Archivo | noviembre, 2014

Al volver a mi tierra inundada

27 Nov

Beautiful Land. Beirut, Lebanon. Foto en flickr de Sorgul. Algunos derechos reservados.

El libro se abre con una cita de la pensadora y filósofa Simone Weil sobre el poder envilecedor del uso de la fuerza. Como Gloria, estoy totalmente de acuerdo con lo que dice y me parece un buen arranque para Los desorientados.

Antes de comenzar con el Primer día, podemos leer un hermoso texto de tono pesimista pero no exento de esperanza a manera de introducción. Escrito por Adam, un hombre de 47 años, dos días antes del drama (¿a qué se refiere? Por ahora es muy pronto para saberlo) es todo un retrato de su persona. Empezando por su nombre: llevo en el nombre a la humanidad naciente, pero pertenezco a una humanidad que se extingue. Adam, el origen del hombre. ¿Por qué creéis que el autor escoge este nombre para el protagonista? Adam no se arrepiente de haber emprendido ese viaje, esta peregrinación inútil en la que llevo diez días a su país natal del que se alejó hace veinticinco años pero que nunca olvidó. En su estancia ha recobrado un apetito nuevo por la vida, razones nuevas para luchar y quizá, incluso, un estremecimiento de esperanza.

Pero vayamos al principio de la historia. Un viernes, 20 de abril (¿de qué año? Puedo conjeturar que es el 2001), Adam recibe de madrugada una llamada en su casa de París. Tania, la mujer de su “antiguo amigo” Mourad, le comunica: tu amigo se muere. Quiere verte. Hace veinte años que no se hablan. Adam duda un instante pero, animado por su compañera Dolores y porque si se negaba a acudir junto al lecho de su antiguo amigo, le remordería la conciencia hasta el último día de su vida, coge el primer vuelo con origen a su país natal. El país levantino (como él lo denomina) en el que vivió hasta que comenzó la guerra y decidió exiliarse en plena juventud allá por los años setenta. Adam lleva siempre consigo una libreta en la que pone en orden sus pensamientos: hay personas que para pensar tienen que escribir. Una vez en el avión comienza a escribir. A partir de ese momento la narración alternará el punto de vista del narrador omnisciente en tercera persona con el de Adam, en primera persona, en sus escritos. Éste se plantea cómo portarse con un amigo al que dejó de hablar y que está a punto de morir. Mourad, que al contrario que Adam, permaneció en el país, traicionó durante la guerra los valores en los que ambos creían. Pero de camino a su último encuentro, Adam encuentra razones para justificar sus actos: al quedarse tuvo que encontrar apaños, aceptar, según iban pasando las cosas, unas cuantas transigencias que acabaron por llevarle hasta lo inaceptable. Si me hubiera quedado en mi tierra, me hubiera portado como él. A distancia, podemos negarnos a algo impunemente; in situ, no siempre se cuenta con esa libertad. Con estas palabras, Adam comienza su viaje al interior de sí mismo no exento de autocrítica: con las primeras matanzas, me fui, escapé; seguí teniendo las manos limpias. Mi cobarde privilegio de desertor honrado. ¿Cuánto de Amin Maalouf no hay detrás de estas palabras?

Mourad muere antes de llegar a encontrarse con Adam y éste siente la necesidad de estar solo y reencontrarse con sus recuerdos a través de sus escritos. Todo su pasado, postergado durante veintitantos años, está volviendo a él con una fuerza inusitada y no desea más que abrirle la puerta. El no haber visto a su amigo vivo no le importa, es más, le satisface este epílogo ya que encuentra en él un toque de elegancia moral: la muerte tiene su sabiduría propia, hay veces en que vale más dejar las cosas en sus manos que en las de uno mismo. Y comienza a recordar cómo y dónde se conocieron. En la universidad, octubre de 1971, un grupo de amigos entre los veintitrés y los diecisiete años entrábamos en la vida estudiantil con una copa en la mano y la rebeldía en el corazón. Querían cambiar el mundo. Pero llegó la guerra y todo se corrompió: la amistad, el amor, la abnegación, las afinidades, la fe; y la fidelidad. Y también la muerte. Mis amigos eran de todas las confesiones; y todos consideraban un deber, una coquetería, burlarse de la suya; y, luego, afectuosamente, de las de los demás […] Nosotros que nos jactábamos de voltairianos, de camusianos, de sartrianos, de nietzscheanos o de surrealistas, volvimos a ser cristianos, musulmanes o judíos. Mourad y él eran muy diferentes: aquel sentía su país como suyo y Adam siempre se sintió como un invitado, incurablemente forastero. Antes que él, se marchó Naím, judío, de los últimos que quedaban en el país. Él y su familia se marcharon a Brasil en 1973. El grupo comenzaba a disgregarse. El siguiente fue Bilal. Un ser puro que escogió las armas: un ser enajenado pero puro, sí, y sin mezquindad. Fue abatido en un tiroteo entre dos grupos armados. El siguiente en irse fue él.

