Así titulo este post pues creo que es el motivo principal por el que Samuel se dirige a su hijo en este monólogo y además aparece en las primeras líneas. El libro casi empieza con esta frase que repetirá más adelante como un leitmotiv no exento tampoco de crítica.
Samuel se dedica a su jardín, a la música y a poco más. Una desolación comienza con fuerza y con ira. La ira de este hombre ya anciano que no cree en casi nada. Podríamos decir de él que es un hombre insatisfecho, amargado, irascible, faltón y prepotente, que se queja de todo. ¿Por qué creéis que Samuel es así?
Y comienza fuerte la crítica justamente con el concepto de felicidad: hablando de tu inacción, de tu esterilidad, me dicen es feliz. He traído al mundo un tipo feliz. Yo, que me esfuerzo por sentir una leve satisfacción en medio de este agradable parterre, he engendrado a un hombre feliz. Y nos habla de su hijo que tiene treinta y ocho años y que recorre el mundo con los cuatro cuartos que le proporciona el alquiler del apartamento que yo le compré. Y se pregunta que hace después de contemplar lo precioso que es todo: ¿Qué ocurre después? Ahora tienes que explicarme la palabra feliz (esta palabra siempre aparece escrita en cursiva, para darle más énfasis). No entiende a su hijo: yo, cuyo único terror es la monotonía de los días, yo, que empujaría las puertas del infierno para escapar de ese enemigo mortal, tengo un hijo que saborea los frutos exóticos entre los canacos”. Y también se preocupa por ese hijo “feliz” que desconoce el significado de la palabra inquietud. Samuel que nunca ha estado satisfecho ni tranquilo le dice: hijo mío, el que ha saboreado la acción teme el cumplimiento ya que no hay nada más triste, más descolorido que la cosa realizada. Y a continuación hace una absoluta declaración de principios que transcribo porque creo que explica la esencia de este anciano: a tu edad, yo conocía la conquista pero sobre todo, ya entonces, conocía la pérdida. Porque mira, jamás he deseado conquistar las cosas para conservarlas. Ni ser nada que dure. Al contrario. Cada vez que he sido algo, he tenido que desintegrarlo. Ser sólo el prójimo de uno mismo, chico. Sólo hay satisfacción en la esperanza. Y me encuentro con que mi descendencia se prepara para una prosperidad estable fundada en la falta de ambición y en las admiraciones por doquier. En el fondo, si nunca me he atrevido a enfrentarme a la felicidad, insisto, a enfrentarme, fíjate bien, como se conquista una fortaleza, eso no se consigue comiendo papayas bajo el sol, si no me he enfrentado a la felicidad, digo, tal vez sea porque es el único estado del que es imposible salir bien parado. La verdad es que estas palabras no están exentas de verdad. ¿Qué opináis? También veo el choque de dos generaciones. La del viejo que vivió un mundo donde nadie se cuestionaba ser feliz, sino más bien la pura supervivencia en una época difícil, y la del joven que sólo busca este estado que habría que preguntarse si realmente existe. Hijos “parásitos” que lo tienen todo, fundamentalmente lo material, pero que no son “felices” y buscan la felicidad y la paz a toda costa, porque también, y eso es algo que hay que tener en cuenta, han sido educados por estos que ahora son viejos y que, en el caso de Samuel, además son acusados de haberlo hecho con tiranía, severidad, injusticia. Choque generacional. No entendimiento.
Pero también critica a su mujer que se ha adaptado a los nuevos tiempos para convertirse en una persona realizada y positiva que se preocupa por los demás, por lo que ocurre en el mundo, por la susodicha felicidad y que quiere conseguir que el mundo sea mejor: en la idea de la democracia Nancy ha encontrado materia para ennoblecer su espíritu. Lo que ha perdido en sex-appeal, puede que lo haya ganado en cielo. Y echa de menos a la mujer que conoció porque uno podía distinguir un pequeño fondo de neurastenia en su comportamiento. Una leve palidez existencial. Muy excitante. ¿Y qué opináis de la siguiente frase: la falta de voluntad es una cualidad apreciable en la mujer? Samuel es un hombre machista como le corresponde. En eso tampoco “falla”.
