Hay cosas que sólo se pueden entender a cierta edad y no antes

2 Oct

Ésta es una abuela especial hablándole a una nieta especial. La niña que escoge un perro herido y feo en vez del más bonito o la que representa una “ceremonia de reencarnación”, ante sus compañeros y la profesora, hablando incluso en otra lengua o la que se hace grandes preguntas (pienso si el cielo se acaba o sigue para siempre) o tiene miedos propios de una persona mayor: lo que te asustaba no era el hombre del saco, ni las brujas, ni los lobos malos, sino el repentino temor de que en cualquier momento el universo de las cosas se viera atravesado por una deflagración. La abuela, una mujer muy generosa y comprensiva, que ama su jardín como si fuera una persona (fui a saludar al nogal y al cerezo), que le habla a una rosa y ésta le contesta (escríbele una carta, un pequeño diario de tus jornadas que le siga haciendo compañía), que prefiere morir cayendo de bruces entre los calabacines de su huerto antes que vivir un año más clavada en una cama, en una habitación de paredes blancas, que comprende y se pone en la piel de su nieta ya adolescente, que se queda sola en el final de su vida y no le importa, que ha sufrido mucho pero ha aprendido y se ha reinventado…

La primera carta que Olga le escribe a su nieta tiene fecha del 16 de noviembre de 1992. La anciana ha estado gravemente enferma y le queda poco tiempo de vida, no quiere decírselo a su nieta que está en América pero, ante el temor de que cuando la joven vuelva, ella ya no esté para abrir la puerta y abrazarte, decide comenzar a escribirle una serie de cartas tan sólo para charlar un poco con esa intimidad que antaño nos unía y que hemos perdido durante los últimos años. Cartas que la joven leerá a su vuelta ya sin su presencia.  Olga, cuando ya era casi una anciana, se encontró con la tarea de hacer de madre de la niña.  Comenta la infancia y la vejez se parecen, por eso se entienden bien mientras la nieta es una niña, pero, al crecer, en algún momento algo se rompió. La adolescente se rodea de una coraza y cuanto más grande y profunda es la herida, más fuerte es la coraza. Y es que hay muchas verdades por confesar, acontecimientos muy importantes que la abuela ha ocultado a su nieta, como tu madre, la  manera que tuvo de concebirte, su muerte. Y Olga quiere hablar, hablar a la niña que fue su nieta (mientras fuiste una niña, juntas éramos felices) y decirle todo lo que no le ha dicho para que la joven comprenda, asimile su pasado y pueda madurar convenientemente.

Las cartas se suceden y la abuela va desgranando, como si estuviera hablando con su nieta cara a cara (pero no), sabias reflexiones sobre la vejez, la infancia, la adolescencia,… así como recuerdos de su vida en común que se le agolpan con el desorden propio de la memoria. La niña se ha convertido en una adolescente llena de cinismo, soledad, obsesiva concentración en tu destino infeliz. Olga siente que debe hablarle con la serenidad que le da la distancia en una conversación unidireccional, sin respuestas. Asimismo, la abuela comienza a ajustar cuentas con su proceder en el pasado: sus culpas sobre la educación que le da a su hija, su silencio egoísta pues cree poder cubrir con su inmenso amor a su nieta el hueco dejado por la madre.

En esta novela hay poca acción y mucha reflexión y recuerdos. Olga, la protagonista, ya al final de su vida, se recoge en sí misma dando rienda suelta a sus pensamientos, busca la paz a través de la verdad que cuenta a su nieta, intenta dejarle un legado fruto de su transcurrir por la vida, con sus errores y con sus aciertos. Hay un halo de espiritualidad oriental en el relato. No olvidemos que en los años noventa en el mundo occidental, una vez muertas, o dormidas, las utopías de querer cambiar la sociedad, de hacerla más justa, hubo una corriente de búsqueda de respuestas en el mundo oriental, en sus religiones, prácticas y espiritualidad tan diferente a la nuestra: la reencarnación, el karma, el budismo… Esto se refleja en el libro. Actualmente, quizás, esto ya no está tan presente y nos puede llamar la atención. Asimismo, la autora trata también el tema del destino y el azar. ¿Qué opináis sobre esto? ¿Es el destino o el azar el que rige nuestros actos?

