comentar esta primera parte. Hay mucho de lo que hablar, muchos temas interesantes que debatir sobre la situación de estas dos amigas a las que la vida les está haciendo vivir un mal momento. Espero vuestros comentarios. A la vez, seguiremos leyendo desde la página 85 hasta el final de la novela. A ambas cosas les dedicaremos una semana. Venga, ¡ánimo y a escribir! No os olvidéis que no podemos comentar la segunda y última parte, sólo leerla. Ya habrá tiempo para ello en el siguiente post que publique en una semana.

12 respuestas hasta “¿Qué debo hacer?”

  1. Anna Cristina 15 de junio de 2015 a 6:46 #

    A mi con los libros me pasa como con la gastronomía, los platos de cocina, al primer bocado se si me gustan o no, si voy a disfrutar. Luego igual le encuentro algún pero, poco hecho, demasiado dulce, le sobran especias…o está perfecto. Al primer bocado, La habitación de invitados me ha gustado. Me interesan mucho las relaciones personales, las relaciones entre amigas. La de Helen y Nicola es maravillosa, siempre han sido sinceras y es ahí, en esa sinceridad, en esa no sinceridad, donde ahora se crea el conflicto. Ayyyy la verdad!! Que complicado es gestionarla. Y en el caso de Nicola todavía mas…es que va a morirse.Como afronta uno esa verdad? Aunque «la muerte no debe negarse. Intentarlo es una presunción. Infunde locura en el alma. Absorbe la virtud. Envenena la amistad y convierte el amor en una farsa», que difícil es aceptarla.Entiendo a Helen, sobretodo su ira hacia ese despreciable Instituto Theodore, donde todo su personal parece sacado de una película de terror, pero entiendo a Nicola, como dice Carmel (personal de paliativos) «he observado que hay gente que nunca ha afrontado el hecho de que se le acerca la muerte. Siguen luchando hasta el último aliento. Y, desde luego, es una manera de hacerlo.»

    No os ha pasado nunca que tienes un dolor y alguien te dice ves al médico y no vas…no sea que te diga que tienes algo malo (!!!), yo creo que esto es lo que le pasa a Nicola que no quiere paliativos porque como ella misma dice, «es lo último antes de la muerte». Aunque es totalmente consciente de su estado, de su enfermedad. En la página 72 hay una frase que me ha emocionado. Habla Helen de que se va a Europa y Nicola contesta » «A Europa (silencio). Fantástico». Cuanta verdad, cuanta aceptación en ese silencio!!

    En cuanto a las repeticiones en la novela, a mi me producen angustia. El de la sonrisa de Nicola es una y también el del cambio de sábanas, los sudores…una vez y otra, y otra…

    Pero también me han hecho sonreír…os imagináis una pequeña lancha con un potente motor navegando en vertical? (pág. 57)

    Y una pregunta, también en la pág. 57 cuando hablan de Nicola con siete años…hablan de abusos?? Lo he entendido bien?

  2. Marta 15 de junio de 2015 a 13:40 #

    Hola, a mi en principio no me ha gustado demasiado por la temática que aborda y que no es muy agradable. Pero está escrito de una forma muy fácil de leer y sí que hay temas que aborda que son muy interesantes, como la amistad, la sinceridad, etc.
    En la página 57 yo también entendí que ella había sufrido abusos sexuales y que, conforme a su educación, nunca lo había nombrado y lo había sobrellevado de la mejor manera posible…

  3. Julia 15 de junio de 2015 a 15:10 #

    Hola a todos, en primer lugar agradecer, nuevamente, a Chus su elección. En segundo término entonar un «mea culpa» ya que me leí el libro enterito, de un tirón durante un vuelo.
    Trataré de ceñirme a la parte de la lectura a comentar. El libro trata varios temas muy interesantes, la amistad entendida desde el respeto y el cariño hacía la otra persona, aceptandola tal cual es, aunque en este caso es unilateral, una de las personas respeta y dá, mientras la otra recibe y resulta de un egoísmo devastador, más aún teniendo en cuenta la innegable necesidad que tiene de Helen.
    También describe las distintas formas de evolucionar o si prefieres madurar, que cada uno tiene.
    Aunque los temas que a mi más me han interesado son la aceptación o no de la muerte de un ser querido o la propia, así como la descripción de los númerosos timadores que se esconden trascterapias alternativas, que mienten y engañan a personas que se encuentran sumidas en la más absoluta desesperación.
    La permanente, desafiante, muchas veces absurda y casi siempre irritante sonrisa de Nicola es una constante en el relato.
    Yo tambien creo que insinua una historia de abusos.
    Un saludo.

