
Vía Laietana. Barcelona. Foto en flickr de MorBCN. Algunos derechos reservados.
No es casual que Los mares del Sur arranque con el hallazgo accidental de un cadáver por unos maleantes que no volverán a salir en la novela. Este inicio trepidante, con persecución policial incluida, le sirve a Montalbán para mostrarnos a la clase más baja que puebla la Barcelona de los años setenta. El lenguaje, el comportamiento de unos vulgares rateros muestra a las claras cómo estaba la sociedad española en aquellos momentos. En el autor hay siempre una mirada social y moral a estos pobres desheredados: prostitutas, ladrones de poca monta, camellos, mendigos… recordándonos que existen y porqué existen.
Bien, ya tenemos un cadáver, lo siguiente es la aparición del detective privado Carvalho al que, obviamente, se le va a encargar el caso. Carvalho irrumpe con fuerza en la novela con una frase de las suyas: los detectives privados somos los termómetros de la moral establecida. A continuación deja caer su visión, crítica, de la sociedad y la democracia recién estrenada. Se lo dice a Biscuter, su fiel y deseoso de agradar ayudante. Éste, al que conoció en la cárcel, no le ayuda en la resolución del caso, es más bien un criado-secretario-cocinero. En seguida se nos muestra a un Carvalho escéptico, aficionado a la bebida y a la comida y crítico con todo lo que le rodea. Lleva tres meses sin trabajar pero una llamada de un importante abogado le va a sacar de la inactividad. Un poco antes ha comprado una perra, Bleda, en un intento de agarrarse a algo humano.
Y de los bajos fondos y el ambiente popular de las Ramblas, donde el detective tiene su pequeño despacho, vamos a saltar a la clase alta barcelonesa. Esto es muy propio de las novelas de Montalbán: yo a los palacios subí, yo a las cabañas bajé, como dicen los versos del D. Juan Tenorio de Zorrilla. Carvalho se mueve bien en todos los ambientes, los conoce perfectamente, y su trabajo le lleva de unos a otros. A partir de ahora, en esta primera parte, vamos a darnos un largo paseo por la fauna y flora de la burguesía catalana a través de numerosas entrevistas que el detective realizará, salpicadas con descripciones muy vívidas de las personas, las casas, los ambientes, los barrios… y una sutil ironía que impregna todo lo que hace y dice Carvalho.
El rico abogado, Viladecans, le habla de su cliente y amigo, el empresario Carlos Stuart Pedrell, cuyo cuerpo apuñalado apareció hace dos meses en un descampado. Éste había desaparecido hacía un año anunciando que se iba a la Polinesia. Un hombre en la crisis de los cincuenta que desea dejarlo todo y emular al pintor Gauguin. Deja todo atado y bien atado en lo que a los negocios se refiere y no vuelven a saber de él. La investigación policial revela que nunca fue a la Polinesia pero nadie sabe dónde estuvo todo este tiempo. Lo que le preocupa a Viladecans y a la viuda de Pedrell es saber qué hizo a lo largo de ese año: recuerdo el caso. No se encontró al asesino. ¿También quieren al asesino? – Bueno. Si sale el asesino, pues venga el asesino. Pero lo que nos interesa es saber qué hizo durante ese año. Comprenda que hay muchos intereses en juego. La mujer, cínica y guapa, quiere la máxima discreción, no se llevaba bien con el mujeriego de su marido. Es más, desde que se marchó él, he podido respirar a mis anchas. He trabajado. He hecho su trabajo y tan bien como él, mejor que él, porque lo he hecho sin puñetas. No muestra ninguna pena o respeto por el muerto. Algo que comprobaremos a lo largo de todo el recorrido por los diferentes familiares, amigos, socios y amantes del empresario. Nadie, excepto su hija Yes, parece lamentar su muerte ni muestra ninguna tristeza. No hay ninguna pista (la policía tampoco descubrió nada ya que la familia ha hecho lo imposible para que no siga), sólo una arrugada hoja encontrada en sus bolsillos en la que está escrito: più nessuno mi porterà nel sud (ya nadie me llevará al sur).
Hay una breve aparición de Charo, la ¿novia? de Carvalho, siempre enfadada con él porque no la hace mucho caso. Charo es una prostituta con clientes fijos y aunque al detective parece que le molesta su presencia, a la vez muestra comprensión y una cierta ternura (acaban durmiendo juntos en su casa aunque no hubiera querido hacerlo). Carvalho tiene su ética: de pronto había tenido conciencia de que, buscando no crearse ataduras, en esos momentos era el responsable sentimental y moral de tres personas y una perra, él mismo, Charo, Biscuter, Bleda. (Más adelante pensará: tengo una perra, por algo se empieza; ¿acabaré teniendo tantas cosas como los demás?). Detrás de todo su sarcasmo hay un ser humano. Beben (¡y mucho!) y cenan juntos, incluido Biscuter. Hay una relación muy intensa de Carvalho con el alcohol y hay un momento en que se dice que cuando bebe es como si recuperara un rincón de patria dentro de sí mismo.