En la tercera carta, la del 20 de noviembre, la abuela echa la vista atrás e intenta poner orden en sus recuerdos. Habla de la vida de su madre y de su propia infancia. Una relación conflictiva donde su madre y su padre no tuvieron con ella ninguna muestra de cariño. El matrimonio de sus padres no fue por amor. Mi madre murió insatisfecha y resentida, sin que jamás la rozase siquiera la duda de que por lo menos alguna culpa le correspondía a ella. Olga era muy diferente a su madre y ya a los siete años, una vez superada la dependencia de la primera infancia, empecé a no soportarla. Olga, que no es feliz, se convierte en una niña solitaria y fantasiosa. De esta desazón pronto nació en mi interior una gran soledad, una soledad que con el paso de los años se volvió enorme, una especie de vacío en le que me movía con los gestos lentos y torpes de un buzo. La soledad también nacía de las preguntas, de preguntas que me planteaba y a las que no sabía dar respuestasOlga madura muy pronto henchida de preguntas, cada vez mayores y más graves. Hay una crítica muy grande en sus palabras al mundo en el que creció. Más tarde comenzará a comprender a su madre que tampoco tuvo una vida fácil. Habitualmente la desdicha sigue la línea femenina. Al igual que ciertas anomalías genéticas, va pasando de madre a hija. De nuevo crítica, podríamos decir feminista, a la desigualdad reinante entre hombres y mujeres. Y en la familia de Olga esto se cumplirá con creces: su madre, ella, su hija, su nieta.  Como mujer que era, no consigue ir a la universidad a pesar de que lo desea con todas sus fuerzas. Su padre se lo prohíbe. Ella no lucha por su deseo. Ya adulta detrás de mi rutina cotidiana de mujer burguesa, había en realidad un movimiento constante que estaba hecho de pequeñas ascensiones, de desgarramientos, de oscuridades repentinas y de abismos profundísimos. A lo largo de mi vida la desesperación me ha embargado con frecuencia. Y Olga siente la sensación de que siempre está quieta. Todo cambia menos ella. Tendrá que morir su hija de una manera trágica a la edad de treinta y tres años para que Olga empiece a reaccionar. Y como consecuencia de esta muerte, la anciana se tope con una nueva oportunidad que le brinda la vida al poner en sus manos la educación de una niña, su nieta.

El lenguaje con el que narra la autora es hermoso (valgan los ejemplos que transcribo en estos comentarios), intimista, poético, plagado de símiles que van desde los objetos más cotidianos a la esplendorosa naturaleza.

Por fin la abuela habla de esa hija, Ilaria, con la que tuvo una relación difícil. Olga deja a su hija en libertad para no repetir los errores de su madre para con ella. Detrás de la máscara de la libertad se esconde frecuentemente la dejadez, el deseo de no implicarse. / El amor no conviene a los perezosos, existir en plenitud exige gestos fuertes y precisos. Yo había disfrazado mi cobardía y mi indolencia con los nobles ropajes de la libertad. Fuerte autocrítica de la anciana que con el tiempo ha sabido ver sus errores. Os cedo a vosotros un análisis más exhaustivo de esta relación madre-hija.  Casi al final de esta primera parte Olga confiesa: tenía una hija y la he perdido. Murió estrellándose con su coche: ese mismo día yo le había revelado que ese padre que, según ella, tanto daño le había causado, no era su verdadero padre.

Plazos

A lo largo de una semana comentaremos esta primera parte. Es hora de que vosotros opinéis. A la vez, leeremos la segunda parte a partir de la carta del 30 de noviembre (Pág. 86) hasta el final de la novela.