  4. Silvia 15 de junio de 2015 a 23:12 #

    Hola a todos! Yo ya había leído la novela hace años y ahora he hecho una relectura más pausada. Recordaba el tema del egoísmo ante la enfermedad y reitero la idea aunque ahora también percibo egoísmo en Helen ante la «invasión» de su vida y rutina.

    Por partes. La lectura es ágil y te adentras en la historia en el primer párrafo. Preparar la habitación dónde va a pernoctar tu amiga es uno de los pequeños placeres de la vida salvo por la premonición del espejo roto cuyos «fragmentos de vidrio tenían formas malévolas».

    La reiteración de la lluvia en forma suave y otras veces insistente es como la relación de las dos amigas, Helen y Nicola. Me parece una buena paradoja y un guiño a Nicola pues es una amante de la naturaleza y lo natural y qué mejor que comparar la lluvia con su estado físico.

    Me ha llamado la atención que siendo una persona «libre» acuda a su sobrina Iris y a Helen cuando necesita ayuda para su tratamiento que, como el resto de comentarios, me parece una crítica necesaria y una fuente de reflexión para los lectores. No creo en tratamientos alternativos pero también es cierto que nunca he vivido una situación de enfermedad límite con nadie cercano y me pregunto si no me cogería a un clavo ardiendo si hubiese una milésima posibilidad. La desesperación ante la fatalidad y el instinto de supervivencia nos hacen aflorar aspectos que desconocemos de nosotros mismos, así es la condición humana!

    Nicola se nos presenta egoísta no sólo al exigir que Helen la cuide sino hasta en echar a Bessie -la nieta de Helen- de casa porque está constipada y ella está baja de defensas (página 27).

    El centro del tratamiento alternativo está descrito ya de forma negativa y posiciona al lector en contra sin necesidad de entrar en disquisiciones médicas, es evidente que Helen no es imparcial (máxime si, como apuntaba Chus, la historia es autobiográfica). No sólo por su color amarillo «el color del pánico controlado» sino por las largas horas de espera del primer día de tratamiento y por la ausencia del Dr. que debía tratar a Nicola. Gracias a saber que se trata de una historia autobiográfica he entendido la leva alusión del ex marido de Helen. A priori, su mención me había quedado coja y no entendía el motivo si era amigo de Nicola y quién las presentó. Sólo se cita en la página 43 («las últimas andanzas de mi ex marido y viejo amigo suyo»).

    Está claro que Helen se siente más cómoda con el trabajo mecánico de cocinar, comprar, lavar sábanas (hizo acopio de lencería antes de la visita de Nicola en previsión de ello!). Con el trabajo físico, el mental se relaja. No es una situación cómoda para ella. Y quizá sí se sienta culpable por el trato que tiene con Nicola -creo que también lo apunta Chus en su post- pero también hay cierta culpa en dejar de lado su vida y a su familia (hija y nietos y yerno enfermos de gripe) para atender a una amiga. ¿Qué debía primar más? ¿Un catarro o un cáncer terminal?

    El comentario que hace Helen cuando va a comprar comida para su hija de que «pagué yo» (página 50) también me ha llamado la atención. Supongo que denota que ella se hace cargo de más cuestiones de las que debería responsabilizarse, me ha sonado a la típica frase de «siempre me toca a mí encargarme de todo», como soy el bastión de todo pero con una connotación de víctima. Por otro lado, en la historia, es perfectamente comprensible pues no duerme lo suficiente, se encarga de todo y, a mayor abundamiento, se siente falsa para con Nicola pues no comulga con este tratamiento: «Hasta ese momento había eludido la cuestión concentrándome en tareas sencillas. De pronto lo respiré por primera vez: aquel nauseabundo aire de falsedad» (pág. 53).

    Helen se apoya en su amigo Leo que es psiquiatra y que le recuerda que quizá deba pedir ayuda.

    Estoy de acuerdo con las compañeras acerca del presunto abuso sexual del vecino de 20 años a Nicola cuando tenía 7 años de la página 57. Lo llamativo es que lo comenten de pasada y que Helen también pregunte si aún vive. Si saben quién es y dónde encontrarlo, ¿Porqué lo dejan pasar? ¿porqué no hacen nada? Ni de mayores! ¿Eso también forma parte de la libertad de Nicola? No olvidarlo y dejarlo pasar. Me sorprende.

