Durante el mes de junio, con motivo de la celebración del Día del Orgullo Gay, las Bibliotecas Municipales de A Coruña están realizando una serie de actos vinculados a la comunidad homosexual.
El Club Virtual de Lectura, como miembro activo de las Bibliotecas, dedica este post a esta temática desde el punto de vista de la literatura.
La homosexualidad existe desde que el mundo es mundo, pero ésta ha sido no tolerada y perseguida a lo largo de la historia. Por hipocresía, ignorancia y miedo a lo diferente se ha castigado esta opción sexual con cárcel y otras muchas cosas peores. Se la ha calificado de vicio, perversión, enfermedad, delito. Muchos de ellos lo ocultaron, incluso casándose para guardar las apariencias, otros lo manifestaron públicamente siendo motivo de escándalo, algunos llegaron a buscar salidas más extremas, cayendo en el alcoholismo, drogas o suicidio. Pero, hoy en día, aunque aún haya que trabajar duro, se ha normalizado mucho la situación y se habla de ello sin tanto problema.
La literatura, como en todos los ámbitos de la vida, cuenta con muchísimos escritores y escritoras homosexuales, muchos de ellos verdaderos maestros de las letras. Sirvan como ejemplo algunos de ellos: Oscar Wilde, Margarite Yourcenar, E.M. Foster, Jaime Gil de Biedma, Patricia Highsmith, Allen Ginsberg, Federico García Lorca, Cristina Peri Rossi, Jean Genet, Ana María Moix, Truman Capote, Susan Sontag, Reinaldo Arenas, Vita Sackville-West y muchos otros y otras. Si lo sabemos es porque, en alguna medida, no lo ocultaron. Fue a lo largo del siglo XIX cuando los escritores, y artistas en general, comenzaron a enfrentarse a una sociedad que los rechazaba.
Hay que decir que la identidad sexual de los escritores no condiciona ni la calidad ni el éxito de su obra, así como tampoco tienen por qué escribir sobre su condición de homosexuales. En muchos de ellos está muy presente el tema, pero en otros no tanto o nada. El ejercicio de la literatura trasciende la opción sexual del escritor, pero es conveniente, para luchar por la todavía marginación que se ejerce sobre ellos y en pro de su normalización, que se aluda a la condición sexual de los escritores.
He escogido una parte de la vida del escritor Oscar Wilde (Dublín, 1854 – París, 1900) por ser uno de los primeros que se enfrentó a la mojigata sociedad de la Inglaterra victoriana. En 1895, en la cima de su carrera, se convirtió en la figura central del más sonado proceso judicial del siglo. Wilde, que había mantenido una íntima amistad con lord Alfred Douglas, fue acusado por el padre de éste de sodomía. Homosexual, ¿y qué…? fue el título de una carta, que a modo de respuesta, Wilde leyó públicamente en dicho juicio. Finalmente, se le declaró culpable y fue condenado a dos años de trabajos forzados. Esta sentencia propició un recrudecimiento de la intolerancia sexual en toda Europa: muchos artistas homosexuales sufrieron represalias. Salió de la prisión arruinado material y espiritualmente. Pasó el resto de su vida en París, bajo el nombre falso de Sebastián Melmoth.
En la cárcel, Wilde escribió De profundis, una larga y emocional carta dirigida a su amante Alfred Douglas, y, después de salir de ésta, publicó en 1898 La balada de la cárcel de Reading, un poema donde retrata, con un lenguaje bello y cadencioso, la dureza de la vida en la cárcel y el tratamiento que se le daba a los presos.
Al salir de la cárcel retomó su relación con Douglas, algo que fue desaprobado por amigos y familiares. Al cabo de unos meses tuvieron que separarse ante la amenaza de sus respectivas familias. Wilde, que estaba casado, sufrió el rechazo de su mujer, que rehusó volver a encontrarse con él y le prohibió ver nunca más a sus hijos.
Durante muchos años, el nombre de Oscar Wilde llevó el estigma impuesto por la puritanta sociedad victoriana. En la actualidad, se le considera uno de los grandes y más agudos escritores del siglo XIX, y sus obras mantienen una vigencia universal.
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