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9 respuestas hasta “Hay cosas que sólo se pueden entender a cierta edad y no antes”

  1. Violeta 3 de octubre de 2013 a 12:24 #

    Interesante pregunta ¿destino o azar rige nuestras vidas? Para un creyente todo está escrito, yo como agnóstica considero que uno mismo puede ir construyendo su futuro, su destino, ¿cómo? con su esfuerzo, acciones, decisiones que va tomando a lo largo de la vida (naturalmente también hay que tener en cuenta la influencia de la genética y del entorno)
    algo

  2. Violeta 3 de octubre de 2013 a 14:44 #

    Para mí, el azar sería lo que sucede sin que nada ni nadie lo haya determinado, no sabemos por qué ocurre, simplemente sucede

  3. Violeta 3 de octubre de 2013 a 14:49 #

    Perdón, las respuestas anteriores eran a las dos preguntas que hiciste en el post. Respecto a la que te refieres creo que el tiempo, la distancia, las perspectivas nos van cambiando constantemente, hoy no eres la de hace una semana, por supuesto la de hace 15 o 20 años. Es como cuando lees un libro por segunda vez, o ves una peli de nuevo, aprendes aspectos nuevos que no habías visto en la primera lectura o en el visionado de la película

  4. paola 6 de octubre de 2013 a 3:59 #

    Me parecio muy buena esa parte del libro, la autora escribe muy bien. La abuela se expresa de una manera agradable, directa. Es primera vez que entro a este blog y me gusto demasiado. Esperare que saquen otro libro, ya que estan muy adelantados con este, para comprarlo, leerlo y comentarlo con ustedes.

  5. Ciberclub de lectura 7 de octubre de 2013 a 17:31 #

    Buenas definiciones del azar y del destino, Violeta, sobre todo la siguiente: para mí, el azar sería lo que sucede sin que nada ni nadie lo haya determinado, no sabemos por qué ocurre, simplemente sucede. Y los que no creemos en el destino, creemos en el azar aunque, a veces, tu actitud abierta y receptiva ante la vida favorece determinados hechos, lo cual no es para nada el destino. El destino es para aquellos que creen en alguien que dirige nuestra vida y decide por nosotros. Eso del todo está escrito ya.
    ¿Y los demás qué opináis? ¿Destino o azar?

  6. Ciberclub de lectura 7 de octubre de 2013 a 17:35 #

    Bienvenida, Paola. Gracias por tu comentario y tus elogios. ¿Por qué no te haces miembro del club? Puedes suscribirte y comenzar con nosotros el próximo libro. ¡Anímate!

  7. fjbarral 7 de octubre de 2013 a 23:17 #

    Para mí, como apunta Violeta, azar es lo que ocurre sin que sepamos cómo … sin que sepamos la causa, pero eso no significa que no la tenga. Si alguién tira algo por la ventana (pongamos una pequeña pelota de goma, para no hacer daño), al que le cae encima en la calle mira puede pensar que ha sido el azar, podría habernos dado o no, pero en todo caso existe un encadenamiento de causas para que haya ocurrido lo que nos haya pasado. El destino sería, que hagamos lo que hagamos nos va a caer encima, y como eso no nos ocurre a menudo pues parece que ésto no funciona así … a menos que llamemos destino a lo que nos pasa, en cuyo caso ambos conceptos de acercan peligrosamente.
    Así que para mi, ni destino ni azar, ni todo está tan libre ni tan cerrado como pudiera pensarse. En un curso, me informarón que al tener hijos se producen sustancias que nos hacen tener más paciencia de la habitual, y que los adolescente con el despertar sexual y la producción de hormonas y otras sustancias, se ven abocados a discutir con sus padres y hacer lo que más les disguste, para poder romper los lazos afectivos con ellos y ser independiente (y ellos también sufren), más tarde si no se han producido rupturas más importantes pueden relacionarse sin maoyores problemas con sus padres. Dos gemelos, uno cariñoso y otro arisco, propiciaran diferentes comportamientos que podrán convertirse en costumbre, así más adelante, haciendo lo mismo (romper un jarrón, por ejemplo), no provocarán la misma reacción. Así pues, estamos determinados pero disponemos de libertad, dependiendo del momento más o menos de cada una.
    en una novela corta de León Arsenal («La noche roja»), aparecía un personaje que era capaz de conocer el futuro, podía conocer la serie de encaenamientos que producían esos efectos, de forma que si quería matar a algien le bastaba con dar un empujón a la persona adecuada en el momento preciso para saber que cuando después de cierto tiempo llegara a un bar se pelearía con cierta persona sentada al lado de la ventana, que resultaría muerta, su técnico era muy límpia y para evitarlo, el policía llevaba un aparato que le permitía adoptar decisiones aleatorias para evitar esos atentados del criminal que perseguía, sin embargo, aún así lo mataron. ¿Era destino o azar?
    Y para terminar, una definición etimológica de azar: «La palabra azar viene del árabe الزهر (az-zahr) que significaba primero "flor" y luego se empleó para la marca que daba la suerte en la taba, que era el (hueso) astrágalo de un mamífero mediano, como una oveja o una cabra. En la taba, antecesor del dado cuadrado, se marcaba con una pequeña flor uno de sus lados, que era el que daba la suerte. En el juego que en árabe y otras lenguas de Oriente se llamó نرد (nard), en español tablas reales, en francés tric-trac y en inglés backgammon, el dado se llama زهرة النرد (zahrat an-nard), literalmente "la flor de las tablas reales". El uso de الزهر (az-zahr) con el significado de dado hizo que en castellano se introdujera el arabismo azar con el significado del latín aleatorio.» (http://http://etimologias.dechile.net/?azar).