    Helen sigue cuidándola y durmiendo mal y, además, «tiene sueños confusos de fracaso y frustración» (pág. 59). Es curioso como nos sugestiona la tensión y nos somatiza hasta en los sueños.

    A medida que avanza la novela (y el tiempo del tratamiento) se va agudizando la tensión contenida de Helen y va aflorando verbalmente aunque Helen se siente mal por estar agotada y no poder más y máxime cuando Nicola parece no aceptar su destino, la tomadura de pelo del tratamiento alternativo, no aceptar ni casi la morfina para el dolor y, cuando Helen le insiste en contactar con los de tratamientos paliativos, se resiente e insinua de irse a vivir a un apartamento para no cargar a Helen. Hay como una inversión de papeles, Helen no está enferma pero no da más de si y Nicola moribunda (y sin que acepte, aparentemente, la situación) representa la serenidad en persona. Esta serenidad aparente de Nicola es la que saca de quicio a Helen y la que la hace sentirse culpable. Creo que Nicola sigue asumiendo su papel de mujer independiente y que le cuesta aceptar que ahora ya no puede seguir esa elección de vida. Más que la enfermedad y el final que se intuye creo que es la «dependencia» de otros la que la está afectando más a Nicola y utiliza este posado de serenidad como escudo o coraza. «La muerte … envenena la amistad y convierte el amor en una farsa» (página 75).Qué gran verdad!

    La visión de los españoles y el flamenco me ha hecho sonreir a pesar que Helen nos describe como «vociferantes» y muy ruidosos! Es la fama que tenemos!

    Van pasando los días y Helen confía en que Nicola tenga «un momento de iluminación» pero éste parece no llegar. Sólo entra en cólera cuando la llaman los de paliativos para evaluarla. Acepta un tratamiento alternativo pero no unos paliativos que quieren disminuirle el dolor y hacer que el tiempo y la situación sea más agradable a su amiga, a la que la ha acogido en su casa. El egoísmo tiene dos vertientes en la historia. Es interesante reflexionar sobre los dos puntos de vista sobre el egoísmo.

    Lo peor es la deslealtad en la amistad que aflora cuando los tratamientos alternativos son más alternativos que tratamientos (el laxante del café orgánico!) Esta deslealtad está presente cuando Helen habla con su hermana y con Leo. Es una forma de descargar la tensión que acumula por la «ceguera» de Nicola ante la realidad y ante el timo de la clínica Theodore. Así, la hermana de Helen le dice «no quieres enloquecer, ni perder el contacto con la realidad como le ha pasado a ella». Es una deslealtad entendida como hablar de ella a sus espaldas no que la deje de lado. Lo percibo más como una necesidad de descargar su percepción que como una deslealtad en sentido puro. Habrá que proseguir con la lectura!.

    • Anna Cristina 16 de junio de 2015 a 8:51 #

      Estoy de acuerdo en el egoísmo y el victimismo de Helen. Hay un momento en que dice que ya no puede más, tuve que releer para contar cuantos días hacia que Nicola había llegado…sólo cuatro!! Y pensé, cuatro días no es nada, si que te agotas pronto Helen!
      Hace un año se murió mi cuñado, muy joven. Todos sabíamos que era terminal, incluso él…per hizo todos los tratamientos posibles (no alternativos) que le conllevaban dolor y cansancio, pero como dice Silvia se aferró al clavo ardiendo hasta el último día, solo el día que se murió acepto con serenidad que se iba. Ahora echamos de menos hasta los días mas malos.
      Esto debe ser proyectar en la novela no??!!

      • Silvia 16 de junio de 2015 a 10:26 #

        Supongo que es lo que sintió Helen … la culpabilidad por haberse rendido y cansado tan pronto.
        Son dos vertientes de egoismo y pienso que están bien expuestos en la novela.

  5. Inma 16 de junio de 2015 a 12:16 #

    Hola

    En un principio, tras ver la temática de la novela, me vino a la mente experiencias cercanas de personas queridas que han pasado por un cáncer con mejor o peor suerte.
    Conozco el caso de una amiga que se ha curado con la medicina alternativa y otra que, con la misma, no. Y el caso contrario, curarse con la medicina convencional o morirse con la misma. Es complicado evaluar y juzgar.