De nuevo en el presente, Adam se niega a pronunciar unas palabras en las exequias de Mourad: no quiere mezclarse con gente que se manchó con la guerra, pero, a la vez, un fuerte deseo de quedarse se apodera de él, acababa de empezar a recuperar sus puntos de referencia. Además, Tania le transmite su anhelo de volver a ver a todos los amigos reunidos de nuevo. Adam idea un plan que le permita quedarse pero alejado de todo “ruido” para continuar recordando con calma lo que fueron aquellos años: refugiarse en el hotel que regenta otra de sus antiguas amigas: la bella Semiramis. Un idílico lugar en medio de la naturaleza y con una anfitriona con la que no llegó a vivir una historia de amor muy deseada en el pasado. Esta es una mujer serena, que también se quedó en el país, que transmite equilibrio, seguridad e independencia. Vive su vida en soledad rodeada de numerosos libros.

Ya instalado en el hotel, Adam continúa con sus recuerdos. Explica el porqué de su marcha: sólo veía a mi alrededor violencia y regresión. En este universo levantino que se iba oscureciendo sin parar, ni estaba ya mi lugar, ni quería buscarme uno. Adam, al contrario que Mourad, no siente un apego grande a su país: nací en un planeta, no en un país. Pasaron los años postergando continuamente su vuelta: no regresaría a vivir a mi país hasta que fuera otra vez el que yo había conocido. Sabía que era imposible, pero aquella exigencia no era negociable. Y sigue sin serlo.

Adam revisa cartas que le enviaron sus amigos a París no exentas de reproches por su marcha y por no querer volver. Como apunta Monichampi, Tania le acusa: ¿Que te decepciona un amigo? Deja de ser tu amigo. ¿Que te decepciona tu país? Deja de ser tu país. Y como eres fácil de decepcionar, acabarás por verte sin amigos y sin patria. Y a continuación, Tania describe, muy certeramente, lo que es este país levantino: será siempre un país de facciones, de desorden, de favores bajo cuerda, de nepotismo, de corrupción. Pero es también el país de la dicha de vivir, de la calidez humana, de la generosidad. Y de tus amigos más ciertos. Adam sabe que si hubiera vuelto en algún momento, se hubiera quedado, pero si no lo hizo fue porque de lo que no puede uno reponerse es de la desaparición del porvenir. El país cuya ausencia me entristece y me obsesiona no es aquel que conocí en la juventud; es aquel que soñé y que nunca pudo ver la luz. Todo lo que escribe Adam es un diálogo interminable conmigo mismo.

Y aparece Albert, el amigo de la infancia, el niño que nunca tuvo familia, que siempre estuvo solo. A través de sus cartas durante la guerra, en las que continuamente se está quejando de todos los inconvenientes, Adam recuerda la amistad tan especial que siempre tuvo con él. Y recuerda, recuerda hasta llegar hasta ese día de 1979 en el que le comunica por carta que se va a suicidar porque ya no aguanta más la vida ni a ese país. A partir de ahí, comienza una historia delirante en la que Albert ve fraguado su suicidio por un secuestro muy propio de la época y del país. Adam nos lo detalla con todo tipo de detalles, no exentos de comicidad, porque finalmente el secuestro le salva la vida. A él, además, que siempre ha estado tan alejado de la política.