Pero, a la vez, Samuel tiene curiosidad por la vida de su hijo: cuéntame el viaje / ¿Qué es lo que saboreas, hijo mío? ¿Cuáles son esas cosas lejanas que se merecen que te demores tanto?/ ¿Existe una vida fuera de uno mismo? ¿Existe una realidad fuera de uno mismo? Comprende su curiosidad por el otro aunque para él el otro siempre fueron las mujeres. La única mujer que me ha obsesionado de veras, era una zorra que no me llegaba ni a la suela del zapato. Me habría dejado desollar por ella y en cierto sentido me dejé literalmente la piel. Fue mi única experiencia existencial. […] Marisa Botton. Rouen. Lo único real. Rouen. Observamos que cada vez que quiere saber, entender, a continuación se deshace en frases demoledoras para seguir enquistado en su visión del mundo y de la vida. Sí, quiere saber, pero es un querer pequeñito.
Samuel va tocando una serie de temas como son el sexo, también su imposibilidad en la vejez (hay mucho humor en la historia de su amigo Lionel con la camarera); el deseo (todo lo que tiene que ver con el deseo es desesperante e ilimitado); el interés actual por la psicología; la soledad; la muerte; la valoración del concepto de alegría (tener la osadía de ser auténticamente alegre) como algo real en oposición al concepto de felicidad (¿qué opináis al respecto? Samuel afirma que un hombre alegre es cien veces superior a un hombre feliz): creer en la vida y no en el hombre y, por consiguiente, optar por la frivolidad.
Otros temas que va desgranando son: el paso del tiempo, la vejez (envejecer, es acabar de una vez con la compasión), y los cuidados estéticos para evitarlo sobre todo en la mujer: cuando una mujer se preocupa por un defecto físico, niégalo, niégalo, niégalo. Sobre todo si ella te dice: Dime la verdad. Así mismo habla también de la importancia (o no) de la música, la literatura, el arte (detesto el entusiasmo de las masas por la belleza), la política…
Otra cuestión a debatir es la siguiente afirmación que hace Samuel: el mundo no está fuera de sí mismo. […] Todo lo que ves ahí sólo vive a través de mi pensamiento, el hombre sólo conoce el mundo en sí y no puede salir de sí mismo. […] La única realidad está en uno mismo. La única realidad está en la propia voluntad ya que el mundo, el mundo, hijo mío, consiste en lo que nosotros queremos impacientemente. Sabias palabras.
Y termina esta primera parte de nuevo con la misma frase con la que titulo el post. Y, con ella, un lugar para la esperanza: me gustaría creer que existe un lugar del ser reservado para eso. Lo he vislumbrado.
En estos tiempos es bueno leer un libro de estas características que se cuestiona con inteligencia todo aquello que el hombre actual busca desesperadamente y que Yasmina Reza sabe plantear de una manera, a mi parecer, magistral y sabia, más propia de una persona mayor de lo que es la autora.
Plazos
Es hora de vuestros comentarios sobre todas estas afirmaciones tan interesantes. Espero que os explayéis a gusto. A la vez que comentamos esta primera parte, seguiremos la lectura, a lo largo de una semana, hasta llegar al final de la novela.
Buenos días, tardes o noches,
«Una desolación»… en mi opinión un libro que no sólo invita a ser leído, sino a ser releído ya que es un monólogo tan profundo y tan íntimo que absorve al lector conviertiéndolo por momentos en Samuel, su hijo, su esposa, la criada, el jardinero,…
Pensar en Samuel como si este fuera un «anciano gruñón con rarezas» es fácil, pero es igualmente injusto.
El pensamiento de Samuel parte de un razonamiento lógico que, eso sí, quizás sea ya un póco añejo por causa del paso del tiempo.
No creo que debamos ver en Samuel a un ser desolado…más bien diría decepcionado.
Le decepciona su mujer la cual ha decidido esconderse en la rutina para así huir de la vejez que la acosa ya, y por encima de todo su hijo. De alguna forma, el ser humano busca en su descendencia un algo de inmortalidad, un poco de si mismo que legar a este mundo. Pero a Samuel no el agrada su legado…el pensamiento, carácter, comportamiento de su hijo. Sabemos lo que no hay de Samuel en su hijo, pero ¿sabe Samuel qué hay de si mismo en su descendiente?…¿nace esa desolación personal en ese conocimiento que no ha querido con nadie más?
Tema central de la obra es la Vida de manera directa y, otras veces, a través de la Muerte de manera indirecta y la interpretación de la misma. Podemos estar o no de acuerdo con Samuel, con su hijo, su mujer,…son comportamiento aceptables o defendibles al igual que criticables. Me viene a la mente una foto de los años 20 en la que se puede ver a un hombre bien vestido y a sus pies a un «limpiabotas». Ambos están viviendo el mismo momento, pero no la misma verdad. Lo que le ocurre a Samuel es que confunde los momentos con las verdades considerando así que sólo hay una verdad para cada momento y no comprende que él tiene su verdad al igual que su hijo tiene la suya propia (ésto lo escribo sin querer defender ni de pasada el relativismo actual).
