Archivo | noviembre, 2013

Nuestro próximo libro: EL PALACIO AZUL DE LOS INGENIEROS BELGAS de FULGENCIO ARGÜELLES

27 Nov

el-palacio-azulNos venimos a España de la mano de un escritor no muy conocido pero que merece la pena con creces: el asturiano Fulgencio Argüelles (1955). Y lo hacemos con esta novela de hermosísimo título, ganadora del premio Café Gijón 2003.

Una novela soberbiamente escrita que transcurre en España entre los años 1927 y 1934 en la que se narra el aprendizaje vital de un joven, Nalo, que un día de septiembre de 1927 entra a trabajar en el palacio azul de los ingenieros belgas como aprendiz de jardinero.

Desde mañana jueves 28 podéis pasar a recoger vuestro ejemplar en la Biblioteca Forum.

No os olvidéis de devolver vuestro ejemplar de La cena. Gracias.

Nos encontraremos aquí en el plazo de más o menos una semana para comenzar la lectura.

¡Todavía estáis a tiempo de dejar vuestros últimos comentarios sobre La cena!

El desenlace

21 Nov

Llegamos, por fin, a los postres, y con ellos vuelve el meñique del maître. Un pequeño aparte para recordarnos que continúan en el restaurante. En la segunda parte ha habido numerosos flashbacks y demasiadas tensiones. Con uno de estos flashbacks ha terminado la segunda parte donde dejábamos a Serge seriamente herido por la agresión de Paul. Asombra que semejante hecho no haya dejado tocada la relación entre ambos, amén de las secuelas físicas y psicológicas de Serge, pero, increíblemente, no lo parece, ni se va a nombrar apenas el pasado suceso. En la cena se muestran cordiales. No lo entiendo. ¿Y vosotros? Pero en fin. Para mí la novela ha perdido fuelle, como ya he comentado, y ahora hay que salvarla como se pueda.

Paul, una vez que ya conocemos su verdadera naturaleza, parece que tiene que demostrarnos su violencia a cada momento, tanto en episodios de su pasado como en el restaurante. Es increíble que la paliza que le propina al director del colegio de Michel tampoco quede en nada. Nos la narra con todo detalle y crueldad y después no se nos cuenta el desenlace final, que, a mi entender, tendría que resolverse con una denuncia, expulsión del hijo e incluso juicio. Pero nada. Parece que el único objetivo del autor es narrarnos hechos en los que quede de manifiesto la violencia “genética” de Paul, como única razón de poder entender que su hijo, que claramente la ha heredado (como se nos muestra al final de la novela en que Paul descubre que Claire, embarazada de Michel, decidió hacerse la prueba de la amniocentesis y dio positivo), sea capaz de matar a seres indefensos. Porque Michel no sólo mata, y se ríe mientras y después de hacerlo, a una indigente (por cierto, ninguno de los personajes, ni el sensato Serge, se pone en la piel de esta pobre mujer y su sufrimiento final. No, sólo se ponen en la piel de sus hijos) sino que el autor nos da a entender que también se cargan a Beau, que desaparece para siempre después de la fatídica cena.

En vuestros comentarios todos habéis hecho hincapié en lo terrible del hecho, en qué hacer ante una situación de ese calibre (sobre todo los que sois padres) y en criticar que el autor no ahonde en las causas de un hecho semejante: la educación permisiva, el no inculcar el sentido de la responsabilidad a los hijos, la sociedad violenta en la que vivimos y muchos más motivos que el autor no analiza pues todo se reduce a la genética. Los deja caer pero no se mete después en ese problema tan serio y actual para darnos respuestas. Pero es que además, al final, descubrimos que Claire es la peor de todos y ella no está “disculpada” por ninguna enfermedad genética. Le encanta que su marido haya dejado la medicación pues es ese el Paul que ama: ese es el Paul que yo amaba… El que amo. Ése es el Paul que amo más que a nada o a nadie en este mundo.  Ella sabe desde el primer día lo que han hecho Michel y Rick, encubre al hijo y planifica todo el final, cueste lo que cueste y caiga quien caiga, con el único objetivo de salvar a su hijito del alma.  Así que planea con su hijo la “desaparición” de Beau para que no los delate y, por último, agrede muy gravemente a su cuñado para que no hable tampoco. En fin. Me cuesta comentar esta última parte porque para mí la novela se ha torcido irremediablemente después de un casi brillante principio que anunciaba otro desarrollo y desenlace. En un intento de salvar la novela, he pensado que quizás el propósito del autor podría ser que fuera el lector el que sacara conclusiones de los hechos. Pero, entonces, no incluiría la enfermedad genética como “pretexto”. Y yo creo que, tratando el tema que trata, la novela pide un análisis más profundo de los acontecimientos.