Percibo cómo el autor, más que narrarnos la guerra, nos habla de la influencia, enorme, que tuvo en cada uno de ellos. No hay datos, fechas, batallas, descripciones… también porque el autor no quiere en ningún momento decirnos que está hablando del Líbano, prefiere que se quede en la idea de un país impreciso y, por tanto, los datos son también imprecisos. El autor escoge centrarse en las historias personales, en los estados de ánimo de cada uno de ellos. La guerra queda difuminada como un telón de fondo de sus vidas.

El final de cuarto día y, por lo tanto de esta primera parte de nuestra lectura, termina con el inevitable encuentro sexual entre Adam y Semiramis, propiciado por ésta. Se veía venir y más desde que, cenando, ambos recuerdan cómo se conocieron y cómo no ocurrió nada entre ellos en aquel momento aunque ambos lo deseaban fervientemente. El paso del tiempo no ha atemperado su deseo y, finalmente, ambos dan rienda suelta a su sentir.

Me gustaría que fuerais comentando esta parte así como qué es lo que opináis de los diferentes personajes que van apareciendo en la historia. También podéis comentar las interesantes conversaciones que tienen lugar entre ellos a través de las cuales se van perfilando sus personalidades.

Plazos

Continuamos con la lectura a partir del capítulo Quinto día (pág. 129) hasta el final del capítulo Séptimo día (pág. 269). Lo leeremos a lo largo de una semana más o menos. Mientras leemos esta segunda parte, comentaremos esta primera parte de la lectura.

Los desorientados: la historia de una generación rota por la guerra y el exilio

21 Nov

Después de diez años sin publicar ficción, Amin Maalouf vuelve a ella con Los desorientados. A lo largo de estos diez años el autor ha publicado diversos ensayos sobre las relaciones y la problemática entre las diferentes culturas, uno de sus temas clave, incidiendo, como siempre, en la necesidad de la tolerancia y la fraternidad entre los pueblos. Esta novela se mueve en el mismo terreno pero centrándose en lo personal. La pérdida de la identidad, el exilio forzado, la amistad, la pasión, el amor, la religión, los ideales perdidos, el compromiso, la traición y, de fondo, el choque de culturas. Como afirma el autor: tengo, desde hace años, la impresión obsesiva de que el mundo al que pertenezco se desdibuja más cada día, y que podría desaparecer estando yo vivo. Mi novela ha nacido de ese sentimiento. En Los desorientados, me inspiro con mucha libertad en mi propia juventud. La he pasado con amigos que creían en un mundo mejor. E incluso si ninguno de los personajes del libro corresponde a una persona real, ninguno es enteramente imaginario. Me he nutrido de mis sueños, de mis fantasmas, de mis remordimientos, tanto como de mis recuerdos. En esta novela, Maalouf regresa a su país natal con la necesidad de revisar su pasado y todo lo ocurrido en Líbano desde que se exilió a Francia en 1975.

Adam, una especie de alter ego del escritor, es un reputado historiador libanés que vive en París desde que se exilió debido a la guerra que asoló a su país en los años setenta. Atrás deja un heterogéneo grupo de amigos (musulmanes, judíos, cristianos… reflejo de la buena convivencia entre las diversas culturas y religiones que existía hasta ese momento en su país) al que los enfrentamientos obligan a tomar distintas decisiones. Hasta ese momento todos han compartido un sueño común: un mundo mejor. Los integrantes de “El Círculo de los Bizantinos”, que es como les llamaban, pretendían cambiar el mundo. Pero la guerra irrumpió separándolos y haciendo que los que cambiaran fueran ellos. Algunos se fueron al exilio y otros optaron por quedarse en el país y Adam se pregunta qué es mejor, si la elección de un exilio dorado o quedarse y enfrentarse a una situación sin elección posible. El protagonista ha olvidado, aparentemente, todo su pasado hasta que veinticinco años después recibe una llamada que le llevará a enfrentarse de nuevo a todo lo que ha querido dejar atrás. Mourad, uno de los amigos con el que se enemistó, está gravemente enfermo y quiere volver a verle para reconciliarse con él. Adam deja atrás las rencillas pasadas y vuela a su país natal sin pensárselo demasiado. Este hecho será el motor que desencadene sus recuerdos de un tiempo mejor y su reencuentro con una tierra en realidad nunca olvidada. Una vez allí querrá volver a saber qué fue de cada uno de los amigos e, improvisadamente, pondrá en marcha un encuentro con todos ellos. El pasado se apodera de él y lo que iba a ser una estancia muy corta se alarga a lo largo de dieciséis días en los cuales se encuentra con los que se quedaron allí y entra en contacto por mail con los que, como él, se exiliaron. Pareciera que Adam busca la remisión, el perdón por el exilio a través del contacto con los que optaron por permanecer en el país. Finalmente el viaje físico se convierte en un viaje al interior de sí mismo.