Volviendo nuevamente a ese hilo conductor que es la vida es destacable entonces el contraste entre Samuel y su hijo. Samuel es un hombre que ha vivido un esfuerzo constante a lo largo de los años (aquí entra el tiempo nuevamente) para alcanzar una cima mientras que su hijo ha optado por mantenerse en un valle al pie de esa montaña observando el pico de ésta «sin esfuerzo alguno». Samuel da a entender que la breve felicidad que puede dar la vida nace de un incalculable esfuerzo, al revés que su hijo el cual piensa que la vida es, de por sí, felicidad.
Sobre éste asunto daré mi opinión recordando el segundo párrafo de la Declaración de Independencia de los EE.UU., en ella se dice respecto a los derechos del hombre: «…de ciertos derechos inalienables; que entre éstos están la vida, la libertad y la búsqueda de la felicidad»…
La búsqueda de la felicidad…..no la obtención.
Un saludo.
Magnífico comentario Yago. Estoy muy de acuerdo contigo. ¿Pero dónde estáis los demás y vuestras opiniones? Yago da pie a réplicas varias así como vuestros propios comentarios.
Está al caer el próximo post pero me gustaría que antes os pronunciarais sobre esta primera parte. Hay mucho de lo que hablar. El libro es magnífico. Venga, perezosos :), animaos a escribir.
Es la primera vez que hago un comentario. Así que no sé muy bien por dónde empezar. Tal vez por decir que la aportación de Yago me ha dejado pensando un rato sobre el deseo de inmortalidad y la descendencia. Tal vez ese negación de vida finita siempre nos acompañe.
A mí hubo algo que me tocó…el desánimo y teñirse el pelo. » Me paseo despreocupadamente, cuando de repente, hábilmente oculto en el decorado, surege el desánimo y choca conmigo…..Y que hago para combatirlo? Me tiño». Cuántas caminos comarcales buscamos a lo largo de nuestras vidas para combatir el desánimo.
Saludos
Buena frase escogida en tu segundo párrafo como ejemplo de la técnica de Yasmina Reza, en ésta le da un sentido humano…personifica diríamos, a una sensación como es el desánimo para incluirlo en una escena muy común y que todos hemos vivido en alguna ocasión caminando por la calle. No hay nada más violento que chocar inesperadamente con otra persona. Y a ese momento tan descorazonador de Samuel con el desánimo la autora lo finaliza con una superficialidad: teñirse.
Y pienso que tu razonamiento…lo que busca la autora en definitiva en el lector…es muy acertado. Incluso esos caminos comarcales no sólo sirven para combatir, en ocasiones sólo buscamos huir del desánimo.
un saludo.
Un saludo a todos. Sobre el libro no quiero entrar, pues ya dije que no iba a poder leerlo, por lo que no me parece oportuno comentar sólo por oidas, sin siquiera tener presente el estilo ni la forma en que nos aborda la narración. Pero sobre lo que he leido en vuestros interesantes comentarios y en algunas de las ideas expuestas, creo que me es posible poder aportar algo (no sé si con algún sentido). 🙂
Sobre la felicidad, encontré hace tiempo la siguiente frase que creo puede ser interesante en este momento:
«Un hombre le dijo a Buda: «Yo quiero felicidad».
Él contestó: primero retira «Yo», ésto es el ego. Después remueve «quiero», porque es el deseo. Mira, ahora sólo tienes «felicidad».»
Por otra parte, por lo visto, y simplificando quizás excesivamente, el protagonista se encuentra sólo porque no encuentra en su hijo su reflejo, y en lo demás lo que justificaría su vida … no entiende pues que cada uno somos islas incomunicadas que no podemos relacionarnos ni entendernos profundamente. Sin embargo, podemos encontrar corrientes que nos permiten vibrar conjuntamente y ésto sí lo percibimos, aunque no seamos capaces de comprenderlo. Como el agua o la arena, cuanto más la retengamos y apretemos, más se nos escapa. Y más nos queda la sensación de impotencia y frustración, sin darnos cuenta que el camino correcto no es la posesión ni tener el corto alcance de miras que nos da nuestro sólo entendimiento, es dejarse llevar por las sensaciones: de lo correcto, de la alegria, de la superación, del sufrimiento compartido o no, de la contemplación, de la armonía y muchas más; y confiar en que nosotros sí somos capaces de reconocerlas y recorrerlas intuitivamente en la forma adecuada para que llenen nuestras vidas.
Espero que os sirva y que me excuséis el atrevimiento de opinar sin haber leido la novela. 🙂