Carvalho se pone en marcha y, en la primera visita que realiza al despacho del muerto, descubre que al empresario le gustaba mucho frecuentar a intelectuales y artistas. Era un gran lector amante de la música. En su despacho encuentra muchas referencias a Gauguin (poema incluido) y al Pacífico, pero sobre todo encuentra tres fragmentos de tres poemas en inglés que hablan todos del sur, incluido el “ya nadie me llevará al sur”. Está claro que Pedrell quería irse allá, incluso la secretaria le confirma que compró un billete a Tahití. Pero ¿por qué no se fue? Prosiguen las visitas. Casi todas son un pretexto para comer y beber como la que hace al pintor Artimbau, viejo conocido del detective y amigo de Pedrell. Éste le da información sobre el muerto (era un poco cantamañanas, un poco juguetón) y sobre sus inicios como empresario y cómo llegó a amasar una grandísima fortuna. También le dice que era un hombre rico con inquietudes que se movía entre el ambiente de los empresarios por un lado y los intelectuales y artistas por otro: en cada sector se le miraba como un bicho raro. Su vida era un poco esquizofrénica. Cuando ya se hizo rico, volvió a estudiar e incluso a escribir pero yo creo que carecía de lenguaje. Eso le pasa a mucha gente. Lo tienen todo para empezar a crear y descubren que carecen de lenguaje. Entonces trasladan la literatura a su vida. Esto es un dato importante a tener en cuenta.
La visita a la casa de Pedrell le permite conocer a su hija Yes, una chica un poco desequilibrada que fuma marihuana y esnifa cocaína. Ésta también le da una pista cuando Carvalho le dice que nunca llegó a los mares del Sur: ¿Usted qué sabe? ¿Dónde están los mares del Sur? La chica, en busca de una figura paterna, se le insinúa y más adelante acabarán teniendo un affaire en el que Carvalho, no se sabe muy bien por qué, cae pues no parece que Yes le interese. Yo creo que Carvalho esconde a un hombre tierno muy baqueteado por la vida y por su propia personalidad contradictoria que busca consuelo en el alcohol, la comida y el sexo. La chica, que no pasa de ser “unos polvos”, a la vez le despierta esa ternura (la va a buscar por las Ramblas después de echarla con cajas destempladas. Recorrido que aprovecha para ofrecernos un fresco de la miseria que poblaban esas calles por entonces) e incluso su infancia, donde todo casaba: Llovía duramente sobre la Rambla de Santa Mónica y sintió en la espina dorsal un escalofrío nostálgico de sábanas y mantas, nostálgico de gripes suaves y trajines domésticos en sordina. “Pepe, Pepe, ¿te hago una limonada?” En las manos “La isla misteriosa” y en la radio “Las aventuras del inspector Nichols”, en la voz de Fernando Forga. Entonces todavía no quemaba los libros y creía en la vida.
A continuación vienen las visitas a los socios de Pedrell: el obsesionado con la salud Planas y el sibarita y hedonista Marqués de Munt. Ninguno su amigo. Sólo negocios. No era el entorno que realmente le interesaba a Pedrell. Insisto en que en todas estas visitas la ironía y el sarcasmo de Carvalho, y del autor a fin de cuentas, se despliega a sus anchas. Son los ricos, de un tipo o de otro, los que le mueven a ellas. Nunca la ejercerá con las otras clases sociales que le despiertan más la identificación o la compasión. El culmen llega con su visita a Munt. Un cínico que le invita a degustar un morteruelo y un Chablis, rodeado de una decoración imposible, mientras sólo habla de sí mismo. Pero todos le van descubriendo la personalidad del muerto: algo superficial, caprichoso, narcisista, seductor, sufridor y con sentido de culpa por pertenecer a la clase alta, con una doble o triple o quíntuple vida, amante de la cultura pero poco presto a ayudar a sus amigos intelectuales. Y, a la vez, le van dando pistas. Planas le habla del barrio de San Magín que construyeron para la clase trabajadora en el franquismo y Munt opina: quizá hiciese un viaje, pero no a los mares del Sur […] Un hombre con ganas de desaparecer, desaparece. ¿Sabe qué llegó a decirse cuando yo me marché a las cuevas del Sacromonte? Que me había ido a la Antártida con una expedición financiada por mí. Atentos a esta pista. Es muy reveladora.