Los personajes son estereotipos: hay un antiguo amor, la bella Semiramis, que le acoge en su encantador hotel con la intención de recuperar el tiempo perdido, un judío, un político corrupto, un hombre de negocios de éxito, un islamista, un cristiano, un monje, un exiliado en Estados Unidos que trabaja para el gobierno, otro que optó por la lucha armada y murió… Todos fruto de una guerra desoladora que acabó con su sueño de convivencia y paz. El libro está plagado de conversaciones interesantísimas sobre los más diversos temas en los que el autor profundiza ayudándonos a entender mejor el conflicto entre el mundo occidental y el mundo árabe así como las diferencias entre estos que se han ido agudizando como consecuencia de tantos desastres consecutivos. El posicionamiento del autor es claramente a favor del entendimiento: conciliación, diálogo, comprensión, tanto a nivel personal como político. Recurro de nuevo a palabras de Amin Maalouf: la diversidad en sí misma no es ni una bendición ni una maldición. Es sencillamente una realidad, algo de lo que se puede dejar constancia. El mundo es un mosaico de incontables matices y nuestros países, nuestras provincias, nuestras ciudades irán siendo cada vez mejor a imagen y semejanza del mundo. Lo que importa no es saber si podremos vivir juntos pese a las diferencias de color, de lengua o de creencias; lo que importa es saber cómo vivir juntos, cómo convertir nuestra diversidad en provecho y no en calamidad.

Los desorientados está contada por dos voces narrativas: un narrador en tercera persona omnisciente que nos va a proporcionar una visión más global de la historia y otro en primera persona, el propio Adam a través de su diario personal, que nos aporta la parte más íntima y sincera. La novela está dividida en dieciséis capítulos que corresponden a los dieciséis días que pasa el protagonista en su país pero la acción, gracias a las notas personales de Adam, se mueve desde el presente hasta casi treinta años atrás. El estilo es sencillo, elegante, pausado, fluido y ameno.

El título hace mención a la desorientación de los personajes que ven como desaparece el mundo en el que crecieron y se las tienen que arreglar como pueden sin referencias posibles así como a la desorientación del mundo en general.

En la novela nunca se dice de qué país se trata: ¿ese país que no se nombra nunca es el país en el que he pasado yo mismo mis años de juventud? Sí y no. Lo he cogido indudablemente como modelo, pero sería vano buscar referencias precisas a lugares o fechas. Lo que acabo de decir no es, sin embargo, más que una explicación a posteriori. La verdad es que no he sentido, en ningún momento, que tuviese que llamar a ese país por su nombre. Lo cual es sin duda revelador de los sentimientos complejos que me inspira todavía. Y que me inspirará hasta el fin de mis días.

Os dejo un par de enlaces a sendas entrevistas a Amin Maalouf sobre la novela. Una concedida a El País y otra a Europa Press. Iba a incluir una entrevista que le hizo “Revista de letras”, a mí parecer la más interesante y completa, pero se me ha adelantado Susana que ha dejado el link en los comentarios del anterior post. Leedla. Merece la pena. Gracias Susana.

Plazos
Como el libro es muy largo, más de quinientas páginas, vamos a dividir la lectura en cuatro partes. La primera, a la que dedicaremos más o menos una semana, nos llevará hasta la página 125, final del capítulo que corresponde al Cuarto día. Podéis ir dejando en este post vuestras impresiones iniciales sobre la lectura para pasar ya a comentar con más profundidad esta primera parte en el siguiente post.