Cuando por fin hablan sobre lo que van a hacer, Serge se muestra como el más sensato y decente de todos. Está dispuesto a renunciar a su candidatura y decir la verdad a la policía. ¡Qué Serge tan diferente del que Paul nos ha querido hacer ver! Babette prefiere callar porque desea por encima de todo que su marido sea el nuevo Presidente de Holanda y confía en que Paul y Claire arreglen las cosas. ¡Y cómo las arreglan! Ya lo he comentado. Serge, gravemente herido, finalmente calla, no denuncia a un familiar ya que estropearía aún más las cosas, se presenta a las elecciones y las pierde. No se nos explican las razones de su proceder que, finalmente, es como el de los demás, cobarde. Cuesta entender también que este Serge que conoce la violencia de su hermano en sus propias carnes pueda confiar en que, ante un hecho tan grave y violento, la “familia” esté unida y busque una solución valiente y sincera.

La novela termina con la familia feliz más unida que nunca y que ha logrado salvar, por lo pronto pues todo queda abierto, su mundo: Claire y yo. Claire, Michel y yo. Compartíamos algo. Son muy significativas las palabras con las que termina la novela: Te quiero, papá. Por fin Paul ha conseguido tener a su hijo como Claire lo ha tenido siempre. Algunos habéis apuntado en vuestros comentarios que Paul envidia la relación que su mujer mantiene con su hijo y que él no logra a pesar de que lo intenta.

A mi entender, y a modo de conclusión, creo que Koch ha escrito una novela efectista para mantenernos la atención en todo momento, cosa que logra, pues su prosa es, esto no hay que negarlo, fluida e inteligente. A pesar de lo fallido, leemos el libro fácilmente y con interés, queremos saber qué está pasando y cómo se va a solucionar, ponemos muchas expectativas en la novela y, al final, éstas se ven defraudadas. Es mi opinión. Es el momento de que plasméis la vuestra sobre esta tercera parte y sobre la novela en general ahora que ya la hemos terminado.

Plazos

Dedicaremos una semana a estos comentarios. Venga, chicos, ánimo, que hay mucho que comentar. Puede haber, incluso, polémica, pues no tenéis que tener la misma opinión que yo.

Doris Lessing: un texto y una entrevista para recordarla después de su fallecimiento

19 Nov

DE NUEVO EL AMOR

(FRAGMENTO)

» En algún momento de la edad adulta, la mayoría de la gente cae en la cuenta de que un siglo no es más que el doble de sus años. A partir de este pensamiento, toda la historia se precipita junta y a partir de este momento viven ya dentro de la historia del tiempo, en vez de mirarla desde fuera, como observadores. Sólo hace diez o doce veces su vida, Shakespeare estaba vivo. La Revolución francesa fue el otro día. Hace cien años, no mucho más, fue la Guerra Civil norteamericana. Antes parecía como algo de otra época, casi de otra dimensión del tiempo o del espacio. Pero una vez has dicho: Cien años es dos veces mi edad, te sientes como si hubieras estado en aquellos campos de batalla, o curando a aquellos soldados. Con Walt Whitman, quizás.
En primer lugar estaba el hecho de que ella estaba enamorada. Todo el mundo parece estar de acuerdo en que estar enamorada es una condición poco importante, o incluso cómica. No obstante, hay pocos estados más dolorosos para el cuerpo, el corazón y –peor aún– la mente, pues es la mente la que observa cómo la persona que se supone que la rige se comporta de una manera loca e incluso vergonzosa. La realidad es –pensó ella, mientras se negaba a permitir que sus ojos se vieran arrastrados hacia Bill y se quedaba sentada y hablando con Stephen, feliz por tener esta distracción– que hay un espacio de la vida demasiado terrible como para que lo reconozcamos. Porque las personas se enamoran con frecuencia y no se enamoran en condiciones de igualdad, ni tan siquiera al mismo tiempo. Se enamoran de gente que no está enamorada de ellas como si existiera una ley al respecto, y esto lleva a que… si el estado en que se encontraba ella no se viera seguido de cerca por un inocuo “enamorarse”, entonces sus síntomas habrían sido los de una auténtica enfermedad.
A partir de esta idea o espacio central salían distintos senderos y uno de ellos era el hecho de que el destino de todos nosotros, envejecer, o incluso hacernos mayores, es tan cruel, que mientras gastamos todas y cada una de nuestras energías en intentar despistarlo o posponerlo, en realidad raramente conseguimos que su constatación no nos hiera aguda y fríamente: de ser esto –y miró a su alrededor a la gente joven– uno pasa a ser aquello, una cáscara sin color, sobre todo sin lustre, sin brillo. Y yo, Sarah Durham, sentada aquí esta noche rodeada principalmente de jóvenes (o gente que me parece joven), me encuentro exactamente en la misma situación que la innumerable masa de gente que es fea, deforme o lisiada, o que padece terribles problemas de piel. O le falta aquello tan misterioso que se denomina «atractivo sexual».
«