Entre la visita a Planas y a Munt, Carvalho, borracho, se mete en un acto sobre la novela negra lo que aprovecha el autor para hacer una sátira sobre el mundo de los escritores (tenían ese aspecto de huevos cocidos que tienen los intelectuales en todas partes, pero en este caso adaptados a la española: parecían huevos duros con menos densidad que los huevos duros de otras latitudes. Sobrellevaban el peso de los huevos sobre los hombros con el lógico exhibicionismo, pero también con esa inquietud subdesarrollada de que el huevo peligraba) e iluminarnos un poco sobre qué es la llamada novela negra: cuando la burguesía no puede conservar el control de la novela empieza a pintarla de colores. Cuando sale, se pierde por las calles mientras su mente reflexiona con lucidez sobre dos temas claves: el amor (tal vez necesitara enamorarse, una cierta dosis de autoengaño, no se puede sobrevivir despellejado, sin posibilidad de meterse en ninguna iglesia, sin rezar no se puede vivir) y su vida (No puedes salir a borrachera diaria. Ni sorprenderte de pronto con las mandíbulas apretadas, como si estuvieras haciendo un esfuerzo interior sobrehumano. ¿Qué esfuerzo interior sobrehumano estás haciendo? ¿Te parece poco? Amanecer. Un día tras otro. Con los caros y mediocres que son por regla general los restaurantes en esta ciudad […] Su único patriotismo era gastronómico […] Repasó su destruida geografía. Le dolió cada violación de su paisaje infantil y cuando estaba a punto de tocar fondo en el pozo de la autocompasión se acercó a una cabina para llamar a su amigo, gestor y vecino de Vallvidrera, Enric Fuster).
A continuación vienen las visitas a la amantes, la más duradera, la snob Adela Vilardell, rica como Pedrell, que tampoco manifiesta ninguna pena y que parece que miente cuando le dice que Pedrell no se puso en contacto con ella durante ese año (un “no” que se le había enganchado algo al subir el aire por el pecho intetado) y la última teenager en la vida conocida de Stuart Pedrell, que también es snob y autosuficiente y que tampoco se muestra nada apenada. A ésta última la invitó a su viaje al Sur pero ella no quiso ir (yo le quería mucho. Era tierno, desvalido. Pero no entraba en mis planes buscar el paraíso perdido).
Esta primera parte termina con un festín y una revelación clave. Carvalho se reúne con su vecino Fuster y un amigo de éste, Beser, experto en literatura. Después de degustar una paella valenciana de verdad y beber de nuevo muchísimo, Beser, entre risas y mucha ironía, averigua quienes son los autores de los tres fragmentos de poesía en inglés que Carvalho había encontrado en el despacho de Pedrell: el primero no hay duda, se trata de un verso de La tierra baldía de Eliot (Leo hasta entrada la noche / y en invierno viajo al sur). El segundo fragmento también está chupado. Pertenece a Los mares del Sur, el primer poema publicado por Pavese: Pero cuando le digo / que él está entre los afortunados que han visto la aurora, / sobre las islas más bellas de la tierra, / al recuerdo sonríe y responde que cuando el sol se alzaba / el día ya era viejo para ellos. El tercero es el que más problemas le da, el verso encontrado en los bolsillos del muerto: Ya nadie me llevará al sur resulta ser al final de Salvatore Quasimodo: el lamento de un meridional que reconoce su impotencia para volver al sur. Su corazón ya se ha quedado en los prados y en las aguas nuboladas de Lombardía. Quasimodo en este poema se muestra como un desarraigado, algo que concuerda perfectamente con Stuart Pedrell. Beser le ilustra sobre el significado del Sur en la literatura del siglo XX: el mito del sur como símbolo del calor y de la luz, de la vida, del renacer del tiempo, aparece continuamente en literatura. La interpretación de estos tres fragmentos juntos y por ese orden nos la da, de nuevo, Beser: los tres fragmentos marcan todo un ciclo de desencanto: la esperanza intelectualizada de leer hasta entrada la noche y en invierno ir hacia el sur, burlando el frío y la muerte. El temor de que tal vez ese sur mítico sea otra propuesta de rutina y desencanto. Y finalmente la desilusión total… Ya nadie le llevará al sur... Carvalho le replica: pero reúne los tres fragmentos cuando sí va al sur. Cuando tiene hasta los billetes comprados y los hoteles apalabrados. Beser nos da de nuevo otra clave: ¿A qué sur? Tal vez había descubierto que aunque fuera al sur nunca llegaría al sur […] me parece que sólo es literatura. Vaya perra ha pillado la gente con lo del sur. Tal vez tuviera sentido antes de los vuelos chárter y de los tour operators, pero ahora ha dejado de existir. El sur no existe. Los americanos construyeron una mitología literaria de la nada y el sur se debe exclusivamente a ellos.
Plazos Y aquí nos quedamos con toda la información recabada por Carvalho y muchas claves que, por ahora, no le dicen nada pero que más adelante irán tomando forma y le iluminarán para la resolución del caso que leeremos ya en la segunda y última parte de nuestra lectura. Para ello, disponemos de una semana más o menos. Leeremos a partir del capítulo que comienza: “Se imaginó a su propio hígado como un animal corroído por el vitriolo”, pág. 142 de la edición que yo tengo, hasta el final de la novela. Es hora de que dejéis en este post vuestros análisis y comentarios sobre esta primera parte. ¡Espero que sean muchos! ¡Ah! Y los que vais más adelantados en la lectura, ¡tened cuidado de no desvelar nada! 🙂
Etiquetas: Los mares del Sur, Manuel Vázquez Montalbán, novela negra, Pepe Carvalho, Transición española
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