Nuestro próximo libro: LOS DESORIENTADOS de AMIN MAALOUF

12 Nov

Hace tiempo que quería traer al Club un libro del escritor libanés en lengua francesa Amin Maalouf (Beirut, 1949) y, por fin, ha llegado el momento. Se trata de su última novela, Los desorientados, publicada en 2012. Una novela muy esperada en la que el autor, al contrario que en la mayoría de sus obras, se vuelca en lo personal. Un regreso literario a su país natal que condensa su manera de ser y de pensar.

El ganador del Premio Príncipe de Asturias 2010 reflexiona en esta larga y amena novela sobre la amistad, el amor, el exilio, la memoria, la identidad y la necesidad de tender puentes entre Oriente y Occidente. Espero que os agrade la elección. Yo me alegro de que vayamos a leer su novela más personal y emotiva.

A partir del viernes 14 podéis pasar a recoger vuestro ejemplar en la Biblioteca Forum. Los que vivís fuera de Coruña disponéis de más o menos una semana para conseguir el libro editado por Alianza Editorial.

No os olvidéis de devolver vuestro ejemplar de La nieta del señor Linh. Gracias.

Hasta que comencemos la lectura de Los desorientados podéis continuar dejando vuestros comentarios finales sobre La nieta del señor Linh.

Nos encontraremos aquí en una semana para empezar a leer esta novela que nos va a permitir conocer mejor un interesante y complejo país, Líbano, y a sus habitantes.

Dos nuevas citas literarias en A Coruña: Poetas di(n)versos y Libros en directo

12 Nov

El próximo lunes 17 de noviembre, a las 20.30 horas en el Centro Ágora, se desarrollará dentro del ciclo Poetas di(n)versos, un nuevo encuentro con dos poetas: Peru Saizprez y David Creus Andrade. Perfopoesía desde Perú y la Costa da Morte. Altas dosis de ingenio, estrategias de la performance y hasta sentido del humor tomarán cuerpo y voz en las innovadoras propuestas de ambos poetas.

Y el jueves 20, a las 20 horas, también en el Centro Ágora y dentro del ciclo Libros en directo, organizado por Polisemias, podremos acercarnos al último libro publicado por el autor mexicano Jorge Volpi: Memorial del engaño, así como a toda su obra que comprende títulos como Trilogía del siglo XX formada por En busca de Klingsor (Premio Biblioteca Breve y Deux-Océans-Grinzane Cavour), El fin de la locura y No será la Tierra. Un interesante autor traducido a más de veinticinco lenguas. Jorge Volpi conversará con Pedro Ramos sobre su obra y su trayectoria vital y creativa.

La entrada a ambos actos es libre hasta completar aforo.

Nada humano me es ajeno

5 Nov

Foto en flickr de idlphoto. Algunos derechos reservados.

Este breve libro, 126 páginas divididas en veintidós cortos capítulos, contiene una hermosa historia plena de emoción tal como habéis coincidido todos en vuestros comentarios. Es, a la vez, una historia bella y triste narrada por el autor con un estilo que sugiere más que cuenta y que posee la dureza justa sin necesidad de profundizar en el horror. El libro, como ya hemos dicho, no especifica ni el tiempo ni el espacio con la intención, como apunta el autor, de universalizar la experiencia narrada. Es una fábula sobre la amistad, la bondad, la esperanza, la soledad, la vejez, el exilio y la lucha por preservar la identidad.

Como supongo que ya habéis leído el libro, más que comentar su argumento, por otro lado muy simple, voy a analizar los diferentes temas que aborda.

La nieta del señor Linh comienza con una hermosa dedicatoria a todos los señores Linh de la tierra y a sus nietas como símbolo de aquellos que emigran por necesidad. Un homenaje a los desheredados de la tierra. A los que les toca la peor parte: las guerras, el hambre, el desarraigo…