Podéis leer también una entrevista a la autora británica, realizada poco tiempo después de que le concedieran el Premio Nobel de Literatura.

Los hechos

14 Nov

Comenzamos el segundo plato, en el que, por fin, se abandonan las idas y venidas del maître y las camareras y los temas intranscendentes para entrar de lleno en el problema que les ha reunido en el restaurante. Los acontecimientos se suceden aclarándonos paulatinamente qué es lo que está pasando en estas dos familias. Lo primero que descubrimos es qué es lo que ha visto Paul en el móvil de Michel antes de ir a cenar. Un vídeo en el que Michel y su primo Rick insultan y agreden a un mendigo: hubiera querido quedarme allí sentado hasta la mañana siguiente, hasta ser descubierto por el personal de la limpieza dice un Paul conmocionado ante las imágenes pero sin capacidad de reacción (como más tarde seguiremos comprobando). Es como si no conociera a su hijo: era un tono que jamás le había oído antes, y noté cómo se me erizaba el vello de la nuca.

Pero los problemas no terminan ahí, más bien acaban de empezar. En el capítulo 21 (clave) Paul nos narra un hecho espeluznante en el que los protagonistas son su hijo y su sobrino (curiosamente, en dicha narración, no les pone  nombres, como si pudiera alejar de él algo tan terrible y cuyas consecuencias pueden ser fatales para sus vidas): ambos han quemado viva a una indigente que dormía en un cajero automático después de agredirla y vejarla mientras se ríen de su hazaña (Koch se basa en hecho reales: en Barcelona, en 2005, tres “niños bien”, entre 16 y 18 años, hicieron lo mismo que han hecho Michel y Rick).

Por el vídeo del mendigo sabemos que no es la primera vez que lo hacen. Posiblemente se diviertan de esa manera y lo hayan hecho ya muchas veces, pero nunca con tan trágicos resultados. El asesinato ha sido grabado por las cámaras de seguridad del banco y ha salido en la televisión. Esto también lo sabe el padre que reconoce a su hijo en la televisión a pesar de que las imágenes son borrosas. Claire y Paul han visto juntos este vídeo pero aunque en la mirada que ambos se cruzan saben que es su hijo no lo hablan entre ellos. Paul tendrá una conversación con Michel después pero intentará pensar que la madre no sabe nada, cuando en su fuero interno sabe que lo sabe: miré a Claire. Si ella volvía la cabeza y me miraba, probablemente significaría que había visto lo mismo que yo. Y en ese momento Claire volvió la cabeza y me miró. Contuve el aliento, mejor dicho, tomé aliento para decir algo. Algo -no sabía exactamente qué palabras utilizaría- que cambiaría nuestras vidas. Pero Paul no dice nada y Claire le ofrece más vino como respuesta. Evidentemente, no quieren que sus vidas cambien. Vaya, vaya con el matrimonio feliz que no se oculta nada. Algo más adelante sabremos que Claire lo sabe todo desde el principio, desde aquella fatídica noche. Michel es su  niñito y ella su mamá. No tienen secretos.

Al principio, Paul se muestra espantado, asustado, sin capacidad de reacción: el corazón desbocado, los labios y la boca resecos, la sensación de que me habían clavado un carámbano en la nuca, su extremo asomando por la última vértebra cervical, en el hueco donde no hay hueso ni cartílago, donde empieza el cráneo. Pero su decisión va a ser callar. Ni siquiera lo habla con su mujer. Es un cobarde que ni se atreve a enfrentarse con su hijo, no quiere que su “mundo feliz” se venga abajo. Así que en vez de buscar una solución, enfrentar los hechos con valor o cantarle las cuarenta a su hijo en una conversación posterior que mantienen ambos (tendría que decirle algo a mi hijo. Pero ¿qué?), opta por no decirle nada ni pedirle explicaciones: hice lo que en mi opinión era lo correcto como padre: me puse en su lugar (¡¡ !!) / ¿Sabes qué será lo mejor? De momento lo dejaremos estar. Mientras no pase nada, no haremos nada.

