Esta “nouvelle” fue recibida con gran entusiasmo en Francia donde, desde su publicación en 2005, se han vendido más de 600 mil ejemplares, siendo traducida a veinticinco idiomas. Philippe Claudel ya había tenido un enorme éxito con Almas grises, su quinta novela, que ganó el prestigioso premio Renaudot y le dio la consiguiente fama. La nieta del señor Linh es su sexta novela y es mucho más corta y sencilla que la precedente. Su estilo es extremadamente depurado, limpio, directo y se lee muy fácilmente. Pero también posee una impronta poética y muchos silencios lo cual eleva su talla literaria.
La nieta del señor Linh nos narra el drama del anciano Linh que tiene que abandonar su país, devastado por una guerra que ha matado a su familia y en la que lo ha perdido prácticamente todo. Todo, excepto su nieta, un bebé de seis semanas llamado Sang Diu, que en su idioma significa “Mañana dulce”. Para salvar la vida de la niña decide marcharse lejos pues el único afán que le queda ya en la vida es proteger a su nieta por encima de todo y lograr que pueda crecer en paz. Atrás queda su aldea destruida, un idílico paisaje de arrozales donde este hombre fue feliz un día y en el que ahora sólo quedan desolación y cadáveres. Después de seis semanas de un doloroso viaje en barco que le aleja quizá para siempre de sus raíces, el señor Linh y su nieta llegan, una fría mañana de noviembre, a un país donde no conocen a nadie y cuya lengua ignoran. Nunca se nos dice en el libro cuál es su país y cuál es su guerra, tampoco cuál es el país de acogida. Pero no importa ya que la esencia de esta novela está más allá de países y de fronteras. Philippe Claudel en una entrevista concedida a Europa Press afirmó que la novela es un canto universal a la tolerancia y, por ello, ha preferido que los lugares queden imprecisos. Lo que está claro es que Linh viene de algún país del tercer mundo, en este caso asiático, y llega a otro que pertenece al primer mundo. Un tema candente en nuestros días (ahí tenemos, sin ir más lejos, la valla de Melilla). El drama de la inmigración, en esta caso más concretamente de los refugiados, es la columna vertebral de esta historia con todo lo que conlleva de dolor, desarraigo, lucha por preservar la identidad, soledad, extrañamiento… Lo que realmente importa en esta historia no es el dónde ni el cuándo sino el qué.
La sinopsis de la novela, sencilla pero muy intensa, la tenéis ampliamente detallada en la contraportada así que no me paro a contárosla. La verdad es que casi nos cuenta toda la historia excepto el final, emocionante y conmovedor, que contiene el único gran giro que posee la novela. Ya habrá tiempo de comentar tanto el argumento como el final en el post de análisis de la novela.
La nieta del señor Linh tiene pocos protagonistas. Sólo tres merecen tener nombre propio: el señor Linh, su nieta Sang Diu y el señor Bark. El resto de los personajes son nombrados como “la mujer del muelle”, “la joven intérprete”, “el taxista”, “la mujer de blanco”, “el médico”… No son importantes en la historia y además estas denominaciones contribuyen a aumentar la sensación de que todos, excepto los tres protagonistas, son extraños en un mundo extraño. Incluso el señor Bark, que pertenece a ese primer mundo, se siente poco identificado con él. El señor Linh y el señor Bark simbolizan la fuerza de la amistad, así como la bondad, y Sang Diu, en palabras del autor, la esperanza y la resurrección (la tabla de salvación de todos los desheredados de este mundo).
Linh y Bark son ya ancianos pero con una gran fuerza y deseos de vivir. Han tenido, sobre todo Linh, una vida dura pero eso no les ha convertido en personas amargadas o con rencor. El señor Linh, además, simboliza el deseo, tan propio de aquellos que han sido arrancados de su lugar de origen, de no olvidar aquello que fue y aquello que vivió, su país, sus costumbres, su memoria a fin de cuentas, y, para ello, la nieta se convierte en el único vínculo con su pasado y, a la vez, en la proyección hacia el futuro en una nueva tierra, tan diferente.
La tolerancia es el leitmotiv de esta novela. Como señala Philippe Claudel nuestro deber, como ciudadanos de países democráticos y ricos, es acoger a otros que pasan hambruna o epidemias. Es nuestro deber como humanos, pero tenemos una tendencia a no hacerlo. Toda la novela está traspasada por el “deber” de ser tolerantes. Incluso los personajes secundarios que pertenecen al primer mundo son amables, no así la familia de refugiados con los que convive al principio el anciano que se muestran hostiles con él. El autor ha señalado que quería, con esto, romper el mito de la solidaridad entre los refugiados evidenciando “las situaciones difíciles que se producen en los grupos”. Este es un tema que podremos comentar con más detalle en el análisis posterior.
El choque de culturas está continuamente presente en la novela a través de los contrastes tan fuertes que se detallan entre el lugar de donde viene el anciano, rememorado en numerosas ocasiones, y la ciudad fría, sin olores, llena de ruidos, de mucha gente que camina rápido (¿adónde irán? Se pregunta Linh) y sin mirarse. Linh se siente completamente perdido y solo sin entender nada, ni el idioma tan necesario, hasta que aparece Bark y le tiende una mano amiga. Ambos se entienden a través de las miradas, los gestos, el tono de voz, produciéndose el milagro de la amistad más pura y auténtica.
La nieta del señor Linh está narrada en tercera persona omnisciente y, como ya hemos dicho, el tiempo y el espacio quedan indeterminados. El punto de vista es el del señor Linh excepto en algunos momentos en el que es sustituido por el del señor Bark. Está narrada en presente lo que le da una gran inmediatez y atemporalidad. Prima la narración sobre la descripción que, cuando aparece, es concreta y somera utilizando para ello hermosos y poéticos adjetivos.
Esta novela nos pone en la piel de los que tienen que huir de su tierra permitiéndonos conocer mejor a aquellos que nos cruzamos a diario por las calles de nuestra ciudad y con los que raramente hablamos. No los conocemos aunque cada vez son más y la mayoría de las veces no tenemos ningún interés en hacerlo. Los ignoramos e incluso, muchos, los desprecian o prejuzgan. El autor nos permite saber cómo se sienten y qué piensan tendiendo un puente hacia ellos para poderlos comprender y aceptar. Al fin y al cabo todos somos seres humanos y pertenecemos al mismo mundo.
Plazos
Como la novela es muy corta, 126 páginas, vamos a leerla entera a lo largo de una semana. Os pido que en este post sólo vayáis dejando vuestras primeras impresiones sobre la lectura (¡y no desveléis nada!) para que, cuando, una vez leída, publique el post de análisis de ella, nos dediquemos a comentarla en profundidad, incluido su conmovedor final.
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