La novela se centra en el señor Linh, tanto en sus nuevas sensaciones al llegar a su destino, tan ajeno al lugar donde ha vivido siempre, como en los numerosos recuerdos que le asaltan de la tierra donde nació y en la que fue feliz hasta que la guerra llegó y destruyó esa felicidad acabando con todos sus seres queridos excepto su pequeña nieta con la que, una vez perdido todo, decide marcharse muy lejos para darle a la niña una nueva oportunidad de vida. Las partes en las que desgrana sus recuerdos son las más poéticas describiéndonos un auténtico paraíso no exento, quizá, de idealización. La ciudad a la que llega y el país que ha dejado atrás no pueden ser más opuestos. Linh vivía en una aldea de una sola calle, eran doce familias que se conocían y hablaban de todo conviviendo en paz. En el rostro de su nieta (el único vínculo que posee con su pasado) ve paisajes, mañanas luminosas, el lento y apacible paso de los búfalos por los arrozales, las alargadas sombras de los enormes banianos a la entrada de su aldea, la bruma azulada que desciende por las colinas al atardecer como un chal deslizándose por unos hombros... Por el contrario, en la ciudad a la que acaba de llegar no conoce a nadie, ni tampoco su lengua, hace mucho frío, no huele a nada y decenas de personas caminan deprisa y sin mirarse.

Linh llega con una ligera maleta que sólo contiene ropa usada, una fotografía casi borrada por el sol y un saquito de tela en el que el anciano ha metido un puñado de tierra. Eso es todo lo que le queda de su vida anterior, eso y, por encima de todo, su preciosa nieta Sang Diu, su mañana dulce. Para calmarla, le canta una canción muy antigua, una melodía que han cantado durante generaciones todas las mujeres de su familia y que habla, al igual que el nombre de la pequeña, de la mañana que siempre vuelve con su luz. La canción simboliza la esperanza en el futuro en el que siempre habrá un nuevo día en el que la niña también será madre y su sangre se perpetuará. Pareciera que el viejo Linh la canta no sólo para calmar a Sang Diu sino también para él mismo, para, que cada vez que la oiga, pueda volver a su pasado donde un día fue feliz. La existencia de la niña salva a Linh en esa ciudad desconocida. Ella simboliza a la vez el mañana y la identidad del anciano.

Bark y Linh, dos ancianos solitarios, establecen, por encima de todas las diferencias y barreras, una amistad poco común, llamativa, increíble pero también necesaria y esperanzadora. Bark hace lo que no hace nadie en nuestro mundo, es la sonrisa de ese desconocido que todos agradecemos cuando nos encontramos en una situación difícil. Ambos se escuchan (aunque no conozcan sus respectivas lenguas), se apoyan, comparten, se emocionan. Bark le lleva a conocer la ciudad, le guarece del frío en un cálido café, le lleva a comer un día cosas deliciosas regalándole un vestido precioso para su nieta. Bark le da todo y, a la vez, le cuenta muchas cosas de su vida que Linh escucha atentamente entendiéndolas sólo por el tono de su voz. Un tono triste, melancólico herido. Bark simboliza lo importante que es tener a alguien a tu lado cuando te encuentras en un ambiente hostil, desconocido, frío. La fuerza de su amistad hace que ese lugar frío se convierta en algo cálido, cercano, amable. Ambos han perdido cosas muy valiosas, son ya viejos, están solos, pero mantienen la fuerza y la esperanza.

Bark comprende lo duro que debe de ser perder todas tus referencias, tu familia, tus raíces. El choque, el rechazo que se suele producir en la mayoría de los habitantes de occidente ante la llegada del “otro”. El miedo que produce el “otro”, el desconocido, no se produce en Bark. Este hombre es todo bondad y Linh lo percibe perfectamente. Y así se produce el milagro, un milagro a través del cual el autor nos da una lección necesaria de lo que tendríamos que hacer todos los que vivimos en este lado del mundo.