Además, para complicar más las cosas, Beau, el hermano adoptivo de Rick, que iba con ellos pero que se había marchado antes de que comenzaran a agredir a la mendiga, les ha quitado los vídeos (también grabaron el de la mendiga del cajero) y ha colgado un fragmento en Youtube. En ese vídeo se ve mejor la actitud de los chicos, riéndose y, sobre todo, volviendo al lugar de los hechos (ya que habían huido cuando empieza el fuego) para contemplar sádicamente el desenlace. Beau les amenaza con colgar más vídeos pidiéndoles 3000 euros a cambio de no hacerlo.  En fin, el lío está montado, y de qué manera.

Serge y Babette apenas aparecen en esta parte así que no sabemos qué es lo qué piensan y qué es lo que saben. Algo sí, por supuesto, pero tendremos que esperar a la tercera parte para averiguarlo.

Pero todavía hay más. Después de todo esto, vamos, por fin, a saber quién es el verdadero Paul. Un hombre violento debido a una enfermedad genética que se puede heredar. Bueno, aquí tengo que parar para decir que el autor me ha decepcionado totalmente con un recurso tan fácil y tan tramposo. Plantea un tema tan importante como la esencia del mal y lo arregla con una enfermedad genética. Koch desperdicia una ocasión única para analizar profunda y verazmente un tema espinoso y con gran trasfondo. Se escapa por el primer desvío que encuentra. ¡Con lo que prometía la primera parte! No sé qué pensaréis vosotros. El tema daba mucho de sí y la primera parte en la que se nos muestra la sociedad de la opulencia parecía que iba bien encaminada, pero que todo se reduzca a una enfermedad genética no diagnosticada… Eso sí, el autor ahora que ha puesto las cartas sobre la mesa no escatima en mostrarnos esa conducta violenta de Paul, que ya asomaba en sus comentarios sobre las vacaciones en Francia, con el vendedor de bicicletas y con su propio hermano.

Bueno, todavía nos queda la tercera y última parte para ver cómo acaba el autor todo este, a mi entender, desaguisado. Está pendiente la conversación entre los dos matrimonios y las decisiones que van a tomar.

Hay mucho que comentar en esta segunda parte así que es hora de vuestros comentarios.

Plazos

A la vez que comentamos, leeremos la tercera y última parte (Postres; Digestivos; Propina) desde la página 211 hasta el final a lo largo de una semana.

Tenemos que hablar de nuestros hijos

6 Nov

Aquí estamos de nuevo después de haber degustado el aperitivo y los entrantes, a cual más sofisticado y más exiguo. 90 páginas en las que se nos sugiere que algo grave está pasando pero de lo que, increíblemente, no se habla. Sólo, al final del capítulo 15 se pronuncia la frase con la que titulo el post. Tendremos que esperar a la lectura de la segunda parte para entrar en materia. Mientras, Paul, nos va presentando a los demás personajes.

Nos cae bien este Paul aunque nos parezca también un poquito prepotente: irónico, crítico con la sociedad de la opulencia, casado felizmente después de veinte años… No le apetece ir a esa cena que ha organizado Serge, su hermano, el político triunfador, con un motivo que Paul quiere darnos a entender que no conoce. Parece que el tema no va con él. ¿Qué querrá el imbécil de su hermano? No nombra esta palabra pero todo lo que dice de él es negativo, se ve que no le cae muy bien (parece que desde niño), más bien le cae muy mal. Serge, que va de humilde y  normal pero que les lleva a cenar a un restaurante exclusivo donde todo el mundo está pendiente de ellos ya que Serge está a punto de ganar las elecciones que le convertirán en presidente del gobierno de Holanda. Serge que es amante, y un gran entendedor, del buen vino, cuando antes sólo bebía coca-cola. Serge que adopta un niño africano para dar la imagen de solidario… Todo esto, claro, y mucho más, está visto desde los ojos de Paul. Por el contrario, él, es un tipo normal de verdad que odia esos blufs de restaurantes tan a la moda y tan caros, que es un hombre feliz, que ama, admira y se entiende con su mujer a la perfección, que tiene un solo hijo, Michel.