    Seguiremos participando en los comentarios. He terminado ya el libro. En líneas generales, no me ha gustado demasiado.

    Estoy recien llegada a este club de lectura. Acabo de terminar el último que habéis leído, «En el mar hay cocodrilos» y me ha encantado.

    Saludos.

  6. jose vicente 16 de junio de 2015 a 12:46 #

    Hola amigos: La lectura de esta novela nos sumerge en la intimidad de Helen, que recibe a una amiga; Nicola, en su casa por un periodo de tres semanas para recibir un tratamiento alternativo para su cáncer en fase 4 que la medicina tradicional trata de incurable.
    Respeto, amistad,serían las palabras adecuadas para definir la actitud de Helen.Su abnegación me parece admirable. Nicola niega de forma testaruda el hecho de que se va a morir, pensando siempre en la sanación, no aceptando la realidad de su terrible enfermedad.
    Con demasiada frecuencia eso nos pasa a todos nosotros y ante la desesperación, de un futuro que no queremos aceptar, nos aferramos a la falsa esperanza que nos ofrece clínicas alternativas, mediums, y gurus que pululan por el mundo.
    La novela es muy interesante, escrita de forma magistral
    Un saludo. Me gustó mucho el primer comentario, el de Anna Cristina. Muy bueno.

  7. fjbarral 19 de junio de 2015 a 0:14 #

    A mí me parece que no sólo se trata de temor a la muerte lo que se trata en esta novela, sino a qué tipo de muerte. Se nos muestra, la enfermedad, dolorosa y degenerativa, y su evolución que momento a momento no nos deja de enfrentar con la muerte, de forma que no existe posibilidad de olvido o de mirar a otro lado hasta que llegue el momento.
    Por otra parte el tratamiento de medicina alternativo se nos muestra como fuente de dolor, no sólo de engaño, sino de sufrimiento innecesario ya que no curará el cancer.
    Por otra parte, creo que a Helen le agota más no poder afrontar con su amiga la enfermedad, y tener que fingir para poder apoyarla en su desesperada búsqueda de cura. Y puede que, como ya le han insistido dos personajes en la novela, su amiga Nicola haya ido a ella no para curarse sino para que sea ella la que le diga que no tiene cura y que acepte su destino.
    Se nos abren pues muchos interrogantes en esta primera parte de esta interesante novela, que por otra parte creo que abusa de la monotonia del ritmo para describir lo cansino de las tareas de cuidado, volviendola demasiado lenta.

    • Silvia 19 de junio de 2015 a 16:06 #

      Pero este ritmo pausado con las tareas domésticas y de cuidado está bien «usado», no? Si provoca al lector -nosotros- esta cadencia de agilidad es que la autora ha conseguido plasmarlo bien. Yo lo veo así. Me has hecho reflexionarlo así que gracias!

  8. CARMEN 19 de junio de 2015 a 15:22 #

    Hola, el libro me toca la fibra sensible y de hecho me cuesta a veces leerlo, ya que en cierto modo reconozco situaciones y sentimientos en una experiencia muy cercana de hace muy poco tiempo. En general los comentarios confluyen todos en el egoísmo que muestra Helen para sobrellevar el agotamiento de los cuidados de su amiga. Creo que simplemente es una forma de reaccionar, de defenderse ante el dolor….Además una amiga.., conlleva que más o menos está en tu edad y que te das cuenta de que empieza el final de tu vida, tus ilusiones, amores, cariños. Su rutina se ve afectada y la hace salir de su «cinturón de seguridad»; cuida a su nieta que representa el futuro, la vida, la alegría…qué su amiga puede que ya no vuelva a tener. Es muy triste.

    En relación con lo que preguntó Anna yo creo que insinúa un abuso sexual cometido por su vecino pero lo relativiza porque al final eso es pasado. Lo importante es su futuro, luchando por el, aún a pesar de lo difícil y duro qué pueda ser.

    Saludos a tod@s.

  9. caromgar 19 de junio de 2015 a 22:09 #

    Hola!!! Les cuento que por esas cosas del correo todavía no he recibido mi libro. Según parece escribieron el número de apartamento equivocado y el libro se encuentra de nuevo camino a España. Esto de comprar por correo en lugar de ir a la biblioteca o al menos a la librería, es, como decimos en Argentina, un garrón. Disfruten de la lectura y dejen muchos comentarios que ya cuando el libro vuelva a cruzar el océano y me llegue, los leeré a todos. Saludos!

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