El señor Linh simboliza, entre otras cosas, la necesidad de no sucumbir ante las circunstancias adversas. Cuando es encerrado en un asilo y le separan de su amigo, Linh, gracias a su fuerza, su coraje, su tesón, se escapará y recorrerá, cargado con la niña, una ciudad que no conoce a la búsqueda de su único amigo y, contra todo pronóstico, lo acabará encontrando. Es el poder de la amistad el que ha logrado de nuevo otro milagro. Incluso el sueño que tiene Linh en el asilo, cuando lo drogan para que no escape, un sueño, que simboliza la preparación ante la muerte, en el que ambos están juntos en la tierra de Linh y después de visitar su aldea y su casa le conduce a un bosque maravilloso en el que se encuentra una fuente que no es una fuente normal. A ella acuden aquellos que van a morir. Tienen que ir solos y beber de esa agua y en cuanto lo hace, su memoria se aligera: no conserva más que los momentos hermosos y las horas felices, todo lo agradable y dichoso. Los demás recuerdos, los que duelen, los que hieren, los que rajan el alma y la devoran, todos esos desaparecen, se diluyen en el agua como una gota de tinta en el océano […] Bueno, ahora ya sabe adónde tenemos que venir cuando sintamos acercarse la muerte. Incluso ese sueño, al final de la novela, descubriremos que también lo ha tenido Bark, así de unidos están, así de fuerte es su amistad.

Y la existencia de Sang Diu es el lazo de unión entre ambos. La niña revitaliza sus almas. La cuidan, la miman. Es el futuro, el que ellos ya no van a vivir. La niña, su existencia, cierra el ciclo. La canción cobra su pleno significado a pesar de lo que vamos a descubrir.

Y así llegamos al final, final esplendoroso, de La nieta del señor Linh. A la sorpresa final que nos tiene preparada el autor. Sang Diu es una muñeca. La novela está plagada de señales, de pistas empezando por lo que narra en el primer capítulo, la muerte de su hijo y su nuera en los arrozales: también vio el cuerpo de su hijo y el de su nuera, y un poco más lejos a la niña, envuelta en sus pañales, con los ojos muy abiertos e ilesa, y a su lado una muñeca, su muñeca, tan grande como ella, pero decapitada por un trozo de metralla. La niña tenía diez días. Es tal el dolor del abuelo, tal su desgarramiento que, en ese preciso momento, para poder sobrevivir y aferrarse a algo que dé sentido a su vida, coge a la muñeca y la convierte en la nieta: El señor Linh recogió a la niña. Y se fue. Decidió irse para siempre. Por la niña. El señor Linh es como Don Quijote, sólo ve lo que le gustaría que fuera, lo que su mente le deja ver. Necesita a esa niña para poder vivir. Esta verdad revelada al final de la novela le otorga una mayor complejidad y profundidad al personaje del señor Linh.

Cuando llegamos a esta revelación entendemos bastantes cosas que no acababan de cuadrar en la novela. Esa niña tan silenciosa, que nunca llora, a la que se le cae el arroz de la comisura de los labios cuando su abuelo la da de comer, esas miradas de burla de sus compatriotas y de la gente que le mira por la calle, la indiferencia del médico que no se ofrece a examinar a la niña, el hecho de que pueda ir con su abuelo al asilo… Pero sólo Bark le sigue el juego desde el principio e incluso le regala un vestido. Ha entendido que su amigo Linh tiene que tener una razón muy poderosa para hacer lo que está haciendo y lo respeta.

No sé si alguno de vosotros se ha dado cuenta mientras leía el libro, si os parece que está logrado este final, si os ha sorprendido… En realidad el autor no oculta nada. Si volvemos a leer la novela, cosa que yo he hecho, vemos que todo encaja desde el principio y le da una nueva dimensión a la lectura. Son dos lecturas distintas e interesantes de hacer. Y yo me he emocionado tanto al descubrirlo, así como ante ese reencuentro con susto-accidente incluido pero que termina bien: es el comienzo de una primavera muy hermosa. A veces las historias, la vida, tienen que terminar bien. Y estos dos ancianos se lo merecen con creces.

El anciano mira a su amigo y le sonríe. Estrecha la hermosa muñeca entre sus delgados brazos, la estrecha como si su vida dependiera de ello, la estrecha como estrecharía a su nieta, silenciosa, tranquila y eterna, una hija del alba y de oriente.
Su única nieta.
La nieta del señor Linh.

Plazos
Es hora de vuestros comentarios sobre esta maravillosa historia. Hay muchos aspectos que comentar, tanto sobre lo que yo he dejado escrito aquí como sobre lo que no he tenido tiempo de comentar, como el papel de los compatriotas de Linh o el relato de la guerra en la que Bark participó en el país de Linh o sobre la vejez y su papel en la novela… Para comentar sobre todo lo que queráis disponéis de, más o menos, una semana.