  8. fjbarral 8 de octubre de 2013 a 13:52 #

    Un saludo a tod@s,
    En cuanto a nuestra determinación genética, ésta puede ser la más fuerte y que actúa no sólo de forma directa, ya que no sólo comprende el hecho de tener los ojos azules o marrones (lo que en principio no interfiere en nuestra forma de ver) sino que también nos condiciona ciertos comportamientos, actitudes y capacidades de entender nuestro entorno, que aún con pequeñas diferencias son fundamentales, y establecen nuestro comportamiento y el que provocamos a nuestro alrededor, lo que luego nos repercute formando una especie de circulo que nos va definiendo. Sólo podemos entender el mundo en base a nuestra propia experiencia, de ahí nuestro principal problema para comunicarnos. Cuando hablamos sobre algo, aunque lo nombremos igual, puede ser completamente diferente para cada uno de nosotros. Y si ya es difícil el entendimiento entre personas similares (o que por su edad ya han aprendido a comportarse básicamente sobre unos estándares comunes), esto se agudiza cuando hablamos de la relación entre formas diferentes como la infancia-adolescencia-madurez-vejez, entendiendo además que en cada rango existe también gradientes y existen grandes condicionantes como nuestra propia historia personal, nivel cultural, empatía y capacidades afectivas.
    Los límites de nuestra percepción a diferentes edades cambia, independientemente de la madurez, así un niño por muy maduro que sea solo entenderá el mundo como un niño, mientras que un adulto por inmaduro que sea no será un niño o, en situación normal, no podrá entenderlo ya completamente aunque le pueda quedar el recuerdo de ciertas impresiones o formas de comportamiento (éstos ya no pueden ser vividos plenamente) … han cambiado las condiciones.
    Un caso típico es el del adolescente que ensucia y molesta (hablamos de un comportamiento que pueda considerarse normal, no de casos extremos), la madre/padre le amonesta y puede llegar a percibir su actitud como una desconsideración y una afrenta por la necesidad de recoger lo que ha dejado tirado … pero es que el adolescente, ve seguramente como una afrenta también el que no lo dejen ser como es ya que no aprecia del mismo modo las necesidades. La única, solución en este caso es social: el adolescente tiene con contribuir no ensuciando o recogiendo (lo entienda o no), mientras que los adultos tienen que respetar sus sentimientos y no ir más allá de lo necesario (lo entiendan o no).
    En todo este proceso se desarrolla a mi entender el contenido del libro, la imposibilidad de una comprensión interpersonal como se desearía o, en algunos casos, se necesitaría.
    Olga, reconoce sus problemas en su niñez y como suele ser habitual lo traslada sin darse cuenta a su hija y cree que también a su nieta. Apunta, en el análisis que hace que muchas veces debió ignorar lo que consideró respeto hacia la otra persona, ya que al dejarla le hizo más daño. Se aprecia pues un difícil equilibrio entre lo que se es y lo que se debiera ser (el individuo y la sociedad, entendida a partir ya de dos individuos), y en este terreno complejo no pueden funcionar nuestro conocimiento sino nuestras impresiones y formas intuitivas que hemos ido desarrollando durante nuestra vida. Hay que entender que las personas no somos perfectas, ni tenemos que tender a la perfección total o idealizada, sino a la perfección como seres imperfectas.
    Nuestra capacidad para pensar nos hace focalizar excesivamente en nosotros mismos la importancia que tenemos en nuestro mundo, creyéndonos en la cúspide, cuando somos un elemento más. No estamos preparados para entender muchas cosas ni nunca lo estaremos porque escapan al raciocinio aunque podremos atisbar impresiones de otras formas de conocimiento e incluso usarlas, aunque quedarán muchas que no percibiremos. El saber de nuestras limitaciones nos puede hacer más comprensivo con las de los demás siempre que sean sinceras.