Parémonos aquí, porque sí que hay un problema con Michel. En el segundo y, sobre todo, tercer capítulo se nos narra que algo no va bien con el chico. Claire parece que no sabe nada, sólo lo ve raro, pero Paul sabe algo que puede hacer peligrar su maravillosa felicidad aunque no lo desvela en ningún momento (ni a nosotros lectores ni a su mujer). Únicamente, sabemos que Paul ha descubierto algo sobre su hijo y va a comprobarlo en su móvil, antes de ir a cenar, donde visiona unos vídeos: miré y noté que la cabeza se me enfriaba despacio […]  un frío que producía dolor, un dolor interno. Pero, nada más (por ahora, claro). Koch nos deja en suspense para volver al restaurante donde todo el discurso de Paul se centra en la crítica a su hermano y al local de moda.

Ya en el primer capítulo, para comparar su familia feliz con la supuestamente desdichada de su hermano, Paul nombra la primera frase de Ana Karenina (suponemos que un homenaje de Koch a la gran obra de Tolstoi): todas las familias felices se parecen entre sí, pero cada familia desdichada ofrece un carácter peculiar. Después de esto, no ahorrará numerosas comparaciones entre ambos matrimonios, en las que el suyo siempre sale bien parado. Tampoco ahorra críticas, con un sentido del humor lindante con la mordacidad, sobre la comida, el meñique del maître a un escaso centímetro de la comida señalándoles los ingredientes de cada plato, las camareras con sus austeros uniformes, la escasez de las raciones y sus exorbitantes precios, los nombres rimbombantes de los platos… Así transcurren varios capítulos narrados con una prosa inteligente y ágil que nos atrapa, nos hace sonreír a la vez que mantenemos la atención mientras avanzamos con avidez para averiguar cuando saltará el misterio a la mesa. Pero no será en esta parte.

Babette, la mujer de Serge, parece que le cae mejor a Paul, que hay una cierta confianza entre ellos, la considera una mujer lista y sugiere que podría estar con el tonto de su hermano para disfrutar de las mieles del poder que se acerca a sus vidas. Ésta llega con los ojos llorosos pero tampoco sabremos, por ahora, a qué se debe ese reciente llanto, sólo que Babette no se lo quiere ocultar.

La conversación transcurre, interrumpida continuamente por los camareros y el maître, por los lugares comunes: vacaciones, gimnasios, las últimas películas vistas… todos temas intranscendentes, excepto alguna alusión al racismo y a la homosexualidad. Por cierto, ¿qué opináis del punto de vista de Paul y Claire sobre el racismo: camuflar e ignorar el racismo contribuía más a empeorar el mal que a remediarlo? Paul alude a la película Adivina quién viene esta noche afirmando: si os ponéis un traje tan elegante como el de Sidney y os comportáis como el yerno ideal, nosotros los blancos os recibiremos con los brazos abiertos. También a través de la anécdota de la señora a la que sus vecinos gays le cuidan los gatos se critica este mismo punto de vista.

Mención aparte son los capítulos dedicados a las vacaciones de Serge y Babette en su casa de la Dordoña en Francia. En ellos Paul se ceba con la actitud de los holandeses que van a veranear a Francia porque la idolatran mientras los franceses los odian y ellos parecen no darse cuenta. No escatima críticas al proceder de sus compatriotas: los holandeses se cagan en los pantalones ante la primera amenaza violenta. Pero lo importante de estos capítulos es que comienza a aflorar en los comentarios de Paul una actitud violenta que hasta ese momento no había pasado de mordacidad. ¿No os ha llamado la atención? Hacer salir a algún necio holandés de su casa so pretexto de presentarle a un viticultor francés barato y luego darle una paliza en un campo de maíz; no me refiero a unos cuantos guantazos, sino a algo más contundente, con bates de béisbol y mayales. O si veían a algún holandés solo […] podían dar un volantazo al coche. Incluso hace alusión a las violentas películas Perros de pajaDeliverance. ¿Qué está pasando con Paul? Bien, lo descubriremos pronto…

Plazos

Es hora de vuestros comentarios a los que dedicaremos una semana a la vez que continuaremos con nuestra lectura que se centrará en el segundo plato (Págs. 93-208). ¿En qué consistirá este segundo plato…?