  9. fjbarral 8 de octubre de 2013 a 14:40 #

    Ya se ha dicho que el relato articulado por las cartas escritas, en un lenguaje que de alguna forma nos arropa, que es en cierta medida poético, sincero en lo que es posible serlo, todo contribuye a la sensación de confidencia de introducirnos en una conversación que no es nuestra pero que nos hace participar por lo que tiene de común lo que se dice, dentro de nosotros mismos.
    El tono es el una confesión, el de querer explicar y evitar malentendidos, el de decir y dejar sin contestación para que el otro lo recoja, el explicar una parte y dejarlo ahí para evitar confrontaciones de opiniones, interpretaciones o sensaciones, que lógicamente aparecerían con otras posible versión o punto de vista. Pero el libro no pretende eso, ni tan siquiera creo que pretenda tener razón en lo que cuanta, sino que pretende exponer una opinión sincera, de explicar cómo se ha vivido, de los motivos, de los objetivos, de las intenciones … aunque no hayan resultado.
    De esta forma, al haber sólo un interlocutor nos evita tomar partido, podremos estar más o menos de acuerdo, pero creo que no enfrentamos las opiniones y los hechos, sobre todo porque los presuponemos sinceros, con buena intención. El relato, creo, pretende exponer no dar soluciones.
    Todo esto crea una atmósfera entrañable de complicidad que nos hace introducirnos en la historia, recogiendo inevitablemente el papel de la nieta a la que van dirigidas las cartas, y entonces sus palabras nos evocan recuerdos de nuestras propias familias y lo vivido. Aunque a medida que vamos teniendo más edad ya esa identificación ya no se va haciendo tan firme y quedamos como un observador que acompaña a la abuela. Yo creo que el libro se vive mejor desde esta última perspectiva, en la madurez sin llegar a la vejez, cuando somos algo cómplices de la abuela, y nos evoca recuerdos de nuestra niñez y adolescencia, entonces jugamos a tres bandas.
    También me ha llamado la atención que aborde el tema de la muerte. La enfermedad de la abuela, la lleva a la necesidad de escribirle cartas a su nieta para que sepa cuando regrese, si ella ya no estuviera. Esto para mí, es una metáfora de la vida, nos encontramos a personas que nos pueden dar tanto y que sin embargo, de forma consciente o inconsciente, no podemos aprovechar y disfrutar su compañía. No tenemos en cuenta la finitud de la vida y que no tenemos todo el tiempo para entrar muchas veces en matices y discusiones menos importantes (entramos en muchas ocasiones en un escalonamiento de poder, sin tener en cuenta si nos sirve verdaderamente). La percepción de ese tiempo disponible cambia durante nuestra vida, pero muchas veces no llegamos a ser conscientes, no de que tengamos que hacer muchas cosas pero sí de vivirlas sinceramente (con nosotros mismos y los demás, en la medida de lo posible).

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